Casi se me agota el año sin haber visto una de las dos películas que más están dando que hablar (la otra espero verla esta misma tarde) y que se sitúan entre lo mejor del año cinematográfico. Sin querer entrar en comparaciones con la que parece que va a ser su gran rival de cara a los Oscar (con permiso del señor Tarantino), que no es otra que su compañera de Netflix Historia de un matrimonio, no cabe la menor duda de que El irlandés es una gran película. No sé si calificarla como obra maestra, pero sí gran película.
Ciertamente, tengo un problema para valorar por igualo una película vista en cine que en televisión. Estoy convencido de que mi opinión sobre Roma sería muy diferente de haberla disfrutado en la oscuridad de una sala de cine y algo similar me pasa con lo último de Scorsese, quizá el último de los grandes directores de su generación (solo Spielberg le aguanta el ritmo) que, con el beneplácito de Netflix, filma una de sus obras más personales con unas tres horas y medias algo excesivas para lograr mantener el interés en todo momento.
No soy de los que tienen grandes problemas con los acabados digitales de los actores (me parece que el rejuvenecimiento es bastante correcto), debo reconocer el mérito de que pese a su excesiva duración esta no llega a aburrir en ningún momento. El problema quizá está en la excesiva seriedad de la misma. El irlandés no tiene un argumento como tal, no cuenta una historia concreta, sino que pasea a lo largo de la vida de Frank Sheeran, el irlándes del título, que pasa de camionero a hombre indispensable de la mafia, amigo de Jimmy Hoffa o Russell Bufalino, entre otros.
Coqueteando entre realidad y ficción. Scorsese aprovecha para hacer un retrato de la época y realizar una deconstrucción de personajes impecable, un relato de mafiosos de esos que tanto gusta al neoyorquino que quizá no esté a la altura de sus grandes títulos como Uno de los nuestros pero que sin duda se le queda cerca. Scorsese prescinde aquí del humor del que se sirvió para El lobo de Wall Street y recupuera a su gran actor fetiche anterior a DiCaprio, un recuperado Robert de Niro, al que acompañan grandes figuras (y símbolos del cine de gánsteres) como Al Pacino, Joe Pesci, Harvey Keitel y muchos más. No tiene tampoco la fuerza y el vigor de aquellas películas de antaño, como si estuviésemos ante una historia crepuscular. Algunos la han comparado a un testamento fílmico de Scorsese y, aunque es precipitado pensar que el director no vaya a volver a tocar el género, podría ser una definición acertada. No en vano, pese a la violencia que posee, parece querer hacer más hincapié en la pugna entre el deber y la familia y el dolor causado por la traición.
Al final, El irlandés es la historia de un hombre con principios que termina sumido nen su propia soledad. Y una impagable y enigmática escena final resume toda la película. Un resumen, sin embargo, abierto a varias interpretaciones.
Quizá El irlandés no sea la mejor película de Scorsese, pero ¿qué importa eso si está claro que es una gran película? Un retrato maravilloso y amargo sobre la familia, la lealtad y la soledad en una época donde no había cabida para esas cosas si se quería progresar.
Valoración: Ocho sobre diez.
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