miércoles, 31 de diciembre de 2014

LAS PEORES PELÍCULAS DE 2014 Y LAS DECEPCIONES MÁS TRISTES

Y después del subidón toca bajar a los infiernos.
A continuación os dejo las catorce peores películas que he visto a lo largo de este año. Quizá leyendo algunos títulos algunos pongáis en duda mi criterio a la hora de elegir película para ver pero lo que sucede es que, en el fondo, me debo a mis lectores (jeje).
Antboy: Porque no entienden que ser niño no equivale a ser estúpido.
El club de los incomprendidos: Porque no consigue explicar que a las niñas les guste este tipo de cine tan empalagoso.
El heredero del diablo: porque cada año hay por lo menos una película insoportable de terror hecha con cuatro duros y cámara en mano. Y este año le ha tocado a esta.
Enemy: Porque ni la entendí ni me preocupa lo más mínimo.
Hércules, el origen de la leyenda: Porque es imposible hacer una película más pastelosamente aburrida sobre un héroe mítico.
L’Endamà: Porque es un documental falsamente imparcial que se empeña en imponer unas ideas de forma tan errónea que casi consiguen lo contrario.
Si decido quedarme: Porque si una película tan dramática como esta no consigue emocionar ni una sola vez es que algo malo tiene.
Sólo para dos: Porque Santi Millán lleva toda su vida haciendo el mismo personaje y hace tiempo que perdió la gracia.
Stand by me, Doraemon: Porque es una tomadura de pelo, simple y llanamente.
Teenage mutant ninja turtles: Porque querer imitar a Michael Bay no es suficiente y sólo consigue caer en el ridículo.
Tranformers 4: la era de la extinción: Porque su título es tramposo. No, los dichosos Transformers no se extinguen. Habrá más.
Transcendence: Porque Johnny Deep ya no nos la cuela, y el tufillo Nolan se nota solo en lo malo.
Vampire academy: Porque no se han enterado de que el género vampírico para pipiolos pasó de moda hace ya un tiempo, a Dios gracias.
Yo, Frankenstein: Porque es simplemente la definición de una peli mala: actores, dirección, guion, efectos especiales… nada se salva.
Y hasta aquí listado de lo peor del año. Pero aparte de estas, hay otras pelis que, no siendo tan malas (algunas incluso mucho mejores que la media) me decepcionaron, quizá porque las expectativas eran muy altas o, simplemente, porque los nombres propios que estaban implicados en ellas deberían ser capaces de algo mejor.
Estas son mis decepciones del año:
300, el origen de un imperio: Porque la primera molaba mucho, pero esta…
Dallas buyer club: porque invita a confundir una gran interpretación con un gran maquillaje.
Drácula, la leyenda jamás contada: Porque este principito Vlad no tiene nada de lo que uno conoce de Drácula y da más pena que miedo.
El Hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos: Porque después de más de seis horas de historia el resultado es descafeinado y decepcionante.
Interstellar: Porque Nolan no ha aprendido todavía que para hacer una gran película necesita un gran guion antes que una cámara IMAX. Pero él, a lo suyo…
Jersey boys: Porque la película no tiene alma y consigue que los personajes te importen un pimiento.
La gran estafa americana: Porque lo único notable de la película son los escotes de Amy Adams.
Los juegos del hambre: Sinsajo, parte uno: Porque cuando empieza lo interesante, termina.
Magia a la luz de la luna: Porque Woody Allen tiene dos caras, y este año ha tocado la regulera.
Monumens men: Porque George Clooney ha demostrado que sabe hacerlo mejor, mucho mejor.
Noé: Porque Aronofsky duda entre hacer una película épica o una de autor, y se queda a medias de todo.
RoboCop: Porque la sombra de Verhoeven es alargada y no se puede versionar un clásico y no morir en el intento.
Serena: porque la química entre Jennifer Lawrence y Bradley Cooper prometía mucho pero se queda en nada.
The amazing Spiderman 2, el poder de Electro: Porque Sony no tiene ni pajotera idea de lo que hacer con su personaje franquicia estrella, y eso se nota en la película.
Pues bien, me he despachado a gusto. Seguro que muchos no compartiréis mis opiniones, pero para eso está la zona de comentarios. Os invito a dejar vuestras propias listas o tratar de convencerme de lo errado que estoy. El debate está abierto.
Y hasta aquí este extenso repaso del 2014. Mañana más…

LO MEJOR DE 2014 Y LAS SORPRESAS MÁS AGRADABLES

Pues lo dicho en la entrada anterior. Sin más dilación, vamos a repasar  lo mejorcito que he podido ver durante este año ya caduco.
Empecemos por las catorce películas que más me han hecho disfrutar, ordenadas de manera alfabética para no despistar:
Amanece en Edimburgo: porque a veces los musicales también pueden ser divertidos y tiernos.
Big hero 6: Porque Disney lo ha vuelto a hacer. Nunca sentirme como un niño fue tan ameno.
Boyhood: Porque es una película sobre la vida misma. ¿Se puede pedir más?
El amanecer del Planeta de los simios: No es perfecta, pero solo por la expresividad de los monetes ya vale la pena verla.
El Capitán América. El Soldado de invierno: Por saber mezclar con habilidad una historia de intriga con superhéroes Marvel.
El Gran hotel Budapest: Es Wes Anderson, ¿hace falta decir nada más?
El lobo de Wall Street: Porque aunque nos quede ya muy lejana, esta verdadera obra maestra se estrenó en nuestro país en enero.
El niño: Porque digan lo que digan Daniel Monzón hace cine del bueno.
Guardianes de La Galaxia: Porque hacer una película tan endiabladamente divertida no ta fácil como parece. Y eso sin hablar de su música…
Her: Porque aún es posible creer en el amor. Aunque sea computerizado.
La isla Mínima: Porque dos grandes interpretaciones compiten con una fotografía hinóptica.
Magical Girl: Porque es tan maravillosa como descarnada y aún no me he recuperado de verla.
Perdida: Porque es David Fincher en su mejor momento, ¿hace falta decir algo más?
Relatos Salvajes: Por el placer culpable de reír con las desgracias ajenas.
Pero esto no ha sido todo. Hay otra serie de películas que quizá no se me hayan marcado en la memoria como estas pero que sin duda merecen ser mencionadas. Son, podríamos decir, las sorpresas del año. Para mí, claro.
Al filo del mañana: Porque aunaba muy bien Atrapado en el tiempo con ciencia ficción de la buena.
Bajo la misma estrella: Porque esperaba una bobada terrible y casi me hizo soltar alguna lagrimita.
Byzantium: Porque todavía hay esperanza para las pelis de vampiros.
Carmina y amén: Porque no conocía el cine de Paco León y me atrapó con su humor real a la vez que mundano.
Coherence: Porque se atreve a jugar con la física cuántica con cuatro duros de presupuesto.
Filth, el sucio: Porque James McAvoy se come la pantalla en todo momento.
Invencible: Porque aunque todos la han puesto a parir me gusta como cuenta las barbaridades de la guerra con emoción contenida.
Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo: Porque después de las dos payasadas anteriores había perdido la fe en estos personajes.
Ocho apellidos vascos: Porque diez millones de espectadores no pueden estar equivocados.
Orígenes: Porque tiene una historia sencilla e inteligente que atrapa desde el primer momento.
Pompeya: Porque aunque es una tontada la reconstrucción de la villa romana mola. Y el volcán, también.
Sabotaje: Porque es la peli más seria y sucia de Schwarzenegger. Y punto.
Torrente 5: Operación Eurovegas: Porque era el primer Torrente que veía en cine y me lo pasé pipa.
X-men: días de futuro pasado: Porque parecía que ya estaba todo dicho sobre los mutantes. Y resulta que no.
Y hasta aquí el resumen más positivo del año. Que entre las elegidas se encuentren ocho películas españolas no es algo habitual, así que creo que muchos deberían empezar a cambiar el chip ese según el cual solo sabemos hablar de la Guerra Civil y de comedias con tetas.
Ha sido un buen año, aunque quizá ninguna destaque especialmente por encima de las demás, con lo que –a falta de un buen puñados de estrenos- los Oscars del 2015 se prometen interesantes.
Veremos…





BALANCE DEL 2014 CON UN OJO PUESTO EN EL 2015

Bueno, pues ya hemos llegado al final, una vez más. El año termina y con él cerramos nuestro segundo curso al frente de El panda Cinéfilo. Has sido doce meses cargados de cine, del bueno y del malo, en el que se ha intentado disfrutar al máximo (no siempre se ha conseguido) del séptimo arte.
Han sido, en total, 215 entradas, con marzo (como se nota la temporada de premios) y octubre (Sitges este año ha marcado mucho el ritmo del blog) como meses de más actividad y abril y junio los más pobres. En total, se han comentado 152 películas en su máximo esplendor cinematográfico mientras que las distribuidoras, tan gentiles como siempre, nos han “invitado” a ver por otros medios otras 43.
La reseña más visitada este año ha sido la de The Amazing Spider-man 2, el poder de Electro y hemos tenido visitantes de todo el país, siendo Estados Unidos el que ocupa el segundo puesto en cuanto a lectores, seguido muy de cerca por Alemania, Rusia, Francia y Méjico, siendo este actual mes de diciembre el que más visitas ha recibido el blog, supongo que por la presencia no sólo en Facebook sino también a través de twiter.
Pero como diría el Sr. Lobo, “no empecemos a chuparnos las…” bueno, todos habéis visto Pulp Fiction, ¿no?, pues ya sabéis… El caso es que no hay que hablar solo de nosotros. El 2014 ha sido un buen año de cine y un buenísimo año de cine español, con grandes éxitos como El Niño, La Isla Mínima, regresos inesperadamente interesantes como el último Torrente, pelotazos alucinantes como Ocho apellidos vascos (que además es la principal artífice de uno de los golpes más duros asestados contra la piratería en Internet en nuestro país) y obras maestras absolutas como Magical Girl. Hemos asistido al final de la saga REC y a experimentos interesantes como Open Windows.
En el apartado internacional, las películas más taquilleras han sido también las más pirateadas. Se han llevado la palma los grandes blockbusters, como era de prever, con la última patochada de Michael Bay en forma de juguetito Transformer como máximo exponente, seguida de la Maléfica de Angelina Jolie, X-men: días del futuro pasado, The amazing Spider-man 2, Cómo entrenar a tu dragón 2, El amanecer del planeta de los simios, Godzilla, Guardianes de la Galaxia (que ha sido la número uno en taquilla a nivel anual en Estados Unidos) y Río 2. Es decir, bastante cine de acción, algo de animación, muchas secuelas (y precuelas) y, sobre todo, una vez más, aplastante triunfo de productos Marvel sobre los demás, siendo Guardines de la Galaxia la gran sorpresa para todos.
En el apartado de fracasos  más sonados destacan títulos tan detestables como Yo, Frankenstein, Hércules (un año más ha habido duelo de películas similares: esta vez ha tocado Hércules y la versión de Dwayne Johnson, sin ser para tirar cohetes, era infinitamente superior a esta) o Trascendence, patochadas innecesarias como el nuevo RoboCop o Need for Speed, cosillas flojitas pero no especialmente malas como Pompeya o cuento de invierno y títulos que a mi francamente me gustaron bastante como el nuevo Jack Ryan o el Sabotage de Schwarzenegger.
Como esta es época de listas, también hay para los actores: Jennifer Lawrence, Chris Pratt y Scarlett Johansson han triunfado mientras que los nombres de Adam Sandler y Johnny Deep se han convertido en veneno para la taquilla.
Tras este resumen tan general, en unas horas os dejaré con mis listas particulares, con lo mejor y lo peor del año (como otros bloguero amigo voy a hacer la gracia de elegir las catorce mejores y las catorce peores) expandiendo la lista también a lo que para mí han sido sorpresas y decepciones. Ojo, eso no significa que las sorpresas sean majestuosamente buenas y las decepciones unos truñacos, pero quiero valorar también algunos títulos en función a las expectativas provocadas.
Y no puedo dar por finalizado este resumen del año sin recordar mi paso por Sitges. Fueron dieciséis películas que viendo lo que faltó supieron a poco que dieron pie a algunas de las entradas más seguidas, por lo que el año que viene se intentará repetir. Naturalmente, sólo las películas vistas allí que se hayan estrenado en España a lo largo de este final de año entran en mis listas, al igual que se ha quedado fuera la excelente Birdman que no se estrenará hasta mediados de enero.
¿Y ahora qué?, os preguntaréis. Pues mucho más cine. El año que viene tengo alguna sorpresa guardada y pienso que tras dos años de vida es el momento de expandir un poco más la temática del blog. No se va a convertir en un blog de noticias, desde luego (de esos hay muchos y muy buenos), pero en vista de lo que gustó el seguimiento al Festival de Sitges o los especiales de los Oscars y los Goya voy a incluir (pocos, no os asustéis) algún artículo de opinión, tal y como he alargado el tema de mis listas. Será, si no se me acumula demasiado la faena, uno al mes, como máximo, y servirá más que nada como desahogo personal. También estoy pensando en una nueva sección, que consistirá en una reseña de una película fuera de cartelera que, por el motivo que sea, no haya podido (o interesado) ver en su momento y que me llegue ahora en forma de recomendación. Tengo ya varias acumuladas, y si alguien se anima a recomendarme alguna “joya perdida” con sumo gusto la añadiré a la lista.
El único punto oscuro del blog sigue siendo la falta de interactuación con vosotros, así que os animo una vez más a dejar comentarios, contradecir mis críticas o crear debates con otros lectores. Esto es un diálogo, amigos, no lo olvidéis.
Y hasta aquí ha llegado el año. En unas horas se colgarán las últimas entradas y, tras las uvas, todo comenzará de nuevo.
Feliz año nuevo, amigos, abrigaos bien, no comáis demasiado, disfrutad de la última (o mejor, la primera) fiesta del año y después… ¡ved mucho cine!



BIRDMAN (O LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA) (8d10)

Anunciada como uno de los platos fuertes del 2015, Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), es una nueva genialidad del mexicano Alejandro González Iñárritu después de que su último film, Biutiful, no terminara de estar a la altura de las expectativas.
Esto no significa que Iñárritu haya vuelto a sus orígenes, pues Birdman poco o nada tiene que ver con sus Amores perros, 21 gramos o Babel, todos ellos dramas profundos donde apenas había espacio para el humor. Birdman puede ser considerada un drama, por supuesto, pero está tan repleta de situaciones hilarantes y contiene un humor negro (muy negro) tan brutal que resulta imposible no reírse a menudo con ella, pese al camino autodestructivo que vemos emprender a su protagonista.
Michael Keaton renace de sus cenizas para interpreta a Riggan Thomson, un tipo que bien podría ser un reflejo de sí mismo, un actor que en los noventa triunfó encarnando a un superhéroe (cambien el Birdman del título por el Batman de Burton y todo arreglado) y que ve que ahora que el cine superheróico está más de moda que nunca (impagables las alusiones a los últimos éxitos de Marvel) se da cuenta que su tren ya ha partido, decidiendo refugiarse en Broadway, donde se enfrenta a una obra adaptada, dirigida e interpretada por él mismo (basada en el relato de Raymond Carver De qué hablamos cuando hablamos de amor) que le supone una última oportunidad para demostrar su valía como actor.
Birdman habla, pues, de las últimas oportunidades. Últimas oportunidades como actor, últimas oportunidades como padre y últimas oportunidades como ex marido. Y se enfrenta a ello consciente de que Birdman no sólo es el personaje que más fama y riqueza le ha dado, sino también el que más le ha quitado. Como en el Fausto de Dante, Birdman es quien ha mercadeado con el alma de Thompson, dirigiendo sus pasos artísticos y corrompiendo incluso su propia cordura, con momentos que pueden evocarnos al Cisne negro de Aronofsky.
Quizá viéndose reflejado en el espejo, Keaton construye un personaje poderoso y débil a la vez, de tortuosos sentimientos, encerrado en sí mismo y en constante búsqueda de su propia identidad. Una interpretación magistral que, como con su alter ego Thompson, nos invita a preguntarnos cómo es posible que un solo personaje pueda absorber toda una carrera reduciendo su currículo (a nivel popular, me refiero) a sus dos películas del hombre murciélago y poco más.
A su alrededor, como en la también inminente Mapa de la estrellas de David Cronenberg, se encuentra una colección de personajes perdida en sus propios desvaríos: el actor de teatro mucho más valorado por la crítica pero casi desconocido para el gran público, la hija con problemas con la droga, la aspirante a actriz, el amigo y manager… Una gran familia, esta del teatro, de la que Iñárritu se burla con sutileza, aunque no con más dureza que sus chanzas hacia la familia del cine. 
Es, sin embargo, la crítica especializada contra quien realmente dispara a matar, con un discurso del personaje de Keaton acorralando a la crítica más influyente de Nueva York, que invita a levantarse en mitad de la sala para aplaudir.
Pero no sería justo alabar esta película quedándonos tan solo con su guion, pues Alejandro González Iñárritu parece emular a su colega y compatriota Cuarón en Gravity (película con la que comparte director de fotografía) al emplear el recurso del plano secuencia, alcanzando el más difícil todavía al ser capaz de realizar prácticamente toda la película en un único plano (a nivel visual, claro; técnicamente es evidente que hay varios cortes, aunque muy bien disimulados), con una sóla pausa, ya llegados al final, para separar la historia de su epílogo devastador.
Como para rematar la broma, el prodigioso reparto (todos ellos están estupendos) está conformado por dos actrices pertenecientes a la renovada moda superheróica de la que tanto se burlan, Edward “Hulk” Norton y Emma “Gwen Stacy” Stone (esta chica se las está apañando para estar en todas partes), a los que les compenetran Naomi Watts y un sorprendentemente formal Zach Galifianakis.
Con una música atronadora (y por momentos conscientemente molesta) y una imaginación desbordante, Birdman entremezcla con inteligencia las tesituras del cine y el teatro, desnudando sus intimidades y consiguiendo divertir, emocionar, soñar, sufrir y llorar. Todo a la vez. Y recordarnos, una vez más, que el glamour de Hollywood (o Broadway) no siempre es tan esplendoroso como parece.

lunes, 29 de diciembre de 2014

INVENCIBLE (8d10)

Aunque eclipsado por las gestas de Jesse Owen, en las Olimpiadas de Berlín de 1936 hubo otro corredor americano que, pese a su juventud, destacó por su velocidad en pruebas de largo recorrido. Su nombre era Louis Zamperini y su historia, en aquel momento, ya parecía suficientemente interesante como para ser llevada al cine. Pero después de eso, aun le quedaba participar en la II guerra Mundial, naufragar y quedar en un bote a la deriva durante cuarenta y siete días y ser prisionero de guerra en un campo japonés.
Estaban siendo tan negativas las críticas a la nueva aventura como directora de Angelina Jolie que pocas ganas me entraban de ver la vida de este americano de origen italiano al cine, pero para mi sorpresa me he encontrado ante una película fascinante, dura y despiadada pero de gran factura e interpretaciones magistrales.
Quizá la Jolie no tenga una pericia especial para manejar la cámara con maestría, pero se desenvuelve con suficiente eficacia para dejar que sea la historia la que se narre por sí misma, una historia terrible que pasada por el rasero de los hermanos Coen (y este es el detalle que me parece más curioso del film) se distancia poco de lo que en verdad le sucedió a Zamperini.
Con dos partes bien diferenciadas, la del naufragio y la de prisionero de guerra, y una tercera (la etapa de corredor) narrada mediante flashbacks, Angelina Jolie logra plasmar con corrección no ya los estragos de la guerra, sino la brutalidad humana que, en este caso se encuentra personificada en el rostro y las maneras del japonés Watanabe, pero quien podrían ser alemanes nazis, extremistas islámicos o los propios americanos en Guantánamo.
Quizá lo que no le puedan perdonar muchos a la directora es la ambición desmedida que se lee entre líneas a su película, que lejos de ser una apuesta pequeñita como su debut (la casi inédita En tierra de sangre y miel) desprende aroma de grandeza por doquier, con una producción descaradamente destinada a luchar por el Oscar en su próxima edición. Y es esta soberbia fílmica lo que no parece cuajar demasiado bien entre los profesionales del medio.
Pero si los señores del CSI me permiten, yo he disfrutado (y hay que coger con pinzar el concepto de disfrutar) con esta historia de superación que, quizá no descubra nada nuevo sobre las crueldades de la guerra, pero ayudan a recordarnos como puede ser a veces la condición humana.
Cuando tras media película de soledad (un accidente de avión termina con tres náufragos, de los que solo dos sobreviven) angustiante que puede recordar a títulos como La vida de Pi o Cuando todo está perdido, se pasa a la opresión de un campo de prisioneros, donde el mal parece personificado en la figura del general al mando y cuyas vejaciones soportadas por Zamperini solo pueden creerse por haber sido relatadas de su propia boca, sería fácil confundir veracidad con verosimilitud, pero Jolie, que camina sobre el alambre en más de una ocasión, logra mantener la sensatez sobre un personaje que podría alcanzar cotas mesiánicas (de hecho la fe y la virtud del perdón son temas muy presentes en el film) pero que la excelente interpretación de Jack O’Connell logra solventar.
Puede que no sea la mejor película del año. Puede que no merezca arrasar en los Oscars. Pero es una buena película. Muy buena, incluso. Y negarlo es entrar en el terreno de las fobias personales. Y que cada uno lo entienda por donde quiera.

STAND BY ME. DORAEMON (2d10)

Poco tiempo voy a perder con esta reseña. Antes de empezar voy a confesar algo: no tenía ni el más mínimo interés para ver esta peli. Pero estrenos en cartel de tan larga duración como Exodus, El Hobbit o Invencible hace que sea difícil cuadrar horarios y para estar pasando frío mientras espero a que empiece mi peli pues…  Mejor ver esto que nada, ¿no?
Pues casi que no.
Aunque no soy un gran fan de la serie he visto varios episodios. Y me he reído con ellos. Pero este capítulo alargado del gato robot del futuro es sencillamente infumable. Desde su conversión espantosa a 3D que deriva en una animación de vergüenza ajena para los tiempos que corren, una historia con algún momento divertido por muchos dramáticos, un Nobita especialmente imbécil e insoportable y un argumento con viajes futuristas que se pasan por donde yo sé las paradojas temporales (¿no te habrás copiado Interstellar de aquí, Christopher Nolan?), pues… ¿qué quieren que les diga? Que no hay por dónde agarrarla.
Dice IMDb que dura 95’, pero a mí se me hizo eterna. Y acepto que haber visto poco antes Big hero 6 pueda ayudar a que, por comparación, la encuentre horrible, pero es que me pareció tan mala que ni para dormir me sirvió.
Para colmo, termina la película con un video musical (quizá lo mejor de todo) y, antes de los créditos finales, ¡¡¡aparece el anuncio de un juguete de Doraemon!!! El colmo de la vergüenza.
Pero no sólo podemos culpar a los japoneses de este bodrio que no recomendaría a ningún niño a no ser que quiera salir con el cerebro acartonado, también la distribuidora española tiene tela con el asunto. Porque permitir que Alaska y Mario Vaquerizo participen en el doblaje es casi un asesinato al sentido común, logrando que doblajes catastróficos míticos como El resplandor o Escuela de Rock parezcan magistrales.
Un truño. No hay más que decir.

EL CLUB DE LOS INCOMPRENDIDOS (3d10)

En una época donde todo el mundo cinematográfico tira de noveluchas adolescentes para atraer a los chavales al cine (y actores de tres al cuarto pero con cuerpos Danone también ayuda lo suyo), no me parece mal que en España se siga la corriente y se busque el éxito fácil que si, por otro lado, ayuda a que la gente joven lea, no seré yo quien me queje.
Lo que pasa es que mientras en otras partes se adaptan historias de fantasía y ciencia ficción que, si están bien hechas pueden atraer a un público más homogéneo, aquí parece apostarse solo por el romanticismo bobalicón y estudiantil que solo parece interesar al sector femenino. Ya desde la mítica serie de televisión Al salir de clase se veía por donde iban los tiros en este país, y que hace unos años los pelotazos taquilleros estuviesen protagonizados por la versión más descamisada de Mario Casas con A tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti explican por qué incluso cuando se quiere hacer algo de género (y estoy pensando en la serie de televisión de El Barco) se suele terminar derivando en maniqueísmo rosa. Este mismo año hemos tenido el ejemplo de Perdona si te llamo amor, otra almibarada historia basada en una novela que no estaba del todo mal.
El problema de este El club de los incomprendidos es si te enfrentas a ella, como yo, sin saber de qué va la cosa, esperando encontrar una especie de historia adolescente sobre marginados sociales, inadaptados, que encuentran un elemento común entre ellos. Pero cuando descubrí que era casi el único varón de la sala y que la media de edad general no alcanzaba para sacarse el carnet de conducir, empecé a preocuparme de verdad.
Y en apariencia, esa es la base de la historia: un grupito de chavales (otra cosa es la edad que tengan los actores en realidad, que vaya tela también…) que se sienten solos y forman un club de amigos. Pero bajo esa apariencia de fragilidad social, de dolor interno y de reflexión social lo que se oculta en realidad es una insulsa y estúpida historieta de amor, de esas cargadas de profundas reflexiones como si los adolescentes fuesen los grandes filósofos de la vida y sus vivencias fueran a ser trascendentales. Sin embargo, no hay la más mínima reflexión sobre lo que significa ser joven, sobre el momento en que deben encauzar sus vidas y sobre el futuro que se abre ante ellos (el ejemplo más tonto es cuando uno de ellos asegura que su sueño es ser director de cine, pero no hay ni una sola mención más a ese hecho en todo el film: ni rueda cortos, ni va al cine, ni compra revistas…).
Todos los buenos propósitos naufragan en una historia de triángulo amoroso del montón donde las tramas secundarias alrededor del resto de amigos parece molestar, que muestra una juventud que, lejos de disfrutar de sus mejores años y pasárselo bien viviendo a tope, se pasa media película lloriqueando, donde el único personaje que parece saber lo que quiere y entiende que hay que divertirse de vez en cuando resulta ser el malote de la trama, y cuyo desenlace se huele a años de distancia. Y es que puede que no supiese de qué iba la peli al llegar al cine, pero os aseguro que supe como acababa antes de ver media hora de la misma.
Aburrida, estúpida y con algunas interpretaciones lamentables, lo único que despertó mi interés es saber cómo engañaron a actores de la talla de Aitana Sánchez-Gijón, Raúl Arévalo o Lluis Homar para asomar la cabeza por ahí.
Al menos, la alegría que no saben reflejar los chicos está en su banda sonora (veintidós canciones conté). Algo es algo.

BIG HERO 6 (8d10)

Cuando hace ya unos años (¡madre mía, cómo pasa el tiempo!) se anunció la venta de la editorial Marvel a manos de la Disney, todos los aficionados al mundo del comic nos temíamos lo peor. No tardaron en aparecer por todas partes noticias catastrofistas sobre cómo se iban a suavizar los comics, la censura en las ya de por sí escasas escenas de sexo y violencia… en fin, que Marvel iba a “disneysarse”.
Con el paso del tiempo, no solo los frikis respiramos aliviados al ver que nada ha cambiado en el mundillo de los superhéroes, sino que las tornas han sido, si cabe, completamente cambiantes. Ha sido, finalmente, Disney quien se ha “marvelizado” tras la unión de estos dos monstruos del ocio y, francamente, el cambio le ha sentado de maravilla.
Ya en la espléndida Frozen quise ver yo la marca de lo que comento, con esa  Elsa “mutante” cuyo look recordaba a la versión más recatada de Emma Frost o la construcción del palacio de hielo que parecía inspirado en las creaciones en metal del mismísimo Magneto, pero en nueva película con la que la productora de las orejas despide el año, Big hero 6, la colisión entre los dos mundos es ya incuestionable. No es sólo una película de superhéroes (ya me froto las manos sólo de imaginarme un hipotético crossover con Los Increíbles), sino que está basada ni más ni menos en un comic Marvel, por más que este hecho no se haya publicitado apenas.
Anécdotas aparte, Big hero 6, aun encontrándose en las antípodas del cine “de princesas” que era Frozen, puede equipararse a esta en su tremenda calidad. Tras unos años de desconcierto artístico, Disney parece haberse puesto las pilas (y más le valía, sus últimas apuestas en imagen real, ya sean piratas o llaneros, eran para echarse a llorar) y ha regresado a la magia y el brillo de antaño.
Y es que sin renunciar a sus señas de identidad características (el drama familiar, el sentimiento de culpa del superviviente, hacer el bien por encima del mal, por tentador que sea lo contrario…) Big hero 6 consigue aunar con maestría la emoción de una película de superhéroes, con peleas, persecuciones y explosiones, con el humor tronchante  que flirtea son inteligencia entre la tragedia de sus protagonistas sin dejarse atrapar ni por un momento por ella.
Baymax, el gigantesco robot protagonista, es un nuevo descubrimiento, un ser entrañable de esos que –como en los buenos tiempos de Pixar- se convertirán en clásicos al momento, capaces de expresar mil sentimientos pese a un rostro carente de rasgos faciales, tierno y entrañable, y –de eso va al final el negocio, no nos engañemos- capaz de vender un montón de juguetes estas navidades y las que siguen…
Disney consigue, de nuevo, una película sin limitaciones de edad, una pequeña maravilla que no solo está entre las mejores (si no la mejor) películas de animación del año sino que podría competir sin rubor entre sus hermanas mayores de acción real.
Big hero 6 es, podríamos decirlo así, la contrapartida de Frozen para chicos, y aunque quizá no llegue al nivel de perfección de aquella se mantiene apenas un par de pasos por detrás.

DIOS MÍO, ¿PERO QUÉ TE HEMOS HECHO? (7d10)

Aunque empiezo a estar ya un poco cansadito de las etiquetas de “la película francesa de más éxito del año, de la década o de la historia” que acostumbran a acompañar la mayoría de comedias provenientes del país galo, lo cierto es que ello no implica que en muchas ocasiones pueda tratarse realmente de una buena película, por más que nos la quieran vender como la panacea del séptimo arte.
Comparada también hasta la extenuación con la interesante a la par que sobrevalorada Intocable, esta comedia del realizador Philippe de Chauveron se ampara del prolífico mundo de los tópicos culturales o raciales (a imagen y semejanza de Bienvenidos al norte u Ocho apellidos vascos), arrancando con un humor políticamente incorrecto pero que se va dulcificando hasta degenerar en una comedia amable y almibarada.
Los Verneuil son un matrimonio católico de clase acomodada con cuatro hijas encantadoras sobre las que parece, a sus ojos, haber caído una maldición: una se ha casado con un judío, otra con un musulmán y la tercera con un chino. Todas sus esperanzas de tener un  matrimonio “normal” residen en la pequeña, así que cuando esta les presenta a su prometido negro el mundo se desmorona sobre ellos.
Lo que a priori podría antojarse como una sátira social, con una elevada dosis crítica contra los perjuicios y tratando de dogmatizar al espectador no lo es tanto, rehuyendo de cualquier formalismo crítico y escudándose siempre en la comedia de situación pura y dura, que no por previsible resulta menos divertida. Suavizando al máximo los posibles extremismos (el musulmán, por ejemplo, no come cerdo, pero sí cualquier otra carne aunque no sea jaral, igual que toma alcohol), resaltando que todos los “yernos inmigrantes” están bien acomodados (un abogado, un banquero y un dentista), y que todos (y todas) son guapos, inteligentes y saludables, las barreras raciales se antojan más fáciles de superar que si hablásemos de sin papeles o simplemente tipos en paro. Para compensar, el mayor acierto del film está en no centrar la discriminación en la figura carca y anticuada de los padres, sino que el conflicto puede surgir en cualquier momento entre los propios cuñados y se agrava cuando los padres del nuevo miembro de la familia, una familia africana, son también reacios a que su hijo se case con una blanca.
Con personajes muy bien construidos, que resultan entrañables y fáciles de querer, diálogos divertidos y algún toque de Slapstick, la película funciona perfectamente como entretenimiento navideño, provocando fácilmente la carcajada y rehuyendo de cualquier debate posterior que pueda derivar en conflicto.
Se trata de pasarlo bien, sin más. Y eso lo con sigue de sobras. 

MUSARAÑAS (5d10)

Pintaba bien al principio esta película de terror dirigida a cuatro manos por Juanfer Andrés y Esteban Roel al amparo de Álex de la Iglesia como director, pero al igual que en los films más flojos de de la Iglesia, la película arranca muy bien pero se desinfla completamente al llegar a su tercio final.
Ambientada en una España de postguerra (aunque prácticamente apenas se sale del interior de un piso), Musarañas cuanta la historia de dos hermanas, Montse, la mayor (interpretada por una Macarena Gómez definitivamente alejada de los papeles de comedia que la hicieron popular en televisión), atormentada por su pasado y afectada por varias fobias que la impiden salir de su propio domicilio, y su hermana pequeña (Nadia de Santiago), que vive con la culpa de haber causado la muerte de su madre durante el parto.
Los días transcurren lentos y rutinarios en casa de las dos hermanas hasta que Montse, católica hasta rozar el fanatismo y que entabla conversaciones con su padre muerto, se ve en la obligación de socorrer a Carlos, el vecino de arriba, que tiene un accidente en las escaleras y al que acoge secretamente en su casa, confundiéndose a partir de entonces su rol entre el de enfermera y carcelera.
Con claras reminiscencias al Misery de Stephen King, la película arranca con lentitud, construyendo poco a poco los personajes y permitiéndonos conocerlos bien, pudiéndolos amar u odiar con apenas tres pinceladas de su carácter e historia, para dar un giro a los acontecimientos a partir del ecuador de la película (con la entrada en escena de Carolina Bang, también productora) para entrar en una espiral de acción que no se detendrá hasta el final de la película.
Lo malo no es lo irregular del cambio de ritmo, sino la incoherencia de su final con respecto a cómo nos han hecho entender a los personajes hasta ahora. Y no me refiero a los esperados giros de guion y descubrimientos sorpresa que no voy a revelar, sino a la simple reacción de los protagonistas, a la manera en que se aceptan ciertas situaciones aun contradiciendo las personalidades que nos habían dibujado sobre ellos, simplemente porque es necesario para el desarrollo de la historia. Así, el desenlace no parece una consecuencia lógica del avance de los acontecimientos, sino una imposición del guion que no encuentra un camino más coherente para alcanzar un final que, aunque sorprende, no es tan exageradamente impactante como para justificar esto.
Así toda la claustrofobia y la angustia que estábamos sintiendo desde el arranque de la trama (desde mucho antes de la entrada en escena de Carlos), se pierde cuando nos invitan a mirar la pantalla con escepticismo y casi hasta burla.
Una pena, pues hasta el momento estaba resultando una gran película, pero la torpeza de sus creadores la condenan a un simple entretenimiento, por más que las actuaciones femeninas sean extraordinarias y el Carlos de Hugo Silva no moleste.

BIG EYES (7d10)

Para un gran defensor del cine de Tim Burton como yo, resulta preocupante reconocer que su mejor película en los últimos años sea la más opuesta al estilo visual que tanto le caracteriza. 
Más de actualidad últimamente por su vida sentimental que por sus trabajos cinematográficos, el otrora genial realizador ha tenido que alejarse de sus dos iconos eternos: Johnny Deep y Helena Bomhan Carter (sólo Danny Elfman sigue al pie del cañón) para poder centrarse más en la historia que en la estética de la misma, algo que últimamente flaqueaba en sus películas. No habiéndome desagradado Sombras Tenebrosas –porque hay que reconocer que su versión de Alicia en el País de las Maravillas era sumamente indigesta (una explosión de color tan solo comparable a su Charlie y la fábrica de chocolate)-, siempre he apreciado la destreza gótica del cineasta en títulos como Eduardo Manostijeras, Batman o Bitelchús (confirmada ya su secuela, por cierto), pero donde de verdad me ha cautivado es en títulos como Ed Wood o Big Fish. En ese estilo más intimista y pegado a la realidad se encuentra esta Big Eyes, aunque incluso carece de los toques de locura de aquellas, por más que los guionistas sean los mismos que dieron forma a la estrambótica historia del director de Plan nueve del espacio exterior. Aquí, el único elemento reconocible de la personalidad burtoniana son los cuadros pintados por Margaret Kenae y alrededor de los cuales gira toda la película, que bien podrían haber inspirado al propio Burton en el pasado cuando creó sus más afamados dibujos, como los que protagonizaron la película Pesadilla antes de Navidad o su libro de cuentos alrededor del Niño Ostra y su pandilla. No obstante, no encuentro nada de malo en que un director se aleje momentáneamente de un estilo visual rígidamente autoimpuesto si ello le permite crear una buena película. Sin duda, Big Eyes corre el peligro de no ser recordada bajo el estigma de ser “una película de Tim Burton”, pero a lo mejor tampoco es lo que se pretende. A lo mejor lo que de verdad interesa es que sea recordada como “una película de los niños de Keane”.
Margaret es una pintora aficionada que emprende una nueva vida junto a su hija adolescente (y musa de su obra) tras su divorcio. Es entonces cuando conoce a Walter Keane, también pintor aficionado, comercial inmobiliario de éxito y, sobre todo, un encantador embaucador. Es Walter quien empieza a promocionar la obra de su ahora esposa junto a la suya propia, pero cuando aquella empieza a triunfar decide apropiarse de los méritos de la misma, logrando fama mundial (pese a la oposición de algún crítico especializado) y gran riqueza y marginando cada vez más a la verdadera artista, obligada a trabajar casi encerrada para él y guardar para siempre su secreto.
Aunque con alguna comprensible licencia literaria, el guion es prácticamente un calco de la historia real de Margaret, a la que da vida con su sobriedad habitual Amy Adams, una artista de estilo hipnótico que quizá no era del agrado de todos pero logró abrir el debate, como su coetáneo Andy Warhol, entre calidad y comercialidad. Es su por entonces esposo, Walter, quien sale peor parado de la historia, con algún rasgo exagerado para conseguir mejor el rol de villano de la historia, apoyado por una interpretación quizá algo histriónica de Christoph Waltz.
Burton no inventa, se dedica simplemente a narrar una historia real que agradece los sutiles toques de humor por encima del drama y que permiten disfrutar de la obra con simpatía, asistiendo como telón de fondo a una guerra de sexos en una época donde la mujer todavía era poco más que un florero y con una sociedad donde las apariencias importan más que el contenido.
No será una obra redonda, pero en mi opinión, Burton ha vuelto al camino correcto, aunque para ello haya tenido que renunciar a su propia personalidad.
Y, afortunadamente, a la de Johnny Deep. Empieza una nueva era…

NOCHE EN EL MUSEO: EL SECRETO DEL FARAÓN (5d10)

Cuando en el 2006 Shawn Levy dirigió Noche en el museo, para mayor gloria de Ben Stiller, poco se debía imaginar que estaba iniciando una desquiciante saga que combinaría con acierto unos efectivos efectos especiales con un sentido del humor ágil y fresco.
Podría decirse que la serie de películas basadas en piezas de museo que cobran vida (al más puro estilo Toy Story, de la que se inspira claramente) es una tontería sin demasiadas pretensiones, pero lo cierto es que esa primera película (y su secuela tres años después, aunque en menor medida), era francamente divertida, con un estilo algo infantil pero sin llegar a insultar la inteligencia del público adulto y al amparo de un interesante elenco de actores con Robin Williams y Owen Wilson como principales escuderos pero con alguna vieja gloria como Dick Van Dyke o Mickey Rooney poniendo un toque de simpatía.
Esta nueva secuela, Noche en el museo: El secreto del Faraón, repite sin demasiadas complicaciones los esquemas de sus antecesoras, sustituyendo el American Museum of Natural History de Nueva York y el Smithsonian Institution National Museum of Natural History de Washington por el British Museum de Londres, siguiendo un tour cultural lógico. No hay mucho nuevo bajo el sol, con la ausencia obligada de Rooney pero repitiendo personajes los principales inquilinos del museo neoyorquino, con Ricky Gervais a la cabeza y dejándose ver también Steven Coogan y Rami Malek (mucho más conocidos que cuando comenzó la aventura) a los que se les han sumado el ascendente Dan Stevens, el omnipresente Ben  Kingsley y la oronda Rebel Wilson. Un reparto de altura para una comedia que ya muestra síntomas de cansancio.
Efectivamente, poco o nada sorprende ya en esta saga que se limita a repetir los aciertos de las anteriores sin apenas arriesgar y que se reduce simplemente a cumplir con la papeleta de comedia navideña, desaprovechando el juego dialéctico que podría dar enfrentar al presidente Roosevelt  con otros líderes históricos de diferentes épocas (siendo justos, algún momento de ingenio también contiene, como la escena dentro del cuadro de M.C.Scher Relatividad), aunque al menos consigue o aburrir en ningún momento, lo cual compensa alguna absurdez de su guion, mientras que la falta de magia en pantalla (Levy está perdiendo fuelle, ya lo temía con la reciente ¡Ahí os quedáis!) se perdona por la honestidad aparente de sus realizadores que, conscientes de que la fuente se está secando, otorgan a la película una sensación de fin de fiesta que es de elogiar, pese a los posos de tristeza que pueda dejar la escena final, con un Ben Stiller mirando con nostalgia al museo desde la calle.
Nada falta en la despedida, que ni Van Dyke quiso perderse, que se limita a justificar con torpeza el origen de la tabla mágica egipcia que permite a las figuras cobrar vida, cerrando así de manera correcta el círculo que empezó hace ocho años, aunque tal justificación quizá nunca fuese necesaria en una película de estas características.
Hasta tal punto llega la despedida, que el propio presidente Roosevelt, encarnado por Robin Williams, pide con tristeza al personaje de Stiller que “le deje partir”, algo poco significativo si no fuese esta la última gran aportación del genial intérprete antes de su prematuro fallecimiento. A él y a Rooney (que solo participó en la primera) van dedicados esta película, que tiene en esa escena concreta el momento más duro y emotivo, sin que su director fuese en aquel momento consciente de ello.
Disfrutable si problemas, siempre que no nos pongamos muy exigentes, es una buena oportunidad para recuperar la sonrisa en el cine y despedirnos con simpatía del año.

domingo, 28 de diciembre de 2014

EL HOBBIT: LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS (6d10)

Lo mejor que puede decirse de El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos es que es la última película de la saga. Por fin ha terminado este chicle estirado que supone el segundo paseo de Peter Jackson por la Tierra Media y, esperemos (aunque no confiemos), que el último.
El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos no es exactamente una película mala, sus 144 minutos pasan como un suspiro y su realización técnica es bastante impecable (y digo lo de bastante porque pese al altísimo nivel que muestra en casi todo momento alguna escenita de ridículo ajeno también se cuela por ahí). Sin embargo, contiene demasiados errores conceptuales como para poderla considerar buena y su argumento impide disfrutarla de manera aislada a sus dos entregas anteriores, mientras que vistas las tres en su conjunto el resultado es cansino y alargado.
Resulta curioso que el señor Jackson, que es un buen conocedor de los esquemas básicos del cine, tal y como demostró en su excesiva pero entretenidísima King Kong, ignora todas las fórmulas conocidas, no para reinventar conceptos (esto es un blockbuster en toda regla, que nadie piense en cine de autor, por favor), sino como contagiándose de la desidia que está provocando entre sus fans (cada nuevo episodio de El Hobbit ha recaudado menos que el anterior). Y es que, ciertamente, hay momentos del film que parecen realizados de mala gana, tanto por parte del director neozelandés como por alguno de sus actores.
No voy a entrar a valorar si tres películas es un exceso para adaptar un cuento de apenas trescientas páginas (que también es cierto que carece de las interminables descripciones y desvaríos de El Señor de los Anillos, por lo que en proporción contiene más acción que la legendaria trilogía de Tolkien), pues este es simplemente un punto de partida, y como tal me vienen a la mente excelentes películas basadas en una simple colección de cromos (Mars Attack), en un discurso (In&Out) o incluso otra saga (también alarmantemente en decadencia) proveniente de un parque de atracciones. Así, es legítimo que Jackson logre hacer tres películas de El Hobbit, inventando a su antojo para dar más coherencia con respecto a El Señor de los Anillos, y rescatando datos y recursos de los Apéndices o de otras obras ambientadas en la Tierra Media. Así que el problema para mí no está en el qué, sino en el cómo.
Y estos son los principales errores de Peter Jackson, el señor de la Tierra Media pero al que yo sigo prefiriendo por sus gamberradas tipo Tu madre se ha comido a mi perro o Agárrame esos fantasmas:
Para empezar, el propio Jackson no parece creer en su propuesta. Esto se ve en la fragmentación que hace de la historia. Los tres bloques deberían estar bien claros, y los subtítulos de los films así parecen indicarlo: Un viaje inesperado, La desolación de Smaug y La Batalla de los Cinco Ejércitos (inicialmente llamada con el subtítulo mucho menos espectacular de Partida y regreso). Es decir, una parte para la presentación y viaje de los aventureros hasta las cercanías del Bosque Negro, una segunda para sus aventuras en Esgaroth, la entrada en Erebor y el enfrentamiento con el dragón Smaug y una tercera para describir el vacío de poder en Erebor y la consiguiente batalla por el tesoro de los enanos. Esto, que sobre el papel parece muy razonable, se lo salta Jackson al final de El Hobbit: La desolación de Smaug para dejar la historia en suspenso y con un gran cliffhanger que enganche al espectador de cara a este capítulo final, como temiendo que si cierra su historia nadie se interesará por la conclusión. Ello plantea que El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos arranque con mucha fuerza, con el ataque de Smaug a Esgarothpero se ventile el tema en apenas un cuarto de hora. La muerte del dragón (que tampoco es todo lo épica e impactante que debería ser) es lo mejor de la película, pero no debería pertenecer a ella. Es apenas un prólogo que debería haber formado parte del episodio anterior, propiciando que a partir de ahora todo sea cuesta abajo.
El segundo gran error de Jackson, visto en toda la saga pero remarcado en este capítulo final, está en su indefinición sobre el público al que destina la obra. ¿Son películas infantiles? ¿Dramáticas? ¿Bélicas? El Señor de los Anillos, sin ser excesivamente sangrienta, estaba claramente destinada a un público adulto, pero Jackson, quizá pretendiendo ser más fiel a la referencia literaria, inició su andadura por El Hobbit con un marcado espíritu infantil, tal y como lo era el cuento de Tolkien. Debió olvidar Jackson que cuando Tolkien compuso El Hobbit no había pensado todavía en El Señor de los Anillos, y eso provocó que su cambio de estilo en la trilogía posterior esté justificada. Jackson, sin embargo, insiste en todo momento en demostrar la conexión entre ambas sagas, haciendo que el cambio de registro chirríe soberanamente. Su El Hobbit: Un viaje inesperado contenía Trolls bobalicones y parlanchines que no cuadraban demasiado con los vistos en El Señor de los Anillos y los excesos de detalles “simpáticos” (todavía se me revuelve el estómago cada vez que veo el trineo tirado por conejos) indicaba claramente un cambio de orientación (pese a los goteos de oscuridad con el argumento secundario del Nigromante). Pero las críticas no demasiado positivas le invitaron a declinar esa apuesta y acercarse cada vez más a sus éxitos pasados, llegando a renunciar en esta tercera película al espíritu original de su saga (nadie se imaginaría ahora a los enanos cantando) para convertirse –ahora sí- en una precuela clara de El Señor de los Anillos. Esto provoca que muchos niños se incomoden ante las escenas de guerra y las muertes de algunos personajes, pero tampoco sean del agrado de los adultos por ocurrir casi fuera de plano y sin la necesaria sangre que refuerce el drama (para no entrar en spoilers me remitiré a la inminente muerte de Smaug, del que ni siquiera se nos muestra el cadáver caído).
Esta indecisión genérica nos lleva al tercer gran problema: el guion. O mejor dicho, la falta del mismo. Suceden muchas cosas en El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos, sí, pero desordenadas y carentes de estructura. Todo es muy precipitado, como planos filmados de manera aislada uno del otro, sin un recorrido coherente. Tras desaparecer Smaug de la ecuación se podría decir que toda la película es una simple batalla, sin más giros argumentales que la aparición de nuevos bandos o los esperados cambios de parecer de algún miembro del equipo. Si se pudiese evitar el efecto niños, esta debería ser una obra cargada de política, una lucha por el poder al más puro estilo Juego de Tronos con una épica batalla final, pero por miedo a aburrir con traiciones y giros inesperados Jackson se limita a ofrecer un espectáculo de fuegos artificiales de dos horas de duración, desordenados pero muy luminosos, sin esforzarse demasiado en las tramas secundarias abiertas por el camino, como la anticlimática resolución del tema Nigromante, apenas una excusa para que viejos colegas de rodaje se paseen por el plató, y sin un final bien explicado y una serie de alianzas que sólo podemos suponer. ¡Si hasta la batalla definitiva (la que engloba por fin a los cinco ejércitos del título) sucede fuera de plano! Y eso sin mencionar momentos de gran ridículo como la aparición del último de los ejércitos, la salida de los trece enanos de su fortaleza o la forzada conversación entre Thranduil y su hijo refiriéndose de manera enigmática a un tal montaraz cuyo verdadero nombre deberá descubrir el propio Legolas (¿quién será?¿quién será?).
Finalmente, temo que Peter Jackson se haya dejado arrastrar por el efecto Star Wars, algo temido por muchos y que el orondo director no supo ver. Al igual que la trilogía-precuela de la saga galáctica decepcionó, estando muy por debajo de la original, vista la colección completa de El Hobbit la sensación es la misma, copiando casi textualmente los errores de George Lucas, con personajes cómicos molestos y casi hasta ofensivos (ese Alfrid insoportable podría bien ser la contrapartida de Jar Jar), guiños y conexiones en ocasiones demasiado forzadas para no perder nunca de vista la saga inicial (ese Nigromante que termina por convertirse en el “ojo” de Sauron o el a veces injustificable cameo de personajes de la anterior saga, mientrasque la Tauriel de Evangeline Lilly cada vez se parece más físicamente a Arwen) y, sobre todo, en vistas a una mayor comercialidad, la utilización de recursos visualmente más llamativos y alucinantes que empequeñecen a los de la “saga madre” pese a que estas ocurran con anterioridad cronológica. Igual que las naves y los robots de los episodios I, II y III de Star Wars parecían mucho más modernos que los de los IV, V y VI, los seres y ejércitos que aparecen por aquí son en ocasiones más amenazadores que los de El Señor de los Anillos, donde la amenaza se supone mayor, mientras que por otro lado se abusa de ciertas muertes muy “sencillas”, se derrota con relativa facilidad a trolls y orcos desvirtuando lo que sucederá (sucedió) en la saga madre.
Para concluir, El Hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos es un simple entretenimiento palomitero, una obra que se puede disfrutar en pantalla grande, que abusa del efecto nostalgia y que emociona a pequeñas dosis, pero que debes ser olvidada apenas salir de la sala, que no aconseja segundas revisiones y que, si se juzga como un final a una historia de siete u ocho horas resulta insuficiente y exasperante.
Peter Jackson ha perdido parte del crédito que se ganó con los once Oscars de El Retorno del Rey. Veremos si logra recuperarlo o queda por siempre atrapado en las entrañas de la Tierra Media.

martes, 23 de diciembre de 2014

FELICES FIESTAS A TODOS.

El año 2014 está a punto de terminar y las cosas parecen pintar un poquito mejor que al final del 2013. No mucho mejor, pero sí un poquito.
Por el camino han quedado 365 días donde hemos tenido un poco de todo: fraudes a hacienda, corrupción, consultas de dudosa legalidad, descalabros deportivos... Y, por supuesto, cine, que es de lo que va todo esto.
Ahora que llega la navidad es momento de mirar hacia atrás con nostalgia y tratar de recordar los buenos momentos con agrado y aprender de lo malo. De reunirse con los seres queridos, de olvidar viejas trencillas y de dar una oportunidad a nuestra capacidad de perdonar y agradecer.
Es navidad y, aunque sólo sea por unos días, eso debería ser lo más importante. Ya habrá tiempo de pensar en todo lo demás.
Así que desde este humilde portal, vuestro amigo y confidente Pandyta os desea, de todo corazón, unas muy felices fiestas y que el año próximo llegue cargado de buenas sensaciones. Alguna novedad habrá también por aquí, pero de eso ya hablaremos...



¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS, CINÉFILOS!!!

CUANDO DESPIERTA LA BESTIA * (5d10)

Estamos ante otro ejemplo de película de terror pequeñita (lo que conlleva a decir no americana) que se me escapó en el pasado festival de Sitges y que al fin se ha estrenado (por llamarlo de alguna manera) en España, donde como es natural ha pasado sin pena ni gloria.
Cuando despierta la bestia no es una gran película, ni siquiera sería capaz de definirla como una película buena, pero tiene ese encanto de la sencillez y la cercanía con sus protagonistas que caracteriza al cine nórdico, un cine plagado de dramas humanos fáciles de identificarse con el espectador pese a la apariencia fría y distante que lo envuelve.
En este caso nos encontramos con la historia de Marie, una introvertida joven que no cuenta apenas con amigos y que no deja de ser vejada y humillada en su nuevo trabajo, afectada aún más si cabe por una dura situación familiar. Sin embargo, a medida que la vida parece castigarla algo extraño sucede dentro de su propio cuerpo, una serie de cambios que la llevarán a preguntarse por su pasado y el de sus padres…
La premisa es interesante y la puesta en escena inquietante y efectiva, con ese frío y esa oscuridad de una isla danesa cualquiera que traspasa la pantalla sin dificultad, pero cuyo ritmo conscientemente aletargado junto a la parsimonia en el rostro de la protagonista hace que algunos momentos del metraje resulte difícil de digerir, abusando demasiado en el desconcierto y el misterio para mantener expectante al espectador sin percatarse de que esa misma falta de comunicación puede terminar por distanciarlo. No exijo explicaciones sobre el origen de lo que está sucediendo, pues posiblemente ni su propio guionista lo debe saber, pues eso no me parece importante. Me viene a la mente cuando criticaban a Stephen King por plantear a menudo historias sin aclarar el origen del mal y este se defendió indicando que no hay una explicación satisfactoria para justificar el origen de males reales como por ejemplo, el cáncer. Me parece una buena argumentación y me la apunto para este film, pero no trago con la falta de diálogo entre una hija y un padre donde se deberían apelotonar las preguntas y se evitan sin razón lógica por no caer en la tentación de dar demasiada información al público.
Hermanada con la sueca Déjame entrar, pero mucho menos cautivadora, contiene también rasgos de la Carrie del mencionado King e incluso un cierto regusto al Frankenstein de Shelley, pero todo el coctel no está suficientemente bien mezclado para que el resultado sea más que un simple entretenimiento, lento en su arranque y gélido en su final, donde su mejor virtud es la falta de mensaje (incluso queda a libre elección del espectador si es un final feliz o no) de su director.