Desde que existe el cine
son tantas las películas postapocalípticas que hay que casi se podría
considerar como un género propio. Normalmente tienen una amenaza monstruosa,
tales como zombies (George Romero sentó las bases en Zombie-El amanecer de los muertos, y a partir de ahí ha habido para
todos los gustos y colores: Resident evil
3, Bienvenidos a Zombieland...) o
vampiros mutantes (como en las diversas adaptaciones de la novela Soy Leyenda, de Richard Matheson), en
otras la amenaza proviene de nosotros mismos,
los humanos (caso de The Road,
El libro de Eli o la saga Mad Max), puede derivar de un cambio en
la escala de mando (El planeta de los
Simios y sus secuelas, Terminator
Salvation) y en ocasiones nos han obligado incluso a abandonar el planeta
(las inminentes Oblivion y After Earth). Los hermanos Pastor (David
y Álex) ya se fueron en 2009 a hacer las américas y abordaron el tema en Infectados, donde el causante del diezmo
de la humanidad es una enfermedad. Ahora, de regreso a casa (y más
concretamente a Barcelona) reinciden en el tema, solo que en lugar de
presentarnos un planeta devastado nos van a mostrar cómo empezó todo, como
fueron, precisamente, esos últimos días.
El detonante en este caso
es una epidemia de agorafobia, es decir, pánico a los espacios abiertos. Esto,
de entrada, podría no parecer muy dramático, pero imaginaos a todo el mundo
encerrado en sus casas, en sus oficinas, sin poder ir a trabajar, a comprar...
Sería, cuanto menos, el fin de la sociedad, y confinados en el interior de los
edificios de la ciudad condal y sin más posibilidad de desplazarse que túneles
de metro y alcantarillas va a ser inevitable que para sobrevivir acabe
imperando la ley del más fuerte.
En esa situación se
encuentran Enrique y Marc (excelente José Coronado y Quim Gutiérrez, quizá el
eslabón más débil del film), dos personas muy diferentes entre ellas, que
incluso se podría decir que se odian, pero que están obligados a entenderse y
colaborar si es que quieren conseguir sus objetivos: Enrique encontrar a su
padre, ingresado en el Hospital del Mar y Marc reunirse con su esposa Julia (Marta
Etura) a la que espera encontrar en su piso o en su tienda en un centro
comercial de L'Hospitalet. Comienza aquí un camino angustioso, dramático, en el que aprenderán a enterrar el pasado
(referencias a la crisis económica y a los recortes empresariales) y a llegar,
incluso, a poder ser buenos amigos. Si es que existe un futuro que lo haga
posible, claro.
Los hermanos Pastor
escriben y dirigen con mano firme, manteniendo el ritmo y la tensión y
transmitiendo al espectador la propia claustrofobia de los protagonistas. El
cuarto actor de la película (no contaré a una desaprovechada Leticia Dolera) es
sin lugar a dudas la propia Barcelona,
pues contemplar sus lugares más emblemáticos totalmente abandonados o
directamente devastados (algo novedoso, estábamos acostumbrados a que lo
primero que se destruía siempre en el cine era o bien la Casa Blanca o en su
defecto la Estatua de la Libertad) es el plato fuerte de la película.
Pero no todo es perfecto
es el film de los Pastor. En su presentación, dijeron los realizadores que
pretendían hacer una película optimista, y ello es harto difícil cuando estamos
hablando de la extinción de la humanidad. Así que para conseguir sus objetivos
tuvieron que dar un giro final que perjudica seriamente a la película, actuando
como lastre de una historia dramática muy bien construida hasta ese momento.
Sería injusto analizar Los
últimos días y obviar ese final, así que aviso que lo que comento a
continuación es claramente un SPOILER, así que quedáis avisados por si no queréis conocer el
desenlace del film.
Tres son las partes de las
que se compone la película, casi como si se quisiera hacer una trilogía con
ella. La primera, la que compone realmente la película, termina con Marc
encontrando viva a Julia y reuniéndose con ella. Si en este momento terminase
la acción nos encontraríamos con un
final más o menos feliz, claramente abierto a la imaginación del espectador, ya
que de él dependería suponer e iban a tener un futuro en esa nueva Barcelona o
si bien su reencuentro solo les permitiría poder morir juntos. Comienza
entonces una nueva película, breve pero concisa, en la que veremos cómo Marc y Julia
se adaptan, logran cultivar su propio huerto y sobrevivir al paso del tiempo,
viendo nacer a un hijo y creciendo este aparentemente sano. Sobra decir que
tras las miserias soportadas por Marc y Enrique durante toda la película todas
estas escenas de la feliz vida del matrimonio son poco menos que ridículas e
increíbles, y denotan una búsqueda forzada y artificial del mensaje optimista
con el que los Pastor arrojan piedras sobre su propia película. No contentos
con ello, hay un tercer desenlace, en el que el niño, ya algo crecidito,
demuestra no haber heredado de sus padres la fobia a los exteriores, terminando
el metraje con un grupo de muchachos harapientos viniendo en su búsqueda y
llevándoselo a crear una nueva sociedad al más puro estilo de El señor de las Moscas. Un nuevo giro de guion que desprecia todo lo
bueno visto hasta ahora y que hace que salgamos del cine con una sensación
extraña, con un recuerdo final que no convence para nada, alargado y poco
creíble. Una lástima, ya que, insisto, si nos quedamos con el primer y lógico
final la película estaba siendo francamente interesante.
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