sábado, 19 de agosto de 2017

VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS, divertida locura visual.

Aunque parece que este verano se va a caracterizar por la proliferación de blockbusters desastrosos y ridículos (a mi entender Transformers se lleva, otra vez, la palma), me veo tentado de nuevo a defender lo indefendible, tal y como hice, mínimamente, con La Torre Oscura y, con algo más de ganas, Rey Arturo (y eso por no remontarme unos meses atrás y recordar La Momia)
El caso es que se estrena otra película precedida de críticas nefastas y batacazo en taquilla con la que yo, personalmente, me lo pasé pipa. Excesiva, desmedida, loca y muy personal (algo parecido a lo que sucedía con la película de Guy Ritchie, aunque en otra dirección), Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es puro Luc Besson, una prima hermana de aquella El Quinto Elemento algo más coherente (que algo ha mejorado Besson como director, no ya como guionista) y menos estrafalaria.
El mayor problema de Valerian es que ha llegado muy tarde. Demasiado desconocido popularmente fuera de Francia, el comic que la inspira, obra de Jean-Claude Mézières, fue clara referencia para películas como Star Wars y la gran cantidad de Spaces Operas que la siguieron, pero vista ahora su adaptación da la sensación de que es una copia de todo lo que ya existía anteriormente.
El principal ejemplo es en su prólogo, justo después de la escena (muy inteligente) de los títulos de créditos. 
En él vemos una raza pacífica que convive en un lugar de ensueño con playas de arenas blancas y aguas cristalinas que rinden culto a la naturaleza hasta que el cielo se abre y se convierten en daños colaterales de una guerra que no es la de ellos. 
Vamos, como si cruzáramos a los Na’vi de Avatar con las Amazonas de Wonder Woman. Con esto ya sabemos que nada será tremendamente original en Valerian, pero sí muy espectacular y hermoso.
Y esto es lo que mejor define esta aventura galáctica de trama sencilla pero coherente (a esos críticos que escriben por ahí que nada tiene sentido les recomiendo que si se duermen en el cine se abstengan de hacer luego las críticas): su belleza. El diseño de producción es realmente exquisito, demostrando porqué es la película europea más cara de la historia (lo cual hace más comprensible el batacazo que se está dando), con unos escenarios majestuosos y la creación de infinidad de razas alienígenas, algunas algo ridículas, todo hay que decirlo.
Besson dota a la película de sus notas de humor habituales, aunque sin llegar a ser nunca tan cargantes como sucedía en El Quinto Elemento con el personaje de Chris Tucker. Además, la química entre Valerian y Laureline funciona muy bien, demostrando que aún extraño, el casting es acertado. Dane DeHaan es un héroe extraño pero cumplidor y Cara Delevingne consigue aunar dulzura, dureza y sensualidad de una manera que se me antojaba increíble después de verla deambular por Escuadrón Suicida.
Valerian es una película larga, quizá en exceso, pero al menos se justifica en la libertad total que ha tenido Besson en el rodaje. Así, la escena de presentación de Valerian y Laureline, a semejanza de los clásicos prólogos de James Bond, es mucho más larga de lo que cabría esperar y la aparición de Rihanna con una espectacular actuación supone una rotura del ritmo en pleno desenlace final. Y, sin embargo, en ambas ocasiones la cosa funciona, demostrando que los recortes impuestos en la mesa de montaje suelen ser contraproducentes.
Es cierto que el guion podría estar más desarrollado, como demuestra lo poco que le importa a Besson desvelarnos que el personaje de Clive Owen es el villano desde el primer momento, pero eso solo significa que el espectáculo es siempre lo que debe primar por encima de todo. Puede buscarse aquí un mensaje naturalista, o incluso antimilitar, pero Besson no quiere dar lecciones, tan solo entretener. Al fin y al cabo, esto no es La guerra del Planeta de los Simios. Aquí se juega a otra cosa.
Valerian es una apuesta arriesgada, quizá no demasiado novedosa (tiene el aroma pop de Los Guardianes de la Galaxia y el propio Valerian recuerda mucho a un joven Han Solo, aunque algo del capitán Kirk de Chris Pine también tiene), pero muy bien resuelta, con persecuciones de naves emocionantes, cuentas atrás que se detienen en el último segundo y monstruos aterradores. Es todo un espectáculo visual, una orgía de colores muy entretenida, un no parar frenético y que deja con ganas de más.
Y sí, de acuerdo, es todo demencial, pero quizá es que yo mismo esté también un poco loco. Porque a mí me ha funcionado.

Valoración: Siete sobre diez.

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