sábado, 30 de marzo de 2013

TESIS SOBRE UN HOMICIDIO (7d10)

Siempre me gusta analizar una película tratando de centrarme en su contenido, no en lo que la rodea. Esto no siempre es fácil y este film es un claro ejemplo para la mayoría de críticos. Aunque lo cierto es que la culpa no es solo de ellos, ya que es la propia productora la que insiste en publicitar esta película comparándola con El secreto de sus ojos. Y al parecer pierde claramente todas las comparaciones.
Por desgracia para mí y fortuna para Tesis sobre un homicidio, debo confesar con vergüenza no haber visto el film el Campanella, por lo que mi crítica podrá ser más virgen y menos influenciada. ¿Y qué queréis que os diga? A mí me ha gustado. Y mucho. No habituado al cine argentino sus diálogos me han parecido brillantes y Ricardo Darín, un monstruo de la interpretación que se come con patatas a todos sus compañeros y haciendo que Albert Ammann, que tanto brillaba en Celda 211, parezca aquí un novato.
La trama gira alrededor de un profesor de derecho, Roberto Bermúdez (Darín) que durante una de sus ponencias a la que asiste Gonzalo Ruiz Cordera (Ammann), hijo de un viejo amigo, son testigos del hallazgo del cadáver de una muchacha frente al edificio de la facultad, precisamente ante la ventana del aula de Roberto. El profesor y antiguo abogado se obceca con la investigación del crimen, con una sola idea en la cabeza, la culpabilidad de Gonzalo.
Esta es precisamente la principal lacra del film, la ausencia de más sospechosos que inviten al espectador a realizar sus propias especulaciones. Así, todo se reduce a un juego del gato y el ratón entre Darín y Ammann, un laberinto delimitado por los secretos de un pasado turbio y los rencores nunca resueltos.
Pero hay además en Tesis sobre un homicidio, aparte del misterio del asesinato, una reflexión sobre la obsesión, mostrando cómo una fijación puede afectar a una persona hasta el punto de arruinar su vida y condenarlo a la más absoluta soledad.

Inteligente y misteriosa, la dirección de Hernán Goldfrid es sobria y elegante, desconcertando con sus trampas y regalando ligeras pinceladas de detalles cual si fueran pistas de un acertijo sin solución. Y es que después de todo el final es abierto y desconcertante, ya que recordemos que lo importante no es la culpabilidad o no de Gonzalo, sino la obsesión de Roberto. Pero... ¿es cierto que no haya un final cerrado? Roberto dice en no pocas ocasiones que lo importante en un caso de asesinato son los detalles, y aunque no sea necesario aunque si recomendable un segundo visionado de la película, es evidente que esos detalles están ahí esperando a ser reconocidos para, con ellos, comprender la resolución del misterio en un final, ahora sí, impecable.

G.I.JOE, LA VENGANZA (5d10)


¿No os ha pasado alguna vez que veis un tostón de película y cuando anuncian la secuela pensáis: “peor no puede ser"? Luego la estrenan y os dais cuenta no solo de que sí podía ser peor sino que la primera no era tan mala. Eso me pasó con Furia de Titanes y me ha vuelto a suceder ahora con los soldaditos de la juguetera Hasbro. Tras revisionar en video la película de Stephen Sommers he descubierto que era mucho más entretenida de lo que pensé tras verla en cines en 2009 y que las escenas de acción tenían un ritmo mucho más trepidante y divertido que las de su secuela. Y eso que una de las cosas que más se ha publicitado de esta continuación son sus guionistas, Rhett Reese y Paul Wernick, ese dúo dinámico elevado a los altares por el libreto de Bienvenidos a Zombieland pero que aquí no hacen gala de la chispa y el ingenio que contenía aquel divertido apocalipsis zombie.
Tampoco Jon M. Chu (un tipo especializado hasta ahora en mamarrachadas tipo Step Up, Street dance y cosas así) le llega a la suela de los zapatos a Sommers, director caído en desgracia pero con las dos primeras películas de La Momia y Van Helsing (que pese a todos sus excesos a mí me sigue pareciendo una buena película) en su haber.
Quizá en lo único que gana la película es en su apartado interpretativo. Pese a echarse en falta la ausencia del gran Dennis Quaid y que la tal Adrianne Palicki no esté a la altura, no posee ni su belleza ni su carisma, de Sienna Miller, la sustitución como protagonista del papanatas Channing Tatum en favor del limitado pero siempre efectivo Dwayne Johnson y, sobretodo, la siempre celebrada presencia de Bruce Willis, con un papel más importante de lo que se podía intuir, auguran una fiesta de acción y despiporre que, si bien no, nos entretenga un buen par de horas.

Sin embargo el guion es demasiado plano incluso para tratarse de un film palomitero de acción, la prematura muerte de Duke descoloca un poco, y las secuencias de acción son muy confusas y precipitadas. Quizá demasiado lastrados por un argumento heredado de la primera película (los G.I.Joe son eliminados y los pocos supervivientes deben actuar furtivamente para desenmascarar al farsante que ha usurpado la casa blanca), se echa en falta algunos de esos gadges molones de la primera peli, como los trajes potenciadores y las motos, los nanorobots capaces de "comerse" a la torre Eiffel o el homenaje a Star Wars en plan acuático del final. Incluso el elemento dramático estaba mejor retratado. En lugar de eso nos debemos conformar con la calidad interpretativa de Jonathan Pryce (viéndolo, uno se pregunta cómo lo han engañado para hacer esta peli) y las escenas de Willis, al cual le han dado manga ancha para hacer de las suyas y emular a un McClaine mucho más McClaine que el propio McClaine de La Jungla: un buen día para morir.

LOS ÚLTIMOS DÍAS (7d10)


Desde que existe el cine son tantas las películas postapocalípticas que hay que casi se podría considerar como un género propio. Normalmente tienen una amenaza monstruosa, tales como zombies (George Romero sentó las bases en Zombie-El amanecer de los muertos, y a partir de ahí ha habido para todos los gustos y colores: Resident evil 3, Bienvenidos a Zombieland...) o vampiros mutantes (como en las diversas adaptaciones de la novela Soy Leyenda, de Richard Matheson), en otras la amenaza proviene de nosotros mismos,  los humanos (caso de The Road, El libro de Eli o la saga Mad Max), puede derivar de un cambio en la escala de mando (El planeta de los Simios y sus secuelas, Terminator Salvation) y en ocasiones nos han obligado incluso a abandonar el planeta (las inminentes Oblivion y After Earth). Los hermanos Pastor (David y Álex) ya se fueron en 2009 a hacer las américas y abordaron el tema en Infectados, donde el causante del diezmo de la humanidad es una enfermedad. Ahora, de regreso a casa (y más concretamente a Barcelona) reinciden en el tema, solo que en lugar de presentarnos un planeta devastado nos van a mostrar cómo empezó todo, como fueron, precisamente,  esos últimos días.
El detonante en este caso es una epidemia de agorafobia, es decir, pánico a los espacios abiertos. Esto, de entrada, podría no parecer muy dramático, pero imaginaos a todo el mundo encerrado en sus casas, en sus oficinas, sin poder ir a trabajar, a comprar... Sería, cuanto menos, el fin de la sociedad, y confinados en el interior de los edificios de la ciudad condal y sin más posibilidad de desplazarse que túneles de metro y alcantarillas va a ser inevitable que para sobrevivir acabe imperando la ley del más fuerte.
En esa situación se encuentran Enrique y Marc (excelente José Coronado y Quim Gutiérrez, quizá el eslabón más débil del film), dos personas muy diferentes entre ellas, que incluso se podría decir que se odian, pero que están obligados a entenderse y colaborar si es que quieren conseguir sus objetivos: Enrique encontrar a su padre, ingresado en el Hospital del Mar y Marc reunirse con su esposa Julia (Marta Etura) a la que espera encontrar en su piso o en su tienda en un centro comercial de L'Hospitalet. Comienza aquí un camino angustioso, dramático,  en el que aprenderán a enterrar el pasado (referencias a la crisis económica y a los recortes empresariales) y a llegar, incluso, a poder ser buenos amigos. Si es que existe un futuro que lo haga posible, claro.
Los hermanos Pastor escriben y dirigen con mano firme, manteniendo el ritmo y la tensión y transmitiendo al espectador la propia claustrofobia de los protagonistas. El cuarto actor de la película (no contaré a una desaprovechada Leticia Dolera) es sin lugar a dudas la propia Barcelona,  pues contemplar sus lugares más emblemáticos totalmente abandonados o directamente devastados (algo novedoso, estábamos acostumbrados a que lo primero que se destruía siempre en el cine era o bien la Casa Blanca o en su defecto la Estatua de la Libertad) es el plato fuerte de la película.

Pero no todo es perfecto es el film de los Pastor. En su presentación, dijeron los realizadores que pretendían hacer una película optimista, y ello es harto difícil cuando estamos hablando de la extinción de la humanidad. Así que para conseguir sus objetivos tuvieron que dar un giro final que perjudica seriamente a la película, actuando como lastre de una historia dramática muy bien construida hasta ese momento.
Sería injusto analizar Los últimos días y obviar ese final, así que aviso que lo que comento a continuación es claramente un SPOILER, así que quedáis avisados por si no queréis conocer el desenlace del film.

Tres son las partes de las que se compone la película, casi como si se quisiera hacer una trilogía con ella. La primera, la que compone realmente la película, termina con Marc encontrando viva a Julia y reuniéndose con ella. Si en este momento terminase la acción  nos encontraríamos con un final más o menos feliz, claramente abierto a la imaginación del espectador, ya que de él dependería suponer e iban a tener un futuro en esa nueva Barcelona o si bien su reencuentro solo les permitiría poder morir juntos. Comienza entonces una nueva película, breve pero concisa, en la que veremos cómo Marc y Julia se adaptan, logran cultivar su propio huerto y sobrevivir al paso del tiempo, viendo nacer a un hijo y creciendo este aparentemente sano. Sobra decir que tras las miserias soportadas por Marc y Enrique durante toda la película todas estas escenas de la feliz vida del matrimonio son poco menos que ridículas e increíbles, y denotan una búsqueda forzada y artificial del mensaje optimista con el que los Pastor arrojan piedras sobre su propia película. No contentos con ello, hay un tercer desenlace, en el que el niño, ya algo crecidito, demuestra no haber heredado de sus padres la fobia a los exteriores, terminando el metraje con un grupo de muchachos harapientos viniendo en su búsqueda y llevándoselo a crear una nueva sociedad al más puro estilo de El señor de las Moscas.  Un nuevo giro de guion que desprecia todo lo bueno visto hasta ahora y que hace que salgamos del cine con una sensación extraña, con un recuerdo final que no convence para nada, alargado y poco creíble. Una lástima, ya que, insisto, si nos quedamos con el primer y lógico final la película estaba siendo francamente interesante.

lunes, 25 de marzo de 2013

UNA BALA EN LA CABEZA (6d10)

Resulta curioso lo que está pasando últimamente en el cine americano. Ante la constante escasez de ideas han echado la vista atrás y centrado su interés en las películas de los años 80, esa época gloriosa de sesiones dobles, cine B de calidad y videoclubes donde recuperar en VHS aquellos subproductos que no llegaban a los cines pero todo el mundo estaba deseando alquilar. Hablo de la década que encumbró a Spielberg y Lucas, donde las comedias juveniles eras frescas y alocadas y donde el culto al cuerpo tuvo su máximo exponente en dos actores: Arnold Schwarzenegger y Silvester Stallone, aunque también andaban por ahí Willis, Van Damme o Seagal. Y, por supuesto, el 3D se veía (por decir algo) gracias a unas gafas de cartón con unos plásticos verdes y rojos a la altura de los ojos. ¡Ah, qué tiempos aquellos! ¡Cómo los añoramos todos! ¿O no? P
ues va a ser que no.

Cada vez que Hollywood ha querido copiar el esquema se ha pegado un batacazo, a excepción de los remakes pésimos de pelis de terror que siempre tendrán su público fiel y poco exigente. Quitando Super 8 (ese maravilloso homenaje a la generación Goonies, que tampoco es que rompiera taquillas precisamente) hemos visto recientemente (o, mejor dicho, no hemos visto, ya que prácticamente nadie fue a verlas) los fracasos de Conan, Desafío total, Dreed o El último desafío, y la película de la que toca hablar hoy, Una bala en la cabeza, es el último ejemplo.
Y eso que a priori lo tiene todo para triunfar: una historia interesante con aires de redención y usando una técnica que siempre gusta: la de compañeros que no se parecen en nada y están obligados a colaborar;  un actor antaño rompetaquillas, Stallone, que había desaparecido de la escena (seguía haciendo películas, pero todas eran carne de videoclub, digo, de emuler, quitando las apuestas seguras de Rocky y Rambo) sin contar con Los Mercenarios (que en realidad no son más que verbenas de verano del Imserso, y mientras los abuelicos se lo pasen bien, ¿qué importa lo que recauden?); un villano con presencia (Jason Momoa ha sido el nuevo Conan y ya había destacado en Juego de Tronos); unos secundarios de lujo como Christian Slater (otro superviviente de los 80 que últimamente vive de hacer series de televisión que le cancelan a las primeras de cambio), Sung Kang (visto en La Jungla 4.0 y en las entregad 5 y 6 de Fast&Furious) o Adewale Akinnuoye-Agbaje (Thor, La Cosa, G.I.Joe, pero recordado para la eternidad como el Señor Eko de Perdidos); y como maestro de ceremonias un director de prestigio y demostrada calidad en este tipo de producciones, Walter Hill (director de clásicos como The Warriors, Límite: 48 horas, Danko).
Todo este cóctel tendría que dar como resultado un éxito seguro, pero como ya comenté cuando analicé El último desafío,  el público de hoy ni conocen a Stallone ni les importa un pepino.
Y después de todo este rollo, ¿la película qué tal?, os preguntaréis. Pues la película francamente bien, quizá no tan redonda como El último desafío (ya habréis deducido que comparten muchos rasgos) pero todos y cada uno de los elementos anteriormente mencionados cumplen con su cometido a la perfección,  incluyendo a un creíble Stallone en el papel de un asesino retirado que debe formar equipo con un detective de la policía para detener a un peligroso mafioso -aunque para él hay un tema personal de venganza-, aportando a su interpretación un sentido del humor y una ironía que lo acercan más a sus compinches Schwarzenegger y Willis que a sus míticos Rocky o Rambo.
Por poner alguna pega, encuentro el guion algo poco trabajado, demasiado lineal. No seré yo quien le pida a una película de estas características unos diálogos shakespearianos, pero algún giro argumental no le habría ido nada mal. Se presentan los personajes de Stallone y Kang, forman equipo, se pelean, vuelven a unirse y a comprenderse mejor el uno al otro, van a casa del malo, hay una pelea final y adiós. Se echa en falta alguna sorpresa, algo que no deje con la sensación de que todo ha sido demasiado fácil.

Aun así, la película entretiene,  y al final Stallone y Momoa se lían a tortas, que en resumen es de lo que va la cosa. ¿Para qué pedir más?

LOS CROODS, UNA AVENTURA PREHISTÓRICA (7d10)

Desde que en 2009 James Cameron reinventara el cine con Avatar muchos films se han visto claramente influenciados, no solo por la obviedad del uso del 3D sino por la creación de fabulosos mundos ficticios con nuevas especies y, sobretodo, un colorido nunca visto. Sería el caso de títulos como Alicia en el País de las Maravillas u Oz, un mundo fantástico. Pero quienes se llevan el gato al agua en estos temas son los films de dibujos animados (ya sean tradicionales o por ordenador), de manera que el color es un elemento primordial en Río, en la futura Epic y, por supuesto, en Los Croods,  aventura familiar ambientada en una prehistoria mucho más cercana a las películas antes mencionadas que a, por ejemplo, Ice Age (La Edad de Hielo) y sus secuelas.

La historia, centrada en una arquetípica familia, arranca en un desolado y peligroso paraje donde los Croods malviven ocultos en una caverna, sin osar asomarse al mundo exterior más que lo justo para conseguir algo de comida. Pero por supuesto la hija adolescente, Eep (aunque sea una producción Dreamworks la sombra de las princesitas Disney es alargada), no aceptará las cautas normas del padre y en una escapada nocturna intimidará con un troglodita llamado Guy. Alertados por Guy del inminente fin del mundo (y ante pruebas irrefutables de ello) se ven obligados a abandonar la seguridad de su gruta en busca de un nuevo lugar donde subsistir, pese a la reticencia del cabeza de familia. Será en esa especie de tierra prometida donde el guion de Chris Sanders y Kirk De Micco (también directores del film y con una amplia trayectoria por parte de ambos en el género de la animación) se olvida de cualquier atisbo de realidad para inventar un mundo nuevo, luminoso, tan bello como letal, donde nuestros héroes deberán hacer uso de toda su inventiva y habilidades para subsistir.
Si en lo paisajístico decía que se alejaba de otra obra prehistórica como Ice Age, en lo argumental siguen esquemas similares, una road movie en busca del paraíso. La diferencia esencial, para mí, está en el mensaje. Mientras aquella defendía el valor de la amistad no estoy muy seguro de qué mensaje deben extraer los niños de las peripecias de los Croods, aparte de pasárselo pipa, ya que puedo entender que se valore en hecho de no tener miedo a lo desconocido, pero no estoy de acuerdo en que la desobediencia de Eep deba premiarse o que se fustigue constantemente al padre por querer proteger a su familia, siendo incluso abandonado por todos y casi debiendo pedir perdón al final por ser sensato y precavido. De acuerdo, animemos a nuestros hijos a saltar por un barranco con una sonrisa en la cara, ¿no?

Moralinas aparte, la historia es divertida y ágil y sus personajes, una vez más, un prodigio de la animación, demostrando que no es tan difícil vivir a la sombra de Disney/Pixar.

THE HOST (LA HUÉSPED) (6d10)

Deben andar preocupados en Hollywood. Conscientes de que los adolescentes son los que llenan las sagas el pasado año se caracterizó por finiquitarse (no me atrevería a decir que de forma definitiva, pero lo parece) dos de las sagas más exitosas de los últimos años: Harry Potter y Crepúsculo. Hace ya algún tiempo que se está buscando una sucesora digna que llene las arcas de sus productoras, sabiendo que el secreto del éxito está en adaptar alguna novelilla juvenil que combine romance y algo de aventura o misterio, pero hasta ahora la mayoría de los intentos han sido estériles. Solo Las Crónicas de Narnia ha llegado renqueante a su tercer capítulo (y con más pena que gloria), mientras que Percy Jackson (dicen que se está haciendo la segunda, ya veremos), La Brújula Dorada, Eragon o El circo de los Extraños, por citar solo algunos de los muchos ejemplos, se quedaron en una única película sin continuidad posible. La única excepción y verdadero éxito de taquilla ha sido Los Juegos del hambre, cuya secuela nos llegará este año y cuya culminación en dos partes está ya garantizada.
The Host es la nueva apuesta, más cercana al estilo crepuscular que al de los magos adolescentes y que a priori podría parecer una apuesta segura, no en vano parte de una novela de Stephanie Meyer, la misma que destrozó de una tacada los mitos vampíricos y el espíritu de Romeo y Julieta. Ya el cartel destacaba su nombre por encima de cualquier otro, como el director o la actriz protagonista, y nos vendían la película como un Crepúsculo con extraterrestres en lugar de vampiros. Y si bien los tiros van por ahí (hay historia de amor con triángulo incluido, una batalla entre extraterrestres y humanos, chicos guapos…) lo cierto es que semejante publicidad posiblemente haya hecho más daño que otra cosa a la película. Y es que si su carrera comercial no ha comenzado con muy buen pie es porque los seguidores (quería decir, las seguidoras) de Crepúsculo no han intuido en ella suficiente empalago romántico mientras que sus detractores no han corrido el riesgo de ir a verla, por si acaso era cierto.
Y la verdad es que si bien la película es tan floja como cabría esperar, le da mil patadas a la cosa esa de los vampiros lumínicos y lobos depilados. De entrada, si nos fijamos un poco en sus créditos, la ventaja es clara desde el primer momento. Está adaptada y dirigida por Andrew Niccol, realizador de las excelentes Gattaca y El Señor de la Guerra y de las algo más flojas S1M0NE e In time, además de ser el guionista de El show de Truman, mientras que en el apartado interpretativo la protagonista es Saoirse Ronan (lo mejor de ese bodrio de Peter Jackson llamado The Lovely Bones y protagonista de El último gran mago o Hanna entre otras, y con una nominación al Oscar pese a su corta edad), acompañada por William Hurt en el papel de su tío y Diane Kruger como la villana (es decir, que aquí tenemos actores “de verdad”, aunque con los necesarios “chicos guapos” la cosa empeora con Max Irons, cuya mayor proeza es Caperucita Roja y Jake Abel, también en The lovely Bones y en Percy Jackson y el ladrón del rayo y Soy el Número Cuatro, o sea que está buscando desesperadamente una saga con la que asegurarse unos años de tranquilidad económica).
La historia se apunta con algo de retraso a la moda que recorrió Hollywood una vez superados los vampiros, las invasiones extraterrestres (recordemos por ejemplo Battleship, Skyline, Invasión a la Tierra o la serie de televisión Falling Skies). Una nueva especie ha llegado y conquistado la Tierra. Se trata de unos seres (más bien almas) que se introducen en los cuerpos humanos, poseyéndolos. Melanie es una joven superviviente que finalmente acaba poseída por el alma de una entidad llamada Wanderer y es interrogada para desvelar el paradero del resto de humanos (una especie de resistencia), pero su conciencia es más fuerte y logra imponerse al alma, creando una especie de bipolaridad. Melanie/Wanderer logra escapar y reunirse con los suyos, que al descubrir que ha sido convertida no la aceptan como humana y la mantienen prisionera, pese a encontrarse entre ellos su propio tío, su hermano pequeño y su novio. Como es de esperar, al conocer más a fondo a los humanos el alma empezará a sentir empatía hacia ellos, mientras que otro de los chicos del grupo empezará a sentirse atraído por ella (¿pero es por Melanie o por Wanderer?), creándose así el triángulo (¿o es cuadrado?) amoroso.
Sí, sé que dicho así parece una tontería como una casa. Y en cierta manera, lo es. Pero recordemos que tiene detrás un buen director que sabe mover la cámara y sacar lo mejor de los actores y los paisajes donde se oculta la resistencia, además de filmar convincentemente las secuencias de acción. Hay un trío de intérpretes de primer nivel. Y, a pesar de su planteamiento dedicado a emocionar a niñatas poco exigentes, tenemos persecuciones, tiros, coches pegando volteretas… Puede parecer poco, pero si uno entra en la sala pensando que va a revivir lo que sintió con el primer Crepúsculo, creedme, es mucho.

Yo me lo pasé bien. Me entretuvo y disfruté. Y no pretendía más de algo con la firma de la Meyer. Llamadme conformista, si queréis, pero es lo que hay.

POR LA CARA (5d10)

Después de la divertida y original Cómo acabar con tu jefe, mucho era lo que se esperaba  del director Seth Gordon, y si bien es cierto que Por la cara no es tan fresca y dinámica como aquella, no voy a negar que resulta un entretenimiento estimulante y de risa fácil. Confiando de nuevo el peso de la trama en Jason Baterman (una promesa de los 80 –recordad De pelo en pecho 2- que cayó en el olvido más absoluto y que en los últimos tiempos parece recuperado, en un caso paralelo al de Patrick Dempsey) y con la comediante televisiva Melissa McCarthy dándole réplica, Por la cara cuenta la historia de una timadora que vive a cuerpo de rey robando la identidad de aquellos pobres desdichados a los que consigue clonar sus tarjetas de crédito, comprando compulsivamente hasta el absurdo hasta que la víctima recibe su extracto bancario y ya no puede hacer nada para evitarlo. En el caso de su último incauto, Sandy (Jason Baterman, con un nombre tan ambiguo que es perfecto para la estafadora), el robo le complica la vida de tal modo que está a punto incluso de perder su trabajo por lo que decide pasar a la acción y perseguir en persona a la falsa Sandy (que en realidad se llama Diana). Una vez localizada, la aventura consistirá en obligarla a regresar desde Denver a Miami con él, de manera que la película se convierte en una road movie con tintes de buddy movie (peli de colegas), al estilo de Pasados de cuentas. Naturalmente, el viajecito de marras será toda una odisea, y sus vidas se entrecruzarán con todo tipo de personajes que no harán sino empeorar su situación y, de paso, permiten mostrarnos a un rico elenco de secundarios de lujo, como Robert Patrick (inolvidable T-1000 de Terminator 2), John Favreau (director de las dos primeras Iron man), Genesis Rodriguez (hija del cantante El Puma y vista también en el regreso a la primera plana de Schwarzenegger), Eric Stonestreet (el gordito de Modern Family) o Amanda Peet (2012, Identidad…).

En ocasiones me he preguntado por qué cuesta tanto hacer comedia en Estados Unidos. Nos tienen tan acostumbrados a las comedias románticas que hacen llorar más que reír o a al estilo safio y escatológico que solo divierte a unos pocos tarados que cuando aparece una película como esta, que solo pretende divertir, es maltratada por la crítica. No estamos ante una obra maestra ni está a la altura de otras comedias similares como Resacón  en Las Vegas, pero desde el primer minuto al último tiene la única intención de hacer reír (en unas ocasiones con mayor acierto que en otras), y solo por eso ya merece la pena aprobarla. ¿Por qué se alaba siempre más a las películas que hacen llorar que a las que hacen reír, si para eso tenemos ya los telediarios? Yo me entretuve durante un buen rato, que era lo que me proponía el director. ¿Para qué quiero más?

domingo, 24 de marzo de 2013

ANNA KARENINA (6d10)

Hay más de una decena de películas basadas en la obra de Tolstoy, Anna Karenina. Joe Wright es un director que se siente cómodo realizando películas basadas en obras clásicas (Expiación y Orgullo y Prejuicio, ambas con Keira Knightley) y la actriz es toda una especialista en papeles de época (aparte de las dos anteriores ha participado en La Duquesa, Doctor Zhivago y la serie Oliver Twist). Con semejantes precedentes, ¿qué interés puede tener una nueva versión sobre la aristócrata rusa? Eso mismo debió pensar Wright, que ha conseguido que su última película resulte toda una innovación visual, demostrando que con imaginación y talento no hay límites posibles.
No creo que valga la pena detenernos mucho en el consabido argumento (la relación prohibida entre Anna, una mujer casada, y el joven oficial Vronski), pero lo realmente novedoso es la forma de plasmar la historia en la pantalla. Wright transforma la novela en una obra de teatro, trasladada a la pantalla de manera casi literal, con constantes cambios de escenario en directo, transformaciones de decorados espectaculares si tenemos en cuenta que la película plasma fielmente escenas de la novela como el viaje en tren o la carrera de caballos.
Alrededor de este original planteamiento visual hay una gran selección de actores. La Knightley demuestra una vez más que se mueve como pez en el agua en este tipo de personajes y Aaron Taylor-Johnson sorprende como Vronsky después de haberse dado a conocer como el héroe friki Kick-Ass. Pero quien realmente está deslumbrante, robando cada plano en el que aparece, es Jude Law en el papel de Karenin, sobrio, frío y poseedor de una pasión contenida como corresponde al personaje del ruso despechado.
Podría hablaros también de la ambientación, la música o el vestuario (sublime), pero creo que esos méritos son algo casi obligado en una película de estas características, así que me quedo con la puesta en escena, original y dinámica.

¿Cómo se las ingeniarán en la (segura) próxima adaptación de Tolstoy?

domingo, 17 de marzo de 2013

JACK, EL CAZAGIGANTES (5d10)

Seguimos explotando el mundo de los cuentos infantiles en pantalla grande (y lo que nos queda). En este caso le toca turno al cuento conocido en España como Las habichuelas mágicas, que en manos de Bryan Singer (curioso, el otro día hablaba de un cuento versionado por el director de Spider-man, ahora se trata del director de X-men) se transforma en una historia bélica con aroma al Señor de los Anillos (muy de andar por casa, eso sí) en la que Jack, un pastor huérfano, recibe unas semillas que, al ser plantadas, le abre las puertas a un reino misterioso oculto entre las nubes donde habitan los gigantes, una raza que años atrás estuvo en guerra con los humanos. Para que Jack pueda pasar de pastor a héroe es necesario una princesa secuestrada, claro está, y el muchacho (acompañado por un  escuadrón de soldados del rey) accederá a ese mundo temible en pos del rescate, aunque provocando con ello que la guerra se reanude después de tantos años de paz. Como veis, un enfoque algo diferente a la historia que leímos siendo niños, pero necesario para dotar a la película de la espectacularidad que precisa toda gran superproducción. Una superproducción, por cierto, que se dice va a ser un rotundo fracaso económico, en vista de los primeros resultados de taquilla, aunque ya sabemos que, después de la recaudación internacional, el DVD y la televisión la cosa no será para tanto.
Lo cierto es que no ha acabado de entusiasmar este cuento pese a contar con algunas figuras importantes dentro de su reparto, como es el caso de Ewan McGregor (al que este rodaje le habrá parecido unas vacaciones después de Lo imposible) como el general que encabeza el rescate de la princesa, una interpretación acomodada y muy alejada de sus mejores momentos. Tenemos también a Stanley Tucci, un gran actor que combina a su antojo películas de gran calidad con productos más comerciales, como es este caso.  Completando el póker de ases están Ian McShade  (que ya estuvo en Blancanieves y la leyenda del cazador) y a Bill Nighy (genial comediante británico, aunque siempre será recordado como el villano de Underworld). Supongo que ya habréis detectado el principal problema, y es que todavía no he nombrado a ninguno de los dos protagonistas. Y es que si al menos a Nicholas Hoult lo vimos en X-men: primera generación (aunque a media película desaparece bajo el maquillaje de la Bestia) y tiene un estreno en lista de espera interpretando a un zombi enamorado (??), a Eleanor Tomlinson, que interpreta a la princesa, no se le conoce ningún papel relevante hasta la fecha. Demasiada debilidad interpretativa en los papeles más importantes, me temo.

Pero no son solo sus protagonistas los que lacran esta película, sino que a la saturación de cuentos que sufren nuestras pantallas de cine hay que añadir además la saturación de efectos digitales que sufre este Jack, el cazagigantes. Hay un exceso tal de gigantes infográficos que en ningún momento te permite entrar en la historia ya que, reconozcámoslo, la calidad de estos seres distan mucho de los que aparecen en producciones mucho más cuidadas como las sagas del Señor de los Anillos o Harry Potter. Todo en Jack, el cazagigantes es artificial, desde las cascadas de agua hasta las llamaradas de fuego, y se nota demasiado como para poder disfrutar de una historia que, por otra parte, no es para echar cohetes. ¿Entretiene? Sí, para que lo vamos a negar, pero siempre rozando unos mínimos que la alejan mucho de las expectativas que se pudieron crear o del dinero invertido. Y además, la fecha elegida para su estreno va a hacer que sea constantemente comparada con Oz, un mundo de fantasía. Y en esa comparativa la cinta de Raimi es la que se lleva el gato al agua.

domingo, 10 de marzo de 2013

LOS AMANTES PASAJEROS (3d10)

Me gustaría comenzar esta crítica avisando de que no soy un gran seguidor de Almodóvar. No tengo nada contra él, pero el director manchego es tan especial y arrastra tantos seguidores como detractores que opinan sobre sus películas con tal pasión que creo interesante advertiros que yo no estoy en ninguno de esos dos grupos. Ni lo amo ni lo odio. En realidad conozco poco de su cine, supongo que básicamente por falta de interés, hasta tal punto que solo he visto tres de sus obras en las salas, curiosamente un melodrama (La flor de su secreto, que me interesó bastante, un declarado homenaje a Douglas Sirk que no fue de sus mayores éxitos), un thriller (La piel que habito, intensa y apasionante, no perfecta pero sí muy buena) y una comedia, esta que nos ocupa hoy, con la que dicen que vuelve a sus orígenes.
Y hago esta larga introducción para que sepáis que no conozco de primera mano esos orígenes (no busquéis aquí comparaciones con Mujeres al borde de un ataque de nervios  o Átame), pero si Los amantes pasajeros debe servirme como referencia del estilo Almodóvar sin duda debería entrar de cabeza en el grupo de los que lo odian y creer que cosas como La piel que habito son un accidente en su carrera. No obstante, prefiero ser generoso y creer que éste es el accidente y esperar a su siguiente proyecto, porque no encuentro en esta epopeya en un avión ni calidad ni humor ni nada que poder destacar. La película es, sencillamente, horrible, espantosa y desagradable, quizá de lo peor que he visto últimamente en un cine (forzosamente; esta película la veo en televisión y no llego al primer intermedio).
Cuando hablo de cine intento ser más racional que pasional (aunque sé que no siempre lo consigo), y eso me ha impedido hacer lo que me pedía el cuerpo y valorarla directamente con un cero patatero, ya que pienso que incluso la película más inmunda suele tener algo que salvar (y si no repasad mi crítica de The Master) y esta no va a ser la excepción. Almodóvar es un gran director y hay momentos en los que eso se nota, algunos encuadres son interesantes y la utilización del color puede considerarse brillante. Además un espectacular reparto (tanto los protagonistas como los amiguetes que simplemente pasaban por ahí) hace que la intensidad interpretativa sea alta. Pero aquí termina todo, y la balanza cae pesadamente sobre el lado negativo, empezando por un guion que si bien tiene una premisa curiosa termina mutando en un despropósito total que invita a pensar que Almodóvar debería empezar a plantearse, a estas alturas de su carrera, en dedicarse sólo a dirigir dejando la escritura en manos de otro profesional, ya que su desgaste –al igual que le está sucediendo a Woody Allen- es más que evidente.
Pasemos al argumento: después de que una distracción de  unos operarios del aeropuerto (ese gag/prólogo con Antonio Banderas y Penélope Cruz es una de las dos escenas salvables de la película, de la otra hablaré en breve) un avión en pleno vuelo se encuentra con que no pueden abrir el tren de aterrizaje. En espera de una solución, el comandante decide drogar a todo el pasaje para evitar una crisis, no teniendo suficiente tranquilizantes para los pasajeros de primera, que serán, junto con tres asistentes de vuelo y los dos pilotos (Hugo Silva y Antonio de la Torre), los protagonistas de esta ¿comedia? coral. Este es el punto de partida interesante y que podría desembocar en diversos estilos que Almodóvar se empeña en mezclar  (en lugar de elegir) de forma torpe y confusa. Según conocemos las historias internas de cada pasajero (en una especie de Gran Hermano aéreo) podríamos encontrarnos ante una película de intriga (tenemos a un asesino a sueldo –José María Yazpik-  que comparte espacio con su próxima víctima –Cecilia Roth- y una vidente que viaja a México es busca de unos desaparecidos –Lola Dueñas-), una crónica política (hay un político prófugo acusado de corrupción –José Luis Torrijo- y el aeropuerto donde finalmente tratarán de aterrizar lleva años construido y nunca se ha utilizado), una comedia loca (los tres asistentes –por no decir azafatos- son gays –Carlos Areces, Javier Cámara y Raúl Arévalo-  y tratan de rebajar la tensión con una actuación musical), un drama (por la historia del político que lleva años sin saber de su hija desaparecida que resulta que ahora trabaja de score –por no decir puta- o los momentos previos al aterrizaje forzoso que invitan a pensar que todo puede acabar en tragedia) o apostar por el tono romántico (un galán de cine –Guillermo Toledo-  huye de una relación destructiva –con Paz Vega- mientras comprende que abandonó e hirió a la chica que realmente merecía la pena –Blanca Suarez-). Pero el manchego quiere jugar todas las cartas a la vez, meterlas todas en una batidora y ofrecernos el batiburrillo resultante, sin importarle que sea inconexo o carezca de ritmo.
Pero quien considere mi crítica como un simple punto de vista –opinable, como todos-, resulta que comete aquí el señor Pedro un error de novato que me ayuda a cerrar toda posibilidad de debate. Si repasamos la gran totalidad de las críticas profesionales (tanto las que son a favor como las que son en contra, o incluso las más indiferentes) todo el mundo coincide en que lo mejor de la película es la secuencia protagonizada por Blanca Suarez, compartida con Carmen Machi, una secuencia que transcurre en tierra firme. De hecho, el único momento –quitando el arranque y el desenlace- que transcurre en tierra firme. Si una película cuya gracia reside en que todo sucede dentro de un avión resulta que su mayor logro está fuera… ¿no es muestra suficiente de que algo no funciona?
Pero no todos los defectos se centran en la decepción que provoca la falta de aprovechamiento de un buen punto de partida, sino la degradación total a la que se llega cuando, con la excusa de mezclar mescalina en agua de Valencia (gracias a los últimos pasajeros que faltaban por nombrar, unos recién casados interpretados –por decir algo, pues son los más flojos o peor aprovechados del casting- por Miguel Ángel Silvestre y Laya Martí), todo deriva en una bacanal sexual, filmadas con verdadero mal gusto y abusando de los chistes de cacapedoculopis que harían sonrojar a los propios hermanos Farrelly.  Si lo mejor que puede hacer Almodóvar con una buena idea y unos grandes actores (pese a todo Cámara sigue siendo inmenso, por más que sus esfuerzos para salvar esta mamarrachada sean estériles) sea un surtido de felaciones, “enculadas” y coitos despreciando cualquier atisbo de la más mínima moral y aplaudiendo el alcoholismo, las drogas y el vicio, pues casi mejor que se podría haber quedado en su casa manchega.
Quiero comentar también que Almodóvar siempre ha sido un icono gay. No me considero homófogo aunque tampoco conozco demasiado ese ambiente, pero si lo que se ve en el film pretende servir de referencia al mundo gay creo que les está haciendo un flaco favor.
Por supuesto, estoy hablando todo el rato de comedia porque así es como se ha definido la película, pero aún estoy esperando no sólo una carcajada sino una mínima sonrisa durante toda la proyección. Y o bien me quedé sordo ese día o puedo hablar también por el resto de la sala. Independientemente de que a alguien le puedan hacer más o menos gracia las guarradas (de eso se nutre la comedia americana durante los últimos años), esta película no tiene nada divertido y ni siquiera recuerdo un solo diálogo que pueda merecer la pena.
No quiero hacer leña, pero creedme. Es mala, muy mala. Y sentí incluso vergüenza de que próximamente vaya a ser representante del cine español. Solo el prólogo de Antonio y Pe y los momentos de Blanca Suarez se aguantan. Y eso es demasiado poco.

No diré si al final el avión se estrella o no, pero Pedrito, desde luego, sí lo ha hecho. Yo no odio a Almodóvar, pero otra película como esta y empezaré a hacerlo.

PARKER (5d10)

Cuando uno va al cine a ver una peli de Jason Statham cuenta con una clara ventaja. Sabe perfectamente lo que va a ver. Quizá en sus comienzos el actor, cuando no era una estrella del cine de acción, sus pelis eran más dispares (Snatch, cerdos y diamantes, Fantasmas de Marte, The Italian Job), pero una vez alcanzado el status de duro oficial de Hollywood parece haberse acomodado en películas de acción simples pero siempre correctas y entretenidas. Mientras su referentes ochenteros como Schwarzenegger y Stallone coquetea de tanto en tanto con la ciencia ficción o la comedia, él ha preferido seguir un camino seguro con títulos como Transporter, Crank, The mechanic, Safe… películas todas ellas marcadas por el mismo patrón. Y si la cosa funciona, ¿por qué cambiar?, se preguntará el tipo. Y no le falta razón, desde luego. Sin embargo, en esta ocasión su último estreno tiene una peculiaridad, pequeña pero significativa, como es la presencia de una coestrella tan importante o más que él mismo. Se trata de Jennifer López, la latina del Bronx más centrada últimamente en su faceta como cantante (solo ha hecho dos comedias tontas desde el 2006) y, a la postre, resulta siendo un lastre para el argumento de la película.  
Parker (Statham) es un “honrado” ladrón (solo roba a gente muy rica) que es traicionado y dado por muerto. Decidido a vengarse y recuperar su dinero deberá recurrir a la ayuda de una agente inmobiliaria (la Lopez). La historia no está mal, funciona pese a los tópicos que reúne, y la acción es resuelta con la eficacia habitual de Statham (es de agradecer, además, poder disfrutar de vez en cuando de cine de acción sin constantes y cansinos efectos digitales por doquier), pero el nivel baja cada vez que aparece JLo. Y no es porque la chica lo haga mal (en estas películas la exigencia interpretativa tampoco es que sea demasiado alta), sino que los guionistas deben hacer un esfuerzo tal para colar su personaje en una cinta de acción que abusan de la comedia simple que rompe el ritmo trepidante de una peli de venganzas. No cabe duda que si el personaje femenino hubiese sido interpretado por una desconocida (o al menos por una actriz menos diva, como Famke Janssen en Venganza, con Liam Neeson) su metraje habría sido claramente inferior, centrándose todo en Statham repartiendo estopa, que es lo que mejor hace.

Pese a todo, la acción está asegurada, y aunque no funcione como otros títulos del actor londinense, la publicidad que garantiza la presencia de la cantante sin duda habrá ayudado mucho a la carrera comercial de este film dirigido por Taylor Hackford  (realizador, entre otras, de Ray o Pactar con el diablo) y basada en una novela de Donald E. Westlake (escritor también de Two Much y Payback).

OZ, UN MUNDO DE FANTASÍA (7d10)

Siempre me ha parecido que Sam Raimi y Peter Jackson han tenido carreras relativamente parecidas. Iniciados en esto del cine en productos de terror hecho con cuatro duros y que los convirtieron en ídolos de frikis y directores de culto (uno con su Posesión Infernal, otro con Braindead, tu madre se ha comido a mi perro). Ambos continuaron con películas menores hasta que lograron el gran pelotazo que los encumbró en la Meca del cine, y en ambos casos en forma de trilogías (Spider-man uno y El Señor de los Anillos el otro). Y si en su momento Jackson tuvo la oportunidad de demostrar su amor por el cine con su King Kong ahora la oportunidad le ha llegado a Raimi con esta versión/precuela /adaptación de El mago de Oz. Y es que eso es lo primero que uno descubre en el film: la pasión, el amor y la gratitud de su director por el cine de Hollywood, con unos momentos iniciales (obligado blanco y negro) que recuerdan al cine más clásico y un espectáculo digital de luz y color una vez en Oz con unos movimientos de cámara y unas panorámicas que rememoran las grandes aventuras de los años 60.
No está muy clara la relación de esta película con El mago de Oz de 1939 (y con un buen puñado de directores firmando la obra), pues inicialmente se suponía que era una precuela pero luego se reveló que la Disney no contaba con los derechos de dicho film, por lo que debía evitar cualquier referencia directa como es el personaje clave de Dorothy. Sea como sea (y teniendo en cuenta que Oz es una invención de Lyman Frank Baum y que escribió catorce libros sobre ese mundo fantástico), la recaudación de la película ya ha garantizado una secuela (al menos) y no me cabe la menor duda de que si se o proponen, tendremos a Dorothy tarde o temprano.
El protagonista aquí es Oz (James Franco, cuarta colaboración con Raimi después de ser el Harry Osborn de Spider-man), un farsante de mago que debe huir en globo tras su última actuación en un pueblecito de Kansas y al que un tornado arrastra hasta un mundo mágico de con monos parlantes, leones cobardes y brujas malvadas. Allí, seducido por una promesa en forma de oro, finge ser el destinatario de una profecía según la cual liberará al reino de la maldad de dos terribles brujas. Naturalmente, no creo que sea spoilear mucho si os digo que Oz se terminará finalmente convirtiendo en el héroe que todos esperan, salvará el reino y encontrará además el amor. Y es que no son sorpresas lo que debemos esperar de Oz, un mundo de fantasía, sino imaginación, humor, emoción y épica. No debemos olvidar que estamos ante una película básicamente infantil, y como tal cumple a la perfección, encarnando los valores necesarios sin caer en una moralina excesiva que pueda asustar a los más adultos.
Uno de los secretos de Oz cabe localizarlo en la elección de sus actores, nombres de prestigio que sorprende encontrar en una película de estas características, con un espectacular trío de brujas compuesto por Mila Kunis  (acriz de moda tras el éxito de Ted), Michelle Williams (la Monroe de Mi semana con Marilyn) y Rachel Weisz (¿de verdad tengo que presentarla?) además de otros rostros conocidos entre los que no puede faltar el amuleto de la suerte de Raimi, Bruce Campbell.
Un gran mérito de Raimi es además conseguir que la sobrecarga de efectos digitales no estropee el resultado final, permitiendo a los actores brillas por encima de todos (con excepción de la Kunis, que debe renunciar a su belleza en el momento de transformarse en “bruja mala” en una escena que roza ligeramente el ridículo), con un irresistible y encantador, a la par que embaucador, James Franco, que consigue hacerse suyo el personaje con facilidad y estar a la altura del reto de llevar el peso del film.

Aventura y emoción, amor y diversión, traiciones y engaños, redención y arrepentimiento… Fantasía, al fin y al cabo.

domingo, 3 de marzo de 2013

HANSEL Y GRETEL: CAZADORES DE BRUJAS (6d10)

Después de un año 2012 sobrecargado de películas de Blancanieves, este 2013 comienza repartiéndose un poco más las cosas en lo que adaptaciones de cuentos se refiere. Y es que no podemos negar que los personajes de historias infantiles forman parte de la nueva moda en Hollywood, después de saturarnos con vampiros, superhéroes y extraterrestres. Sin embargo, la película que abre la veda es claramente atípica, alejada de los tópicos previsibles y con un público potencial que nada tiene que ver con niños (tanto es así que en los USA ha sido estrenada solo para mayores de 18 años), a diferencia de las adaptaciones de El mago de Oz y Jack, el cazagigantes que están al caer.
Ya con ver quién es su director podemos intuir por donde van a ir los tiros, ya que el trabajo más reconocible del noruego Tommy Wirkola es Zombis nazis, aquella extraña película sobre muertos vivientes con uniformes alemanes llena de homenajes al cine americano como Posesión Infernal y similares. Así pues, ¿qué podemos esperar de su primera incursión en tierras yanquis? Pues una gamberrada monumental, una broma que quizá no tenga una gran calidad y cuyo guion sea tan absurdo como simple pero que propone una hora y media de diversión palomitera con chistes burdos, desmembramientos y escotes de vértigo.
Encabezada por Jeremy Renner (que tras meterse en la saga Bourne, en la de Misión Imposible y en Los Vengadores parece obsesionado por conseguir una franquicia que le asegure generosos dividendos en el futuro) y la ex chica Bond Gemma Artenton y con una recuperada Famke Janssen (la Jean Grey de X-men), la película nos cuenta en cinco minutos la tradicional historia de Hansel y Gretel, los niños que son abandonados en el bosque y se enfrentan a una bruja con una casita de chocolate (o de chuches, en este caso), para saltar inmediatamente quince años en el tiempo y presentarnos a una pareja de hermanos bien crecidita que se ganan la vida como caza recompensas, especializados, como no, en brujas. A partir de aquí todo es posible: brujas ninjas, siamesas, seductoras, armas de fuego inverosímiles, ballestas automáticas… Mil y un sinsentidos con una sola premisa: que no pare el ritmo. Como una versión casposa y barata (apenas ha costado cincuenta millones) del Van Helsing de Stephen Sommers, es todo una sucesión de gadges, persecuciones, tiroteos y sangre, mucha sangre, con un desquiciante sentido del humor.

Qué duda cabe que, una vez se enciende la luz y abandonamos la sala del cine, la película es totalmente olvidable, pero durante la proyección la diversión ha estado asegurada. Y dudo que Wirkola aspirase a mucho más.