martes, 13 de octubre de 2015

SITGES 2015: Jornada tres.

Mientras en este maravilloso país la mitad de la población se dedica a desfilar ondeando una bandera y la otra mitad se dedica a quemarla o repudiarla yo me dejo seducir por los ¿encantos? de la América profunda, una América, además, tratando de recuperarse de una epidemia zombie que no ha llegado a niveles apocalípticos pero casi.
Tocaba jornada tranquila, con una sola película en mi agenda pero sin obviar el obligado paso por los puestos ambulantes que, como novedad de este año, acompañan las interminables colas para entrar en el Auditori (¡qué gran descubrimiento los Martini Tonic!). Y la elegida era una de las que esperaba con más ilusión: Maggie, esa extraña propuesta basada en (según una lista de esas que hacen los americanos) uno de los mejores guiones del año pasado en la que la temática zombie era tratada desde un punto de vista dramático e intimista.
Ninguno de los responsables del film (ni director ni, por descontado, actores) hicieron acto de presencia en Sitges, pero sí estuvo en cambio el gran Rick Baker, mago del maquillaje y los efectos especiales, que recibió una merecida Màquina del Temps.
Y entramos ya en la película en cuestión. Puede que el nombre de Arnold Schwarzenegger pueda parecer un gran reclamo, pero pese a su presencia como protagonista y productor y sus loables intenciones por mostrar un registro cargado de contención poco habitual en él lo que realmente define a Maggie es su ritmo lento, su fotografía y su casi omnipresente banda sonora. Es casi como si fuese una película de Terrence Malikc .
Con Abigail Breslin interpretando a una joven infectada por un zombie, la película describe el proceso de transformación, centrando el foco sin embargo en el dolor y sufrimiento de los personajes (el padre que se niega a aceptar su inevitable muerte, la madrasta incapaz de soportar su amenazante presencia, los amigos de los que deberá despedirse) que no en la propia descomposición tanto física como personal de la muchacha.
En resumen, intensa y emotiva, excesivamente bucólica en algunos pasajes, con más sufrimiento y dolor que sangre y violencia. Una película recomendable siempre que no se esté esperando ver simplemente a Arnie matando zombies. No va de eso, esta vez no.
Y tras Maggie, regreso por unos días a la cruda realidad del trabajo cotidiano hasta el próximo fin de semana, donde entre el sábado y el domingo intentaré deleitarme con los posos de un festival que ya estará agonizando.
Como decía el Schwarzenegger de los viejos tiempos (y que en Maggie le dicen a él): “Volveré”.

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