jueves, 31 de agosto de 2017

Reflexiones catódicas: THE DEFENDERS; Bien, pero...

Pese a lo increíblemente buena que fue la primera temporada de la serie de Daredevil de Netflix, la que abría un nuevo universo compartido Marvel (independiente, aunque en la misma realidad que las producciones cinematográficas), el resto de las series relacionadas han ido evidenciando un claro declive hasta culminar en la muy mediocre Iron Fist. Esto hacía que uno se planteara con mucho temor la unión de los cuatro héroes de la casa (a los mencionados hay que añadir a Jessica Jones y Luke Cage) en la serie estrella de este verano (Juego de Tronos aparte): The Defenders (qué manía les ha dado con lo de no traducir los nombres).
Al pensar en The Defenders y recordar que se trata de la unión de varios héroes a los que hemos conocido ya por separado, las comparaciones con sus homólogos cinematográficos, Los Vengadores, resultan inevitables. Y no, The Defenders no son esa absoluta maravilla que fue la película de Joss Whedon ni se acerca siquiera a las excelencias de aquella. Esta esta serie muy lejos de la perfección, aunque, eso sí, consigue superar el nivel de sus últimos precedentes. Con ella, Netflix realza el vuelo y supera las decepciones que supusieron Luke Cage y, sobre todo, Iron Fist, pero sigue por debajo de Daredevil y Jessica Jones.
The Defenders tienen dos objetivos a cumplir: unir a los cuatro personajes en cuestión con gracia y salero y ofrecer una trama interesante. Con respecto a lo primero, cumple bastante bien. Ya habíamos visto juntos en acción a Luke y Jessica, y sorprende como la detective se compenetra con el diablo de la Cocina del Infierno. 
También es buena la química entre Luke y Danny, con varios guiños a lo que se podría llegar a ver en el futuro (o no), ya que hay que recordar que este par hicieron pareja en el comic bajo el nombre de Héroes de Alquiler, siendo allí grandes amigos. En Netflix han cuidado mucho las personalidades y subtramas de cada personaje, lo que ha provocado un arranque de serie algo lento pero muy acertado, colocando a cada peón en su lugar correspondiente del tablero. Quien chirríe un poco, quizá, son los secundarios, en especial un Foggie Nelson y una Karen Page que están ahí porque deben estarlo, sin aportar nada realmente interesante, y lo mismo sucede con Trish Walker o Malcolm Ducasse, los secundarios de Jessica Jones. Por su lado, lo de la Claire Temple omnipresente ya satura un poco, e incluso sorprende la absoluta falta de empatía con Matt Murdock tras lo visto en la primera temporada de su serie. Sí cuentan con suficiente protagonismo, sin embargo, Collen Wing y Misty Knigth, anticipado que podría haber planes interesantes para ellas en el futuro.
Respecto al segundo objetivo, el argumento, es donde flojea más la serie. Puede que el error sea dotar a Iron Fist de una importancia mayor que al resto de héroes, a habida cuentas de que su serie no gustó a casi nadie. Aquí es el centro de todo y aunque el personaje esté mejor tratado que en su aventura individual, sigue sin funcionar por completo. Además, tener a La Mano como villanos es algo repetitivo y, al final, no terminan resultando una amenaza tan grande como se quiere pretender. En realidad, son temibles porque se pasan toda la película diciéndote que son temibles, no porque lo demuestren realmente. Si a eso le sumas que las coreografías de las peleas siguen sin ser demasiado buenas, tenemos un puñado de enfrentamientos que no logran imprimir un ritmo trepidante, siendo casi más interesantes las escenas de diálogos que las de acción. Además, Alexandra, magníficamente interpretada por Sigmouney Weaver, va de más a menos, decepcionando ese giro final que revela que no es, en realidad, la gran villana que nos habían prometido, aunque quien ocupa su lugar cumpla con las exigencias y sitúe a Daredevil en el lugar que le corresponde con respecto a sus aliados.
Con todo, la serie resulta entretenida, y sus ocho episodios impiden que se alargue en exceso y llegue a resultar cansina. Hay una buena interacción entre los héroes, se mantiene fiel el espíritu de sus series individuales y deja interesantes puertas abiertas para lo que tiene que llegar en el futuro. Aunque, eso sí, como ya deja bien clara la escena/tráiler postcréditos, ahora toca dar un leve descanso a estos Defenders para ceder el protagonismo a Punisher, lo cual invita a pensar en más violencia callejera y menos ninjas.
Distraída, imprescindible para fans de los comics y esperanzadora, pero no absolutamente brillante. Seguiremos atentos a nuestras pantallas.


sábado, 19 de agosto de 2017

VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS, divertida locura visual.

Aunque parece que este verano se va a caracterizar por la proliferación de blockbusters desastrosos y ridículos (a mi entender Transformers se lleva, otra vez, la palma), me veo tentado de nuevo a defender lo indefendible, tal y como hice, mínimamente, con La Torre Oscura y, con algo más de ganas, Rey Arturo (y eso por no remontarme unos meses atrás y recordar La Momia)
El caso es que se estrena otra película precedida de críticas nefastas y batacazo en taquilla con la que yo, personalmente, me lo pasé pipa. Excesiva, desmedida, loca y muy personal (algo parecido a lo que sucedía con la película de Guy Ritchie, aunque en otra dirección), Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es puro Luc Besson, una prima hermana de aquella El Quinto Elemento algo más coherente (que algo ha mejorado Besson como director, no ya como guionista) y menos estrafalaria.
El mayor problema de Valerian es que ha llegado muy tarde. Demasiado desconocido popularmente fuera de Francia, el comic que la inspira, obra de Jean-Claude Mézières, fue clara referencia para películas como Star Wars y la gran cantidad de Spaces Operas que la siguieron, pero vista ahora su adaptación da la sensación de que es una copia de todo lo que ya existía anteriormente.
El principal ejemplo es en su prólogo, justo después de la escena (muy inteligente) de los títulos de créditos. 
En él vemos una raza pacífica que convive en un lugar de ensueño con playas de arenas blancas y aguas cristalinas que rinden culto a la naturaleza hasta que el cielo se abre y se convierten en daños colaterales de una guerra que no es la de ellos. 
Vamos, como si cruzáramos a los Na’vi de Avatar con las Amazonas de Wonder Woman. Con esto ya sabemos que nada será tremendamente original en Valerian, pero sí muy espectacular y hermoso.
Y esto es lo que mejor define esta aventura galáctica de trama sencilla pero coherente (a esos críticos que escriben por ahí que nada tiene sentido les recomiendo que si se duermen en el cine se abstengan de hacer luego las críticas): su belleza. El diseño de producción es realmente exquisito, demostrando porqué es la película europea más cara de la historia (lo cual hace más comprensible el batacazo que se está dando), con unos escenarios majestuosos y la creación de infinidad de razas alienígenas, algunas algo ridículas, todo hay que decirlo.
Besson dota a la película de sus notas de humor habituales, aunque sin llegar a ser nunca tan cargantes como sucedía en El Quinto Elemento con el personaje de Chris Tucker. Además, la química entre Valerian y Laureline funciona muy bien, demostrando que aún extraño, el casting es acertado. Dane DeHaan es un héroe extraño pero cumplidor y Cara Delevingne consigue aunar dulzura, dureza y sensualidad de una manera que se me antojaba increíble después de verla deambular por Escuadrón Suicida.
Valerian es una película larga, quizá en exceso, pero al menos se justifica en la libertad total que ha tenido Besson en el rodaje. Así, la escena de presentación de Valerian y Laureline, a semejanza de los clásicos prólogos de James Bond, es mucho más larga de lo que cabría esperar y la aparición de Rihanna con una espectacular actuación supone una rotura del ritmo en pleno desenlace final. Y, sin embargo, en ambas ocasiones la cosa funciona, demostrando que los recortes impuestos en la mesa de montaje suelen ser contraproducentes.
Es cierto que el guion podría estar más desarrollado, como demuestra lo poco que le importa a Besson desvelarnos que el personaje de Clive Owen es el villano desde el primer momento, pero eso solo significa que el espectáculo es siempre lo que debe primar por encima de todo. Puede buscarse aquí un mensaje naturalista, o incluso antimilitar, pero Besson no quiere dar lecciones, tan solo entretener. Al fin y al cabo, esto no es La guerra del Planeta de los Simios. Aquí se juega a otra cosa.
Valerian es una apuesta arriesgada, quizá no demasiado novedosa (tiene el aroma pop de Los Guardianes de la Galaxia y el propio Valerian recuerda mucho a un joven Han Solo, aunque algo del capitán Kirk de Chris Pine también tiene), pero muy bien resuelta, con persecuciones de naves emocionantes, cuentas atrás que se detienen en el último segundo y monstruos aterradores. Es todo un espectáculo visual, una orgía de colores muy entretenida, un no parar frenético y que deja con ganas de más.
Y sí, de acuerdo, es todo demencial, pero quizá es que yo mismo esté también un poco loco. Porque a mí me ha funcionado.

Valoración: Siete sobre diez.

LA SEDUCCIÓN, hermosa intriga sureña

Resulta difícil enfrentarse a una película como La Seducción sin tener presente la anterior adaptación de la novela de Thomas Cullinan, El seductor, de Barry Siegel. Sin embargo, esto propicia el debate sobre si se trata, en realidad, de un remake o simplemente una nueva adaptación.
Sea como sea, resulta innegable que los paralelismos entre la película de Sofía Coppola y la que protagonizara Clint Eastwood son constantes, si bien en esta ocasión se ha dejado un poco de lado la oscuridad casi terrorífica para incidir, sobre todo al inicio, en un humor ligero y algo sarcástico que se va volviendo muy negro a medida que avanza la trama.
Estamos en plena Guerra de Secesión y un desertor yanqui es encontrado por una niña que lo lleva al instituto donde estudia. En total, dos mujeres, una jovencita y cuatro niñas tendrán que convivir con el soldado herido hasta decidir qué hacer con él, iniciándose un juego de seducción y celos entre ellas totalmente insano.
Coppola no ha querido retorcer demasiado la historia, manteniendo una puesta en escena muy clásica y dejando que sea la calidad de los actores (en especial en el apartado femenino) quienes mejor hagan avanzar la historia, limitándose ella (que no es poco) a conseguir imágenes de belleza plástica, auténticos cuadros en movimiento que dotan al film de una desasosegante dulzura que, como el propio título indica, seduce al propio espectador.
Es esta una película sobre la fuerza de la mujer, sin que por ello sea necesariamente una obra de reivindicación femenina. Las mujeres son dueñas de su propio destino y así lo proclama Coppola, por más que el camino para llegar a él sea arduo y competitivo.
La seducción es divertida y angustiante a la vez, conmovedora y hermosa, y con una superlativa Nicole Kidman que definitivamente ha recuperado el buen camino trasunos años de dudas, aunque Kirsten Dunst (una fija para la directora), Elle Fanning o Angourice Rice no le van a la zaga.

Valoración: Siete sobre diez.

LA TORRE OSCURA, soportable como película, horrible como adaptación

La Torre Oscura es la más ambiciosa obra del escritor Stephen King. Una saga compuesta originariamente por siete volúmenes escritos entre 1982 y 2004 al que siguió un cuarto libro publicado en el 2012 además de un relato corto incluido en el compendio Todo es eventual y una serie de comics guionizados por Peter David con supervisión y aprobación del propio King.
Cuento esto para que se pueda entender el basto alcance de esta obra literaria, más de 4.200 páginas que Nikolaj Arcel y Akiva Goldsman pretenden condensar en apenas 95 minutos, algo casi ridículo para un blockbuster actual (prácticamente la mitad que otros títulos de este verano como Transformers:el último caballero o Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas). Pero, ¿es realmente La Torre Oscura una adaptación de la saga de King?
Volviendo a El viento por la cerradura, esa novela con la que King recuperó a sus personajes ocho años después de concluir la saga, o a Las hermanitas de Eluria, historia auto conclusiva sobre Roland, la película protagonizada (es un decir) por Idris Elba parece eso, una narración aislada englobada en ese mundo fantástico a medio camino entre Tolkien y Sergio Leone (entre otras muchas referencias reconocidas), incoherente si no se conoce a la perfección el universo que lo rodea.
Analizada simplemente como película, obviando la fuente en la que se inspira, La Torre Oscura es una obra entretenida, con buenas interpretaciones (Elba está muy bien en su papel de Pistolero mientras que Matthew McConaughey parece pasárselo en grande con su rol de villano). No hay, sin embargo, un desarrollo de personajes o una base argumental sólida para comprender de qué se está hablando. El espectador puede disfrutar de la película como un niño de cinco años disfruta de Del Revés (Inside out), por ejemplo, pudiendo entretenerse e incluso divertirse, pero sin entender nada de lo que está pasando. De igual manera, aquí no se acaba de comprender quienes son los Pistoleros, no hay razón para la villanía del Hombre de Negro ni se sabe de dónde salen esas bases secretas que tiene, se menciona a un Rey Carmesí sin dar más datos… De hecho, ni siquiera se explica qué demonios es La Torre Oscura. Todo esto en un film que, más allá de sus ambiciones iniciales, no tiene forma de inicio de saga, quedando su final aparentemente bien cerrado. Si han querido dejar preguntas al aire (como de hecho sucedía en la primera novela de King), no lo parece.
Analizada como una adaptación cinematográfica (y así habría que hacerlo, ya que la campaña publicitaria se ha encargado de resaltar mucho más el nombre de Stephen King que el de los propios Elba o McConaughey), la película es un verdadero desastre. No hay aquí nada de la complejidad que se encontraba en las novelas, ni argumentalmente ni en cuanto a sus personajes. No tiene la épica que ocultan los libros, pero tampoco el drama, el humor o la crueldad que habita en ellos. Nikolaj Arcel combina, eso sí, elementos de acción y comedia (e incluso sutiles toques de terror), pero lo hace de manera confusa y aleatoria, y su respeto hacia el maestro del terror parece limitarse a las múltiples referencias (master eggs se llaman ahora) que pululan por el film. El primer error, a mi entender, es el simple hecho de dar más protagonismo al personaje de Jake Chambers (correcto Tom Taylor) que al propio pistolero, a la par que abusar de las escenas en Nueva York (que en los libros no aparece hasta la segunda novela). Si de verdad se pensaba hacer una saga cinematográfica (y esos eran los planes iniciales, cuando Ron Howard estaba al frente y Javier Bardem era firme candidato como actor), habría sido más sencillo limitarse a adaptar solo la primera novela (también la más sencilla de convertir en película) y dedicarse a presentar a unos personajes (sobre todo el de Roland de Gilead) con calma y profundidad.
La Torre Oscura no es, al fin, el desastre absoluto que se decía por ahí, pero sí una gran decepción y una película anodina y simplona, bien filmada, pero sin apenas momentos verdaderamente meritorios (quizá la escena en la que Roland dispara a ciegas es la más lograda, totalmente desvelada antes de tiempo en el tráiler). Y eso que el apartado visual lo tenía fácil para destacar, teniendo en cuenta que algo que enriquece mucho las novelas de King son las ilustraciones de Michael Whelan o Phil Hale, que bien podrían haber servido directamente como concept art al film.
Y aunque siempre es complicado adaptar una saga literaria (más cuando cuenta con una legión de fans tan grande como esta), podrían haber tomado como base lo que se hizo en su momento con El Señor de los Anillos o Harry Potter, que supieron arriesgar y desde el primer momento sabían lo que querían hacer y cómo, en lugar de querer condensar en una sola película elementos de todas las novelas, añadiendo además personajes nuevos y transformando tramas a placer.
En fin, habrá que ver si la baja taquilla y las malas críticas impiden las supuestas continuaciones. De momento, la serie televisiva (donde también aparecerá Idris Elba) sigue en marcha.
Yo, por mi parte, con lo de moda que está esto de hacer reboots de sagas de manera casi instantánea, firmo ya por el reinicio de esta.

Valoración: cinco sobre diez.


viernes, 18 de agosto de 2017

EL REY ARTURO, LA LEYENDA DE EXCÁLIBUR, macarra y demencial adaptación de Ritchie.

Es complicado valorar una película que se estrena con tanto retraso con respecto a Estados Unidos sabiendo que allí ha sido un fracaso estrepitoso. Y más cuando cuenta una historia de sobras conocida y que de tanto en tanto es revisionada por Hollywood, ya sea en clave animada (Merlín, el encantador), musical (Camelot), cómica (Los caballeros de la mesa cuadrada), romántica (El primer caballero) o realista (El Rey Arturo), aunque para mí ninguna podrá superar jamás a la maravillosa Excalibur de John Boorman.
Se podría decir que todo sobre Arturo y su mítica espada ha sido ya contado, por lo que Guy Ritchie, que a simple vista podría parecer el realizador menos apropiado para esta empresa, decide repetir la jugada que Marvel ha hecho con Spiderman Homecoming y contar con la complicidad del espectador para no perder el tiempo explicando la leyenda de la espada clavada en la roca, los propósitos de un personaje como Merlin o el significado de construir una mesa redonda. Esta no es la historia de Arturo, sino un nuevo enfoque de sus andanzas y, como tal, Rey Arturo es elíptica, precipitada y, por momentos, incluso confusa, pero también adrenalítica, frenética y espectacular.
Rey Arturo, la leyenda de Excalibur, es una película excesiva, que bebe de todas las fobias de Ritchie y termina siendo una obra de autor, un ejemplo de como el otrora enfant terrible del cine británico consigue aunar su estilo tan particular con las imposiciones de un blockbuster. 
Y que la taquilla no le haya sonreído no significa que la película sea realmente un desastre. 
No está, desde luego, a la altura de sus Sherlock Holmes (la primera fue un ejemplo de cómo filmar acción de manera novedosa) o de Operación UNCLE, pero al menos resulta entretenida y tiene un ritmo que no decae nunca, bien apoyado en la música de Daniel Pemberton.
Ritchie se adapta a las imposiciones del género, recordando su película por momentos a obras épicas del estilo de El Señor de los Anillos, con toques de Robin Hood, presentando el camino del protagonista destinado a ser héroe en contra de su pesar (StarWars) y robando estética e imaginería a Juego de Tronos, aceptando ese obligatorio peaje interracial para el elenco de secundarios (que si la cosa hubiese funcionado habría derivado en diversos spin-off que dieran lugar a un nuevo universo compartido) y con un final desmedido en el que se abusa de la cámara lenta y las chispas de fuego planeando por todo el plano (¿por qué será que todas las películas Warner se me antojan cortadas por el patrón Zack Snyder?), pero sabe salir airoso de ello gracias a no tomarse nunca demasiado en serio la historia. 
Prescindiendo de todo el realismo que pretendía infundir la obra de Antoine Fuqua y apostando claramente por la magia y la fantasía, Ritchie se regodea de un estilo kitch conde los reyes visten cazadoras impolutas y sus poses son siempre altivas y dignas. No es casual, en este sentido, que David Beckham haga un pequeño cameo. 
Así, aceptando los excesos del director, todo cuadra a la perfección, desde el montaje cronológicamente alternado hasta el aroma a videojuego del enfrentamiento final, con un villano que parece salido de un comic cuyo look habría podido mejorar mucho el aspecto visual de ese horrible Ares (al que recuerda ligeramente) de Wonder Woman.
Rey Arturo no es una mala película. Pero sí es demencial y excesiva, despreocupada del desarrollo de personajes, absurda y caótica. Es la película que cabría esperar de alguien tan alejado de la mitología medieval como Ritchie, que convierte a su Arturo (sobresaliente Charlie Hunnam) en una especie de maleante de los suburbios del Londres actual. 
Así es el juego que se nos plantea y, si uno decide aceptarlo, la película, con todos sus defectos, resulta cautivadora.
Porque esta no es una película del Rey Arturo. Esta es una película de Guy Ritchie. Con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Sabiendo esto, es el espectador el que debe decidir entrar o no en el juego. Yo decidí entrar y, al menos, no me sentí decepcionado.
Rey Arturo podría ser mejor, pero no se me ocurre cómo.

Valoración: Siete sobre diez.

DESCONTROLADAS, tontorrón alegato familiar

Descontroladases la nueva película de Jonathan Levine, un joven realizador cuya mejor película hasta la fecha es la simpática Memorias de un zombie adolescente, configurada como vehículo de lucimiento de Amy Schumer. Schumer es una popular humorista de televisión que cuenta con serie propia de la que es creadora y guionista pero que en su paso por televisión su mayor referente hasta la fecha es Y de repente tú, esa comedia del montón que se limitaba a traspasar todos los tópicos masculinos de las relaciones sentimentales a su propia figura.
Schumer no se corresponde con el estereotipo de la Barbie hollywoodiense y basa en ello casi todos sus personajes, buscando ocupar un hueco a medio camino entre la guapa sexy y la gordita desastrosa (no llega, en este sentido, al nivel de Melissa McCarthy, Jillian Bell o Rebel Wilson). Es decir, juega a ser una chica del montón y fácilmente identificable que no suele frecuentar el cine americano, pero termina dando un giro cómico tan forzado que acaba echando por tierra esa supuesta normalidad. Al final, todo queda en una cara de perrito pachón que busca dar pena al espectador y que, al menos en mi caso, no funciona.
A su lado tenemos a Goldie Hawn, una de las reinas de la comedia allá por los ochenta y que andaba desaparecida de las carteleras desde Amigas a la fuerza, del 2002. Desconozco los motivos de ese retorno a la primera plana (quizá deslumbrada por la segunda juventud que está viviendo su pareja Kurt Russell), pero si este es el vehículo elegido tampoco es que vaya a suponerle un regreso por todo lo alto.
Descontroladas es una comedia simplona con dos mitades bien diferenciadas. Por un lado, plantea el clásico conflicto familiar entre madre e hija que aspira a solucionarse con unas vacaciones, recurriendo a todos los tópicos del cine sobre estancias en resorts y extranjeros atractivos ofreciendo las delicias desconocidas del país en cuestión. De repente, la cosa cambia a comedia de acción con secuestros, persecuciones y muertes de por medio. Ninguna de las dos cuajan completamente, siendo al final todo una excusa para hablar de forma bastante limitada del amor familiar y ser una proclama bastante pobre en la que todos los miembros de la familia terminan resultando unos héroes, incluyendo al hermano medio retrasado que interpreta Ike Barinholtz.
Al final, solo las contadas intervenciones de Joan Cusack provocan alguna sonrisa en una película que naufraga por su falta de ambición y apenas alcanza como entretenimiento justito y nada ambicioso.

Valoración: Cuatro sobre diez.

miércoles, 9 de agosto de 2017

GUARDIÁN Y VERDUGO, descafeinado alegato contra la pena de muerte

Oliver Schmitz es un director alemán nacido en Sudáfrica especializado en productos televisivos. Esto se aprecia demasiado en Guardián y verdugo, su trabajo más ambicioso hasta la fecha, con coproducción americana y un nombre de cierto reconocimiento en su reparto.
Steve Coogan interpreta a un idealista abogado popular por su lucha en contra de la pena de muerte al que obligan a aceptar un caso que nadie quiere: defender a un joven acusado de asesinar a sangre fría a siete deportistas en una solitaria carretera.
Ante la evidencia de los hechos y las pruebas irrefutables, no es la culpabilidad del muchacho lo que está en tela de juicio, sino la responsabilidad del chico en el acto. Con solo diecinueve años, ha trabajado durante los dos últimos como funcionario en una prisión, encargándose de acompañar a los condenados a muerte durante el periodo final de sus vidas, siendo testigo de todas las ejecuciones y llegando a participar directamente de muchas de ellas. Esta es la base de una película que más que un thriller judicial aspira a ser una reflexión sobre la pena de muerte y la crueldad del sistema penitenciario (la historia transcurre en Sudáfrica, pero podría extrapolarse a cualquier lugar con leyes similares), no solo hacia los reos sino hacia los propios penitenciarios.
Lo malo es que el estilo televisivo de Schmitz lastra demasiado la puesta en escena, que una vez eliminada de la ecuación la intriga sobre los actos del chico (en la primera escena de la película ya nos muestran lo que sucedió) dejando toda la intriga en el veredicto del jurado y en el trabajo interpretativo de Coogan y Andrea Riseborough (en el papel de la fiscal), que es bueno, pero tampoco suficientemente brillante como para destacarlo demasiado. Además, la película está basada en una historia real, lo cual anticipa en cierto modo la decisión final del juez, ya que un desenlace diferente posiblemente no sería propicio para un film de estas características.
Este es el problema de las historias reales, que en ocasiones son anécdotas interesantes, pero no siempre tienen suficiente fuerza como para dar pie a una película, y más si el guion es tan plano como este (la base argumental -ficticia, eso sí- de Algunos hombres buenos no era demasiado diferente de esta, pero cualquier intento de comparar aquella obra maestra con esta Guardián y verdugo es casi insultante) y la puesta en escena es de telefilm germano del montón.
Una lástima, más cuando uno es un gran aficionado al cine judicial. Pero no se puede sacar de donde no hay, y más allá del conflicto ideológico que se plantea, poco es lo que aquí hay.

Valoración: Cinco sobre diez.

MARAVILLOSA FAMILIA DE TOKIO, irregular comedia familiar

En 2013, Yôji Yamada, director célebre en nuestro país a raíz de El ocaso del Samurái, hizo un remake de Cuentos de Tokio, de su admirado Yasujiro Ozu, en la brillante Una familia de Tokio, donde homenajeaba a su fuente con cariño, logrando esquivar la simple repetición.
En Maravillosa familia de Tokio Yamada recupera a los mismos personajes de una convencional familia nipona para, a raíz del deseo de la abuela de divorciarse, deconstruir el arquetipo familiar y burlarse de los convencionalismos a los que viven atados cada uno de los miembros. Lo hace, sin embargo, en forma de comedia ligera, casi de sitcom televisiva, y ahí es donde falla la película.
Maravillosa familia de Tokio presenta a varios protagonistas imperfectos, moviéndolos entre lo despreciable y lo ridículo, pretendiendo que la moraleja final sea el hecho de que es precisamente el elemento externo a la familia quien mejor puede llegar a comprenderla. Cuesta, en ocasiones, identificarse con esos personajes, paras lo que se debe tener en cuenta la diferencia cultural entre occidente y el machismo y tradicionalismo de los japoneses, aunque hay un deje de modernidad en la obra que invita, en muchos momentos, a olvidarnos de que estamos ante una historia oriental.
Yamada, que insiste en sus referencias (esta vez demasiado directas) al cine de Ozu, acierta en la faceta más íntima de la historia, consiguiendo incluso emocionar a quien ha pasado por alguna de las situaciones reflejadas en pantalla, y consigue también alguna que otra situación divertida que le funciona. Sin embargo, en demasiadas ocasiones incide en el chiste visual, torpe y ridículo, y ello desluce una historia que podría haber enamorado mucho más, aun con ese final complaciente y poco verosímil.

Valoración: Seis sobre diez.

martes, 8 de agosto de 2017

ATÓMICA, ellas tienen el poder...

Mientras en las tertulias de bares (que es en lo que se han convertido algunos programas de cultura) se sigue debatiendo sobre la necesaria reivindicación del papel de la mujer en el cine, algo que parece haber inventado Wonder Woman como si antes de ella solo existiese el personaje de la mujer florero y nada más, Charlize Theron, que ya es sabia en estas lindes, presenta su nueva película como protagonista absoluta, done actúa además de productora.
Atómica, traducción a medias de Atomic Blonde, es una muy libre adaptación de la novela gráfica La ciudad más fría, escrita por Antony Johnson y dibujada por Sam Hart.
Las diferencias entre ambos productos son notables. La obra original primaba mucho más la intriga y el misterio por encima de la acción, no contenía nada de sexo y estaba dibujada en un glorioso blanco y negro. La película que dirige David Leich, en cambio, es una oda a la violencia y hace un juego de luces con los neones que iluminaban el Berlín de la época de esos que marcan tendencia. No obstante, en ambos productos se hace una apuesta firme por el thriller político ambientado en la guerra fría, con agentes dobles y triples, engaños y traiciones, y en eso sí sabe ser fiel la película.
Lorraine Broughton, el personaje al que da vida la Theron, empieza la película machacada y magullada. Acude a la central del MI6 y es sometida a un interrogatorio sobre su última misión, la incursión en el Berlín previo a la caída del muro en busca de una lista que rebela todos los agentes dobles que hay en la actualidad. Allí cuenta con la ayuda del agente David Percival (James McAvoy), pero ya se sabe que en estos casos lo de ir en busca de un objeto suele ser un macguffin en espera de algo mayor. Y teniendo por aquí a uno de los directores (no acreditado) de John Wick y de la futura secuela de Deadpool, ese algo mayor son, sin dudas, sus impecables escenas de luchas, coreografías imposibles (me viene a la mente un larguísimo enfrentamiento en un piso, la persecución por las escaleras y la culminación en un coche, todo ello en un falso pero impactante plano secuencia) y mucha espectacularidad.
Casi se podría decir que esta Lorraine es la versión femenina del propio John Wick, aunque aquí la historia prima más que en las dos películas (hasta la fecha) protagonizadas por Keanu Reeves hasta el punto que alguien puede llegar a encontrarla ligeramente confusa.
Tampoco es que quepa esperarse de esto una reflexión política ni algo tan retorcido como en las obras de John LeCarre (eso quizá sí en el comic), pues lo que prima siempre es el entretenimiento puro y duro, pero hay una historia suficientemente interesante y un drama comedido pero siempre presente como para que la película satisfaga a todos los espectadores.
También hay, como decía al principio, una reivindicación de la figura femenina. Theron es la heroína personificada, y aquí lo demuestra entregándose en cuerpo y alma a su director y prescindiendo, siempre que le ha sido posible, a los dobles de acción, lo cual le ha dado más de un disgusto durante el rodaje. Incluso en las escenas de sexo huye de los convencionalismos y da un paso más allá de donde otras no se atrevieron, rechazando la generalmente inevitable historia de amor entre camaradas espías que colaboran juntos.
David Leich es un director contundente, que ama la violencia, pero la filma con elegancia y realismo, desagradable en su dureza visual pero perfecto en su uso de la cámara. Así, Atómica logra ser una combinación extraña pero muy efectiva entre el clásico cine de espionajes y la acción más desmedida, y aunque sus intentos de contar una historia de muchas máscaras le impidan ser puro rock’n’roll como su contrapartida masculina, yo la sitúo sin problemas a la altura de ese John Wick con el que, si no fuese por la diferencia generacional, me encantaría que se terminaran encontrando.

Valoración: Siete sobre diez.

lunes, 7 de agosto de 2017

TRANSFORMERS, EL ÚLTIMO CABALLERO. Tan ridícula y cansina como cabría esperar.

Hace ya tiempo que se intuye que la saga de Transformers está agotada. A mi personalmente ya no me entusiasmó la primera, aunque al menos era un entretenimiento digno, pero desde entonces la cosa ha ido a peor, pareciendo que se tocaba fondo con esa locura que era Transformers: La era de la extinción.
Sin embargo, con Transformers: El último caballero, Michael Bay ha conseguido superarse a sí mismo y rellenar dos horas y media de explosiones, persecuciones, chistes malos, chicas escotadas y más explosiones. Todo ello, en medio del sinsentido más absoluto.
Parece, en su arranque, que esta vez se pretende contar una historia de verdad, con sus subtramas y todo. Hay traiciones, hay un héroe caído en busca de redención y hay mitología artúrica. ¿Qué podría salir mal? Pues, sinceramente, no lo sé. Es tan extasiantemente aburrida e incoherente que el verdadero mérito es conseguir no quedarse dormido viéndola, una vez el cerebro se acostumbra a los ruidos y la música alta.
No pienso quitarle méritos a Bay, pues como director sigue siendo uno de los grandes y eso se nota. La cuidada puesta en escena le permite hacer planos de verdadero lucimiento y la factura del film es impecable, así como el esfuerzo de alguno de sus protagonistas, en concreto Mark Wahlberg, que al menos aporta carisma, y Anthony Hopkins, que se lo toma más en serio de lo que cabría suponer.
Tras los acontecimientos de las anteriores películas (que no voy a resumir aquí porque las olvidé apenas finalizaron), el gobierno ha declarado la guerra a todos los Transformers, incapaz de saber distinguir entre los buenos y los malos. ¿Un apunte en contra de la discriminación selectiva y el gobierno totalitario de Trump? Si es así, se esfuma rápido.
Se nos cuenta, además, que los Transformers han estado en la Tierra desde siempre, siendo admirados por Shakespeare y habiendo, incluso, provocado la muerte de Hitler. Un desparrame que podría haber propiciado una buena comedia si Bay estuviese más dispuesto a reírse de sí mismo. Pero no. Aún con mucho humor (del malo), la película busca la épica y la grandeza, resultando por ello ridícula y con una sensación de que seguimos viendo lo mismo después de más de diez horas de aventurillas entre Decepticons y Autobots (o algo así). Dicen los que buscan algo de consuelo que la media hora final es muy emocionante y visualmente brutal, pero tras dos horas del vacío más absoluto llegué a esa parte tan sumamente agotado que ya me daba igual todo, no pudiendo disfrutar de lo que Bay me pudiera ofrecer.
Por en medio, las peores y más terribles gracietas que he visto nunca, el machismo retrogrado de siempre (sí, la protagonista tiene varios doctorados, pero en la propia peli señalan el hecho de que viste como una stripper), y el descaro de apuntarse a la moda de las heroínas juveniles con un personaje que arece fotocopiado de la Rey de Star Wars.
Claro que se podría decir que cuando algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Y si la nefasta cuarta entrega arrasó en taquilla… Para bien o para mal los resultados de esta tontada artúrica (que dará mucho dinero, eso que nadie lo dude) han evidenciado un bajón importante. A ver si eso frena esa oleada infinita de secuelas, precuelas y spin off que se nos venía encima, aunque el final de esta ya augura más continuaciones. O, al menos, que Bay descanse un poco y deje el asunto en manos de otro capaz de innovar.
Pero, no sé porqué, me temo que todo va a seguir igual. Seguiremos bostezando…

Valoración: cuatro sobre diez.

ABRACADABRA, interesante amalgama de géneros

Al ritmo contagioso de la popular canción de Steve Miller Band, Abracadabra es la nueva película de Pablo Berger tras la exitosa Blancanieves.
¿Cómo afronta un director con tan solo dos películas un nuevo proyecto después de tanto premio y reconocimiento? Lo sencillo habría sido seguir por la misma línea, pero Berger sorprende con una película que parece casi en las antípodas de su Blancanieves, aquella delicia muda y en blanco y negro que reinventaba el popular cuento con toques de tauromaquia y flamenco.
Si es cierto que hay un denominador común en toda la filmografía de Berger, esa panorámica de la España más castiza y cañí, por momentos casposa y siempre tópica. En Abracadabra no es diferente, y el arranque del film, con ese Madrid tan urbano y descolorido, tiene algo del Almodóvar más iniciático, con personajes femeninos que llevan el timón de la historia y maridos machistas y maltratadores, catetos operarios de obras y apasionados del futbol y la cerveza. Luego la cosa cambia, y Berger pasa del costumbrismo a una mezcla extraña de géneros que alterna el drama y la comedia con unos toques muy negros y mucho surrealismo.
Abracadabra cuenta la historia de Carmen y Carlos, un matrimonio ya gastado después de diecinueve años de convivencia que dará un vuelco cuando Pepe, primo de Carmen e hipnotista aficionado, meta por accidente el espíritu de un muerto en el cuerpo de Carlos. A partir de entonces, el marido cafre empezará a evidenciar pequeños cambios que hará dudar a Carmen sobre sus propios sentimientos. Un triángulo amoroso bastante poco común donde el “inquilino” espectral tendría todas las de ganar de no ser que en vida fue un desequilibrado asesino.
No siempre consigue salir Berger airoso de sus cambios de rumbo, habiendo momentos tan divertidos como estúpidos (la escena del vendedor inmobiliario, por ejemplo) que están a punto de arruinar la película. Sin embargo, como si de un espectáculo de equilibrismo más que de magia se tratase realmente, Berger camina sobre el cable sin llegar a perder pie nunca, y con sus errores y desvaríos el conjunto general nunca llega a estropearse, alcanzando un brillante desenlace final (aquí quizá los referentes pasarían a ser Woody Allen) con una amarga pero estimulante conclusión.
Muchos son los grandes actores que pululan por aquí, algunos bordando la mejor interpretación de sus carreras, como es el caso de José Mota, impecable como hilo conductor y elemento cómico, otros parecen limitarse a pasárselo estupendamente, como el excesivo Josep María Pou. Hay también cameos inesperados, como Julián Villagrán, rostros de los de toda la vida, como Janfri Topera, y la sorpresa de Quim Gutiérrez. Pero las dos perlas de la función son, sin duda, Antonio de la Torre, que tras tantos papeles introvertidos y callados sorprende con la vis cómica que demuestra en este desdoblado papel, y, sobre todo y ante todo, Maribel Verdú. Verdú está sublime, coqueteando con la españolita choni sin caer nunca en la caricatura y sabiendo transformarse a medida que su personaje va pasando por diversos estados de ánimo en función a los giros de guion que sufre. Maribel Verdú, que ya era lo mejor de Blancanieves, se hace con la película, consiguiendo por sí misma que las pocas veces que el guion flojea la película no llegue nunca a resentirse.
En resumen, arriesgada película de Berger, que parece copiar esa moda de la comedia de cuñados que tanto se prodiga últimamente para darle una vuelta de tuerca y pi8llar con el pie cambiado al espectador. Posiblemente esto haga que no todo el mundo se deje atrapar por su película, pero más allá de su calidad (que, como todo, siempre es opinable), su valentía y aplomo la convierten en un visionado imprescindible para este verano.

Valoración: Siete sobre diez.

viernes, 4 de agosto de 2017

SU MEJOR HISTORIA, la versión cinéfila de Dunkerque.

Por algún motivo que no alcanzo a comprender, la II Guerra Mundial vuelve a estar de moda. No es que nunca haya dejado de estarlo por completo, pero sí parecía que había épocas en las que Vietnam, Afganistán, la carrera espacial… predominaban en las carteleras. Ahora, por más que se insista con las películas de Superhéroes, creo que hay una verdadera burbuja de cine bélico sobre esa maldita guerra. Su mejor historia es un buen ejemplo de ello, una película de corte casi independiente, con una distribución limitada a manos de Contracorriente films y que en el pase al que asistí venía precedida por dos tráilers sobre… la II Guerra Mundial.
Además, para ser más caprichosos, dos películas están coincidiendo en cartelera sobre el mismo episodio bélico: Dunkerque. Por cierto, de las dos, esta es la buena.
He escuchado de todo alrededor de esta película, desde que era un pastel demasiado simplista con una estructura dramática de manual hasta que es casi una obra maestra. Creo que la diferencia de criterio estriba en saber sobre qué va realmente la película y a quien va dirigida.
Su mejor historia, pese a lo dicho anteriormente, no es una película de guerra. Es una historia de cine. Es un retrato magnifico de cómo funcionaba la industria en la Gran Bretaña bombardeada por los nazis y es, por encima de todo (y esto es lo que merece mis mayores aplausos) es un retrato del trabajo del guionista. Cierto que quizá se ensalce su papel dándole un poder que seguramente nunca ha llegado a tener (aunque lo merezca), pero soñar tampoco es malo, ¿no?
Su mejor historia cuenta como una guionista ocasional de tiras cómicas es contratada para formar equipo con dos profesionales del guion para escribir una novela sobre lo acontecido en Dunkerque. La película debe servir como inspiración a las ropas y para levantar el ánimo a un país derrotado. Y así es como, sin entrar en el campo de batalla ni conceder a Dunkerque un protagonismo desmedido en la trama, se explica mucho mejor lo que allí sucedió y el mérito de los héroes anónimos que arriesgaron sus vidas por rescatar a los soldados aliados que en ese panfleto manipulador que nos ha vendido (muy bien, por cierto) Nolan. Aquí, como en su Dunkerque, también hay unos héroes que se cimientan sobre una mentira, pero al menos tienen la sinceridad de reconocerlo, señalando que, al fin y al cabo, el cine es fantasía.
Su mejor historia también podría compararse, aunque en otros sentidos, a otra película supertaquillera en cartelera: Wonder Woman. Y aunque a nivel visual y narrativo la película dirigida por Lone Scherfig (la directora, entre otras, de An Education) este film probablemente sea inferior al de Patty Jenkins, sí le da toda una lección en cuanto a lo de la reivindicación feminista se refiere.
Gemma Artenton, que parece decidida a dejar atrás su imagen de chica Bond con apuestas más intimistas e independientes (su último trabajo estrenado fue la interesante Melanie), está brillante como la protagonista Catrin Cole, consiguiendo que su trabajo sea creíble tanto como icono femenino de mujer trabajadora, esposa atrapada en un triángulo amoroso y cronista improvisada de una guerra y sus “otros protagonistas”. Ella encarna todo el espíritu de la película y logra salir airosa del resultado, sin dejarse intimidar por la otra gran figura del reparto, un Bill Nighy tan desatado como de costumbre pero que, aunque parezca hacer siempre el mismo personaje, resulta magistral dando vida a un antiguo galán que debe aceptar que sus mejores años como actor han quedado atrás.
Puede que las escenas de los bombardeos de Londres no tengan la contundencia necesaria, y que Scherfig se muestre más interesada en el drama de los personajes que en el de la sociedad, pero eso no le impide aunar diversas historias son que se entorpezcan entre ellas, resultando siempre triunfadora la trama sobre la elaboración de una película en tiempos de guerra y sus vicisitudes, consiguiendo que pueda tener momentos de alivio cómico muy refrescantes y bastantes diálogos de esos que merecen la pena apuntarse por su rotundidad.
Su mejor historia, que no se basa en ningún rodaje real pero sí se inspira en muchos personajes de la época, no es una película perfecta, pero sí retrata a la perfección la sociedad que describe y es una delicia para todos aquellos que amamos el cine.
Y, además, supone un hermoso y merecido homenaje a los héroes de Dunkerque. Esta sí.

Valoración: Siete sobre diez.