Una buena definición de esta película sería decir que es una obra
artesanal. Con ello me refiero a que la historia de esta investigación policial
que Domingo Villar guioniza a partir de su propia novela está narrada con una extensa
corrección, Gerardo Herrero, director prolífico pero carente de grandes obras
en su haber, filma con mano firme y Carmelo Gómez está muy convincente como
inspector encargado del caso. No hay ningún reproche que destacar, nada malo
que estropee la ficción, pero tampoco nada que la resalte demasiado.
Ni la
historia es arrebatadora, ni la dirección impresionante ni las interpretaciones
emocionan. No es, por poner una comparación odiosa, una Isla Mínima del 2015.
La playa de los ahogados narra como en un
pueblecito pesquero del litoral gallego aparece un cadáver con todo el aspecto
de corresponder a un suicida. El forense de la Policía, sin embargo, apuntará
más bien a un asesinato torpemente camuflado y el inspector Leo Caldas tendrá
que escarbar en las sombras del pasado hasta descubrir una turbia verdad.
Un argumento, como pueden ver, muy cinematográfico, al abrigo de las
novelas negras (y sus correspondientes adaptaciones) tan de moda últimamente
que provienen de los países escandinavos, y con el que el tono gris, frío y
sobrio de la región gallega va que ni pintado.
No hay grandes figuras de la interpretación más allá del mencionado Carmelo
Gómez y un caracterizado Antonio Garrido, lo cual por un lado da un punto de rareza al film, con voces a la que
uno no está acostumbrado, de marcado acento (o directamente hablando en
gallego), pero que, curiosamente, ayuda también a hacer más verosímil la cosa,
otorgando un toque de credibilidad y realismo muy acertado.
En definitiva, interesante propuesta, agradable de ver y con un suspense
calmado pero efectivo, que no va a aportar nada nuevo al género ni
probablemente lo pretenda pero que tampoco molesta en ningún momento.
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