Estamos
ante otro ejemplo de película de terror pequeñita (lo que conlleva a decir no
americana) que se me escapó en el pasado festival de Sitges y que al fin se ha
estrenado (por llamarlo de alguna manera) en España, donde como es natural ha
pasado sin pena ni gloria.
Cuando despierta la bestia no es una gran película, ni siquiera sería capaz de
definirla como una película buena, pero tiene ese encanto de la sencillez y la
cercanía con sus protagonistas que caracteriza al cine nórdico, un cine plagado
de dramas humanos fáciles de identificarse con el espectador pese a la
apariencia fría y distante que lo envuelve.
En
este caso nos encontramos con la historia de Marie, una introvertida joven que
no cuenta apenas con amigos y que no deja de ser vejada y humillada en su nuevo
trabajo, afectada aún más si cabe por una dura situación familiar. Sin embargo,
a medida que la vida parece castigarla algo extraño sucede dentro de su propio
cuerpo, una serie de cambios que la llevarán a preguntarse por su pasado y el
de sus padres…
La
premisa es interesante y la puesta en escena inquietante y efectiva, con ese
frío y esa oscuridad de una isla danesa cualquiera que traspasa la pantalla sin
dificultad, pero cuyo ritmo conscientemente aletargado junto a la parsimonia en
el rostro de la protagonista hace que algunos momentos del metraje resulte
difícil de digerir, abusando demasiado en el desconcierto y el misterio para
mantener expectante al espectador sin percatarse de que esa misma falta de
comunicación puede terminar por distanciarlo. No exijo explicaciones sobre el
origen de lo que está sucediendo, pues posiblemente ni su propio guionista lo
debe saber, pues eso no me parece importante. Me viene a la mente cuando
criticaban a Stephen King por plantear a menudo historias sin aclarar el origen
del mal y este se defendió indicando que no hay una explicación satisfactoria
para justificar el origen de males reales como por ejemplo, el cáncer. Me
parece una buena argumentación y me la apunto para este film, pero no trago con
la falta de diálogo entre una hija y un padre donde se deberían apelotonar las
preguntas y se evitan sin razón lógica por no caer en la tentación de dar
demasiada información al público.
Hermanada
con la sueca Déjame entrar, pero
mucho menos cautivadora, contiene también rasgos de la Carrie del mencionado King e incluso un cierto regusto al Frankenstein de Shelley, pero todo el
coctel no está suficientemente bien mezclado para que el resultado sea más que
un simple entretenimiento, lento en su arranque y gélido en su final, donde su
mejor virtud es la falta de mensaje (incluso queda a libre elección del
espectador si es un final feliz o no) de su director.
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