domingo, 30 de junio de 2019

MUÑECO DIABÓLICO

Después de un montón de secuelas y una serie en proyecto, Muñeco diabólico regresa en forma de remake para tratar de dar un nuevo lustro a la historia del juguete asesino que en su anterior encarnación llegó a tener novia e incluso un hijo.
La pena es que esta película, pese a sus buenas críticas, está condenada al fracaso. Y es que es difícil que un producto que nació de la gloriosa serie B de los ochenta, carne de videoclub, sea una apuesta de garantías en una taquilla donde el terror parece ser exclusividad de los Blum o Wan de turno, aunque siendo tan reducido su presupuesto, las esperanzas de que recaude lo suficiente para dar pie a una secuela están más que justificadas.
Don Mancini, mente detrás de las ocho películas de la saga y de la serie que está en camino, no quiso saber nada de esta nueva película, renegando incluso de ella, lo que no parecía presagiar nada nuevo. Sin embargo, el guionista Tyler Burton Smith, pese a contar con un argumento ligeramente plano y previsible, logra darle una vuelta de tuerca al personaje consiguiendo aunar nostalgia y modernidad con una maestría impropia de la mayoría de productos de ínfulas ochenteras que nos llegan tan a menudo.
En esta nueva versión, no hay nada satánico en el origen de Chucky (con lo que no tiene ya ningún sentido la traducción al español del título original, pero ¿a quién le importa?), sino que todo se basa en la tecnología, sirviendo la película como aviso sobre el peligro que la domotización de nuestros hogares, con SiriAlexa o Google Home como principales damnificados, al más puro estilo Black Mirrow, pero sin que ello signifique que todo se base en la moralina barata de “internet es el mal”, pues al final -y este es otro gran acierto- es el factor humano el que determina la tragedia de todo lo que está por suceder.
Lars Klevberg consigue esto sin renunciar a las referencias de la época en que la historia original se gestó. Por ello, entre múltiples referencias a obras míticas (o no) como La matanza de Texas 2 o RoboCop (solo ver el logotipo de Orion al comienzo de la película ya produce un agradable estremecimiento), Muñeco diabólico consigue ser una mezcla perfecta entre el humor más gamberro y desmadrado con una generosa dosis de sangre tan excesiva como necesaria. Es esta mezcla de gore y diversión, sin dejar de lado el aspecto más humano de los personajes (ahí funciona muy bien Aubrey Plaza encabezando las dificultades de ser madre soltera), es lo que mejor define a esta película, y también, me temo, lo que más la distancie de un público adolescente (se supone que el target al que debería ir dirigida) que seguramente no conecten con este humor tan radical y echen de menos los sustos idiotas de productos tan tristemente representativos del cine de terror, vacío e insustancial, de hoy como La monjaLa llorona y sandeces así).
En fin, una estupenda traslación del espíritu de los ochenta sin dejar de lado una inteligente actualización, entrañable y sádica a la vez, que es una gozada de esas que en festivales como Sitges habría provocado aplausos cada cinco minutos.


Valoración: Siete sobre diez.

TAU

Después de haber visto la curiosa I am mother, se me ocurrió buscar en esa especie de cajón de sastre que es Netflix en busca de algún producto similar y me encontré con Tau, una película a la que seguí la pista en su momento pero que terminó cayendo en el olvido en mi interminable lista de favoritos.
No es Tau una película especialmente original, pues la reflexión sobre el uso de la inteligencia artificial que contiene evoca inevitablemente al Hal de 2001, Odisea en el espacio, mientras que el encierro de la protagonista recuerda también al que sufría Domhnall Gleeson en la estimulante Ex_machina
Sin embargo, tras un comienzo interesante donde se nos presentan las habilidades de la protagonista, correcta Maika Monroe, para ganarse la vida antes de ser secuestrada y sometida a un extraño experimento. Es a partir de entonces cuando, viendo los esfuerzos por conseguir un toque visual impactante e hipnótico, da la sensación de que el director Federico d’Alessandro, responsable del departamento artístico de un buen puñado de películas del MCU pero que debuta aquí como director, parece más interesado en la puesta en escena que en la propia historia.
Al final, todo termina por recaer en lo previsible. Un malo muy malo con aspecto de científico loco cuyas motivaciones nunca son bien explicadas (y tampoco es que el trabajo de Ed Skrein ayude demasiado), una casa inteligente regida por una IA llamada Tau y unas conversaciones bastante planas entre la protagonista y la IA acerca de lo que significa la humanidad y que despierta la curiosidad en el ordenador hasta el punto de ser capaz de traicionar a su propia programación.
Cierto es que, hacia el final, la película intenta remontar gracias al elemento de intriga y la mínima espectacularidad que su reducido presupuesto le permite (ahí se explican algunas deficiencias como un androide bélico excesivamente digital), pero aunque la simpatía que la Monroe pueda despertar en el espectador hacen que uno se interese por ver cómo consigue salir de la situación, lo cierto es que el aburrimiento se ha extendido por la mayoría del metraje, provocando que el resultado final termine siendo decepcionante.
Demasiados peros para un film que busca tener un pinto de trascendencia y no consigue pasar del entretenimiento más simple y limitado.

Valoración: Cinco sobre diez.

LA INFLUENCIA

Existen diversas maneras de enfocar una crítica hacia una película de género, más cuando hablamos de un cine español tan dado a este estilo de films en las últimas décadas. Por un lado, podemos pedirla a la película los suficientes sustos, ambientación insana y giros de guion como para mantenerse durante toda la proyección con un mal rollo en el cuerpo bastante incómodo, objetivo que hay que reconocer que La Influencia cumple.
Sin embargo, también es de rigor exigir un poco de coherencia interna, una verosimilitud que permita empatizar con los protagonistas y ponerse en su piel, sufriendo cuando ellos sufren, aparte de desear un puntito de originalidad que la diferencie de sus referentes claros como es el cine de los inicios de Amenabar, Bayona o Balagueró.
Denis Rovira debuta como director con la adaptación de un relato de Ramsey Campbell, precisamente autor del texto que inspiró a Jaume Balagueró para su ópera prima Los sin nombre, un heredero del estilo de Lovecraft cuya base argumental no termina de estar bien aprovechada en la película de Rovira.
Alicia regresa al caserón de su infancia después de muchos años, acompañada de su marido y su hija, para ayudar a su hermana Sara a hacerse cargo de la madre en coma. Una vez allí, los recuerdos de un pasado traumático y una presencia fantasmal alrededor de esa madre moribunda que afectará a la pequeña dará pie a una pesadilla que deambula entre el drama familiar y el terror gótico sin terminar de atinar en ninguno de los dos campos.
El problema principal de la película es que, aspirando a ser sorprendente y enigmática, provoca una serie de situaciones irrisorias, imposibles de creer, en gran medida por culpa de unos personajes que actúan de manera ilógica en función a las exigencias del guion. Así, pese a contar con un muy buen elenco (Maggie Civantos y Manuela Vallés son las hermanas, Alain Hernández el marido y Emma Suárez la madre), los personajes no están suficientemente bien desarrollados como para poder comulgar con ellos, mientras que el desenlace, posiblemente efectivo en el terreno literario, me resulta ridículo a la par que confuso.
Debo reconocer que, entre susto y susto (abusando, una vez más, de los golpes de música), la película me resultó aburrida, no legando a sentir lástima en ningún momento por las penurias de los protagonistas y llegando a desconectar en algunos momentos lo suficiente como para no terminar de entender del todo lo que Rovira nos pretendía contar. Por ello, pese a una buena ambientación y el acongoje que por momentos provoca, me veo forzado a terminar por suspender una película que, con solo un poco más de mimo en el guion, habría podido llegar al aprobado justito.
Esta es una prueba más, me temo, de que el género de terror que tan malos ratos nos ha hecho pasar en este país, está cada vez más anquilosado, recurriendo una y otra vez a elementos comunes y tópicos demasiado previsibles para conseguir estimular nuestra imaginación.


Valoración: Cuatro sobre diez.

domingo, 23 de junio de 2019

CRIMINALES EN EL MAR

Parece ser que el binomio formado por Adam Sandler y Netflix va para largo, y en vista de los buenos resultados cosechados no es de extrañar. Su última película juntos, Criminales en el mar, ha batido récords de descargas en su primer fin de semana y es ya un título referente entro de la plataforma de streaming.
Ya sabéis que no soy especialmente defensor del humor de Sandler, habitualmente zafio y chabacano, pero debo reconocer que en esta película está mucho más comedido que de costumbre, adoptando un tono blanco y sutil que sin duda decepcionara a los fans de su faceta más gamberra pero que permite conectar con un público mucho más amplio (polémicas nacionalistas aparte que no voy a tratar aquí por lo ridículas que me parecen).
Como evidente homenaje a las historias detectivescas de Agatha Christie, Criminales en el mar sitúa a un matrimonio americano de clase media y plena crisis existencial (que ni ellos mismos han sabido identificar) en medio de un yate de lujo paseando por el Mediterráneo donde se está orquestando una gran tragedia familiar entre un millonario y sus ricos herederos. Como ya sabe bien el aficionado a este tipo de historias, untar a gente adinerada alrededor de un testamento no suele ser buena idea y alguien va a morir, dejando al resto como firmes sospechosos, incluyendo a ese matrimonio tan fuera de lugar que harán las veces de investigadores (versión torpe de Poirot o Marple) como de principales sospechosos.
Al final todo deriva en un batiburrillo de situaciones bastante bien llevadas, un juego del Cluedo que rememora el Asesinato en el Orient Express (homenaje final incluido) y donde no pueden faltar un montón de figuras de renombre apoyando a Sandler, que aquí no es tanto el centro de atención como en otras ocasiones y reparte contino los focos, en especial quien ya fuera su pareja ficticia en Sígueme el rollo, una Jennifer Aniston que estaba perdiendo ya parte de su magia como reina de la comedia americana. Junto a ellos, grandes actores que parecen pasárselo aquí realmente bien, como Luke Evans, Gemma Arterton, Dany Boon o Terence Stamp, demostrando que, pese a hablar de una comedieta de Netflix, estamos ante un producto bien trabajado. Ya su director, Kyle Newacheck, había destacado en ¡Game over, tío!, la música es de Rupert Gregson-Williams, habitual del cine de Sandler, pero también autor de las composiciones de AquamanWonder Woman o Hasta el último hombre, y el guionista es nada más ni nada menos que James Vanderbilt, autor del libreto de ZodiacThe amazing Spiderman o La Verdad, su interesante debut como director.
En fin, que estamos ante una comedia de situación con muchos enredos, paisajes de postal, lujos envidiables y tontadas varias que se entremezclan con diálogos inteligentes y logra que la mezcla entre el absurdo y la efectividad brille, permitiendo que el invento funcione y se consiga un estimable entretenimiento al que tampoco hay que pedirle demasiado.
Cine de evasión cumplidor y ameno y apto para ver en familia. ¿Para qué pedir más?


Valoración: Seis sobre diez.

sábado, 22 de junio de 2019

GODZILLA. REY DE LOS MONSTRUOS

Una regla básica al hacer la secuela de un blockbuster es que esta tiene que superar con creces a la película anterior. En el caso de Godzilla, rey de los monstruos esta norma se cumple con creces, pues si el Godzilla de Gareth Edwards era bastante aburrida, esta secuela resulta literalmente insoportable.
Sí, hay muchos más monstruos, y más acción. Pero, como parece marca registrada en Warner, es una acción oscura, de esas en las que cuesta ver lo que está pasando. Tras las críticas que tuvo el film de Edwards por lo poco que se veía al monstruo protagonista, aquí el lagarto de marras luce bastante más (aunque en metraje mucho menos de lo que cabría esperar), pero como deberían haber aprendido del cine de Zack Snyder (y el prólogo de esta película es casi un calco de Liga de la Justicia), mucha destrucción no siempre es sinónimo de mucho espectáculo.
Resulta evidente que no soy muy partidario del anterior Godzilla, aunque sí pude rendirme ante el poderío visual de Edwards (poderío confirmado posteriormente con Rogue One), pero con Michael Dougherty (realizador de productos simpáticos pero muy menores como Krampus Truco o trato, comedias de terror que nada tienen que ver con una superproducción como esta) se da un paso atrás, siendo la música de Bear McCreary lo único destacable de esta secuela.
Y es que pese a que el realizador ha demostrado ser competente en sus trabajos anteriores y el reparto vuelve a ser bastante estelar (tanto como desaprovechado), de poco vale cuando el guion es tan ridículamente malo como este. De nuevo la propuesta de Warner/Legendary comete el mismo error de su antecesora de minimizar la faceta humana, con personajes arquetípicos que, aunque ocupan mucho tiempo en pantalla, no tienen apenas nada interesante que decir. Además, las situaciones son ridículas, y cada vez que parece que un protagonista hace algo que no puede ser más torpe, la escena siguiente te demuestra que no hay límites para la sandez.
Todo ello hace que, pese a estar hablando de una película con monstruos gigantes pegándose de leches entre ellos (unos supuestamente “amistosos”, como si los millones de muertos que deben causar no contasen), el resultado final sea totalmente insatisfactorio. Tal y como está aquí planteado es totalmente absurdo el concepto de un Godzilla protector de la humanidad, y se nota demasiado que todo es, en realidad, una mera excusa para allanar el camino de cara a la cuarta entrega de la saga (recuerden que entre ambas Godzilla se sitúa Kong, la Isla Calavera, ligeramente mencionada aquí), esa Godzilla Vs. Kong que verá a la luz sólo porque ya está en producción, pues los discretos resultados en taquilla de Godzilla: el rey de los monstruos invita a pensar que esto del Universo Compartido de Monstruos es más un capricho de Warner en su intento de clonar el éxito de Marvel (ya que el Universo de DC parece haber caído en el olvido y del Dark Universe de la Universal mejor ni hablar) que no por una demanda del público.
Imagínense lo torpe que el guion que, para ahorrar sufrimientos, el propio título (y por una vez no es culpa de la traducción española) anuncia ya como va a terminar el film. Ver para creer…

Valoración: Cuatro sobre diez.

TOY STORY 4

Si fuese la primera vez que nos enfrentásemos a una película de Toy Story, no se podrían poner muchas pegas a una película que visualmente en asombrosa y cuya historia resulta divertida, emocionante y emotiva a partes iguales. El problema es que no se trata de una simple película, sino de la continuación de la que probablemente sea una de las trilogías más redondas de la historia del cine, un conjunto de películas que rozaba la perfección sin altibajos ni imposturas y cuya conclusión era un broche de oro a la historia de Woody y Buzz, así como de Andy, que no precisaba de más añadidos.
Es por ello que, a priori, parecía una mala idea realizar esta Toy Story 4, y aunque para nada resulta ser una película fallida ni desmerece a la saga a la que pertenece, sí es cierto que parte de la magia se ha perdido en el camino, y mientras que en su aspecto visual (muy notable el debut de Josh Cooley tras las cámaras) es inmejorable, es en su guion donde se pueden encontrar las principales flaquezas.
Por un lado, porque la sensación de que los juguetes son un equipo compacto y unido se desvanece al centrar el protagonismo básicamente en Woody, que -junto a su relación con Forky, el recién llegado a la pandilla- es el que canaliza todo el peso argumental, en detrimento sobre todo de Buzz, que aquí es simple reclamo cómico, desmereciendo en parte su personalidad. Por otro, porque el argumento parece más una aventurilla aislada, como si fuese un episodio rutinario en lugar de una gran final de saga.
Por eso, junto a grandes hallazgos en cuestión de personajes (Forky es de lo más divertido que ha pasado por la franquicia) y reencuentros emotivos (el regreso de Bo Peep), la emoción aparece en momentos muy puntuales con cierta artificiosidad, de manera forzada. Eso sí, la despedida, no ya de los juguetes sino de la historia personal de Woody, sí logra ser coherente y tierna, sin alcanzar nunca las cotas de Toy Story 3 pero sin que se le puedan poner tampoco demasiadas pegas.
En resumen, Toy Story 4 está por debajo de las tres anteriores, pero sigue siendo una gran película, quizá más un colofón a un final ya anunciado que otra cosa, y que demuestra, ahora sí, que una hipotética Toy Story 5 seria un grave error.


Valoración: Siete sobre diez.

viernes, 21 de junio de 2019

I AM MOTHER

De nacionalidad australiana, a merced de un batiburrillo de pequeñas y desconocidas productoras locales, I am mother es la última película que nos descubre Netflix, empeñada en ampliar hasta el infinito su catálogo con títulos de todo tipo de género y público objetivo.

En este caso, el film se mueve dentro de la ciencia ficción más intimista, llegando a recordar en estilo a Moon o (salvando las distancias por su diferencia presupuestaria) Passengers. Tras un desastre apocalíptico creado, al parecer, por las máquinas, una joven y su madre cibernética viven en soledad en el interior de una protegida base junto a una gran cantidad de embriones fecundados en espera a que sea el momento de ampliar la población humana. Pero la llegada de una mujer del exterior hará que todo cambie para la joven hija.
Dirigida por Grant Sputore sobre un guion de Michael Lloyd Green, ambos debutantes, I am mother cumple a la perfección como alegoría distópica, invitando a reflexionar sobre la soledad, el amor maternal y la naturaleza humana. El peaje a pagar por ello es, inevitablemente, un ritmo algo lento pero que no alcanza a aburrir, aunque quizá un recorte de metraje la habría beneficiado. Estamos ante una película de tan solo dos actores protagonistas de carne y hueso (aunque a la Madre del título la pone voz Rose Byrne, que no es moco de pavo), y aunque el realizador consigue que nunca se le escape la historia de las manos, rozando la obviedad en alguna ocasión pero sin reincidir en exceso en ello, y la participación de Hilary Swank es efectiva, la gran apuesta de la película es la desconocida Clara Rugaard, en quien recae todo el peso del film, no solo por ser quien mueve la acción sino por los cambios de registro que debe resistir su personaje, y es el gran trabajo de la joven lo que consigue que la película se imponga ante los pequeños defectos que se le podrían achacar.
I am mother no llega a ser una gran película, pero tiene esos alicientes propios de la ciencia ficción independiente que consigue conectar con el espectador y facilita que este empatice con la protagonista, con lo cual tiene ya de por sí ganadas mis simpatías.

Valoración: Siete sobre diez.

KIN

Kin, el debut de Jonathan y Josh Baker como directores de largometraje, adaptando su corto Bag man, es una extraña mezcla de géneros con aroma ochentero que recuerda, en estilo y estética, al cine de la Amblin aunque sin llegar a recuperar ese espíritu del todo.
Lo mejor que se puede decir de la película, que cuenta con el aliciente adicional de tener a varios secundarios de renombre, como James Franco, Carrie Coon, Dennis Quaid, Zoë Kravitz o Michael B. Jordan, es que no aburre en ningún momento, ya que pese a resultar un poco alargada, consigue mantener el interés sin caer en el infantilismo propio de otros títulos que aspiran a rememorar esa década dorada del cine juvenil.
Por otro lado, la mezcla de géneros resulta un tanto extraña. Parece, a simple vista, que estamos ante un drama intimista sobre dos hermanos (uno de ellos adoptado) que emprenden una huida hacia delante tras el pasado turbio y lleno de secretos del mayor de ellos, lo que dará a que sean capaces de comunicarse y aprender a conocerse por primera vez lejos del severo control paterno. Pero si decimos que ello va acompañado por la existencia de un arma extraterrestre, unos mafiosillos del tres al cuarto que harán todo lo posible por atraparlos y unos extraterrestres con intenciones poco claras, la cosa se torna muy confusa.
Con ello, los Baker consiguen que el ritmo sea el adecuado, alternando bien la parte más dramática con la acción, sacando buen partido de sus actores (Franco con la rienda suelta que más le gusta) y con Jack Reynor y el debutante Myles Truitt aguantando bien la función.
Es una lástima que al final la historia se pierda en giros algo absurdos, estropeándose en su final. Eso se ha traducido en un fracaso total en taquilla (se ha estrenado con un año de retraso con respecto a Estados Unidos y casi de tapadillo), lo que provoca que la escena final que invita a pensar que sus autores tenían una secuela en mente vaya a quedar en agua de borrajas.
Película aceptable, en fin, que sin demasiado esfuerzo se deja ver con agrado al evitar el humor simplón propio del cine más juvenil al que aspira a imitar.


Valoración: Seis sobre diez.

miércoles, 19 de junio de 2019

X-MEN: FÉNIX OSCURA

En el año 2000 el por aquel entonces prometedor director Bryan Singer demostró que las películas de superhéroes no eran una exclusividad de Batman y Superman, y con su buen hacer con X-men sentó las bases de lo que hoy en día (con el mega éxito que fue el Spider-man de Raimi meses después) es esta máquina de fabricar dinero que tan bien se le da a la Marvel, casi un chiste cinematográfico por aquel entonces. Tras dirigir cuatro películas de la saga, Singer se despidió de los mutantes en X-men: Apocalipsis, lo que yo en aquel entonces auguré como una nueva noticia, pues parecía evidente que la franquicia necesitaba sangre fresca después de que ya la revitalizara, en el 2011, Matthew Vaughn con la excelente Primera generación (sin duda la mejor de la saga junto a X-men 2). El trabajo ha recaído en Simon Kinberg, gran conocedor de la casa, pues es el firmante de cuatro películas de los X-men pero todo un novato ante las cámaras. La apuesta parecía más o menos segura, pero el resultado ha sido un tremendo fracaso.
Lo peor de X-men: Fénix Oscura no es lo mala que es, sino las posibilidades que esconde bajo esa capa de superficialidad que la entorpece. Junto a escenas de acción torpes hay momentos brillantes y junto al conflicto de intereses aburrido y monótono entre mutantes se esconden interesantes reflexiones sobre el uso y abuso del poder. El principal problema, aparte del evidente cansancio que los propios X-men provocan ya entre el público, es que todo suena como si ya nos lo hubiesen contado. De hecho, la base argumental de Fénix Oscura es la misma de X-men: La decisión final, la injustamente odiada película de Bred Ratner, a la que esta hace buena. El tema de cómo manejar un poder casi celestial tiene ciertas reminiscencias al Thanos de Infinity War y los poderes de Fénix Oscuro recuerdan tanto a la Capitana Marvel que incluso tuvieron que rodar un nuevo final para evitar comparaciones odiosas.
Cierto es que la película ha estado plagada de problemas durante su rodaje, lo que se puede comprobar con la desgana de los propios protagonistas, donde James McAvoy y Michael Fassbender son, como cabría esperar, de lo mejorcito de la función aún trabajando con el piloto automático mientras que estrellas de la talla de Jennifer Lawrence o Jessica Chastain no podrían estar más desaprovechadas. No voy a decir nada de la protagonista, Sophie Turner, porque sus limitaciones interpretativas ya estaban fuera de toda duda en la propia Juego de Tronos, y su salto al cine es tan fallido como lo fue el de Emilia Clarke (ella sola ha estado a punto de cargarse de un plumazo las franquicias de Terminator Star Wars), mientras que poco se espera de los buenos resultados que vaya a tener “su hermana” Maisie Williams si es que alguna vez se llegan a estrenar Los Nuevos Mutantes.
Puede que el hecho de que la sombra de la compra de Fox por parte de Disney hubiese estado sobrevolando los despachos todo el tiempo que duró la filmación, creara tiranteces e incomodidades, pero es una pena que no se aprovechara la coyuntura de tener casi la certeza de que esta iba a ser la última película de la saga (al menos en esta línea temporal) para tener una despedida por todo lo alto, como sí lo pudo hacer Logan. Ahora, tras siete películas de los X-men, tres de Lobezno y dos de Deadpool (dejo en la recámara la de Los Nuevos Mutantes), esta debería haber sido el Endgame de los mutantes, y aunque en algunos momentos parece querer jugar a eso (hay incluso un amago de Civil War x), se queda corta en todos los sentidos. Parece claro que la saga de Fénix oscura se habría tenido que ir preparando con más calma, y que los personajes, bien por estar mal escritos o por culpa de sus intérpretes, no han conseguido calar en el fandom (quitando del trío Xavier/Magneto/Mística) tanto como los de la primera trilogía.
Y no es que en el fondo no haya momentos de entretenimiento, que como simple pasatiempo palomitero incluso puede tener su pase, que tampoco es que estemos hablando de algo tan horrible como Los 4 Fantásticos de Trank, pero sería abusando del conformismo del aficionado y mancillando todo lo conseguido hasta ahora.
Esta es una despedida triste. Pero no triste por el drama que contiene (la épica brilla por su ausencia y las muertes apenas llegan a doler), sino porque van a cerrar la franquicia en lo más bajo de su historia, cosechando unas pérdidas importantes y cerrando toda puerta posible para su incorporación en el MCU (y lo fácil que habría sido ahora que se puede jugar con el multiverso).
Los X-men volverán, eso está claro, pero serán otros X-men y con otros actores. Y esta vez, a Dios gracias, bajo la batuta de Marvel. Esperemos que esta vez sean los definitivos…

Valoración: Cinco sobre diez.

lunes, 17 de junio de 2019

MEN IN BLACK INTERNATIONAL

En 1997, de la mano de un Barry Sonnefeld en estado de gracia, Will Smith y Tommy Lee Jones dieron vida a una improbable pareja de agentes especiales cuyo origen databa de los comics Malibú en una época en la que aún no estaba tan de moda esto de adaptar todo lo que se ha publicado en un tebeo. Tras una buena (aunque algo inferior) secuela, la saga pareció condenada al olvido hasta que el propio Sonnefeld trató de revitalizarla en el 2012, incluyendo en el equipo a Josh Brolin quizá con la intención de dar un relevo generacional al equipo, pero la cosa pasó con más pena que gloria.
Con Sonnefeld relegado ya a tareas de producción, puesto donde también se mantiene Steven Spielberg, es F. Gary Gray, recién salido de Fast & Furious 8, quien se hace cargo de dar una nueva oportunidad a la franquicia, con un reparto renovado (solo repite de la última entrega Emma Thompson en un rol muy secundario) pero sin perder las señas de identidad.
Con unos efectos visuales muy llamativos e hilarantes, la clave de Men in Black residía, en realidad, en el contraste de caracteres entre Smith y Jones, convirtiéndose en una buddy movie con tintes galácticos. La química entre ellos era evidente, y es esa química la que se ha intentado repetir entre Chris Hemsworth y Tessa Thompson, química de la que ya hicieron gala en Thor Ragnarok (compartían pantalla también en Vengadores: Endgame, pero apenas tenían tiempo de demostrar esa conexión entre tanto drama). El acierto está en haber sabido encontrar las suficientes diferencias para que no sea una simple copia de los roles anteriores, ni convertir esto en una guerra de sexos que sonaría demasiado rancio ya.
Efectiva y muy dinámica, Men in Black International, que con la externización da a la franquicia adopta un aroma a James Bond muy saludable, no es una película memorable, digna de entrar en la historia del cine, pero es que tampoco las anteriores lo eran. Ni lo pretendían tampoco. Se trata de uno de esos pasatiempos veraniegos sin más intención que la de entretener, y hasta ese punto lo consigue sin problemas. Puede que alguno de los pretendidos giros sorpresa sean muy evidentes, o que el recurso cómico que supone la incorporación de un “compañero” de equipo pueda llegar a saturar un poco, pero en su con junto, la película funciona muy bien, tanto desde el punto de vista del humor como de la acción, y todas las piezas del amplio reparto (por ahí andan también Liam Neeson, Rebecca Ferguson y Rafe Spall), pero ninguno de ellos alcanza a hacer sombra a la pareja protagonista, los reyes de la función y sobre quien, a fin de cuentas se sustenta todo el peso del film.


Valoración: Siete sobre diez.

sábado, 15 de junio de 2019

JOHN WICK: PARABELLUM

Después de que en 2014 John Wick se convirtiera en uno de los sleepers del año (ya saben, un éxito que pilló a todos por sorpresa, empezando por una España en la que ni siquiera se llegó a estrenar en cines), la historia de este antihéroe tan expeditivo se ha convertido en una lucrosa franquicia, de la que ya hay anunciada una cuarta entrega, un spin off femenino y una serie de televisión inspirada en The Continental.
Sus dos directores iniciales, Chad Stahelski y David Leitch están en coba de todos y son auténticos referentes en el cine de acción (casi al nivel de los hermano Ruso), siendo el primero el responsable de las dos siguientes entregas de la saga y del futuro remake de Los Inmortales mientras que el segundo demostró que puede volar por su cuenta con Atómica Deadpool 2, estando a los mandos de la inminente Fast & Furious: Hobbs & Shaw, aunque sin duda quien más fortalecido ha salido del éxito de la saga es un renovado Keanu Reeves que tras unos años de ostracismo ha conseguido dar forma a un personaje más icónico todavía que su recordado Neo de Matrix.
Cuando se analiza una película, se tiende a pensar en dos términos básicos, más allá de los gustos de cada uno y cada cual: buenas o malas. Pero luego hay otras, como estas John Wick que están por encima de todo eso. Desde luego, cuando Derek Kolstad, la cuarta pata de la mesa, autor de los guiones de toda la saga y de la próxima encarnación de Hitman, pensó en el libreto de John Wick: Parabellum no estaba pensando en términos de calidad, sino de molancia. Porque sí, lo que verdaderamente importa de John Wick es que todo mole mucho, que se juegue constantemente al más difícil todavía y que se rice el rizo de forma casi irrisoria.
Ya con el final de John Wick: Pacto de Sangre se podía deducir que la suspensión de la incredulidad iba a ser muy exigente para esta tercera entrega. Y es por eso que, si se pretendiera hacer un estudio sesudo y analítico del guion, se encontrarían más agujeros y sinsentidos que en cualquiera de las dos anteriores, un peaje que se debe pagar, sin embargo, para que la película no sea una mera repetición de las anteriores.
Con la habilidad demostrada de Stahelski para las coreografías de lucha, los niveles de espectacularidad se ven notablemente incrementados, añadiéndoles quizá ciertas dosis de humor bastante acertado y consiguiendo ampliar la mitología que gira alrededor del mundo de John Wick.
Con la única pega de una duración algo desmedida (es fácil llegar al combate final algo agotado), siendo algunas de las peleas tan espectaculares que el clímax final puede llegar a saber a poco, la película reincide en ser un auténtico festival de rock’n’roll, algo más violenta y sangrienta, si cabe, que las anteriores, y con algunas incorporaciones muy estimulantes.
Con ese pacto con el diablo que Keanu Reeves parece haber hecho con el diablo para no envejecer, John Wick sigue en plena forma, la originalidad de las peleas sigue superándose (es increíble lo que se puede hacer con un simple libro) y el disfrute está asegurado.
No sé si la película será buena o mala. Quizá sea todo una gran tontería. Pero lo cierto es que la saga no está perdiendo fuelle, mantiene el nivel de diversión de las anteriores y es pura dinamita. Esperemos que con el anunciado Capítulo Cuatro no se estropee el invento…


Valoración: Siete sobre diez.

lunes, 10 de junio de 2019

Análisis: LAS (POSIBLES) NUEVAS LÍNEAS TEMPORALES DEL MCU.

Como muchos de los que me conocen ya sabrán, el tema de los viajes en el tiempo siempre me ha traído especialmente, llegando incluso a escribir sobre ello. En cine, es un tema recurrente, y hay grandes clásicos de la ciencia ficción alrededor de ese tema, ya sea de manera más sesuda (Interstellar), aventurera (La máquina del tiempo), adrenalítica (Terminator), cómica ( Jacuzzi al pasado) o palomitera (Regreso al Futuro).
El ejemplo más reciente lo tenemos en el cine de superhéroes, y ya desde el año pasado, en que se estrenó Vengadores:Infinity war, era un secreto a voces que ese iba a ser el truco utilizado para solventar la papeleta y arrear a Thanos en Vengadores: Endgame. Lo que no teníamos tan claro es la puerta que se estaba abriendo al multiverso (tal y como se veía hace poco en Spiderman: un nuevo Universo) y que el tráiler final de Spiderman: lejos de casa ha terminado por confirmar.
Son muchos los que tienen granes dudas sobre esto de las líneas temporales y los futuros alternativos tan utilizados en los propios comics, por lo que voy a intentar hacer un pequeño resumen de como ha quedado el panorama en el MCU después de Endgame, a falta de que lo que se diga en Spiderman: lejos de casa confirme o contradiga. Evidentemente, si aún no habéis visto Endgame, os aviso de que a continuación vienen muchos spoilers.
Antes de empezar, sin embargo, me gustaría hacer un pequeño resumen de las diferentes teorías sobre viajes en el tiempo para que todo quede más claro:
Siendo muy simplistas, que esto es para hablar de cine, no de ciencia, uno de los problemas de los viajes en el tiempo es la llamada Paradoja del Abuelo. Es esa en la que un viajero del tiempo va al pasado y mata a su propio abuelo, impidiendo el nacimiento de su padre y, por ende, su propia concepción, con lo que imposibilitaría también el viaje que le permite el primer asesinato. Esto hace que se entre en un bucle imposible, como sucede en las películas de Terminator. Es una teoría rechazada en Endgame, por lo que la propuesta de ir a matar al “bebé Thanos”, aparte de ser horrible, es imposible.
Además, está el debate sobre si la línea temporal es rígida o no. En caso de ser rígida, nada que se hiciera en el pasado afectaría al futuro, bien porque el tiempo tiende a corregirse solo o porque, al final, lo que el viajero hace en ese pasado ya estaba destinado a hacerlo inevitablemente. Sin embargo, en el caso de que la línea temporal fuese flexible, sí podría darse pie a cambiar el destino, por llamarlo de alguna manera, ya con mucho esfuerzo, como en la miniserie que adapta la novela de Stephen King 22/11/63, o con relativa facilidad, dando pie al conocido como Efecto mariposa. En tal caso, cualquier cambio, por mínimo o insignificante que parezca, afectaría inevitablemente al futuro.
Para evitar estos conflictos, existe otra teoría que, a día de hoy (dentro de las discrepancias entre los físicos sobre si existe realmente la posibilidad de viajar en el tiempo) la más aceptada, de que cualquier cambio en el pasado lo que provocaría es la creación de una nueva línea temporal, sin que ese cambio afectara a la nuestra propia. Esto es lo que utilizan los guionistas para Endgame y que tan bien explicado está por La Anciana en su reunión con Banner/Hulk.
Simplificando: que si los Vengadores van al pasado y matan a Thanos con ello no evitarían el chasquido de Infinity War, simplemente habrían creado una nueva línea temporal donde Thanos no habría conseguido reunir nunca las seis gemas.
Aclarado esto, vamos a ver cómo ha quedado el multiverso del MCU tras los viajes de Endgame.
Suponiendo, y no hay motivos para creer lo contrario, que el Capi haya cumplido con su misión de devolver cada gema al momento exacto en que las recolectaron, la del Tiempo, que es la que más preocupaba a La Anciana, está de nuevo en su poder, así que por este lado no hay problema alguno. Lo mismo sucede con la de la Realidad, que debe retornar a Asgard junto con el martillo de Thor (o de lo contrario crearía una realidad en la que Thor pierde su preciada arma antes incluso de la aparición de Hela. La gema de la Mente, que él mismo consigue en Nueva York, es otro trabajo fácil y tampoco tendría por qué haber ninguna complicación con la gema del Alma, aunque desconozcamos si es tan sencillo devolverla a Vormir y cuál fue la reacción del Capi al encontrarse con Cráneo Rojo.
Con las dos restantes es donde comienzan los acertijos:
Respecto a la gema del Espacio, es el equipo del propio Rogers, junto a Iron man y Ant Man, quienes deben obtenerla del Nueva York de 2012, pero no solo fracasan, sino que Loki, justo después de la batalla vista en Los Vengadores, logra huir con ella. Más tarde, el Capi y Stark logran retroceder hasta 1970 y hacerse allí con la gema (que por aquel entonces estaba oculta bajo la forma del Teseractor), pero como se supone que al final de la película la devuelve a su sitio, manteniendo esa línea temporal intacta, eso implica que el robo de Loki no se llegue a evitar. Así, mientras en la línea temporal en la que transcurre Endgame Loki está muerto (a manos de Thanos, visto en Infinity War), se crea una línea temporal nueva en la que sigue vivo. Y no solo eso, sino que lo hace siendo aún malvado (mucho le queda por recorrer para conseguir -si lo hace redimirse) y con una gema del Infinito en su poder. ¿Posible hilo argumental para su propia serie? Veremos…
La última gema es la del Poder. Técnicamente, habría dado igual que el Capi la devolviese o se la quedase, ya que hiciera lo que hiciera la creación de una nueva línea temporal era inevitable. Ello es debido a que es en Morag donde en Thanos de 2014 descubre a los viajeros del tiempo y decide viajar al futuro para evitar que Los Vengadores deshagan el chasquido. Esta línea argumental es la que demuestra que la teoría de las realidades paralelas es cierta, ya que nada impide que la Nébula del pasado se encuentre con la del futuro. Es más, tras el encuentro, es la del pasado la que fallece, de manera que, si ambas pertenecieran a una misma línea temporal, la del futuro debería haber desaparecido (tal y como sucede en regreso al Futuro), ya que todo lo que se ha visto de ella en Guardianes de la Galaxia Vol. 1 y Vol. 2 y Vengadores: Infinity War no habría llegado a suceder.
Así, tras el chasquido llevado a cabo por Iron Man arreglando las cosas y eliminando a Thanos y sus hordas asesinas, es que se ha creado una línea temporal donde Thanos no ha llegado a conseguir nunca reunir sus preciadas gemas para completar su maníaca misión.
En resumen, que todas las acciones cometidas por Los Vengadores consiguen devolver a los desaparecidos por el chasquido, creando al menos dos líneas temporales con ello. Pero no han cambiado su propia línea temporal, como alguna gente ha creído entender, pensando que al matar al Thanos de 2014 impedían la existencia del Thanos de 2018. No, con los viajes en el tiempo han arreglado las cosas, pero lo sucedido en Infinity War sigue vigente, y con ello la destrucción de Xandar, la masacre de la nave de los refugiados de Asgard (Loki y Heimball incluidos) y la muerte de Gamora y Visión.
Esto referente a los grandes cambios que se producen (o no) a raíz de la desaparición y posterior reposición de las gemas, pues ya he dicho que la mera presencia de los héroes en el pasado debería provocar inevitablemente cambios en el futuro (el mero conocimiento de La Anciana de que el Stephen Strange va a entregar voluntariamente la gema del Tiempo a Thanos ya debería variar lo visto en Doctor Strange), pero eso vamos a obviarlo para no complica (más todavía) las cosas.
Así las cosas, queda aún una duda por despejar. ¿Qué sucede con Steve Rogers cuando decide quedarse a vivir en el pasado con su amada Peggy Carter? Siguiendo estas teorías, su permanencia en el pasado abre una nueva línea temporal (y así lo han confirmado los propios Russo), de manera que hay en algún lugar un universo donde han coexistido dos Steve Rogers, uno anciano y otro joven, aunque solo el segundo ha mantenido la lucha como Capitán América. O no… ¿Ha sido Steve el Capitán América en esa línea temporal hasta que, ya anciano, ha cedido el manto al Steve Rogers joven que ha permanecido casi setenta años en el hielo? Por oro lado, en la línea temporal oficial, sabemos que Peggy Carter murió de Alzheimer después de casarse con un exsoldado aliado y tener dos hijos con ellos. Se ha insinuado que, tras este final feliz de Peggy con Steve, es el Capi el padre de estos dos niños, con lo que tendríamos disponibles en el MCU a dos personajes con el suero del supersoldado corriendo por sus venas. Pero, si el Steve joven va a otro Universo, ¿cómo sería eso posible? ¿Y como ha conseguido la manera de regresar a nuestro propio Universo para entregar el escudo (un escudo diferente a los vistos hasta ahora, por cierto) a Falcon para que herede el nombre?
Estas son algunas preguntas sin respuesta (de momento, al menos). Sin embargo, a tenor de lo visto en el tráiler de Spiderman: Lejos de casa, es posible saltar con facilidad de una línea temporal a otra, ya que, de alguna manera, tal y como explica Nick Furia, el chasquido de Thanos lo hizo posible. De hecho, el Misterio de esta próxima película del trepamuros, viene de otro universo, aunque también hay que tomarlo todo con pinzas… Al fin y al cabo, ese personaje es conocido como el rey del engaño.
¿Ha quedado todo claro? ¿O quizá más confuso todavía? Es lo que tienen los viajes en el tiempo, que lo único que se sabe a ciencia cierta sobre ellos son los quebraderos de cabeza que suelen provocar.
¿Estáis de acuerdo con mi explicación o habéis interpretado las fracturas espaciotemporales (a ver si viene de una vez Reed Richards a explicarlo mejor) de manera diferente? Pues ya sabéis, comentarios por los canales habituales.

Nos seguimos leyendo en el futuro… ¿O es en el pasado, pero aún no lo hemos descubierto?

sábado, 8 de junio de 2019

EL SÓTANO DE MA

Dentro del maltratado género de terror actual, caracterizado por producciones de bajísimos presupuestos con el propósito de recuperar fácilmente las in versiones, se puede diferenciar entre el cine más independiente o el amparado por grandes productoras (pura contradicción), siendo este último subgrupo el encabezado por las películas amparadas por James Wan o las producidas por Jason Blum (y en algún caso, como es la saga Insidius, ambos productores se entremezclas). En el caso de Wan, salvo las ocasiones en las que él mismo se ha puesto tras las cámaras, sus películas suelen ser una sucesión de tópicos y sustos tontos dentro del denominado Warrenverso, cansino hasta la muerte (viva el humor negro), mientras que en el caso de la Blumhouse sus películas se suelen caracterizar por dar mayor libertad creativa a sus autores, consiguiendo unos productos más frescos y originales, como los casos de Déjame salirFeliz día de tu muerte o incluso el Múltiple de Shyamalan.
Esta teoría, sin embargo, se rompe con El sótano de ma, un espanto de película se mire por donde se mire, con un guion ridículo hasta decir basta y donde solo sobresale una Octavia Spencer que no se sabe qué habrá podido encontrar de interesante en esta historia (también consta como productora) que para nada está a la altura de la protagonista de Figuras ocultas.
Hace un par de días, aprovechando la Fiesta del Cine, tuve oportunidad de ver una película mucho más minoritaria como La Viuda, que sin duda pasará desapercibida por la cartelera. Ya en mi opinión de la misma dije lo plana y tópica que me parecía, pero viendo ahora El sótano de ma, que hasta el (previsible) primer giro parte de la misma base: la relación nada saludable entre una mujer solitaria y unos jóvenes, la propuesta de Neil Jordan se me antoja casi una obra maestra.
No es solo ya que la intriga de El sótano de ma sea casi inexistente (una cosa es que el tráiler te revele todo el argumento, pero aquí es que el propio póster descubre la supuesta sorpresa final), sino que la película está mal contada, con un montaje aparatoso y un montón de detalles que quedan en el aire sin resolver. Y es que esta película no es, en realidad, una historia, sino más bien un concepto (bastante burdo, por cierto), que parece haber sido desarrollado de manera improvisada.
Suelo ser muy crítico con las películas del amigo Wan, como La monja o La llorona, porque me aburren soberanamente, aunque reconozco que vana un público objetivo que puede llegar a disfrutarlas con un nivel de conformismo bajo, pero en el caso de El sótano de ma el resultado me parece casi un insulto a la inteligencia del espectador.
Lo que me parece más in creíble es que detrás de todo esto esté Tate Taylor, que, aunque su último trabajo, La chica del tren, no fuese nada del oro mundo, si tiene un gran título en su haber: Criadas y señoras. Claro que, con aquel reparto, la película casi se podía hacer sola.

Valoración: Tres sobre diez.

LA VIUDA

Siempre es una buena noticia saber de un estreno de Neil Jordan, aunque parece claro que los mejores años de este director pasaron hace ya mucho tiempo. Después de unos inicios interesantes con En compañía de lobos y, sobre todo, Juego de lágrimas, y dar el salto al cine más mainstream con Entrevista con el vampiro y Michael Collins, sus últimos trabajos son películas menores, casi alimenticias, alternándose con coqueteos televisivos. De hecho, su último estreno data del 2012 con  la, esta sí, notable Byzantium.
Pero la celebración de tenerlo de nuevo ante un film del que además es coescritor se diluye ante la pobre propuesta del mismo, un thriller rutinario que evoca mucho a aquellas películas tan tópicas de los noventa y que se sustenta, ante todo, por su interesante reparto, con una Isabelle Huppert que, aun trabajando un poco con el piloto automático, está excelente, como siempre, bien secundada por las jóvenes Chloë Grace Moretz y Maika Monroe.
La viuda cuenta la relación entre una joven afectada por el reciente fallecimiento de su madre y una mujer madura acosada por la soledad que no tardará demasiado en tornarse algo enfermiza. Algo positivo del film es que no es nada tramposo y pone las cartas enseguida sobre la mesa, apostando más por la construcción de personajes que por la propia intriga, permitiendo así que se le perdonen los agujeros de guion que tiene. Así, como reflexión sobre la soledad y la necesidad de estar arropados por los seres queridos (ya sean reales o impuestos) es el verdadero motor de una película que tiene un buen pulso narrativo y con la que Jordan consigue mantenernos interesados durante toda la proyección, hasta que una vez finalizada, con el objetivo de entretenimiento cumplido, descubrir que no hemos visto nada nuevo ni especialmente talentoso.
En fin, película pasable, intrigante y obsesiva, pero totalmente desfasada hoy en día.


Valoración: Cinco sobre diez.

martes, 4 de junio de 2019

ROCKETMAN

Ya desde su concepción, Rocketman se enfrenta a una dificultad esencial: su proximidad en el tiempo con Bohemian Rhapsody. Las comparaciones entre la película que adapta la vida de Elton John con la dedicada a Freddie Mercury y Queen son inevitables e, independientemente que el film que nos ocupa pueda resultar superior o inferior, la batalla en taquilla la tiene casi perdida, ya sea por la fecha del estreno (la Oscarizada película de Bryan Singer fue la más vista en las Navidades), por estrenarse la segunda (con lo que puede parecer, aún sin serlo, como un ejercicio de puro oportunismo) y porque, aun siendo Elton John un gran artista con muchos éxitos inolvidables, la leyenda de Freddie Mercury, su carisma y su incomparable voz son alicientes suficientes para que, independientemente de que uno sea más aficionado a uno u otro artista, sea más apetecible ver el éxito del año pasado que esta Rocketman.
Sea como sea, Rocketman bien podría entenderse como un complemento a Bohemian Rhapsody, compartiendo incluso a algún personaje, como es el caso de John Reid (curiosamente interpretado, en ambos casos, por actores que saltaron a la fama gracias a Juego de Tronos). Un personaje, por cierto, esencial en ambas historias (aunque la realidad se ha visto bastante deformada en Bohemian Rhapsody) y que casi invita a hacer un biopic sobre él mismo.
Desde el punto de vista cinematográfico, habría que declarar que Rocketman es ligeramente superior. Su principal acierto es jugar a romper esquemas y huir (al menos en parte) del biopic más convencional. De hecho, en muchos momentos, la película toma formato de musical, lo cual permite incorporar las canciones de Elton John en su propia historia, aprovechando el gran trabajo interpretativo de Taron Egerton para que él mismo cante con su propia voz los diversos temas, y darle un toque más fantasioso que casa muy bien con la parte más centrada en los devaneos con las drogas del cantante. Por otro lado, es más valiente que Bohemian Rhapsody al mostrar escenas algo más explicitas tanto al respecto de las relaciones sexuales del protagonista como consumiendo drogas, aunque tampoco es que sea nada tan escandaloso como para pensar que se está haciendo historia dentro del cine. Al fin y al cabo, se limita a mostrar algo más de lo que en Bohemian Rhapsody se insinuaba.
Ya he dicho que el trabajo de Egerton es excelente (y si no es reconocido con el Oscar del año que viene será porque en la última edición lo ganó Remi Malek), y el hecho de tener un solo director al que han dejado trabajar sin las dificultades provocadas por Singer hacen que el resultado final sea brillante y mucho más coherente. Seguimos con las comparaciones inevitables: Dexter Fletcher, el director, que ya había demostrado su buena mano para los musicales con la encantadora Amanece en Edimburgo, fue el primer director pensado para Bohemian Rhapsody y quien finalmente terminó la película tras la marcha/despido de Bryan Singer. La película cuenta con el propio Elton John como productor, lo cual se supone que garantiza un mayor realismo (lo cual no es necesariamente cierto, Bryan May era productor en Bohemian Rhapsody), pero seguramente el verdadero valedor de la película es el trabajo de producción de Matthew Vaughn. No en vano él es un especialista en desafiar a los grandes estudios para hacer las películas que él desea hacer, aunque sea con cierta incorrección política, fue el descubridor de Egerton (él es el gran protagonista de Kingsman su secuela) y ya unió al actor y al director en la estimable Eddie, el Águila.
Aceptando que todas las biografías realizadas sobre personajes vivos tienen un punto de parcialidad, la historia es mucho más fiel a la realidad de lo que sucedía con Bohemian Rhapsody (de hecho, allí se optó más por una fidelidad conceptual que literal, lo cual tampoco es necesariamente malo), aunque esa originalidad narrativa a la que aludía al principio implica también que la historia esté contada de manera algo desdibujada, sin que quede demasiado claro a qué momento concreto pertenece cada canción y centrándose más en el personaje que en el cantante. Un personaje que, por cierto, también guarda ciertas similitudes con Freddie Mercury. Ambos eran artistas británicos de influencias rockeras, dados a los excesos (tanto en cuestiones de vestuario como de adicciones), mezcla entre genialidad y pantomima, inseguros en el fondo y con una serie de complejos que solo esa fachada excéntrica al subirse a los escenarios podían disimular. Y uno terminó falleciendo a causa del SIDA y el otro creando una importante fundación en ayuda a las víctimas del SIDA. Dos vidas paralelas reflejadas en dos películas paralelas.
Todo esto son argumentos para entender que, posiblemente, Rocketman sea mejor película que Bohemian Rhapsody. Sin embargo, ya sea por la propia historia de los protagonistas, porque la personalidad de Mercury fuese más arrebatadora que la de Elton John, porque las canciones sean más icónicas o por el trasfondo trágico que terminó con la vida del cantante de We are the Champions. Puede que a alguien le gusten más las canciones de uno o del otro, pues ambos son grandes, forman parte de la historia y tiene éxitos imperecederos, pero dudo que en Rocketman se quede mucha gente hasta el final de los títulos de crédito solo para escuchar las canciones que no han tenido cabida en la banda sonora de la película, que se estrene un singe alone para que se puedan cantar las canciones de Elton John durante el visionado del film o que la gente, por mucho que puedan disfrutar con la película, la vaya a ver a los cines una segunda o tercera vez como me consta que mucha gente hizo con Bohemian Rhapsody.
Así que sí, Rocketman es mejor película que Bohemian Rhapsody. Pero a mí, y seguramente a la mayoría de la gente, me gustó más la otra.

Valoración: Seis sobre diez.

sábado, 1 de junio de 2019

INFILTRADO EN MIAMI

Que una distribuidora decida traducir Le flic de Belleville (El poli de Belleville) por Infiltrado en Miami, cuando la película va de todo lo contrario, un policía (de la localidad francesa de Belleville, evidentemente) que va a Miami a hacer de policía y parece empeñarse en que todo Florida se entere de que es policía, solo demuestra la poca confianza que tienen en el tirón comercial de la película, por más que sea francesa y parece que últimamente todo lo francés tenga que gustas, más si es en clave de comedia. Una jugada parecida hicieron con Infiltrados en Miami (y es que tiene guasa, la cosa), traducción igual de absurda de Ride Along 2, con el único propósito de que alguien resulte engañado y se piense que va a ver otra secuela de Infiltrados en clase. Vamos, digo yo.
Y está bien que el jueguecito del título sirva para desviarnos del tema principal, porque hablar de la película es casi perder el tiempo tanto como lo es verla. Estamos ante otra comedieta de acción del montón, ese género que tan buenos momentos nos hizo pasar en los ochenta (en una década donde parece como si todo el cine fuese capaz de hacernos pasar buenos momentos) pero que tan difícil de hacer bien resulta hoy en día.
En este caso concreto, es Rachid Bouchareb quien aborda el intento fracasando a la hora de combinar ambos géneros: la comedia es demasiado tonta y queda casi relegada al olvido cuando se acerca al tramo final, donde la acción es lo que impera. Y es que encima el film parece tener unas desmesuraras ambiciones, saltando de Francia a Miami para terminar en un país ficticio de África. Para ello, Bouchareb parece haberse empapado de tanto cine americano como presume el propio protagonista, recorriendo todos los lugares comunes del mismo, pero sin el menor atisbo de originalidad. Todo empieza con el protagonista, Sebastian 'Baaba' Bouchard, siendo testigo del asesinato de su mejor amigo y decidiendo que ha de vengarlo, aunque ello le cueste el puesto y su relación sentimental. Luego, la película pasa a convertirse en una buddy movie de manual y termina con una de esas situaciones en las que se crea un equipo bastante improbable capaz de enfrentarse a todo un ejército.
Hace apenas unos días, en Cannes, Sylvester Stallone confesaba que se arrepentía de haber hecho películas tan malas como Alto o mi madre dispara. Quién sabe si en unos años Omar Sy se refiera en términos parecidos a Infiltrado en Miami. Esta no llega a esos grados de ridiculez, pero también hay madre insoportable por en medio, avisados están.
No voy a decir que la película sea un espanto, y estoy convencido de que tendrá sus defensores, pero peca de un guion absurdo hasta decir basta y de creerse mucho más graciosa de lo que es. Al final, todo queda en manos de Omar Sy, un actor muy limitado interpretativamente pero de innegable carisma, imitando sin reparos al añorado Eddie Murphy. Y solo los admiradores del protagonista de Intocable (posiblemente su única película como protagonista digna de ser recordada, otra cosa son sus cameos en superproducciones americanas) vana encontrar algo con lo que disfrutar de este film tan flojo e inconsistente como la absurda idea de hacer un equipo entre Sy y Luis Guzmán, otro al que nadie habría imaginado nunca haciendo de protagonista.


Valoración: Cuatro sobre diez.

LA PERFECCIÓN

Aunque no sea una producción Netflix, el hecho de que se haya estrenado en España a través de dicha plataforma ha propiciado que todo el mundo esté hablando de La Perfección y elevándola como una de las mejores películas de la compañía.
Lo primero que conviene saber de La Perfección es que conviene no saber nada. No estamos ante una gran película, ni siquiera ante una gran dirección o un reparto maravilloso (aunque cumplidor, eso sí), pero sí se trata de una de las historias más imprevisibles y con giros más sorprendentes de los últimos tiempos. Y ese es su secreto.
A medio camino entre el terror malrollero (aquí me viene en mente Suspiria) y la rivalidad entre artistas (algo de Cisne Negro también tiene), La Perfección trata sobre la relación entre dos violonchelistas, una que forma ya parte del pasado y la otra con un brillante futuro por delante, unidas por haberse formado en la misma academia. Y, como decían en aquel concurso, hasta aquí puedo leer.
Lo que sucede a continuación es imprevisible, en ocasiones hasta el punto de rallar lo absurdo. Hay toques de comedia negro, de terror y de drama, pero sobre todo hay una capacidad de jugar con el elemento sorpresa que permite que se le perdonen todos sus defectos, que tampoco son pocos.
Ridícula es, eso sí, la polémica que ha suscitado entre el aficionado por algunas escenas de supuesto mal gusto, lo que demuestra la diferencia entre el público de Netflix y el espectador de cine medio. Sí, hay momentos desagradables, pero nada que no se vea en cualquier película de terror al uso. Eso sí, filmado con una eficacia innegable por Richard Shepard, autor que después de destacar con la también extravagante Matador se ha recluido en el mundo de la televisión, y con una Allison Williams que demuestra que si ya era de lo mejorcito de Déjame salir no fue por casualidad.
La Perfección es, pues, un gran entretenimiento, capaz de sacudir algún que otro estómago y dejar gotitas de reflexión, que puede rozar la estupidez en algún momento pero que, concluido su visionado, deja con muy buen sabor de boca.

Valoración: Siete sobre diez.