Seguramente sea exagerado decir que Segundo
origen sea para Carles Porta el equivalente de I.A. Para Steven Spielberg, pero lo cierto es que si la película
americana iba a ser el proyecto más ambicioso de Stanley Kubrick algo parecido
sucedía con respecto a la película que nos ocupa y Bigas Luna. Tanto es así que
el director de Jamón, Jamón participó
en el guion y llegó a filmar alguna escena, o cuanto menos figura como coguionista
en los créditos. Hay, durante el metraje (aparte de la obligada dedicatoria
final) un bonito homenaje
Segundo origen es la adaptación de una
de las novelas más populares de la literatura catalana moderna Mecanoscrit del segon origen, de Manuel
de Pedrolo, que con su lógica adecuación a los tiempos que cogen buen podría
haberse titulado Videograbació en móvil
del segon origen. Cuenta, de forma más elíptica que la obra escrita, como
un ataque supuestamente extraterrestre aniquila todo rastro de vida humana en
la Tierra, sobreviviendo, al menos en apariencia, sólo la adolescente Alba y un
niño pequeño llamado Didac. De ellos dependerá la subsistencia de la raza
humana.
Nunca sabremos cómo habría enfocado Luna la película, pero es probable que
hubiese puesto más el acento en los momentos eróticos de la novela que Porta
suaviza para detallar un retrato de supervivencia demasiado amable, donde todo
el drama se basa en la pérdida de seres queridos y la sensación de soledad,
como si la necesidad de alimentarse, conseguir agua potable o esquivar las
enfermedades graves en un mundo sin médicos ni hospitales (y con medicamentos
recuperados con fecha de caducidad) no fuesen un gran inconveniente. No hay
aquí, hasta la aparición de otro superviviente (inevitable Sergi López, que no
se pierde una), apenas lucha por la supervivencia, al contrario que en la novela, que se enfrentan cara a cara con un
alienígena y con un grupo de chavales que pretenden violar a la muchacha
protagonista a la par que narradora.
Tampoco se encontrará en el film el viaje iniciático que esta peculiar
pareja (los nuevos Adán y Eva) realizan a lo largo del Mediterráneo, siendo
sustituido por un recorrido algo más detallado de una Barcelona
postapocalíptica (los amantes del fútbol disfrutarán/llorarán con determinada
escena) .
Puede ser incluso lógicos los cambios con respecto a la novela, una obra
que por su fama e importancia merecía una adaptación definitiva (solo contaba
hasta ahora con una versión televisiva) pero que fue escrita hace ya cuarenta
años, con lo cual la fantasía que desbordaba y el mundo desolador que proponía
ya no resultan para nada novedosos. Cambien la Barcelona apocalíptica por la
Barcelona abandonada de Los últimos días,
la amenaza extraterrestre y los humanos supervivientes aún más peligrosos por
los zombies y las bandas de saqueadores de Walking
dead o piensen en la sensación de soledad y aislamiento de The Road y sabrán a lo que me refiero. Por
poner algunos de los miles de ejemplos.
Al final, incapaz de sorprender, sólo queda conformarse con el buen trabajo
de Rachel Hurd-Wood (actriz de veinticinco años, cuando su personaje, en el
libro, empieza teniendo catorce) y de Andrés Batista y Ibrahim Mané, interpretando
a dos versiones de diferente edad de Didac, aparte del ya mencionado López y
una breve aparición de Philip Hurd-Wood, padre de Rachel en la película y en la
vida real.
Visualmente estimulante, la película tiene elementos para hacerla
atractiva, pero le falta garra, pasión. Es todo demasiado tibio, demasiado
apacible, con una banda sonora casi omnipresente que refuerza esa sensación de
tedio, incapaz de sorprender, recordándonos (como si hiciera falta) que no hay
nada nuevo bajo el sol.
Por cierto, la película está rodada inicialmente en catalán como idioma
principal. Recomiendo encarecidamente ver su versión doblada. La encantadora
Rachel Hurd-Wood hace lo imposible por adaptarse al idioma, pero cada vez que
hablaba me sangraban los oídos y estaba deseando que se le escapara alguna
expresión en inglés. Algunas veces, la voluntad no lo es todo.
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