Judd Apatow pertenece a esa generación de cineastas americanos que, como
los hermanos Farrelly, irrumpió en el nuevo siglo con un estilo de humor de sal
gruesa que, guste más o menos, logró revitalizar un género que parecía adormecido
después de la época dorada que vivieron las comedias románticas de principio de
los noventa.
Pero, como los Farrelly, la mala leche y el gamberrismo parece haberse
diluido con los años, suavizando sus maneras hasta el punto que los toques más
bestias de sus comedias parecen metidos con calzador de manera poco afortunada.
Esto sucede con Y de repente, tú,
cuya premisa argumental nos presenta a una chica habituada a seguir los clichés
masculinos más cafres (juerga toda la noche, desenfreno etílico y sexo de una
sola noche) cuya aparente originalidad desaparece en cuanto se establece el
inevitable conflicto romántico para derivar en una comedia simplona y algo
cursi totalmente convencional y sin demasiada gracia.
Apatow, más centrado en producir comedias a sus amigos que en dirigir, se
muestra aquí torpe tanto a la hora de mover la cámara, con elipsis fallidas y
ritmo desacertado, como en la traslación de un guion escrito por la protagonista que no funciona como debe
no sólo por seguir unos esquemas prefijados de una forma tan lineal que todo es
suficiente previsible sino porque la mayoría de los gags no funcionan. Claro
que tampoco es todo culpa suya. La elección de los actos no es que ayude
demasiado. Amy Schumer, humorista televisiva pero totalmente falta de experiencia
para el cine, poco aporta a un personaje que parece más pensado para clásicas
como Jennifer Aniston o Katherine Heigl. Lo mismo sucede con su partenaire
masculino, Bill Hacer. Ambos son poseedores de un Emmy, pero se muestran
incapaces de sostener el peso de la película.
En comedia el lenguaje corporal y facial es muy importante y no soy capaz
de apreciar en ningún momento que quieren decirme estos dos actores. Ni
siquiera la caracterización de sus personajes es la adecuada. Sigo tratando de
averiguar si Apatow habla sobre una tía buena con problemas de identidad o si
la protagonista es un patito feo a la que hay que descubrir su belleza
interior. Tampoco sé si él es un torpe y patético hombrecillo o un cirujano
respetado y de fuerte personalidad. Todo depende de la escena en cuestión.
Sólo Brie Person, una actriz que está pidiendo una gran oportunidad a
gritos (y quizá Kong: Skull Island lo
sea), aporta algo de frescura al film.
En definitiva, comedia muy flojita a la que ni los desaprovechados cameos
activan, aburrida y aconsejable tan sólo para los más incondicionales de
Apatow. Si es que queda alguno...
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