sábado, 30 de septiembre de 2017

Reflexiones catódicas: ALERTA: SPOILERS

Aunque normalmente evito en la máxima medida de lo posible el uso de Spoilers en mis comentarios, en esta ocasión voy a traicionar mi propia regla y, en el propio título de la entrada, os he spoileado sobre qué iba a tratar la reflexión catódica de este mes.
Bromas aparte, vivimos una época en la que el tema de los Spoilers en televisión conviene ser cuidadosamente analizado. ¿Nos hemos vuelto todos locos de repente? Recientemente ha concluido la penúltima temporada de Juego de Tronos y para algunos poder verla con tranquilidad se ha sido una verdadera tragedia. Conozco gente que ha abandonado las redes sociales durante el tiempo en que ha durado la emisión, que ha bloqueado sus cuentas o que ha convertido a algún amigo en enemigo de por vida por explicarle quien muere y quien ama en esta séptima temporada.
Yo, por mi parte, no he tenido demasiado problema. Aunque casi todos mis contactos pertenecen al mundo del frikismo no sé si es que mi participación en las redes es muy mínima o si estos amigos son más considerados que la media, pero lo cierto es que he conseguido ver esta temporada de un tirón una vez había terminado ya su emisión semanal (me gusta hacer maratones de un capítulo al día, llamadme caprichoso si queréis), y el único spoiler que me he tragado ha sido referente a dos personas que iban a terminar compartiendo lecho. Nada digno de suicidarme.
Sin embargo, ¿es realmente tan dramático que alguien nos avance un detalle de lo que va a suceder? En España, por poner un ejemplo, tenemos la costumbre contraria. Si uno ve una serie nacional, tipo El Ministerio del Tiempo o El Incidente, al término del episodio en cuestión se ofrece un avance del próximo. ¿No es eso, acaso, el máximo exponente del concepto de spoiler?
Recuerdo mis años de infancia, cuando apenas había un par de canales hasta que empezaron las autonómicas. En aquel momento no existía la palabra spoiler, y el que alguien te destripara algo interesante que iba a suceder en el siguiente capítulo de tu serie favorita no solo no estaba mal visto, sino que se usaba como reclamo publicitario. ¿Quién no se enteró de la muerte de Chanquete o de que iban a disparar a J.R. por las revistas? Y, en lugar de clamar al cielo, nos sentíamos más atraídos todavía a la pantalla del televisor.
Posiblemente fuese Perdidos quien puso de moda esto de los Spoilers. Y posiblemente también ese mismo concepto fuese quien condenase la serie. Antes de la obra de J.J. Abrams no había este uso indiscriminado de las redes sociales ni se descargaban “alegalmente” las series de manera compulsiva. Con Lost todo el mundo jugaba a especular sobre lo que iba a suceder, hasta el punto que sus guionistas cambiaban sus libretos obligados a sorprender siempre (con lo que se llegó a rozar un sinsentido argumental que lo lio todo en exceso). Ya por aquel entonces estaba prohibido comentar la serie si había alguien presente que no la llevase al día.
Desde entonces, cada serie con un mínimo de argumento río es merecedora de la máxima discreción, siendo Juego de Tronos la última gran prueba de ello. Sin embargo, ¿no estaremos exagerando un poco con el tema?
Ya en cine se están rozando cotas muy extremas. Yo mismo evito ver trailers de las películas más esperadas (sobre todo porque últimamente los avances se dedican a destripar demasiadas cosas) y me gusta verme sorprendido ya en la propia sala del cine, pero eso no significa que todo lo que uno ve merezca el mutismo más absoluto. Vale que si te explicaban el final de El sexto sentido te estropeaban la experiencia, pero he llegado a conocer a gente que se ha enfadado (y no es broma, os lo puedo asegurar) porque alguien le había adelantado que al final de Titanic el barco se hundía. Demencial, ¿no?
En el caso de la televisión la cosa se ha vuelto más radical, en parte porque la mayoría de los estrenos de cine se coordinan (como debería ser siempre) para que sean internacionales. Pero en el caso de las series, donde el tema del doblaje es más complicado (precisamente por evitar las filtraciones, es decir, los spoilers), aunque últimamente se están poniendo las pilas y algunas como la mencionada Juego de Tronos o The Walking Dead se emiten en España tan solo un día después de su estreno en los Estados Unidos.
Entiendo la angustia porque nadie te estropee un giro de guion interesante, pero el pánico se ha extendido tanto que ha llegado incluso a títulos como The big Bang Theory. ¿En serio? ¿Tan dramático es que alguien te avance algo de lo que va a suceder en una sit com?
De todas formas, de todo hay en la villa del señor. Un amigo mío se descargó íntegro los guiones de esta séptima temporada de Juego de Tronos, y disfrutó de los ocho episodios sabiendo de antemano lo que iba a suceder, así que para gustos, los colores.
Como sea, pienso que se está exagerando un poco las cosas. Al final, entre los canales que te retiran los episodios a las pocas semanas por no tener los derechos íntegros, los que te ofrecen un streaming sin fecha de caducidad y la gente que se descarga las series de internet es muy difícil que todo el mundo vea algo al mismo tiempo, con lo que se están eliminando las conversaciones sobre argumentos y sorpresas de cada serie, algo que ayudó mucho a la difusión y popularidad de Perdidos. ¿No es, a la larga, perderse de un aspecto positivo más del producto?
Por lo menos los autores que adaptan la inacabable obra de R.R. Martin no parecen obsesionarse mucho con el asunto. Sí, han anunciado que rodarán varios finales de la conclusión definitiva de la serie para que nadie sepa (ni siquiera los propios actores) cuan es el verdadero, pero tampoco se lían la manta a la cabeza inventando giros ridículos para evitar que los fans los adivinen de antemano. Algunos acusan a esta séptima temporada de previsible, pero nadie podrá negar que es coherente con lo que se venía narrando hasta ahora. Y, al final, eso es lo que importa, ¿no?
Mi consejo es que intentemos relajarnos un poco más y no nos obsesionemos tanto con los spoilers dichosos que, además, no tienen una fecha de caducidad clara. Porque esa es otra: ¿durante cuánto tiempo se consideran spoilers? A día de hoy, ¿se puede comentar ya un capítulo emitido hace unos meses? ¿O una serie de hace años? ¿O se enfadará alguien conmigo si les digo que bajo la piel de humanos de los extraterrestres de V se esconden en realidad rostros de lagartos? Alguien habrá que no haya visto aún la serie de 1983 y justo pensara hacer ahora hasta que le he reventado la sorpresa…
Pues eso, menos estrés y más disfrutar de la televisión a nuestro ritmo, que si la trama es buena tampoco resultará tan crucial saber de antemano algún giro concreto. ¿O acaso es imposible ver por segunda vez esa serie que tanto nos gusta? Porque no nos engañemos: si todo el atractivo de una historia es una sorpresa concreta de su desenlace, es que algo está fallando, digo yo…

Eso sí, algo bueno que tienen los spoilers es la cantidad de memes que han originado. De regalo, una muestra.

lunes, 25 de septiembre de 2017

KINGSMAN: EL CÍRCULO DORADO, divertida pero desinflada.

Después de que en 2014 Kingsman: Servicio Secreto se alzara por sorpresa como una de las películas más exitosas del año, era indudable que su continuación no tardaría en llegar. 
A diferencia de lo que sucediera con los otros grandes éxitos de Matthew Vaughn, como X-men: Primera generación o Kick-Ass, esta vez el realizador británico sí ha continuado al frente de la secuela y, si todo va según lo previsto, aquí seguirá para la tercera parte. Eso permite que Kingsman: El Círculo Dorado tenga una línea continuista y de coherencia que se agradece, aunque también se siente algo anquilosado por su incapacidad de sorprender como lo hiciera hace tres años.
De hecho, es tal la ausencia de sorpresa en este nuevo episodio de los agentes Kingsman que ni siquiera el regreso de Harry, fallecido en el anterior film, se puede considerar como tal, puesto que lo anunciaban en los propios posters promocionales.
Las cosas han cambiado, y el choque cultural entre la flema británica y el descaro marginal cockney es sustituido ahora por las diferencias de tópicos entre los británicos y los americanos, representados por la agencia Statesman, alcanzando cotas que rozan el absurdo. Este permite a Vaughn añadir un buen surtido de personajes nuevos que, con apellidos de renombre por detrás, aumenten el imaginario alrededor de Kingsman, aunque demasiado personaje puede terminar por abrumar, haciendo que la presencia de Halle Berry o la propia Julianne Moore sepan a poco.
Si se permite, por otro lado, hacer evolucionar a los protagonistas de verdad, aunque no siempre con éxito. Más allá de lo forzada de la resurrección de Harry, al menos Vaughn sabe darle un toque diferente al personaje, y lo mismo ocurre con Merlín, mucho más interesante en esta secuela. Sim embargo, el camino elegido con Eggsy no me parece acertado. Ahora sí que, más que una parodia, se ha convertido en una copia versión calzonazos de James Bond, y su relación con la princesa Tilde no hace sino estropear el chiste más macarra de la primera película.
No os confundáis. No quiero que parezca que la nueva entrega de Kingsman es una mala película. En realidad, ofrece todo lo que promete. Es divertida, loca y con mucha acción, más o menos lo que uno le debe pedir a una secuela como esta. Quizá el problema es que el listón estaba muy alto, y el propio Vaughn se ha visto tan forzado a superarse que se ha visto superado por la presión. 
Hay muchas peleas espectaculares, por ejemplo, pero todas parecen querer buscar la grandiosidad que en Kingsman: Servicio Secreto tuviese la escena de la iglesia, sin conseguirlo. Tampoco ayuda que el CGI cante en algunos momentos, como si el guion buscase siempre una grandiosidad que no es equitativa con su presupuesto y, como villano (o como secuaz, más bien), el Charlie de brazo mecánico superviviente de la primera película tampoco está a la altura de la implacable Gazelle que encarnara Sofia Boutella.
Sí mejora la cosa con la presencia de Juliane Moore, que encarna a una villana tan ida de la olla como el Valentine de Samuel L. Jackson pero mucho más divertida y psicótica, aunque, como me sucediera con Sigmouney Weaver en The Defenders, su final me pareció precipitado e insatisfactorio.
Kingsman: Servicio Secreto era una pieza de relojería donde todo encajaba a la perfección, y aunque Kingsman: El Círculo Dorado lo tiene todo para ser un reloj más caro y más grande, algo hay que chirría en la maquinaria, algo que no consigue convencer y llega, incluso, tras varias peleas, a cansar. Quizá no tener una obra como la de Mark Millar debajo haya sido suficiente para lastrar un guion simplemente complaciente y nada arriesgado. Incluso la burla a Donald Trump me pareció poca cosa.
Kingsman: Servicio Secreto fue una grata sorpresa, una película que me divirtió mucho y que he revisionado en varias ocasiones. En el caso de El Círculo Dorado, la diversión ha sido casi la misma, pero las ganas de volver a sumergirme en ella han desaparecido. Este sí es, simplemente, un producto de consumir y olvidar.

Valoración: Seis sobre diez.

LA REINA VICTORIA Y ABDUL. Emotiva e incómoda amistad.

La reina victoria y Abdul es la nueva película de Stephen Frears prácticamente un año justo después de Florence Foster Jenkins.
De nuevo, el cineasta irlandés se apoya en una historia real para elaborar una comedia inteligente y emotiva. Ya en el ocaso de su reinado, Victoria del Reino Unido y emperatriz de la India conoció a Abdul Karim, un hindú al que traer desde su Jhansi natal para entregar una ofrenda a la monarca. Su desparpajo y sincero descaro pronto cautivan a la reina, que decide convertirlo, primero, en su criado personal y, más tarde, en su Munshi, una especie de mentor que la introducirá en la cultura india y musulmana. La relación entre ellos será apasionada y cariñosa, algo mal visto por la sociedad de la época. Por eso, por encima de críticas a la política colonizadora del imperio o a subrayar la disparidad cultural y racial entre ambos personajes, Frears prefiere hacer hincapié en la corte real que rodea, como buitres al acecho, a la reina, encabezados por su propio hijo Bertie y heredero al trono.
Como el propio Frears reconoce, no es este un cineasta de gran personalidad y huella reconocible. Además, sus intenciones son más las de entretener que las de dar una lección de historia. Por ello quizá se pueda echar en falta en la película un poco más de punch, un deje crítico que se puede intuir solo a base de voluntad. Sin embargo, como retrato de una época y plasmación de una hermosa e improbable amistad, la película funciona estupendamente, siempre con la inestimable ayuda de la grandísima Judi Dench (que había trabajado hace poco con el propio Frears en Philomena, y consiguiendo algunos momentos realmente divertidos, casi siempre en torno a las reacciones de los estupefactos nobles de la Casa Real.
No es, en fin, un alegato contra el racismo ni la intolerancia religiosa, aunque sí sería muy aconsejable que la viesen muchos que piensan que en esta vida todo es blanco y negro y no dejan espacio para nuevas ideas en sus aletargados cerebros.
Con Le reina Victoria y Abdul, Frears consigue decir muchas cosas sin pretenderlo. Y, además, con una sonrisa constante en el rostro.

Valoración: Siete sobre diez.

LOS MISTERIOSOS ASESINATOS DE LIMEHOUSE, terror victoriano de vodevil.

Resulta una película altamente peculiar, esta Los misteriosos asesinatos de Limehouse. Con el español Juan Carlos Medina a los mandos y la actriz maría Valverde en el reparto, esta producción británica tiene un inconfundible aroma patrio, por más que no sea frecuente en la filmografía española (abonada siempre al cine de género) ahondar en el terror victoriano.
Con una oscura y sucia Londres como telón de fondo, Los asesinatos de Limehouse recupera el ambiente insano propio de personajes malditos como Jack el destripador para narrar una serie de crímenes cuyo asesino la prensa ha bautizado como “el golem”. John Kildare, un veterano policía que bien podría ser un refrito de Sherlock Holmes, se encarga de resolver el caso, entrando en una espiral de desconcierto y múltiples sospechosos como no podía ser de otra manera y entremezclando el asunto con la inminente ejecución de una mujer acusada de envenenar a su marido.
Con una ambientación sobria y el inteligente recurso de mostrarnos los diversos asesinatos cometidos por cada uno de los sospechosos, la película acusa un ritmo demasiado pausado, confundiendo con esa doble narrativa (durante muchos momentos la historia de la mujer y su vinculación -narrada a modo de flashbacks- con el mundillo del teatro es más destacable que los propios asesinatos), necesaria por otra parte para hacer creíbles los inevitables giros de guion que toda buena peli de este género debe tener.
Al final, el resultado es una propuesta interesante, algo descafeinada en su planteamiento (conozco las limitaciones de la época, pero que toda la investigación se centre única y exclusivamente en comparar la letra del asesino con la de los sospechosos me parece un poquito simplista), pero complaciente en su resurrección. Valvelde está correcta en su personaje, igual que Olivia Cooke, Eddie Marsan o Sam Reid, por nombrar a algún rostro conocido del reparto, pero quien realmente sostiene toda la película con su presencia y su interpretación algo más comedida de lo habitual es el excelente Bill Nighy, sobre quien recae todo el peso de la narrativa y que consigue, por si solo, que esta avance a buen puerto.
No es una obra redonda, y parte de ello la tiene la dirección algo titubeante de Medina, pero ofrece lo suficiente como para mantener a espectador intrigado y acompañar al policía en la búsqueda de respuestas.

Valoración: Seis sobre diez.

domingo, 17 de septiembre de 2017

DETROIT, otro oscuro episodio de la sociedad americana

Aunque la crítica en general parece haberse puesto de acuerdo en alabar a la última película de Kathryn Bigelow, no ha faltado la controversia alrededor de Detroit debido a los valores de las misma.
Aunque no soy especialmente fan de la directora de La noche más oscura, no cabe duda de que aquí hace un trabajo casi impecable, con un montaje prodigioso y una puesta en escena que, pese a lo que me pueda incomodar personalmente la cámara en mano nerviosa al estilo documental, aquí juega en favor de la narrativa y transmite en el espectador los nervios que viven los propios protagonistas. Ademas, sabe sacarle el máximo partido a sus protagonistas, en especial a un John Boyega que todavía no había logrado ningún papel destacable desde que se diera a conocer en Star Wars: El despertar de la fuerza.
Dicho eso, parece necesario hacer una reflexión sobre el transferido de la película, ya que Bigelow pretende hacer un retraso social y no estoy seguro de que lo consiga por completo. Y no solo porque la historia que cuenta sea una reinvención basada en testimonios no en los propios hechos (tal y como confiesa al final del film), sino porque parece demasiado encadenada a una corrección política que no llegue a enfadar a nadie, y por más que se disfrace de dedo acusador se cuida mucho de que nadie salga totalmente retratado. El sistema judicial, si acaso, aunque al final todos cumplen con su trabajo.
La película arranca con las revueltas de 1967 que sacudieron Detroit y provocaron grandes destrozos en barrios de negros y numerosos enfrentamientos con la policía que derivaron en verdaderas batallas. Sin embargo, Bigelow evita profundizar sobre el contexto para centrarse en una historia más personal, la de un músico y su amigo (ambos negros) que se encuentran en en lugar equivocado en el momento equivocado: un motel de mala muerte donde conocen a dos chicas blancas y en el que por culpa de un grupito de “pringados” que juegan con una pistola falsa terminan siendo asediados por la policía y en manos de un joven y sádico oficial. A partir de entonces, la película se asemeja más a un thriller con tintes de terror, a una home invasion en toda regla. Incluso entonces, Bigelow se cuida mucho de criminalizar a nadie, ni siquiera al policía Philip Krauss (personaje inventado pero inspirado en un amalgama de policías reales), que pese a parecer el verdadero demonio de la película queda ligeramente justificado en varios momentos (es un sádico, sí, pero lo cierto es que tal y como se muestra en la película su problema es que el asunto se le va de las manos sin poderlo controlar), y constantemente se muestran a personajes blancos ayudando y amparando a otros negros, algo que sin duda habría sido muy diferente de haber sido un afroamericano el director de la película.
Con todo, Detroit funciona perfectamente como película de suspense y drama social, como reflejo de una época complicada y como alegoría de que, incluso a finales del siglo XX, el color de la piel seguía siendo (y lo sigue siendo en la actualidad) determinante a la hora de interpretar la ley.

Valoración: Siete sobre diez.

ALIBI.COM: AGENCIA DE ENGAÑOS, una oda al humor más cafre

Cada poco tiempo se estrena una comedia francesa que se supone es récord de taquilla en el país galo, y en el caso de Alibi.com parece que se trata directamente de la más taquillera el año.
Dirigida por Philippe Lacheau en su primer trabajo en solitario tras las cámaras (también es el protagonista y colabora en el guion), Alibi.com es una estupidez inmensa sobre un pícaro que dirige una pequeña empresa dedicada a crear coartadas para la gente que quiere ocultar sus meteduras de pata o, directamente, cometer infidelidades a escondidas de su familia. Y, como en buena comedia de enredos que se precie, el tipo en cuestión, Grégory, se va a enamorar hasta las trancas de una chica que odia el engaño y que, para más inri, es la hija de uno de sus clientes.
Con toques de comedia absurda y cafre, muy al estilo de las de Judd Apatow, la historia tiene un ritmo tan frenético y repleto de gags que casi no dan respiro al espectador de meditar sobre lo absurdo que es todo, y con un gamberrismo muy fuerte (me parecen excesivas algunas de las bromas en torno al perro de la protagonista) y un par o tres de chistas escatológicos que me sacaron de la película, el resto es suficientemente tonto y ridículo como, por lo menos, invitar a reírse de todo y de todos y lograr abstraerse del mundo y sus problemas durante una hora y media.
Por eso, poco importa al final que los actores sean algo limitados, los personajes muy absurdos y el director muy plano. Todo vale si al final ofrece ni más ni menos lo que promete, humor de sal gruesa y cero inteligencia pero efectivo y cumplidor.
Alibi.com puede ser muchas cosas, pero, desde luego, no es ningún engaño. Tampoco se podía esperar otra cosa. Y el baile de Nathalie Baye o la canción de Nawell Madani ya casi compensa el visionado.
Valoración: Cinco sobre diez.

EL AMANTE DOBLE, intrigante perversión

François Ozon es un director de reconocido prestigio en su Francia natal al que le gusta dotar a sus historias de personajes perdidos en busca de respuestas acerca de la propia vida de un estilismo visual bastante impecable.
Después de Joven y Bonita, en El amante doble Ozon sube la apuesta y describe a una muchacha herida por dentro, una mujer en busca del amor y la felicidad que, sin embargo, parece incapaz de sentir. Cuando tras varias sesiones de terapia termina conviviendo con su psiquiatra, un oscuro secreto sobre su nuevo novio la incitará a investigar en un cruento pasado que podría facilitarle respuestas sobre su propia identidad.
Con un inteligente juego de dobles cámaras e imágenes reflejadas en espejos, metáforas claras sobre el desdoblamiento de los protagonistas (en la pripia mente de la joven Chloé y en forma de los dos hermanos gemelos que conforman su pareja Paul y Louis, también psicólogo), Ozon peca de querer buscar unas metas demasiado ambiciosas, jugando a imitar el ambiente sórdido y malsano de directores como De Palma, Cronenberg o Verhoeven, paseando siempre por la delgada línea que separa la genialidad con el mal gusto (el comienzo de la película es un primer plano de una vagina que se transforma en el ojo de Chloé), llegando a rozar en ocasiones el propio ridículo. Es, quizás, su desesperado deseo de provocar que lo lleva a momentos de erotismo incómodo que se atreve a llegar hasta donde no se atrevieron los autores de la bobada esa de Cincuenta sombras de Grey, un erotismo que en ocasiones ayuda a dar sentido a una historia intrigante y excesivamente rocambolesca pero que en otras resulta algo hastiante y excesivo.
A la postre, El amante doble pretende ser un juego de incertidumbres y pistas falsas sobre la identidad y el deseo, pero aspira demasiado Azon al pretender confundir al espectador de tal manera que por momentos la trama resulta confusa y casi incomprensible, buscando (aunque no aseguraría yo que consiguiendo) que el desenlace invite al debate y la reflexión entre los espectadores para tratar de acordar sobre lo que acaban de ver.
Aun atufando en algunos momentos a artificiosidad (e incluso algo de pretenciosidad también), la historia engancha lo suficiente como para mantener el interés en todo momento, atrapando de manera hipnótica al espectador y consiguiendo que se sienta culpable por la enfermiza fascinación que provoca, en parte gracias a la mezcla de fragilidad y dulzura que logra transmitir Marine Vacth.
Valoración: Seis sobre diez.

sábado, 9 de septiembre de 2017

IT, adaptación casi perfecta del King más genuino.

Todavía no estando repuestos los aficionados a Stephen King a la gran decepción que supuso la mediocre La Torre Oscura, casi daba miedo (literalmente) enfrentarse a la nueva adaptación de la que probablemente sea su novela más popular: It, por más que las primeras impresiones que llegaban desde los Estados Unidos auguraban algo bueno. Y eso que el único precedente es aquella miniserie televisiva de calidad justita pero convertida en obra de culto gracias sobre todo a la caracterización de Tim Curry como Pennywise.

Sin embargo, una vez vista, cabe decir que el It de Andy Muschietti ha superado todas las expectativas. Ya en Mamá el argentino demostró que no solo domina el género del terror, sino que es capaz de dar un empaque suficiente a sus personajes para que estos sean suficientemente interesantes por sí mismos.
Eso precisamente ocurre en It, donde los protagonistas (tanto principales como secundarios) son mucho más que víctimas potenciales para el monstruo de turno. De hecho, Muschietti destina gran parte de las dos horas y cuarto de metraje a permitirnos conocer bien a los personajes, a poder encariñarnos con ellos antes de acompañarlos por ese viaje alrededor de sus miedos más profundos de los que se alimenta ese ser denominado simplemente como It (Eso) y que adquiere la forma física de un payaso.
Más allá de las licencias literarias que se haya podido tomar respecto a la novela (y la más destacable es limitar la historia a una sola línea temporal en lugar de las dos del libro, dejando así las puertas abiertas a una más que probable secuela), lo cierto es que It consigue captar a la perfección el espíritu de King. Con una pandilla de chavales que bien podría estar agermanada a la del clásico Cuenta conmigo (otra de las mejores adaptaciones que ha tenido el escritor de Maine) o a la reciente (y referencial) Stranger things, el gran mérito de la película está en que nos preocupen tanto las relaciones entre los protagonistas, sus huidas de los abusones del instituto, sus coqueteos con el romance o el peso de una rigidez paternal en algún caso enfermiza tanto como de la propia amenaza sobrenatural.
Esto nos lleva a preguntarnos si It es realmente una película de terror. Resulta difícil asegurarlo. Contiene unos cuantos sustos bien orquestados, desde luego, y es muy malrollera, de esas que te puedes llevar las imágenes de Pennywise a la cama contigo, pero a la vez resulta muy emocionante, costumbrista e incluso divertida, con momentos de humor negro muy acertados. Gran mérito de ello es la correcta definición de los chavales protagonistas, que si bien recrean los tópicos de las pandillas dela época (el gordito, el bocazas, el quejica…), tópicos, por otra parte, que bien podrían estar influenciados por las novelas del propio King, y del buen trabajo de sus jóvenes protagonistas, unos desconocidos con una gran carrera por delante. Y es que el propio King ha sido considerado siempre como el maestro del terror cuando en la mayoría de sus historias, por escalofriantes que sean, hay mucho más de lo que se pueda ver a simple vista, mucho más que simples sustos y sangre a borbotones. Por ello, It es una historia que se cuece a fuego lento y, quitando algún truquito de libro, está en las antípodas del terror machacón de James Wan o, por mencionar otra película en cartelera, de la excelente Verónica, de Paco Plaza.
Seguimos con la moda de los maravillosos ochenta, con sus chavales en bici, sus problemas de instituto, sus cines con marquesinas y sus posters de música pop. Otro baño de pura nostalgia.
Y sí, por supuesto, ahí sigue ese Pennywise tan aterrador o más que el de Tim Curry, adecuadamente digitalizado, pero tan cruel y de sonrisa desquiciante como siempre.
Recuperamos al mejor King en una historia de terror, pero, sobre todo, de amistad. De unión ante las adversidades. De superación. Una historia de la que ya estoy esperando su continuación…

Valoración: Ocho sobre diez.

LA NIEBLA Y LA DONCELLA, insuficiente adaptación.

La niebla y la doncella es la adaptación homónima de una novela de Lorenzo silva, con el sargento Beveilacqua y la cabo Chamorro como protagonistas. Esta es la tercera novela en la que estos dos personajes comparten misterios, lo que de entrada hace que los personajes tengan, en la película, una familiaridad que nunca se explica al espectador. Este es uno de los muchos defectos que pululan por esta adaptación, quizá, como en la reciente El guardián invisible, demasiado centrada en contentar a los fans de la novela y dejar intacto su espíritu que en contar una buena historia.
Lo cierto es que ya el tráiler anticipaba que la cosa no iba por buen camino, resaltando mucho la presencia de estos personajes (que han tenido otras adaptaciones, pero principalmente en el campo televisivo) y sin que se llegue a vislumbrar realmente de que va el asunto.
Ya frente a la película, lo cierto es que la ambientación es excelente, con un arranque muy intenso y una buena presentación de personajes. La isla de La Gomera luce perfecta para esta historia de asesinos y misterios sin resolver y, pese a que Quim Gutiérrez y Verónica Echegui no parecen los más apropiados para representar sus papeles protagonistas, tanto Roberto Álamo como Aura Garrido están a muy buen nivel.
No empieza realmente mal la película, más centrada en los personajes y sus interacciones que el caso en sí (el cual tampoco es que sea muy llamativo: la muerte de un muchacho hace ya tres años), pero el deseo de Andrés M. Koppel de hacer un thriller muy complicado y de infinidad de giros argumentales termina por tener el efecto contrario al deseado. En lugar de mantener intrigado al espectador este termina por desconectar, resignándose a no entender demasiado de lo que le están contando y contentándose en ver qué rumbo toma la inevitable historia romántica de fondo. No es la complejidad de la trama lo que falla, soy el primero al que le gusta que le engañen en una sala de cine y se siente tentado a ir en busca de segundas revisiones para terminar de atar cabos, es la torpeza con la que está narrado todo. Koppel está impecable en la atmósfera que rodea a los protagonistas, pero no en la acción que los mueve. Para colmo, los pocos momentos de emoción terminan siendo fuera de plano.
La niebla y la doncella es una película que va decreciendo hasta llegar a un desenlace tan precipitado como confuso, como si los propios realizadores hubiesen perdido el interés en su obra y estuviesen deseando irse a casa. Quizá bastaría un cuarto de hora más de metraje para darle otro sentido a la película, pero sin él el aburrimiento con el que flirtea en determinados momentos no está nunca justificado.
Una lástima, ya que parece que la novela en la que se basa tiene mucho mejor fondo y esto tenía pinta de presumible franquicia. Y una lástima también por Garrido y Álamo. Ellos hacen muy bien su trabajo, pero no les basta para mantener el barco a flote.

Valoración: Cinco sobre diez.

sábado, 2 de septiembre de 2017

BARRY SEAL, EL TRAFICANTE. Un gran guion que nos devuelve al mejor Cruise.

Cuando en el 2013 Martin Scorsese firmó El lobo de Wall Street, poco podía imaginar que estaba poniendo de moda un nuevo género cinematográfico. 
Aunque siempre se ha hecho películas basadas en dar el golpe al sueño americano, no fue hasta entonces que la industria pusiera sus ojos en personajes reales, aunque poco conocidos para el gran público que vivieran sus instantes de gloria (en ocasiones desproporcionada) y cuyas historias dieran lugar a películas de corte pseudo còmico. De ahí salieron cosas tan dispares como la magnífica Dolor y dinero, de Michael Bay, la fallida Juego de armas, de Todd Phillips, la irregular Gold, de Stephen Gaghan o la genial El fundador, de John Lee Hancock. Todas ellas tienen como denominador común que se basan (con mayor o menor fidelidad) en las historias reales de tipos que lograron cumplir (aunque fuese momentáneamente) su propio sueño americano.
Barry Seal era uno de esos tipos. Piloto de la TWA hastiado de su trabajo recibe la oportunidad de trabajar para la CIA fotografiando campamentos rebeldes en Centroamérica. A partir de ahí, una serie de casualidades y oportunidades bien aprovechadas lo convertirán en traficante de drogas, contrabandista de armas y confidente de la CIA, llegando a aliarse y enemistarse con los carteles colombianos de Escobar y con su propio gobierno pero ganando mucho dinero por el camino.
La historia real de lo que se narra en Barry Seal, el traficante, seguramente sea mucho más truculenta y sórdida de lo que vemos en pantalla, y sin duda el tipo este debía ser bastante rastrero y despreciable, pero con el rostro de Tom Cruise y su amigo Doug Liman (ya trabajaron juntos en Al filo del mañana y volverán a hacerlo en su secuela), se transforma en una persona socarrona y simpática, de sonrisa maravillosa aunque sin la flema heroica de otros trabajos de Cruise. Y no se entienda esto como una crítica, sino como una puntualización apra aclarar que todo lo relacionado con el caso Irangate y los trapicheos de la era Regan solo se tocan de puntillas, dejando que la historia se mueva al ritmo del encanto de Cruise y sus peripecias como piloto.
Aclarado esto, lo que nos queda es una película muy divertida y dinámica, donde nos encontramos con el mejor Cruise al servicio de un guion muy bien estructurado y con un Liman que solo falla en los momentos en que quiere imprimir algo de personalidad con unos acercamientos de cámara algo inciertos.
Barry Seal es gloriosa y amarga a la vez, satírica y triste, que juega en todo momento a los dobles raseros con todos los protagonistas sin dejar títere con cabeza (la propia esposa de Seal es un ejemplo de cómo la preocupación por la inestabilidad familiar desaparece cuando empiezan a entrar los millones) y retrata una época y una sociedad donde todo de mueve alrededor del color del dinero.
Cruise, de nuevo, es casi omnipresente en la película, y aunque no se produzcan los juegos narrativos de El lobo de Wall Street hay algunos trucos (como las grabaciones con una cámara domestica) que permiten a Barry Seal romper la cuarta pared, convirtiéndose en narrador y seduciendo aún más, si cabe, al público.
Una gran película que sirve de contrapunto a series como Narcos, ahora que todo lo relacionado con Pablo Escobar parece tan de moda.

Valoración: Ocho sobre diez.

VERÓNICA, cine de terror del bueno

No creo que haya nadie que dude que Paco Plaza es uno de los maestros del terror patrio más en forma de la actualidad. Si sus películas Romasanta o El Segundo nombre no sirven para avalarlo, ahí están sus colaboraciones con Jaume Balagueró para crear una de las mejores y más aterradoras películas de zombies amén de origen de una gran saga como es [REC] y de la que se despidió en solitario con la genial, a la par que divertidísima, [REC]³: Génesis.
Con Verónica, Plaza abandona el humor negro de esa última para indagar en un terror tan profundo como cotidiano. Verónica es una película inquietante, claustrofóbica y malrollera, tanto por la amenaza que presenta como por los propios terrores de la protagonista.
Inspirada ligeramente en un caso real, el conocido como “Expediente Vallecas”, Paco Plaza consigue algo muy meritorio: realizar una película plagada de influencias, desde clásicos de terror italiano hasta el estilo machacón de James Wan, pero sin dejar de hacer nunca una película muy personal. Sí, hay en Verónica muchas cosas reconocibles, todos los tópicos del subgénero de las posesiones están ahí, pero también hay un desarrollo de personajes, una creación ambiental y un juego exquisito con la cámara que merecen todos los aplausos.
No todo es mérito de Plaza, desde luego. El peso de la película recae sobre la actriz debutante Sandra Escacena, y la chica no es que salga airosa del invento, es que lo borda. Condenada a crecer antes de tiempo por la situación familiar, esta muchacha de la periferia de Madrid de unos reconocibles (y nostálgicos) principios de los noventa (justo antes de que España se diera a conocer al mundo con sus Olimpiadas, Expos y demás) consigue que el espectador que haya vivido esa época se identifique con ella, con sus problemas, sus angustias y sus miedos. No es, a priori, un fantasma a lo que debe temer. Esa juventud que le está siendo arrebatada, esa pérdida de comunicación con sus amigas, esa dolorosa ausencia paternal… son piezas que mueven la trama, cociendo a fuego lento su inestabilidad hasta que llega el momento de la sesión de ouija y todo se precipita.
Y junto a Escacena, Bruna González, Claudia Placer y, sobre todo, Iván Chavero, conforman un trío de hermanos que representan a la perfección esa inocencia vulnerabilidad que lo hace todo más terrible, más aterrador.
Hay mucho de Wan en esta película, pero Plaza se las apaña para no limitarse a los trucos de efectismo de siempre (que también) y juega con las luces y los reflejos creando inteligentes metáforas visuales que coronan la función.
Y cuando el terror se desata… Ni siquiera ahí la película se pierde en convencionalismos. Plaza sabe agarrar fuerte el timón para que no se le descontrole, y con esos momentos de humor como la canción de un anuncio televisivo (momentos que producen esa risa nerviosa que en realidad es miedo camuflado) o la ingenuidad el hermano pequeño al hacer un dibujo equivocado, la histeria va entrando en escena, precipitando al espectador hacia un final desasosegante y amargo, doloroso aun cuando se nos había anunciado previamente.
Verónica es una pequeña joya, una película que puede que no guste a los amantes del gore o del terror más banal, como puede que no les gustara La Bruja o Babadook, pero que hará las delicias de los que no se conformen simplemente con pasar un mal rato, sino que quieran hacerlo mediante una gran película.
Aunque, eso sí, ya nunca volveré a escuchar a Héroes del Silencio de la misma manera.

Valoración: Ocho sobre diez.

EMOJI, tan estúpida que hasta tiene gracia

Podría ser que algún lector habitual se escandalice de ver que puntúo igual una película tan banal como Emoji (el hecho de hacer un film basado en los emoticonos del móvil ya lo dice todo) que la gran apuesta del cine español de animación que supone Tadeo Jones 2: el secreto del Rey Midas. Y puede que incluso tenga motivos para hacerlo. El crítico (u opinador, elijan ustedes) no puede ser nunca objetivo del todo, y ya he comentado en otras ocasiones como los prejuicios que a priori se puedan tener sobre una película puede terminar por jugar a favor de la misma.
Efectivamente, no daba un duro para esta mamarrachada que es Emoji, una idea tan absurda en su planteamiento como las pretensiones de hacer una película basada en el Tetris o en el Monopoly. Sin embargo, una vez se apagan las luces de la sala, me encontré con una propuesta desenfadada y divertida, una locura visual bastante simpática a la que solo pude encontrar dos puntos negativos. Dos puntos importantes, no obstante.
Por un lado, la película a la que quiere parecerse. No me cabe la menor duda que los creadores de Emoji habían visto varias veces Del Revés (Inside out) para inspirarse y los submundos que hay en el interior de un móvil en forma de aplicaciones recuerda muchos a los recovecos del cerebro de un niño como se veía allí. Y quizá la peluca azul de la protagonista femenina sea una confesión involuntaria de ello. Y claro, si os ponemos a comparar esta comedieta con esa obra casi maestra… Pues ahí sí que no hay color.
La segunda pega está en el tono excesivamente infantil de la misma. Volviendo a compararla con Del Revés, podrían haber apostado por el despiporre visual colorista que entusiasmaría a los niños y dar un poco más de contexto a la trama y los diálogos para contentar a los mayores. Al fin y al cabo, ningún niño en su sano juicio se enteró de qué iba Del Revés, ni falta que les hacía. ¿Más contexto y mejores diálogos a una película protagonizada por emoticonos, os preguntaréis? Pues sí, porque por momentos la película parece querer reflexionar sobre la alienación de los jóvenes (y no tan jóvenes) de hoy en día por culpa de sus móviles y los peligros de Internet, pero enseguida se desvinculan de la idea no vaya a ser que asusten a alguien. Que se haga un chiste sobre lo que un adolescente pueda querer ocultar a sus padres y que la respuesta sea música rock y piratas es como muy tontorrón, y que tras los chistes más nerds, como el de los trols de Internet, haya que explicarlos por si alguien no lo ha pillado, pies desvirtúa la cosa.
Pero, aun así, la película es una aventura que se deja ver, entretenida y con algún golpe de ingenio que funciona. Nada original en cuanto a concepción de personajes y situaciones y que desaprovecha a algunos emoticonos que podrían haber dado más juego, pero suficientemente loca como para merecer ser salvada de la quema.

Valoración: cinco sobre diez.

TADEO JONES 2: EL SECRETO DEL REY MIDAS, repitiendo la fórmula sin demasiada inspiración.

Después de que en 2012 Las Aventuras de Tadeo Jones marcaran un hito en el campo de la animación es España muchos esperaban con ansia su secuela, que ha necesitado de cinco años para ver la luz.
Con enrique Gato de nuevo a los mandos, Tadeo Jones 2: el secreto del Rey Midas se mueve exactamente en la misma línea que su predecesora, mejorando, eso sí, la calidad técnica de la animación. No soy un enamorado de la primera película, una copia intencionada de Indiana Jones que no aportaba nada especialmente original en cuanto a argumento, por lo que tampoco es que esta secuela me haya interesado demasiado. Sí, es una película muy aceptable, que encantará a los niños y con momentos divertidos, pero demasiado blanca y condescendiente como para poder atraer a un público más adulto. Además, una cosa en homenajear a un personaje como al que dio vida Harrinson Ford y otra es copiar directamente recursos narrativos, pareciendo que esto fuese, por momentos, un remake animado de Indiana Jones y el Templo Maldito.
Visualmente es impecable y no me cabe la menor duda de que va a volver a arrasar en taquilla, baste ver la gigantesca promoción organizada, pero o bien se realiza un gran giro de timón o no me parece que estos personajes soporten muchas historias más.
Indy es uno de los héroes cinematográficos de mi infancia. A Tadeo aún no sé sin considerarlo un héroe o un patán. O quizá ambas cosas, y esa mezcla es precisamente lo que no me funcione.

Valoración: Cinco sobre diez.

viernes, 1 de septiembre de 2017

EL OTRO GUARDAESPALDAS, la tontería más divertida del verano

Por algún motivo que no alcanzo a comprender, la promoción de El otro guardaespaldas hace hincapié en definir la película como una especie de parodia de El guardaespaldas, aquella peliculilla simpática sin más pero que recaudó dinero a raudales que dirigió Mick Jackson en 1992 para mayor gloria de Kevin Costner y Whitney Houston: el título en español (tipografía incluida), el poster promocional (ridículo, por cierto) y hasta la incursión del tema principal de aquella en el tráiler de esta.
Y todo para resultar que El otro guardaespaldas no tiene nada que ver con aquella más que el hecho de que el protagonista es un guardaespaldas. Puestos a comparar, esta budymovie en toda regla tendría más en común con Límite 48 horas, por aquello de los dos antagonistas (en aquella era un policía y un delincuente, aquí un guardaespaldas y un asesino, en ambos casos uno blanco y el otro negro) y la carrera contrarreloj en la que se ven envueltos, en una comedia de acción alocada y espectacular. Aunque lo cierto es que en los ochenta y los noventa eso de juntar dos protagonistas opuestos y darles una trama criminal era algo bastante corriente, y las referencias que se pueden encontrar en esta película que dirige Patrick Hugles son infinitas.
Al final, estamos ante un entretenimiento funcional pero muy convencional que basa casi todas sus armas en la química entre los dos protagonistas, enemigos condenados a entenderse, que tampoco tienen demasiada base como para hacer interpretaciones demasiado esforzadas. Jack Reynols recupera el rol cómico de Deadpool, mucho mejor que cuando se quiere poner serio, y Samuel L. Jackson se limita a hacer de Samuel L. Jackson, que para eso es lo que mejor se le da. 
Al menos Gary Oldman compone a un villano algo menos histriónico y exagerado de lo que nos tiene acostumbrados y Salma Hayek (muy efímera) y Elodie Yung (la Elektra del Daredevil de Netflix) aportan el toque femenino.
La película sirve, además, como guía turística, sobretodo de Londres y Ámsterdam, recreándose Hugles durante las interminables persecuciones y tiroteos en mostrar lo más destacado de ambas ciudades.
El otro guardaespaldas no engaña, y es lo que aspira a ser, una comedia con mucha acción, explosiones, disparos y muertes a gogo, exagerada e inverosímil, que no se toma en serio a sí misma casi nunca (quizá solo en el flashback sobre el personaje de Samuel L. Jackson) y que como tal puede funcionar, abrazando el absurdo y alternando la espectacularidad (y con esa moda de hoy en día de incluir varias peleas en un plano secuencia, algunas efectivas pero ni de lejos a la altura de cosas más serias y trabajadas como Atómica) con el ridículo.
El otro guardaespaldas es eso y poco más. Diversión y chascarrillos repetitivos que pueden refrescar el final de las vacaciones, pero que no ayudan a elevar el nivel de un verano relativamente flojo en lo que a producciones cinematográficas se refiere.

Valoración: Seis sobre diez.