lunes, 30 de diciembre de 2019

LAST CHRISTMAS

Según los últimos datos, tanto las comedias románticas como las películas navideñas se han convertido en el último gran éxito de Netflix, con lo que se hace difícil disfrutar de un producto de esos en cine. Las excepciones, además, no suelen ser muy halagüeñas, y quitando casos de cine más independiente o, directamente, de autor (sigo pensando que Día de lluvia en Nueva York es una de las comedias románticas más deliciosas del año), los últimos ejemplos de romances fílmicos tiran más hacia la dramedia de clínex que otra cosa (otra excepción que me viene a la mente es la incomprendida Casi imposible, que apenas la vio nadie). Y en el terreno estrictamente navideño, qué lejos quedan las obras de John Hugles de corte familiar o las payasadas del Tim Allen de turno…
Pero en toda crisis creativa hay un último reducto: el cine británico. Mientras al otro lado del charco se apuesta por la apatía más sensiblera, Richard Curtis logró sentar cátedra, permitiendo que Last Christmas, sin querer entrar en comparaciones, se pueda proponer como heredera de, por ejemplo, Love Actually.
En realidad, Last Christmas es coproducción americana, y quizá de ahí el recurrir a un director de Michigan, pero eso es algo meramente anecdótico. Tras los guiones está la inmensa Emma Thompson, la cara más reconocible de la historia es una muy meritoria Emilia Clarke, Londres es el escaparate imprescindible y todo sirve como tributo a la voz y las composiciones de George Michael.
No estoy dispuesto a entrar en spoilers, pero en honor a la verdad Last Christmas no es exactamente tanto una comedia romántica como un cuento de Navidad, muy inspirado, posiblemente, por clásicos como Qué bello es vivir, donde -aunque todo tenga una explicación más o menos lógica- el factor mágico debe aceptarse para poder entregarse por completo a la historia. Al fin y al cabo, de eso va la Navidad, ¿no?
Kate, la protagonista, es un completo desastre. Inmigrante serbia, es una aspirante a cantante que parece condenada a trabajar de por vida en una tienda de artículos navideños a cuál más horrible. No es lo que se dice una gran persona, egoísta, despreocupada y tan centrada a sus propios intereses (generalmente relacionados con el alcohol o el sexo) que representa una divertida reinvención del estereotipo masculino más cafre mucho más efectiva que en aquella insulsa Y de repente tú. Y cuando parece que ya ha tocado fondo es cuando conocerá a alguien que le haga cambiar su manera de ver la vida.
Paul Feig, habituado a un humor más desenfrenado pero buen director de actrices (en su filmografía destacan La boda de mi mejor amigaCuerpos especialesEspíasCazafantasmas Un pequeño favor, películas todas ellas protagonizadas por mujeres), hace un trabajo eficaz y bien medido, consiguiendo extraer el lado más cómico de Emilia Clarke (que lejos de Juego de Tronos va recolectando batacazos como los de Terminator Génesis o Han Solo). Confieso que una de las cosas que más me tiraba para atrás de la película era su protagonista, que tampoco me entusiasmó en Antes de ti, pero aquí está realmente inspirada, divertida y tierna. Tampoco le queda a la zaga Henry Golding, quien ya colaborara con Feig en Un pequeño favor, que cumple como galán romántico extrovertido y encantador.
Last Christmas es, pues, una película navideña perfecta, capaz de divertir y conmover por igual, con diálogos inteligentes, humor elegante y ese toque de ironía propio de los libretos de Thompson quien, cómo no, se reserva un pequeño pero impagable papel. Una película para disfrutar de estas fiestas y que hace pasar de la risa a las lágrimas en apenas un suspiro y que en el fondo habla sobre la superación personal y en el poder de hacer las cosas según tu propia conciencia.
Y si encima lo riegan todo con la voz de George Michael, mejor que mejor.

Valoración: Ocho sobre diez.

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