martes, 26 de febrero de 2013

EL ATLAS DE LAS NUBES (8d10)

¡Buff! Qué increíblemente difícil es comentar esta película. Tanto es así que lo único que se me ocurre es deciros que si no la habéis visto dejéis de perder el tiempo leyendo esto y vayáis a verla. Porque esta es una de esas obras que, en lugar de aconsejarlas o no, hay que debatirla. Así que, hacedme caso, vedla y luego hablamos.
¿Ya habéis vuelto? Bien, espero que os haya gustado. Si no os ha entusiasmado, no os preocupéis. Leeros esto, esperad a que pasen unos días y volvedla a ver. Y si entonces aún no estáis embriagados con la película… pues lo siento, eso significa que no tenéis ni idea de cine.
¿Qué significa esto? ¿Estamos ante la mejor película del año? No, ni mucho menos. ¿Es, al menos, una obra majestuosa y brillante, de diálogos perfectos e interpretaciones inolvidables? Pues tampoco, mire usted. ¿Entonces?
Entonces, El Atlas de las Nubes es emoción, poesía, amor por el cine y pasión por la imagen. Y por encima de todo, un prodigio del montaje que no me cabe en la cabeza que no se llevara el Oscar directamente, sin perder el tiempo con más nominados. Pero ya sabéis, en la Academia hay de todo menos coherencia.
Explicar el Atlas de las Nubes es tan difícil como explicar lo que provoca. Se trata de seis historias (siete si contamos el prólogo y el epílogo) que ocurren en diversos lugares y épocas que se conectan entre sí por pequeños detalles, un momento, un sentimiento, una música… A diferencia de la novela en la que se basa, estas historias no se nos presentan de manera ordenada, ni siquiera se entremezclan con cierto orden al estilo de Pulp fiction o Vidas Cruzadas. Lo que nos vamos a encontrar es un collage endiablado conde apenas dos segundos de una historia dará pie a dos segundos de la siguiente, mezclándolas con enloquecedor frenesí sin tiempo para que un diálogo o una voz en off que pertenece a un segmento finalice antes de diluirse en el otro. Y esto está realizado con una maestría que no creía posible en los hermanos Wachowski (que desde la hipnótica Matrix no habían hecho nada que llamase mi atención como directores) que en este caso se apoyan en la labor de Tom Tykwer (realizador de Corre, Lola, corre y El Perfume) en un insólito caso de película rodada a seis manos, aunque viendo las diferentes secuencias se puede intuir en que relatos ha tenido más peso unos u otro.
No contentos con semejante desafío, los Wachowski proponen un juego del Más difícil todavía invitando a su fiesta a un puñado de actores a los que repartirán a lo largo de diferentes épocas y lugares para que, con ayuda de un (generalmente) soberbio maquillaje encarnen a diferentes personajes. Así Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Jim Sturgess, James D’Arcy, Doona Bae, Susan Sarandon y Hugh Grant se reparten decenas de personajes algunos de ellos tan difíciles de reconocer que nos quedaremos enganchados a los títulos de créditos en los que se nos revela la identidad de cada uno, como la solución al final de un libro de pasatiempos.
Las historias narradas van desde el Sur del Océano Pacífico en 1849 hasta unas islas Hawaianas postapocalípticas en el año 2321, pasando por Cambridge y Edimburgo en 1936, San Francisco en el 73, Reino Unido en el presente y Neo Seúl en el 2144 (el apocalipsis, aquí llamado “La Caída” será en el 2215). En estas épocas viviremos historias de amor y superación en tramas tan dispares como la de un médico que trata de envenenar a su paciente para robarle sus pertenencias, un aspirante a compositor musical, una periodista que investiga el peligro nuclear, un veterano editor encerrado en un asilo contra su voluntad, una clon que trabaja en un restaurante de comida rápida y termina encabezando una revolución por la libertad y un cobarde miembro de una tribu masacrada por sus enemigos. Situaciones aparentemente sin relación (ni coherencia) entre ellas pero que terminan encajando como piezas de engranaje de un reloj suizo para conformar, al final, en una historia épica, hermosa e hipnótica.
Regreso al inicio de mi comentario: Vedla. Dejaos arrastrar por ella, permitid que os atrape durante sus casi tres horas de metraje y, simplemente, disfrutadla.

Y si no lo conseguís, ya sabéis… Un poco más abajo tenéis espacio para dejar vuestros comentarios. Hacedlo si os atrevéis.

viernes, 22 de febrero de 2013

HITCHCOCK* (5d10)

Cuando se pretende realizar un biopic sobre uno de los más célebres e influyentes directores de la historia del cine lo menos que se puede hacer es pretender que su historia esté a la altura del personaje y que sea dirigida por alguien con unas capacidades demostrables para acercarse al menos al perfil del artista. Cuando en 1992 Sir Richard Attenbough acometió su biografía de Chaplin indagó en los recovecos de la mente de ese personaje que para el gran público no pasaba de ser un comediante con traje y bombín y bigotillo a lo Hitler, y gracias además, al impresionante trabajo de Robert Downey Jr. la película resultó un excelente ejercicio para acercarse a la personalidad del genial actor y director. Más fácil lo tuvo un par de años más tarde Tim Burton para descubrirnos a todos al que estaba considerado el peor director de la historia del cine, Ed Wood, en otra brillante recreación del Hollywood dorado y, Johnny Deep mediante, destripar una mente enfermiza y torturada del que apenas sabíamos nada aparte de su espantosa herencia fílmica. En el título que nos ocupa hoy, sin embargo, nada hay que pueda compararse a esas dos obras geniales que he citado. Ni el director Sacha Gervasi ni su actor protagonista, Anthony Hopkins, están a la altura de lo esperado, siendo los principales culpables de una película que se prometía interesante y termina flojeando más que un telefilm de sobremesa. Claro que eso es lo más fácil cuando el director debuta en ente oficio, después de que lo más destacado de su trayectoria en Hollywood sea el libreto de La Terminal, se Spielberg. Así, su dirección resulta plana y el ritmo de la acción es lento y soporífero, dando la sensación de no saber en ningún momento sacar partido del magnífico reparto que le han puesto entre manos. Sobre Hopkins, no voy a dudar aquí de su capacidad interpretativa – ¿qué duda cabe de que se trata de uno de los mejores actores que existen?-, pero o bien no se llega a creer nunca el personaje o la abusiva cantidad de maquillaje que le cubre el rosto le impide no ya interpretar con brillantes sino simplemente gesticular lo más mínimo (posiblemente ni andar siquiera, ya que apenas hay escenas de cuerpo entero del orondo director). Un maquillaje, por cierto, que ronda la caricatura y que recuerda más a productos patrios como Muchachada Nui o el clásico Força Barça de Alfonso Arús que a una superproducción de cine. Quizá el error haya sido buscar un gran actor y querer convertirlo a la fuerza en un clon del británico Alfred, cuando lo mejor habría sido o bien conformarse con que el parecido fuese mínimo a cambio de ganar calidad interpretativa o restar esa calidad pero buscar a un actor menos de mayor semejanza. Sea como sea, el resultado final es el mayor desaprovechamiento de un gran artista que se pueda recordar.
Pero quizá el mayor responsable de la decepción sea el guionista,  John J. McLaughlin, que a partir de un libro de Stephen Rebello pierde el rumbo al enfrentarse a la vida de Hitchcock sin tener bien claro lo que quiere contar. Una vez más estamos ante una película que podía haber tomado dos rumbos diferentes, y que querer abogar por ambos a la vez hace que el resultado sea pobre y simple. No estamos ante una biografía completa de Hitch, no nos explican sus orígenes, sus motivaciones, su etapa británica o sus primeras películas, pero tampoco es un estudio profundo y reflexivo de una etapa concreta, centrándose más en una faceta de su vida que en el conjunto, como trató de hacer con mayor fortuna Simon Curtis en Mi semana con Marilyn. La idea de centrarse más en el rodaje de Psicosis que en la vida de Alfred Hitchcock podría haber resultado adecuada si al salir de la proyección hubiésemos descubierto los secretos de dicho rodaje, pero tampoco es así, pues tras hora y media de película lo único que sacamos en claro es la obsesión del director por sus actrices (por amarlas y maltratarlas), sus desavenencias con una parte de la productora que no creían en el proyecto y la influencia de Alma Reville en él. Poca cosa para un personaje tan interesante y complicado, cuyas principales anécdotas reflejadas en el film son tan populares que es difícil que el cinéfilo medio descubra nada nuevo que le pueda sorprender.
Pese a todo, la película no es un despropósito total, claro está. El resto del reparto es tan impresionante que hacen subir el nivel de la media con su sola presencia, pero precisamente por ello se queda uno con la sensación de que con muy poquito esfuerzo se podría haber logrado algo mucho más interesante. No saber sacar apenas partido de la magnífica Hellen Mirren o el intenso Danny  Huston (¿qué tal si la película hubiese sido algo del tipo “Alfred y Alma” y se hubiese centrado más en la propia relación que en su faceta de director?), o permitir que Scarlett Johansson,  Jessica Biel o Tony Collette simplemente pasen por ahí, son errores casi imperdonables para el novato Gervasi que se ha estrenado en este mundillo con un proyecto que, desde el primer momento, le ha venido grande.

Habrá que esperar a que llegue a España la película para televisión The Girl, esta sí centrada en la relación entre Hitchcock (Tobey Jones) y Tippi Hedren (Sienna Miller) durante el rodaje de Los Pájaros, a ver si puede aportar algo nuevo a la figura tan conocida y desnudada hasta la saciedad del realizador de Con la muerte en los Talones.

domingo, 17 de febrero de 2013

UN PLAN PERFECTO (7d10)

Permitidme ir al grano: Un plan perfecto es una divertida (por momentos tronchantes) comedia brillantes e inteligente dirigida por un realizados sin demasiado renombre (Michael Hoffman) pero con dos genios monstruosos tras el guion, los hermanos Coen, que sabe sacar muy buen partido de sus actores, exprimiéndolos y aprovechando las principales cualidades de cada uno. Empiezo así de directo porque estoy un poco cansado de escuchar y leer tantas críticas despedazando a esta película (los señores del CSI son cada vez más cansinos) y poniendo el grito en el cielo por el hecho de que se resalte tanto en el cartel el nombre de los hermanos Coen, cuando ellos no han hecho más que escribir el libreto a cuatro manos. Pues sí, señores, los Coen no son más que guionistas, pero da igual. No se nota. Esta es, lo quieran o no, una película de los Coen, y eso se aprecia en cada segundo de metraje. No tiene la brillantez de Valor de Ley o No es país para viejos, por supuesto, pero si la comparásemos con sus comedias más blancas, como Quemar después de leer, Ladykillers o Crueldad intolerable sabríamos reconocer aquí muchos de sus tics y señas de identidad. Lo que sucede es que hay quien reniega de estas películas y solo quiere reconocer a los Coen más catedráticos y serios, pero ese, señores, es un problema de ellos, no de Un plan perfecto, que aunque no sea digna de acercarse siquiera a ninguna quiniela de los Oscars –como tampoco las otras tres obras mencionadas- consigue exactamente lo que pretende, hacernos pasar hora y media muy entretenida y con la constante sonrisa reflejada en el rostro.
Un plan perfecto narra cómo Harry Dean, más por venganza que por codicia (que también), pretende estafar a su despótico jefe, Lionel Shahbandar, vendiéndole una falsificación de Van Gogh, siendo fundamental en su retorcido plan una sencilla y campechana tejana llamada PJ Puznowski a la que deberá convencer para que colabore. Con el sencillo esquema de una película de estafas y enredos, el mayor acierto del film es su casting, a priori disparatado. Colin Firth (Dean) representa la seriedad y la flema británica, y parece casi imposible imaginarlo como un tipo desquiciado y a menudo ridículo como es su personaje en este título. Y ese es su mayor acierto. No es lo mismo verlo pasear por el hall de un elegante hotel sin pantalones pero manteniendo su porte elegante que si lo hiciese un cómico habitual al estilo Sander o Carrey, mientras que con Cameron Díaz sucede justo lo contrario. La rubia actriz de limitados registros  y carrera en caída libre, está aquí aprovechada al máximo, dando rienda suelta a su vis cómica y consiguiendo ser todo lo encantadora y adorable que su papel requiere, consiguiendo enamorar como no lo hacía desde los tiempos de La Máscara. Por no mencionar ya a los siempre excelentes (y aquí especialmente autoparódicos) Alan Rickman y Stanley Tucci, que ponen el punto necesario de locura para que todo encaje a la perfección, no para ofrecernos una pieza reflexiva y profunda pero sí para hacernos reír sin parar, que de eso se trata esta vez.
Los Coen saben perfectamente crear humor sin necesidad de recurrir a lo escatológico del cacapedoculopis (nadie es capaz como ellos de mostrar una bicicleta-vibrador como la de Quemar antes de leer o mostrarnos a Rickman desnudo en su despacho y que en ningún momento sintamos incomodidad), independientemente de que, en esta ocasión, no sean ellos los que estén tras las cámaras.

Riámonos sin prejuicios que, total, son cuatro días…

LA TRAMA (BROKEN CITY) (6d10)

Nos encontramos ante un thriller político que narra como un ex policía y ahora detective  (Mark Wahlberg) es considerado casi un héroe pese a guardar un oscuro secreto que solo parece conocer el alcalde (Rusell Crowe). No pasa nada, la buena relación es fructífera para ambos hasta que llegue el momento en que el alcalde sospeche que su mujer (Catherine Zeta-Jones) lo engaña con otro  y pretende entonces cobrarse la deuda que tenía pendiente. Hasta aquí se puede contar, ya que se trata de uno de esos argumentos que esconden sorpresas en cada curva del camino y que es mejor ir descubriendo poco a poco, aunque tampoco es que sea totalmente imposible adelantarse a algunos giros de guion.
Dirigida por Allen Hughes (que recientemente firmó El libro de Eli), la película desprende realismo en su retrato sobre la corrupción política y policial que puede recordarnos a títulos como Los amos del Brooklyn o Cuestión de honor. Con la sana intención de reflejar la desconfianza actual que hay hacia la clase política actual, la historia navega entra la intriga y el drama con acierto, apoyándose sobre todo en sus intérpretes y en especial en el duelo entre Wahlberg (que parece haberle tomado el pulso a este tipo de personajes) y Crowe.

Tiene la película un punto de aroma clásico que si bien es interesante resulta a la vez relativamente peligroso, pues quizá en caso de compararla con las obras de los ochenta de Scorsese o Coppola sea cuando se muestren sus carencias. Sin embargo, si nos olvidamos de comparaciones  nos dejamos seducir por un argumento por desgracia demasiado actual nos podremos dejar atrapar por la basura que rezuman los ayuntamientos y el descenso a los infiernos del protagonista, un hombre que lucha por ser honrado pese a tenerlo todo en contra.

LA JUNGLA. UN BUEN DÍA PARA MORIR (4d10)

Permitidme empezar diciendo que esta va a ser una crítica breve. Y no porque haya poco para comentar sobre este despropósito de película (que si me caliento quizá no pueda parar) sino porque mi primer sentimiento hacia la misma es la pena. Pena por una saga que agoniza, pena por un gran actor que empieza a tener dificultades para sostener una película por si solo y pena por un director y unos guionistas que nunca deberían haberse dedicado a este oficio.
Veréis, yo soy un gran fan de Jungla de Cristal en general y de Bruce Willis en particular y opino que la primera y tercera partes,  realizadas por el gran John McTiernan son grandes películas,  la secuela de Renny Harlinl no estaba mal e incluso disfruté como un enano con La Jungla 4.0 de Len Wiseman. Pero esta bazofia que nos presentar ahora no hace más que lapidar la herencia recibida y mancillar el espíritu de John McClane.
Vayamos por partes, que nos va a ocupar poco tiempo. El argumento: John va a Moscú (como quien va a la tienda de la esquina) a por el macarra de su hijo (que resulta ser un agente de la CIA tratando de desmontar una trama terrorista) y como no tiene nada mejor que hacer se apunta a ayudarle y juntos salvan el mundo. Los actores: Jai Courtney como el joven McClane tiene el mismo carisma que una suela de zapato vieja, mientras que papá Bruce permanece toda la película fuera de lugar, como si se estuviera preguntando porqué se había metido en ese fregado y soltando chascarrillos forzados sin ninguna gracia. El director: John Moore, no tiene ni idea de lo que hace. Escenas que en el guion debían parecer trepidantes son trasladadas a la pantalla planas y sin emoción.  Hay múltiples destrozos y explosiones pero ni una sola secuencia vibrante. ¿Es que los productores no habían visto Max Payne, ¿por Dios? Los malos: ni están ni se les espera.  Ante la falta de mejores recursos narrativos los guionistas buscan sorprender, pensando quizá que estaban escribiendo un thriller en lugar de una peli de acción. Cuando piensas que el malo es uno, lo matan y ¡Oh, sorpresa! si resulta que el malo de verdad es quien menos te imaginas. Pero entonces muere también y resulta que hay otro malo malísimo que es aún peor y entonces... Entonces llegas al final de la peli y estás esperando aún cual es la gran amenaza. Ya se sabe, todo gran héroe precisa de un gran villano. Y aquí no lo hay.
Un par de detalles: no voy a pedir a una peli de estas características realismo, como no se lo pediría a una de Schwarzenegger, Vin Diesel o Jason Statham, pero si algo de coherencia y verosimilitud. Cosas como que padre e hijo salgan en coche de Moscú detrás de los malos que van por aire y lleguen a la vez a Chernobyl (que está a mil kilómetros!!!) o que los malos usen trajes antirradiacion y ellos paseen por la antigua central nuclear como si estuviesen en un camping de Blanes, o los esfuerzos de los terroristas por conseguir unos códigos que abran unas cámaras de seguridad cuando pueden reventarlo todo y ahí nadie se entera... Todo ello aderezado con bochornosas conversaciones sobre la familia en los momentos mas inoportunos.
En fin, ni acción de la buena, ni humor ni nada de nada.
Lo dicho, una verdadera pena.

martes, 12 de febrero de 2013

MAMÁ (6d10)

En 2008 Andrés Muschietti, con la colaboración de su hermana Bárbara compartiendo créditos en el guion, dirigió un cortometraje de terror titulado Mamá sobre dos niñas que recibían en su casa a un aterrador espíritu al que ellas identificaban como una figura materna. Cuando el realizador y productor Guillermo del Toro lo vio quedó prendado por la angustia y el horror que se transmitía en apenas tres minutos y decidió contactar con Muschietti para proponerle convertir su obra en un largometraje. Y así nació la película Mamá.
Desbordado por la crisis económica Jeffrey llega a tal grado de desesperación que decide que la muerte es la mejor salida a su situación, así que asesina a su esposa en su propio domicilio y se lleva a sus dos niñas a una cabaña abandonada en el bosque donde pondrá fin a sus vidas para luego acabar suicidándose. Pero algo lo espera en aquel siniestro lugar que le impedirá ejecutar a sus niñas, protegiéndolas como solo una madre podría hacer.
Tres años más tarde las niñas son encontradas en un estado lamentable, malnutridas y asalvajadas, pero vivas. Sin otro pariente vivo más que su tío Lucas (hermano gemelo de Jeffrey) y su novia Annabel, las pequeñas son puestas a sus cuidados sin sospechar que algo las acompañará en su regreso a la ciudad.
Este es, a grandes rasgos, el inicio de mamá, una película aterradora donde la calidad interpretativa de dos niñas soporta el peso de toda la película con (pocos) momentos tiernos y (muchas) situaciones de verdadero terror. Dando una vuelta de tuerca a la clásica historia de posesiones demoníacas, la empatía entre las niñas y el espíritu al que consideran una madre otorga un grado de originalidad a la historia de siempre, acompañada de un esfuerzo poco habitual en dotar de personalidad a los personajes, en especial al de Annabel, una mujer independiente y transgresora cuyo futuro inmediato no incluía el plan de convertirse en madre y que deberá aprender no solo a enfrentarse a seres del Más Allá sino –quizá más difícil aún- a la convivencia con dos niñas.
Nikolaj Coster-Waldau continúa su avance lento pero seguro por Hollywood después de despuntar en Juego de Tronos y tener pendiente de estreno Oblivion (donde secundará a Tom Cruise) mientras que el caramelo de la película recae en Jessica Chastain, en un papel completamente diferente (tanto en lo físico como en lo psicológico) al de La noche más oscura y que le permite demostrar lo buena actriz que llega a ser.
Angustiosa y aterradora, la principal pega que se puede poner a la película es la sensación (como suele suceder con todas las historias que se adaptan a partir de un cortometraje) de que se alarga demasiado el tema, que una idea que es brillante para un corto resulta aquí estirada como un chicle, llegando a resultar en algunos momentos cansina y debiendo recurrir a tópicos que estropean el conjunto para rellenar tiempo.
Pese a todo, la historia mete mucho miedo y la aparición final del espíritu (que inquietante es Javier Botet, que ya nos aterrorizó como la niña Medeiros en la trilogía de Rec) es espectacular, pudiendo haberse creado un nuevo icono del terror a la altura de Jason o Freedy.

En pocas palabras, para cagarse…

domingo, 10 de febrero de 2013

GANSGTER SQUAD. BRIGADA DE ÉLITE (6d10)

Sucede con esta película algo parecido a lo que comentaba sobre el hype sobre Looper, que en ocasiones unas expectativas demasiado altas estropean la película. Me ocurrió a mí con aquella y parece haberle sucedido a la mayoría de la crítica internacional con esta. Y es que a priori Gangster Squad lo tenía todo para ser un producto sumamente apetecible: su director, Ruben Fleischer, ya había demostrado que sabía manejarse bien en la estupenda Bienvenidos a Zombieland (aunque flojeó un poco en 30 minutos o menos, su segunda colaboración con Eisenberg), mientras que el reparto no podía calificarse de otra manera que alucinante. Si a esto le añadimos el tiempo que hace que no tenemos una buena peli de gangsters clásica (sí, hace algunos veranos tuvimos  Enemigos Públicos, pero a mí me aburrió soberanamente) y el argumento de esta, inspirada en hechos y personajes reales, recordaba a la brillante Los intocables de Eliot Ness, con Bryan de Palma posiblemente en su mejor momento.
Pero claro, antes de entrar en la sala de cine la película ya tenía su primera batalla perdida, ya que si había que compararla con esa obra maestra de 1987 era evidente que poco tenía que hacer, aunque el propio Fleischer parece consciente de eso mismo, incluyendo así algún pequeño homenaje en su película como el tiroteo final frente a unas enormes escaleras (aquí no hay ningún coche de bebé bajando a cámara lenta, no ha llegado a tanto). Además, el film contóa con otro problema debido a las dificultades durante el rodaje y a la necesidad de rodar algunas escenas adicionales y eliminar metraje ya filmado (por lo visto había un tiroteo en un cine bastante crucial para el desarrollo del film que se suprimió por su semejanza a la masacre que se produjo por esas fechas en el estreno de The Dark Knight Rises).
Pero… ¿y si contemplamos la película como si no conociéramos la existencia de la obra de De Palma u otras similares y nos limitáramos a disfrutarla como lo que es, una obra independiente que narra unos sucesos acontecidos durante la época post II Guerra Mundial en Los Ángeles, una ciudad suficientemente alejada de Chicago como para poder albergar sus propias bandas mafiosas. Y en esas está  Mickey Cohen (Sean Penn, dando rienda suelta a todo su histrionismo), que quiere hacerse con el poder de la ciudad y que para ello le bastará (o eso cree) con tener las simpatías de jueces, policías y demás obstáculos). Pero John O’Mara (Josh Brolin) es un sargento de policía honrado y decente que no ha encontrado aún su lugar en el mundo desde que regresó de la guerra y al que la oportunidad que le brinda el capitán Parker (Nick Nolte) de crear una brigada al margen del departamento dedicado en exclusiva a destruir el imperio de Cohen le permitirá retomar su camino y encontrarse a sí mismo. Junto a él tendrá a Jerry Wooters (Ryan Gosling, uno de los actores del momento), Max Kennard (Robert Patrick, inolvidable T-1000 de Terminator 2), Navidad Ramírez (Michael Peña), Coleman Harris (Anthony Mackie) y Conwell Keeler (Giovanni Ribisi). Y, por supuesto, en una película así no podía faltar la femme fatale, una sorprendente Emma Stone que consigue dar el pego y trasladarnos a los turbulentos años cincuenta con mucha más convicción que cuando la vimos hace escasos meses como la compañera de Spiderman.
Salvo alguna escena concreta donde las calles se me antojan un poco de cartón piedra, el resultado me parece espectacular, con una buena ambientación de la época, tiroteos por doquier y una magnífica persecución en coche donde Fleischer demuestra que sabe lo que se hace. Quizá la historia sea un poco plana, con buenos muy buenos y malos muy malos, y se eche en falta una ligera escala de grises (siempre se está esperando que alguien traicione a los suyos), pero para saber si esto es un error de guion o no debería tener  unos conocimientos de los sucesos reales de los que carezco. Y es que siempre puede suponer un hándicap tratar una historia auténtica, pues la vida real no siempre es tan cinematográfica como nos gustaría.
Con todo, la película me ha entusiasmado, dejándome embrujar por esa colorida ciudad de salas de baile y apuestas ilegales, sombreros de ala ancha y cigarrillos en la cama, donde la corrupción campa a sus anchas y solo un puñado de héroes se atreverá a hacer lo correcto. Aunque pueda poner en juego sus vidas y la de sus familias.

Y a quien no le haya gustado la película que venga y me lo diga en persona. Quizá esta noche duerma en el río, con unos zapatos de cemento…

martes, 5 de febrero de 2013

EL ÚLTIMO DESAFÍO (8d10)

Hace ya algún tiempo que se nota que vuelven los ochenta. Regresan grupos musicales míticos, se vuelven a vestir ropas que dábamos por muertas, se estrenan remakes de películas que eran carne de videoclub... Así que ahora les toca a los actores hacer acto de presencia. Cuando Schwarzenegger terminó su periplo político y anunció que volvía al cine todos los que estamos en la línea de la cuarentena (lustro arriba, lustro abajo) aplaudimos a rabiar, pues en su campo era sin duda el mejor y algunas de sus obras merecen pasar a la historia del cine, caso de Terminator, Depredador o Desafío total. Por si fuera poco, los remakes o secuelas que se han hecho sin su presencia (Conan con Jason Momoa, Desafío total con Colin Farrell o Terminator Salvation con Sam Worthington) han ayudado a agrandar aún más su fama. Tras los cameos en Los Mercenarios 1 y 2 (verdadero homenaje a esos grandes e hipermusculados iconos ochenteros) Arnie regresa como protagonista, y eso, por sí solo, ya es todo un acontecimiento. Con lo que no contábamos nadie (ni el propio Schwarzie, me imagino) es con que los cuarentones no llenamos las salas de cine, y para los chavales de quince a veinte años el austríaco no es absolutamente nadie. Así,  El último desafío,  pese a sus esfuerzos de marketing (curioso como en América el actor compartía cartel con Johnny Knoxville, famoso entre los jovenzuelos pos sus bobadas en Jackass, en muchos países de Europa destacaban más a Forest Whitaker, actor de prestigio con Oscar incluido,  y aquí en España Schwarzenegger copaba toda la atención de la publicidad, aunque quizá habría valido la pena destacar un poco también a Eduardo Noriega), será recordada como el mayor fracaso de taquilla de Arnie, por más que estoy convencido que cuando llegue al mercado doméstico otro gallo cantará,  como pasó con otro producto con regusto a los ochenta como la más que correcta Dreed.
Y lo cierto es que El último desafío es una muy buena película. No una obra maestra pero sí una producción muy recomendable que se disfruta de principio a fin y con grandes dosis de acción y humor repartidas con inteligencia. Además, el reparto coral evita la posibilidad de empacho austriaco (como sucede en ocasiones con películas de Tom Cruise), que hay que reconocer que los años pasan para todos incluso para Terminator.
Dirigida por Kim Jee-Woon, realizador coreano que aterriza en Hollywood suavizando algo los rasgos más característicos de su cine pero filmando escenas de acción con maestría y sin permitir que el ritmo se le escape de las manos, la película cuenta la historia de un veterano sheriff retirado voluntariamente a un tranquilo pueblo fronterizo donde nunca pasa nada, que resulta ser un punto estratégico fundamental para los planes de huida de Gabriel Cortez. Unos planes, por cierto, calculados hasta el último detalle y cubriendo cualquier eventualidad, no dejando nada al azar. Nada, excepto claro está, la intromisión de un sheriff veterano y cabezota.
Pese a la edad volvemos a tener al mejor Schwarzenegger, con ese estilo suyo tan personal y su sentido del humor y la ironía que lo caracterizó, pero consciente además de sus limitaciones, con diversas alusiones a su edad y bastante autoparodia. En pos de proteger al pueblo que lo ha adoptado forma un curioso grupito entre ayudantes y voluntarios formando, volviendo a las referencias de los 80, una versión/homenaje al Equipo-A. Veamos, repasemos: tenemos al jefe (el gran Arnie), al guapo (Rodrigo Santoro), el loco (Johnny Knoxville), la chica (Jaimie Alexander, la Sif de Thor) y como variante étnica, el cambio de un negro Baracus por un mexicano (Luis Guzmán,  ese actor cuya gigantesca estatua de bronce corona la universidad comunitaria de Greendale).
Brilla además con buena nota la presencia española de Eduardo Noriega, haciendo una vez más de villano, con el punto de locura y cinismo adecuado, encarnando a la perfección a esa gran amenaza que todos temen.

En resumen, gran retorno del héroe al mundo del cine en un espectáculo de puro disfrute. Si conseguirá meterse de nuevo al público en el bolsillo solo el tiempo lo dirá.