lunes, 5 de octubre de 2015

IRRATIONAL MAN (8d10)

Decir que en los últimos años (o quizá incluso en lo que llevamos de siglo) en cine de Woody Allen ya no es lo que era no es revelar nada nuevo. Lejos queda la fuerza y el poderío del autor de Annie Hall, Manhattan o Hannah y sus hermanas, agotados quizá por el simple desgaste de un autor a punto de cumplir los ochenta años y con el exigente ritmo de trabajo de estrenar con impecable puntualidad una película por año.
Es por ello que debemos olvidarnos ya de aquellos primeros tiempos de gloria y dejar de lado las comparaciones imposibles para centrarnos en los últimos años del cineasta en los que ha demostrado una extraña irregularidad, capaz de títulos brillantes como Midnight in Paris (2011) o Blue Jasmine (2013) con otros más decepcionantes como A Roma con amor (2012) o Magia a la luz de la luna (2014). ¿Será quizá que el Allen actual destaca especialmente en los años impares?
Como para demostrar esta absurda teoría Irrational man es uno de sus títulos “buenos”, con un guion sencillo pero interesante y unas excelentes interpretaciones (cosa que no sorprende demasiado teniendo en cuenta que el reparto está encabezado por el agotador Joaquin Phoenix –no tengo ningún problema con este actor, pero sí con la mayoría de personajes que suele interpretar- y la siempre brillante Emma Stone), donde incluso los secundarios más fugaces están a un gran nivel. Parece ser que, en contra de lo que algunos opinan, Allen sí es un buen director de actores.
En esta ocasión, además, sorprende el estilo visual del neoyorquino, muy aficionado a colocar la cámara en el encuadre más correcto y dejar que sea la historia quien lleve el tempus de la narración. En Irrational man hay planos ciertamente estimulantes y una sugerente fotografía, mucho más entregada a los espacios abiertos de lo habitual en él. Es como si recuperásemos al Allen director además de tener al habitualmente efectivo Allen guionista).
La historia parte, como no podía ser de otra manera, de un personaje atormentado, un inteligente, culto y autodestructivo profesor de literatura que precisamente por su tono sombrío y fracasado terminará atrayendo a una colega de la universidad (Parker Posey) y a una alumna. Esta vez, los conflictos mentales del protagonistas no serán tratados, como era de esperar, por ningún psicoanalista o similar, sino por un amigo más fiel (a la par que traicionero) como es el alcohol.
Nada nuevo bajo el sol: historia simpática (que no cómica) sobre un aparente triángulo amoroso como pretexto para profundizar en los temas preferidos de Allen, como el deseo, la inseguridad, el sexo… Sin embargo, un inesperado giro argumental convierten esta (aparente) tragicomedia romántica en una especie de thriller donde (pese a recordar por momentos a la magnífica Misterioso asesinato en Manhattan) Allen hace propuestas nuevas, adentrándose en terrenos más oscuros donde el instinto asesino (disfrazado de una retorcida justicia divina), la moral y la culpa se interponen en la historia de nuestros tres infelices protagonistas.
 Aun sin ser un cambio drástico en su filmografía (no me veo yo al Allen actual haciendo ciencia ficción –algo de ello hubo ya en El dormilón- o repitiendo en el terreno de los musicales, como Todos dicen I love you), Irrational man es un paso más (y son ya cuarenta y cinco) en la carrera del artista en la que, lejos de estancarse (y títulos olvidables como Todo lo demás, Si la cosa funciona  o Conocerás al hombre de tus sueños me hacían temer hace unos años que ya lo había hecho) es capaz de reinventarse ligeramente y buscar nuevas propuestas para contar cosas diferentes sin salirse de su universo particular, aprovechando para homenajear, una vez más, a Dostoyevski, y sin renunciar a su conocida pasión por el jazz.
Irrational man es, al final, una comedia negra donde destaca un humor tan inteligente como sutil (no hay chistes evidentes, como en la anterior Magia a la luz de la luna), cuya gracia se encuentra más en la conclusión de los acontecimientos que en el desarrollo de los mismos y que, en realidad, resulta ser una fábula tremendamente pesimista alrededor de unos personajes a los que no llegas nunca a amar ni a odiar, sino todo lo contrario.
Me reconcilio de nuevo (como cada dos años) con Allen, quien ya tiene preparada su siguiente película (de la que finalmente se ha caído Bruce Willis) y al que incluso le ha sobrado tiempo para adentrarse en el mundo de la televisión. Este judío de Brooklyn nacido bajo el nombre de Allan Stewart Konigsberg parece tener cuerda para rato. Y yo que me alegro…

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