lunes, 29 de junio de 2015

ESPÍAS (6d10)

Dirigida por Paul Feig, considerado uno de los nuevos gurús del cine de humor en los Estados Unidos a raíz del éxito de La boda de mi mejor amiga, la película reúne de nuevo al director con su estrella fetiche, la oronda Melissa McCarthy (a la que también dirigió en Cuerpos Especiales, con Sandra Bullock), a la que acompaña –por el lado femenino- Rose Byrne, vieja conocida también del director.
Está en el talento de este trío el secreto del éxito de esta comedia que pretende ser una parodia del cine de espías al más puro estilo de James  Bond mucho menos respetuosa que la reciente Kingman, que roza la perfección en su faceta más humorística pero cuya intensidad decae en la vertiente seria.
Con una McCarthy en estado de gracia dando vida a un personaje muy bien definido por parte de Feig y que para nada corresponde al tópico de gorda torpe y patética que uno podría estar tentado a imaginar, la película describe como una brillante analista de la CIA debe convertirse en agente de campo tras el asesinato de uno de los agentes más brillantes. Con un humor inteligente que sabe hacer de la simpleza un arte, Paul Feig nos presenta una historia sobre los contrastes entre el arquetipo de ama de casa amargada y frustrada que se le supone al personaje de McCarthy en contraposición a la agudeza mental y la preparación que en realidad posee, mientras que la tosquedad cómica recae sorprendentemente en un cazurro Jason Statham (un plauso para él por saberse reír tan bien de sí mismo) y un presuntuoso y sobrado Jude law, un pavo real de pasteloso look que recuerda vagamente al tono que quería transmitir Johnny Deep a su Mordecay pero con la pequeña diferencia de que Law lo sabe hacer bien.
Lamentablemente, no todo es perfecto en esta película en la que la trama de espías que se supone debe ser el sustento de la historia es demasiado floja y carente de originalidad, mientras que Feig flojea en las secuencias de acción, haciéndome pensar que quizá el tono general del film le venga un poco grande. Prueba de sus errores a la hora de repartir el ritmo de las escenas se puede encontrar en los innecesarios 120 minutos de metraje para una película de estas características.
Brillante e inspiradora en su parte de comedia, es con ello con lo que debemos quedarnos para seguir apostando por Feig como un cineasta suficientemente elegante e inteligente para saber hacer (y escribir) comedia sin necesidad de caer en la escatología facilona o el complejo e Peter pan que tanto abunda e el cine, por ejemplo, de Apatow.
Refrescante apuesta veraniega para pasar un buen rato y no sacarle demasiada punta  a su trama central, la historia de espías que, en realidad, menos interesa.

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