sábado, 31 de octubre de 2015

BLACK MASS (5d10)

Aunque mucho se ha hablado del retorno de Johnny Deep al “cine serio”, quiero empezar mi comentario dejando clara una cosa: el verdadero protagonista del film es  el personaje de Joel Edgerton. Es sobre él sobre quien más se mueven las miradas y quien lleva el peso de la trama, por más que el gánster al que da vida Deep sea el objetivo final.
Lo que sucede es que Deep (con ayuda del maquillaje y, sobre todo, esas inquietantes lentillas) hace una interpretación soberbia, de esas que nos recuerdan porqué nos gustaba a todos tanto este actor antes de que dejase que su carrera estuviese definida por personajes estrambóticos y ridiculescos, siempre a caballo de los delirios de su amigo Tim Burton o las payasadas de su otro colega Gore Verbinski (y las pocas veces que se salía de ese esquema era para tomar decisiones completamente equivocadas que amenazaban con hundir definitivamente su carrera). No sé si es exagerado hablar de Oscar por su recreación de James 'Whitey' Bulger pero no hay duda de que él es lo mejor de la película, consiguiendo transmitir una imagen de terror y repulsión con una mirada fría y una sonrisa amenazante que evoca levemente a una amenaza casi vampiresca.
Black Mass es la historia real de John Connolly, un joven agente del FBI en el Boston de los años 70 que tiene la genial ocurrencia de aliarse con un gánster de poca monta de su viejo barrio al que conoce de toda la vida para, gracias a sus informaciones, conseguir derrotar a la mafia italiana. Bulger, el gánster en cuestión, acepta a regañadientes, pero lo que en realidad hace es beneficiarse de la carta blanca que le ofrece su colaboración con el  FBI para crear un imperio criminal a la par que librarse de sus más inmediatos rivales en las calles, lo que pronto lo convierte en uno de los criminales más buscados del país.
Lo más destacado de la película es un reparto, lleno de caras reconocibles, que cumple a un gran nivel. Sin embargo, el guion está demasiado lastrado por tener que delimitarse a la historia auténtica lo que le impide, por ejemplo, tener un climax destacable, a la altura de Bonnie & Clyde, Los intocables de Eliot Ness, etc. Además, la ausencia de un verdadero héroe que se contraponga al villano dificulta una posible implicación del espectador de la historia, que deberá aceptar la película más como un documental sobre una parte de la historia reciente de América que como un espectáculo de ficción. Como mucho, deberíamos conformarnos con el personaje del hermano de Bulger, el senador Billy Burger, al que da vida con su solvencia habitual Benedict Cumberbatch, uno de los pocos protagonistas íntegros y de buenas intenciones pero demasiado secundario como para que nos sirva de referente, mientras que Charles McGuire (supervisor en el FBI de Connolly) o el nuevo fiscal Fred Wyshak (a los que dan vida Kevin Bacon y Corey Stoll, respectivamente) tienen unos personajes demasiado poco aprovechados y que son olvidados en la recta final. Más grave si cabe es lo que sucede con la mujer de Bulger, interpretada por Dakota Johnson, que desaparece a mitad de la historia (aparentemente lo abandona) sin que ello tenga consecuencias ni nada por el estilo.
Tampoco es que la labor del director aporte demasiado. Scott Cooper es un realizador de escasa experiencia (aunque su debut con Corazón Rebelde fue ciertamente prometedor) al que el evento parece venirle grande. Quizá acomplejado por la sombra que en este tipo de películas proyectarán siempre Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, su película carece de alma, limitándose a colocar siempre la cámara en el lugar más adecuado pero sin imprimir de estilo o personalidad en ningún momento. Se podría decir de su dirección que es tan correcta e impecable como sosa y apática, y eso termina contagiando a la película, que está llena de altibajos rítmicos y cuyas más de dos horas de duración se hacen algo aburridas.
Así que estamos ante un retrato del Boston de fin de siglo lleno de claroscuros, donde Deep es el rey en las sombras de una función tan coral como deslavazada en el que falta garra y sentimiento y que por querer abarcar demasiado se queda corto en muchos aspectos. Ni las personalidades de Bulger y Connelly terminan de estar bien definidas ni las acciones del gánster consiguen hacernos creer que fuese uno de los diez tipos más buscados por el FBI, justo por detrás (hasta el momento de su muerte) de Osama Bin Laden.
Una lástima, pues Deep se merecía mejor suerte en su retorno al buen camino con un género en el que (aunque cueste recordarlo) se mueve como pez en el agua pero cuya experiencia puede terminar resultando tan estéril como en el Enemigos Públicos de Michael Mann. 

jueves, 29 de octubre de 2015

MI GRAN NOCHE (7d10)

Después de que Las Brujas de Zugarramurdi (y sobretodo La chispa de la vida) no terminasen de sedudir a público y crítica, quizá debido a lo irregular de su ritmo y su descompensado final, Alex de la iglesia, de la mano de su fiel guionista Jorge Guerricaechevarría, ha regresado al terreno que mejor conoce, la comedia pura y dura, para coescribir y dirigir una absoluta locura, un desmadre genial donde las sorpresas no dejan de suceder, como en un vodevil demencial, cargado de gags y con un ritmo frenético.
Tal y como hiciera su buen amigo Santiago Segura con El Fary en la saga Torrente, De la Iglesia ha querido rendir pleitesía a Raphael, una de las grandes voces de nuestra música, al que convierte en la gran estrella en el centro de esta función absurda y desquiciada que satiriza la grabación de un especial televisivo (tan casposo y ridículo como los de verdad) para la noche de Fin de Año.
No pretende ser La Gran Noche una crítica social ni un alegato contra los tiempos de crisis que no terminamos de abandonar (ya he empezado diciendo que esto es comedia pura y dura), pero alrededor de ese gran festival que componen los diversos personajes que pululan por la gala De la Iglesia se permite crear un envoltorio donde, en pequeñas pinceladas, se reflejen algunos de los problemas que nos han tocado vivir, como la corrupción, la inestabilidad laboral o los tratos de favor entre las altas esferas , pero siempre sin perder el punto de vista de la diversión y el buen rollo que destila la propuesta.
¿Buen rollo? Bueno, para el espectador sí, pero lo que es para los personajes… Entre presentadores que se odian entre sí, trabajadores descontentos, invitadas extremadamente gafes, groupies manipuladoras y aprovechadas, divos pasados de rosca y fans obsesivos dispuestos a cometer un asesinato, dentro de la película hay de todo excepto buen rollo.
Pese a la tan cacareada presencia protagonista de Raphael, autoparidiándose de manera genial, la película es en realidad una propuesta coral, donde una decena de historias se entremezclan entre ellas de manera que resulta imposible no conectar con al menos un buen puñado de ellas. Cierto es que cuando se pretende abarcar tanto se corre el peligro de que se profundice en unas más que en otras y eso no siempre es sinónimo de que la destacada sea la que mejor funciona, pero pienso que De la Iglesia ha sabido cogerle bien el pulso a su obra, impidiendo que se le escape de las manos y haciendo que todo encaje con la exactitud del mecanismo de un reloj. ¿Qué nos gustaría conocer más cosas de algunas subtramas? Desde luego. Pero para evitarlo necesitaríamos una película de tres horas. Y no sé si tres horas grabando una gala musical tan casposa como esta no terminaría resultando tan agotador para el espectador como para los propios protagonistas.
Lo que hay que reconocerle al director es que esta vez sí ha sabido cerrar la historia como corresponde, consiguiendo cuadrar el círculo e impidiendo que se le vaya de las manos (y mira que habría sido fácil), dando su pequeño final a todas las historias (algunas mejor que otras, eso sí), y permitiendo que la clausura caiga en los auténticos protagonistas de la función: Raphael, Blanca Suarez y Pepón Nieto.
Con incontables cameos, algunos apenas reconocibles, la película se sustenta en un interminable y brillante reparto cargado de figuras de la comedia nacional. Aparte del cacareado Raphael (que interpreta a su propio reverso: una estrella que se niega a apagarse, tiránica y egomaníaca), el cual sorprende por su vis cómica y satírica,  hay que reconocer el siempre excelente trabajo de Caros Areces como su manager (o más bien esclavo) además de hijo adoptivo ruso (!!), la desternillante parodia que del artista latino de pocas luces compone Mario Casas (un cruce entre Bisbal, Civera y Chayanne) o la siempre destacable Blanca Suarez. Pero aún hay más. Por aquí se enfrentan en una implacable guerra de sexos Hugo Silva y Carolina Bang, coquetea con la ambigüedad sexual Carmen Machi, se burla de la corrupción Santiago Segura… en fin, una lista interminable en la que no hay papel pequeño que se quede sin su momentito de gloria. Y luego está la imprescindible Terele Pávez, por supuesto.
Haciendo hincapié en la banalidad televisiva por la que atravesamos, De la Iglesia demuestra habérselo pasado en grande con esta comedia muy gamberra pero algo menos negra de lo habitual y consigue también que todos los espectadores lo pasemos igual de bien, riendo sin parar al ritmo de las canciones de Raphael (uy, perdón, de Alphonso), de Chayanne (ay no, que es Adanne) y alguna más que se cuela por ahí.
En resumen, un locurón total, entretenido, por momentos desternillante, con tintes de emoción y, desde luego, muy, pero que muy recomendable.

LA CUMBRE ESCARLATA (8d10)

Guillermo del toro siempre ha sido un director de gran personalidad, un visionario, como definen algunos. Alguien capaz de crear mundos imaginarios, de regusto gótico y aspecto fantasmagórico.
Sin embargo, hasta ahora el director mejicano siembre había funcionado mejor fuera de Hollywood que incorporado a la meca del cine. Mientras las coproducciones españolas El espinazo del Diablo o El laberinto del Fauno eran grandes películas, su cine se volvía algo más convencional cuando se debía a una industria poco dada a arriesgar, donde dirigió títulos como Blade II, Hellboy (su secuela sí era mucho más personal y posiblemente por ello no pudo completar su deseada trilogía) o la cansina y sobrevalorada Pacific Rim, quizá lo peor de su carrera.
Por eso, es una grata sorpresa que haya conseguido en La cumbre Escarlata aunar las directrices impuestas por los grandes estudios con la libertad creativa que Del Toro precisa para dar rienda suelta a su locura en una película que, como él mismo ha repetido hasta la saciedad, no es de miedo aunque sí se trate de una historia de fantasmas.
Tras la muerte de su madre, la pequeña Edith presencia aterrada como un espectro se le aparece para prevenirla sobre la Cumbre Escarlata. Este aislado suceso marcará para siempre a la muchacha que se empeñará en convertirse en escritora siempre con el tema fantasmagórico como telón de fondo de sus historias, más como metáforas del pasado que ya no volverá que como elemento sobrenatural.
Ya entrando en la madurez la vida de Edith cambiará cuando descubra las mieles del amor en Thomas Sharpe, un hombre seductor de oscuro pasado con quien contraerá matrimonio y junto al que se irá a vivir (en compañía de su no menos intrigante y perturbadora hermana) a una mansión en claro estado de deterioro a la que, debido al terreno arcilloso de color rojo sangre, se conoce popularmente como la Cumbre Escarlata.
Posiblemente el guion de la película sea lo que más flojea, no sorprendiendo tanto como la trama se merece y con un desenlace algo previsible, pero todo ello queda eclipsado ante la contundencia, primero, de una fotografía mágica, una combinación de colores donde prevalece siempre ese omnipresente rojo, y al amparo, segundo, de unas brillantes interpretaciones. Mia Wasikowska ya demostró en Stoker lo convincente que puede ser como alma torturada, atrapada entre dos mundos, víctima de la seducción de lo prohibido, pero quienes de verdad lo bordan son Tom Hiddleston y Jessica Chastain dando vida a la enfermiza pareja de hermanos que, ya desde su primera aparición, auguran algo oscuro sin que ello impida sentirse incómodo cada vez que lucen en pantalla.
No es cuestión ahora de descubrir a nadie, aunque quizá sorprenda menos el carácter de Hiddleston, más cuando su Thomas Sharpe rescata algo de la perturbadora seducción que ya luciera en sus diversas interpretaciones del Loki marveliano. Chastain, sin embargo, esa actriz que se dio a conocer en la olvidable La noche más oscura (y a la que llegué a aborrecer por esa insípida interpretación), ha ido demostrándome papel a papel lo gran actriz que llega a ser, superando sus propios límites en un fin de semana en el que encabeza dos estrenos con registros tan dispares como es esta Lucille Sharpe y su Melissa Lewis en el Marte de Ridley Scott.
La cumbre Escarlata es por encima de todo, como en las mejores historias de Del Toro, un cuento, una leyenda gótica de corte romántico, inspirada tanto en relatos de Poe, Lovecraft o Becker como en películas de mansiones encantadas y espíritus torturados. Y aunque se haya dicho por activa y por pasiva que no es una peli de terror, sustos y momentos de mal rollo también los hay, consiguiendo que esta sea una estupenda recomendación para una noche de Halloween muy por encima de las mediocridades de sustos fáciles y música chillona que acostumbran a pulular por estas fechas.
No es redonda (para ello se habría tenido que pulir algo más la trama) pero sí un ejercicio visual impecable, una ambientación que seduce al espectador tanto como a la propia protagonista y que invita a formar parte de nuestras propias pesadillas. Unas pesadillas que no se alimentan de nuestro temor a lo desconocido, sino de nuestras angustias del pasado.
Y es que en ocasiones es en el pasado donde se encuentran esos terrores que no dejan de acosarnos.

lunes, 26 de octubre de 2015

MARTE (9d10)

Para mí Ridley Scott es uno de los más grandes directores que existen. 
Y aunque cuando se hable de él siempre se recuerdan sus orígenes con Alien, el octavo pasajero y Blade Runner no hay ninguna razón para desmerecer títulos como Black Rain, Therlma & Louise, Gladiator, Hannibal o (y yo la defenderé siempre a muerte) Prometheus. Sí es cierto que El Consejero fue para mí tan arriesgada como fallida y que Exodus: Dioses y reyes demuestra en su conjunto la precipitación con la que le obligaron a terminar la obra (por recordar sus dos últimos estrenos), pero quien quería dar por muerto y enterrado a este magnífico realizador va a tener que darse con un canto en los dientes después del estreno de Marte.
Y es que la película basada con bastante fidelidad en la novela de Andy Weir es simplemente abrumadora. Con un guion sencillo pero mejor trabajado que en su último título, Scott se deleita (y nos deleita a nosotros) con sus excepcionales panorámicas por el planeta rojo mientras nos cuenta la epopeya de un astronauta que debe sobrevivir una eternidad en completa soledad hasta que la NASA encuentre la forma de ir en su rescate.
Aunque el chiste fácil (a fin de cuentas de que el protagonista es Matt Damon) sea compararla con Salvar al Soldado Ryan (que manía tiene este chico de perderse y hacer que todos se vuelvan locos para ir en su búsqueda), la película con la que más se la ha comparado es con Náufrago, de Robert Zemeckis. Pero mientras la versión apócrifa de Robinson Crusoe que interpretó Tom Hanks se me antojó insufriblemente aburrida, Marte tiene el enorme mérito de transcurrir en un suspiro, pese a sus 144 minutos de duración. Resulta sorprendente que una cinta que, pese a tener secuencias emocionantes, no sea de acción sobrepase las dos horas y aún parezca breve, mérito que, aun con la buena labor de los intérpretes y el guionista, debe atribuírsele principalmente al bueno de Scott.
Aunque la película está plagada de estrellas (Jessica Chastain, que ha hecho doblete de estrenos en España con La cumbre escarlata, Jeff Daniels, Michael Peña, Sean Bean, Kate Mara, Sebastian Stan, Chiwetel Ejiofor y  Donald Glover, junto a los menos conocidos Benedict Wrong, Mackenzie Davis, Aksel Hennie o Kristen Wiig), el verdadero motor de la acción está en Matt Damon, quien por sí solo soporta todo el peso de la trama principal. 
Él y una discotequera banda sonora encabezada por Abba y rematada (inevitablemente) con el I will survive de Gloria Gaymor (¿quién iba a decir que Waterloo iba a casar tan bien con escenas de supervivencia en Marte?)
 Sin querer entrar en la crítica social ni en un pseudo intelectualismo de baratillo como Interstellar, donde, por cierto, Damon ya malvivía en soledad en un planeta lejano (no habrá que soltar de la mano a este muchacho) ni en reflexiones espirituales más o menos simuladas con Gravity, Scott se limita en Marte a plantear una historia que termina agotando, que emociona en varios momentos cruciales y que invita al aplauso en otros. No consigue que el espectador se quede sin aire bajo la claustrofobia de la escafandra como hacía Cuarón en su film, pero casi.
Marte es un planeta tan enorme como solitario, y todo en la película resuma grandeza. En ocasiones, no vale la pena extenderse en un comentario porque las palabras no podrían alcanzar nunca las imágenes, así que es mejor resumirlo todo diciendo: Id a verla. Si se habían puesto de moda las películas sobre la exploración espacial, Marte es la candidata perfecta para decir la última palabra y compone (con permiso de Atrapa la bandera) un colofón de oro a esa especie de trilogía que podríamos componer de la ciencia ficción contemporánea que completan los filmes de Cuaron y Nolan.
Magistral. Y punto.


PAN (5d10)

Después de dos agotadores fines de semana en Sitges y ante la imposibilidad por motivos laborales de dejarme caer por las salas de cines en días laborables, llega al fin el fin de semana donde trataré re recuperar estrenos que se han quedado por el camino.
Y para empezar, con un poco de sentido cronológico, ha tocado visionar Pan.
¿Y qué es esto de Pan? Pues, visualmente, una absoluta maravilla. Un despliegue imaginativo que justifica la presencia  de Joe Wright como realizador después de ver el repertorio escenográfico de Anna Karenina, donde el 3D luce espléndidamente, con un aroma muy burtoniano en la caracterización de los villanos (esa mezcla de piratas-payasos) y unas secuencias aéreas muy trepidantes. Pero Pan pretende ser algo más que un conjunto de fotografías en movimiento, y es por ello que (supongo) han contratado a un guionista y unos intérpretes para dar forma a todo ese imaginario que Wright ha concebido para simple regocijo de su hijo. Y ahí es donde la película fracasa, siendo absolutamente plana e insulsa, resultando incluso aburrida con sus excesivos ciento once minutos de metraje.
Con esta moda (¿alguien ha dicho burbuja?) tan cansina de adaptar en imagen real cuentos clásicos que resultan inolvidables en su versión animada, los productores de Pan han querido repetir la jugada que tan buenos resultados le dio a Maléfica tratando, en lugar de repetir la historia, de contarnos lo sucedido antes de en el clásico de Disney basado en la obra de J.M.Barrie.
No es la primera aproximación en imagen real de Peter Pan (me viene a la mente Peter Pan: la gran aventura de P.J.Hogan  o la magnífica Descubriendo Nunca Jamás, de Marc Forster, esta segunda inspirada en el momento de creación de la obra), pero parece que por la importancia de sus realizadores o intérpretes (y dejando de lado las múltiples secuelas para video o todo lo relacionado con Campanilla) han convertido la historia del niño que no quería crecer en una especie de trilogía no oficial: el Peter Pan de Disney (al final la mejor de todas), la fallida Hook de Steven Spielberg (que podía ser una secuela con un Peter ya adulto) y ahora la precuela, en la que se nos explica como un niño huérfano llamado Peter Pan llega desde un Londres de postguerra hasta el país de Nunca Jamás para enfrentarse a su destino como líder de los Niños Perdidos. El problema es que, gustara más o menos, Maléfica explicaba como la bruja de La Bella Durmiente pasaba de ser un hada a convertirse en la villana de la historia, pero en el caso de Pan todas las explicaciones exigibles en una precuela no existen. Sí, está la llegada de Peter a Nunca Jamás, la presencia de las hadas, de Garfio e incluso de Smiegel. Pero si alguien quiere ver como Peter y Campanilla se conocieron, por ejemplo, como Garfio se convirtió en su enemigo mortal (aquí son amigos), el motivo por el que Peter Pan pierde su sombra al más mínimo despiste… Da la sensación de que todo eso ha quedado en el tintero con la pretensión (maldita ambición) de que esto sea tan solo el principio de una saga de manera que la relación entre Peter Pan y James Garfio (con Tigrilla como tercer elemento del triángulo). Y los veintisiete millones recaudados en los Estados Unidos (Setenta y cinco a nivel mundial) sobre un presupuesto de ciento cincuenta millones invitan a pensar que esa saga nunca se prolongará más allá de esta única película que tiene el honor de ser uno de los más estrepitosos fracasos del año a la altura de Tomorrowland o Los Cuatro Fantásticos (vaya rachita de las hermanas Mara).
Ya el propio reparto es un claro despropósito, en el que solo se salva el joven Levi Miller interpretando a Peter. Hugh Jackman, cuya carrera lejos de Lobezno anda bastante perdida, roza el esperpento, con un personaje tan exagerado y caricaturesco como fue el propio Garfio que Dustin Hoffman interpretó en Hook. Rooney Mara muestra su apatía habitual, contagiando su mirada mustia e insípida a la grada. Garret Hedlund no tiene nada de carisma, tratando de emular a Chris Platt en esta especie de antihéroe simpático y socarrón que no transmite absolutamente nada. Y lo de Adeel Akhtar como Smiegel es casi de juzgado de guardia.
La historia es totalmente estúpida  y desdibujada, con momentos de verdadero ridículo (los piratas recibiendo a Barbanegra a ritmo de Nirvana en una escena que recuerda demasiado al Mad Max: Fury Road de Miller), un ritmo muy mal llevado, unos villanos e opereta (empezando por las grotescas monjas del orfanato) y un argumento que avanza hacia ningún lado, yendo de más a menos, limitándose a buscar la espectacularidad de la batalla final pretendiendo ser un blockbuster veraniego más que una simple obra de un director que se dejó su personalidad junto al talonario y cuyo talento solo se aprecia en el despliegue visual (impresionante, eso sí) para los que no merece la pena emplear dos horas de tiempo. Más bonito y mejor conformado está el tráiler, donde se pueden ver en un minuto lo mejor del film, y a otra cosa, mariposa.
Totalmente prescindible.


lunes, 19 de octubre de 2015

SITGES 2015: Jornada cinco.

Dicen Que todo lo bueno se acaba, y con el Festival de Cinema Fantàstic de Catalunya no iba a ser menos. 
Han sido diez días cargados de películas, maratones, reposiciones y series de los cuales he podido ser testigo en cinco con catorce películas en mi haber. No todo lo que me habría gustado pero suficiente para no agotar mi ya de por sí escasa cordura.
El gran final, como no podía ser de otra manera, ha sido la maratón de tarde en el Auditori, esa salvajada de ver cinco películas seguidas las cuales no se revelaron hasta hace unos escasos días. De todo y para todos los gustos, como vais a ver. Vamos a por ellas.
Empezaba la sesión con El niño y la Bestia, de Mamoru Hosoda. Se trata de un anime (no puede faltar uno en estas maratones) sobre un humano que es aceptado como aprendiz en el mundo de las bestias. Poco voy a comentar sobre ella porque no podría ser objetivo, ya que el anime no es para nada un género que me interese y esta película no es una excepción. Dicen mis acompañantes que estaba muy bien, así que si os conformáis con eso…
La cosa se puso peliaguda con el siguiente título: High-Rise, un locurón total con un reparto espectacular y un director digno de psiquiátrico: Ben Wheatley. Con Tom Hiddleston, Jeremy Irons, Sienna Miller y Luke Evans entre otros, la película es una metáfora sobre las clases sociales convirtiendo un rascacielos en un submundo propio, donde las diferencias entre los que viven arriba y los de abajo son tan marcadas que todo termina por devenir en un caos total y absoluto. Algo así como Snowpiercer pero en vertical y mucho más demencial y enfermizo (y cambiando al Capitán América por Loki, si me permitís el chiste).
La película es salvaje y violenta, pero para ser esto Sitges hacía falta un puntito más de gore, y eso lo podíamos encontrar en Green Room, de Jeremy Saulnier. De nuevo un reparto de nivel (Imogen Poots, Anton Yelchin y Patrick Stewart al frente) para contarnos unas horas de pesadilla de un grupo de música que van a parar a un bar de mala muerte frecuentado por skins radicales y que, tras la actuación, son testigos de algo que no deberían haber visto. Concebida casi como un slasher clásico de muertes sangrientas, lo más aterrador del film es que no es un monstruo con máscara de hockey quien va liquidando uno a uno a los chavales atrapados en la susodicha habitación, sino un grupo de gentes que, de una manera u otra, son parte de nuestra sociedad y con los que se podría llegar a convivir en el día a día.
Pero no nos pongamos demasiado trascendentales y dejémonos llevar por una comedia más ligera. Aunque, si hablamos de trascendentalismo no es que le falte a la simpática historia de cómo Dios en realidad vive en Bruselas junto a su mujer y su hija (el hijo mayor, JC, dejo hace tiempo el hogar). Se trata de Le tout nouveau testament, que es precisamente lo que se propone escribir Ea, la hija de Dios, cuando se escapa de casa después de sembrar el caos entre la humanidad revelando la fecha de defunción de todo el mundo. Se deja ver e invita a la sonrisa constante, pero quizá el hype que la precedía era demasiado alto para no poder evitar decepcionar un pelín. Y lo de Catherine Deneuve enrollándose con un gorila, pese a los aplausos que arrancó en la sala, me parecieron de vergüenza ajena, ¿qué quieren que les diga?
Y se cierra la maratón con SPL2 (Saat po long 2), secuela de la película de Wilson Yip que por estos lares se tituló Duelo de Dragones y que en esta ocasión ha sido dirigida por Pou-Soi Cheang. Simon Yam es el único que repite del reparto original, donde se ha sumado el acrobático Tony Jaa. Se trata, de nuevo, de un film de acción policial que pese a no contar con la imaginería visual de Yip sí es un estipulo adrenalítico muy entretenido con espectaculares escenas de lucha tan imposibles y extremas como bien coreografiadas.
En resumen, una maratón muy variada que dejó a todos satisfechos y que nos deja con ganas de más. El año se nos va a hacer largo y ya es momento de iniciar la cuenta atrás hacia la cuadragésimo novena edición. Allí nos veremos. Hasta entonces… felices pesadillas.

domingo, 18 de octubre de 2015

SITGES 2015: Jornada cuatro

De nuevo llega el fin de semana y mis quehaceres diarios me permiten regresar a este pueblo del Garraf con más desparrame de sangre por metro cuadrado del mundo.
Antes de llegar se han desvelado los principales enigmas de la edición: la película sorpresa, los títulos que compondrán las respectivas maratones finales y, lo más importante, el resultado de la decisión del jurado. Como suele ser habitual en un festival con tantos títulos, la mayoría de las películas premiadas no han coincidido con las que había seleccionado para ver (aunque una de ellas, The final girls, se me escapó por poco).  The Invitation de Karyn Kusama fue la vencedora de la edición como mejor película. The Final Girls de Todd Strauss-Schulson ganó el premio especial del Jurado y el mejor guion. S. Craig Zahler por Bone Tomahawk se hizo con el premio al mejor director y los actores triunfadores fueron Pili Grogne por Le tout nouveau testament (esa cae esta tarde) y Joel Edgerton por The Gift. Y, finalmente, el premio del público fue para I Am a Hero de Shinsuke Sato. The Invitation, The final girls, Bone Tomahawk y I am hero ya están anotadas en mi lista de imprescindibles para cuando se estrenen comercialmente por estos lares.
Pero vayamos a lo que sí he podido ver. Empezaba animada la tarde con una minimaratón doble a cargo del director independiente Jamin Winans. Filmada en 2009, Ink es una hipnótica historia donde el mundo de los sueños se entremezcla con la  pesadilla de la realidad. Emma (Quinn Hunchar) es una niña de ocho años cuya vida dependerá del resultado de la batalla entre dos bandos que se enfrentan por ella en otra dimensión. Con una cuidada fotografía y ambientación, Winans entremezcla elementos de Matrix con el mundillo de los superhéroes, pero siempre desde una perspectiva muy intimista y un descubrimiento final muy a lo Shyamalan.
No me convenció tanto su segunda aportación al Festival, The Frame, una paranoia que profundiza en el metalenguaje cinematográfico con las historias paralelas de dos personajes, un delincuente de poca monta y una paraenfermera. Un simple televisor une sus destinos, de manera que cada uno sabe de la existencia del otro creyendo que se trata del protagonista de una serie de televisión hasta el momento en que el aparato catódico les permite comunicarse. Intensa y desconcertante, su conclusión es excesivamente alargada, con un (aparente) mensaje final que a mi entender desluce la historia. Lo curioso es que durante la última media hora Winans desaprovecha hasta tres momentos propicios para haber concluido la película por todo lo alto.
Y concluye la jornada con la película sorpresa del año. Se trató de El Clan, producción hispano-argentina de Pablo Trapero basada en la historia real de Arquímedes Puccio, un  integrante de la Alianza Anticomunista Argentina y del Movimiento Nacionalista Tacuara que entre 1982 y 1985 (los años que se reflejan en el film) lideró una banda en la que estaban incluidos sus propios hijos con la que secuestró y asesinó a importantes empresarios y familiares de Buenos Aires. Podría encontrarse extraño una película de estas características en un Festival como Sitges, pero la frialdad y el realismo con la que se reflejan los actos de Puccio (excelente interpretación de Guillermo Francella) invitan a pensar que a veces la historia puede dar mucho más miedo que la mera ficción. Interesante documento fílmico (pese a que adorna algún detalle con respecto a la historia original) cuya magnífica banda sonora ayuda al espectador a empatizar con la obra.
Y aquí finaliza esta penúltima jornada, amigos. Mañana toca despedirse con la maratón en el Auditori. Cinco películas del tirón que serán comentadas por aquí tan pronto logre reponer fuerzas. Seguimos en contacto…

jueves, 15 de octubre de 2015

El comentario del mes: LUCES, CÁMARA, ACCIÓN... ¿LUCES?

Entregado en diversas ocasiones a criticar a las distribuidoras por el abuso que comenten con total impunidad contra el espectador encareciendo, estrenando tarde y mal sus películas, impidiendo las rebajas de precios que muchos cines proponen  u ofreciendo unos doblajes tan lamentables (o en ocasiones si ofrecerlos siquiera) que no hacen más que dar la razón a los que defienden la V.O., toca esta vez criticar a los exhibidores, incluyendo a aquellos a los que en ocasiones he elogiado por diferentes motivos.
Y es que hay un temita que me está empezando a cansar un poco y sobre el que creo que es hora de levantar la voz de una vez.
De un tiempo a esta parte se está poniendo de moda en muchas películas incluir una escena postcréditos al final de la misma. ¿Sabéis de lo que hablo, no? En ocasiones se trata simplemente de una especie de epílogo que va después de los créditos principales (aquellos que antiguamente iban al principio de la película y que suelen ser visualmente llamativos) y antes de los créditos finales (las típicas “letras” blancas que ascienden por la pantalla con un fondo negro), y que se da apenas unos minutos después de la finalización del film (argumentalmente hablando). En otros casos, la escena de marras está situada al final de todos los créditos, justo antes de que aparezcan los nombres de los dobladores.
Aunque no sea una práctica exclusiva del género de los superhéroes, sí es casi una tradición en dicho género (siendo casi imprescindible en las películas Marvel), aunque se han puesto tan de moda que es fácil encontrarlo en producciones tan variopintas como la última película de Peter Bogdanovich, films independientes como Orígenes o incluso en dibujos animados. Una veces es un simple gag final sin demasiada importancia, pero en otras es un detalle clave para cerrar completamente la trama de la película o, en el caso de sagas, avanzar algo de la siguiente.
¿Por qué hacen esto las productoras? No lo sé muy bien. Quizá sea solo para recordarnos que la película no termina hasta que terminan los créditos, obligarnos a escuchar el trabajo del compositor de la banda sonora y dar reconocimiento a todas las personas (en su inmensa mayoría trabajadores anónimos y “mileuristas”) que han participado en la película (que leamos o no los créditos ya es cosa nuestra). O puede que sea simplemente un “zas, en toda la boca” a las cadenas de televisión que mutilan los créditos para poder colar más publicidad o a los que piratean las películas, que habitualmente no consiguen copiar esos finales inéditos o que, en el mejor de los casos, permanecen en su versión original.
Recuerdo la primera vez que me perdí una escena final. Fue en X-men: La decisión final. Salí del cine al encenderse las luces y no fue hasta que la película salió en DVD que pude descubrir que el profesor Xavier (o al menos su conciencia) seguía vivo.
No puedo enfadarme, por mucho que me pueda llegar a molestar, con la gente que tras el (aparente) fundido final se levanta y comienza a salir del cine, hablando en voz alta e interponiéndose entre la pantalla y el proyector, impidiéndome por lo tanto disfrutar de la banda sonora de la película como a mí me gustaría, pero sí considero justo quejarme con rotundidad de las salas que ignorando la existencia de esas escenas adicionales encienden las luces del cine. ¿Cuántos frikis como yo (y qué fácil es –o era hasta hace un tiempo, al menos- reconocer a un friki por el tiempo que permanecía sentado en su butaca tras finalizar una película Marvel) tuvisteis  que ver el espectacular avance de Los Vengadores al término de El Capitán América: El primer Vengador con la imagen casi borrosa por la iluminación? ¿Pudisteis identificar sin problemas al Soldado de Invierno al final de Ant Man? ¿Os dejaron escuchar el diálogo final entre Skynet y John Connor en Terminator: Genesis? ¿Os sorprendió en cameo de Stan Lee en Big Hero 6?
No voy a exigir (no puedo, más bien) que las salas de los cines permanezcan a oscuras durante los (en ocasiones) interminables créditos finales de una película, pudiendo resultar incluso peligroso para la mayoría de la gente a la que le importan un pepino y se quieren ir a toda prisa de la sala (es curioso: los que más se quejan de lo caro que es el cine son los que suelen saltarse una pieza musical por la que también han pagado), pero creo que se debería tener una consideración con las películas en las que hay escenas finales. No pido la oscuridad total pero sí al menos una luz lo suficientemente tenue para poder apreciar lo que pasa en pantalla. ¿O es que esa escena última no está incluida en el precio?
Este comentario va destinado a los exhibidores que constantemente se quejan de que cada vez va menos gente a los cines:
“Señores distribuidores: todavía quedamos unos cuantos fieles a la dulce oscuridad de las salas que sabemos que el cine hay que disfrutarlo en pantalla grande y en compañía de desconocidos a los que, por espacio de hora y pico, nos agermane una película. Así que, por favor, cuídennos un poco. O si no, resultará que la disminución de clientes no sólo será culpa de la piratería. Algo de culpa también pueden tener ustedes. Déjennos disfrutar de la película hasta el final.
Gracias. “

La recomendación del mes: PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS

Recomendada por mi querida amiga Cris, esta Pantaleón y las Visitadoras de Francisco J. Lombardi es la segunda vez en la que se adapta el célebre relato de Mario Vargas Llosa (la primera fue en 1975, veinticinco años antes, y con José Sacristán en el papel de Pantaleón).
Partiendo de la base de la dificultad que tiene siempre adaptar en pantalla grande una obra literaria (y más si hablamos de un país de escasa tradición cinematográfica), Lombardi sale airoso en su interpretación de la irónica versión de una historia que, según el propio Vargas Llosa, está inspirado en un hecho real: ante el alud de violaciones a mujeres de que se estaba acusando a los soldados del ejército peruano destinados a los lugares más recónditos del Amazonas, la comandancia decide confiar a su capitán más condecorado, recto y decente, Pantaleón Pantoja, para que organice de forma anónima un servicio de visitadoras (no se dejen engañar por el bonito nombre, son putas de toda la vida) para que satisfagan las necesidades de la tropa y así terminar con el problema.
No se trata de una comedia declarada, pero la magnífica interpretación de Salvador del Solar en el papel protagonista representando de forma impecable la perfección y la dedicación obsesiva a su misión no deja de provocar al menos una sonrisa constante, viendo como temas tan mundanos (y en manos de otro director incluso sucios) relacionados con el sexo se convierten aquí en una simple sucesión de cómputos y esquemas, unas sencillas fórmulas matemáticas llegando al ridículo con algunos excesos (el reparto de material pornográfico a los soldados mientras esperan turno para acelerar los tiempos, por ejemplo).  Todo esto, junto a la reacción indignada de los mandos más inmediatos (para nada de acuerdo con las órdenes recibidas desde Lima), la postura de la iglesia, las envidias de los aldeanos no militares que exigen para sí el mismo trato por parte de las Visitadoras y la amenaza de un estrafalario locutor de radio que amenaza con descubrir el pastel, conforman un cuadro sarcástico que refleja una sociedad hipócrita y poco tolerante donde, como en las más comerciales producciones hollywoodienses, las prostitutas terminan siendo las únicas honestas, conformando una familiaridad y camaradería entre ellas que las convierte en las verdaderas víctimas de la historia.
Veo en el relato una declaración antimilitarista que provocó la ira de muchos militares peruanos (de hecho la primera versión de la película fue prohibida en el país) en la figura de Pantaleón, un hombre tan entregado a su país y tan condenado por su código de honor y su amor al ejército que cuando el exceso de celo hacia su trabajo le provoca una implicación excesiva (y aquí hay que entender la presencia de Angie Cepeda, que quizá no sea una gran actriz pero es capaz de transmitir una sensualidad que hace comprensible la pérdida de control de Pantaleón) esta amenaza con arruinar toda su vida.
Con un metraje extenso pero que no llega a cansar en ningún momento, la película está obligada a derivar en algún momento hacia el drama para redondear la parábola que demostrará lo ridículos que son casi todos los personajes (solo se salvan, insisto, las “chicas alegres”, siento la madame del grupo –intensa Pilar Bardem- una auténtica figura maternal para ellas) terminan resultando, unos por excesivos, otros por cobardes y otros por corruptos.
Sin rehuir de los toques de sensualidad que requiere la historia, Pantaleón y las visitadoras es una magnífica película que describe a la perfección un episodio oculto de la historia militar en un recóndito rincón del Amazonas peruano. Inteligente y con buenos diálogos (El Sinchi, el locutor, es tan tronchante como odioso), la adaptación es bastante fiel al original, estando en la interpretación de Del solar la clave para que todo funcione, para que todo, por loco que parezca, resulte creíble.
Interesante descubrimiento y gran recomendación, debo reconocerlo.

martes, 13 de octubre de 2015

SITGES 2015: Jornada tres.

Mientras en este maravilloso país la mitad de la población se dedica a desfilar ondeando una bandera y la otra mitad se dedica a quemarla o repudiarla yo me dejo seducir por los ¿encantos? de la América profunda, una América, además, tratando de recuperarse de una epidemia zombie que no ha llegado a niveles apocalípticos pero casi.
Tocaba jornada tranquila, con una sola película en mi agenda pero sin obviar el obligado paso por los puestos ambulantes que, como novedad de este año, acompañan las interminables colas para entrar en el Auditori (¡qué gran descubrimiento los Martini Tonic!). Y la elegida era una de las que esperaba con más ilusión: Maggie, esa extraña propuesta basada en (según una lista de esas que hacen los americanos) uno de los mejores guiones del año pasado en la que la temática zombie era tratada desde un punto de vista dramático e intimista.
Ninguno de los responsables del film (ni director ni, por descontado, actores) hicieron acto de presencia en Sitges, pero sí estuvo en cambio el gran Rick Baker, mago del maquillaje y los efectos especiales, que recibió una merecida Màquina del Temps.
Y entramos ya en la película en cuestión. Puede que el nombre de Arnold Schwarzenegger pueda parecer un gran reclamo, pero pese a su presencia como protagonista y productor y sus loables intenciones por mostrar un registro cargado de contención poco habitual en él lo que realmente define a Maggie es su ritmo lento, su fotografía y su casi omnipresente banda sonora. Es casi como si fuese una película de Terrence Malikc .
Con Abigail Breslin interpretando a una joven infectada por un zombie, la película describe el proceso de transformación, centrando el foco sin embargo en el dolor y sufrimiento de los personajes (el padre que se niega a aceptar su inevitable muerte, la madrasta incapaz de soportar su amenazante presencia, los amigos de los que deberá despedirse) que no en la propia descomposición tanto física como personal de la muchacha.
En resumen, intensa y emotiva, excesivamente bucólica en algunos pasajes, con más sufrimiento y dolor que sangre y violencia. Una película recomendable siempre que no se esté esperando ver simplemente a Arnie matando zombies. No va de eso, esta vez no.
Y tras Maggie, regreso por unos días a la cruda realidad del trabajo cotidiano hasta el próximo fin de semana, donde entre el sábado y el domingo intentaré deleitarme con los posos de un festival que ya estará agonizando.
Como decía el Schwarzenegger de los viejos tiempos (y que en Maggie le dicen a él): “Volveré”.

lunes, 12 de octubre de 2015

SITGES 2015: Jornada dos.

Bueno, pues tras concluir mi segundo día dedicado al Festival de Cine de Cataluña puedo adelantaros que he disfrutado de tres películas interesantes y tremendamente diferentes entre sí aparte de un buen rato de tiempo libre para disfrutar de la población y sus exposiciones y descubrir algún espacio nuevo del Festival.
Y uno no puede pasarse por el festival de Sitges y no ver alguna película de corte oriental. En mi caso la elegida ha sido Tag, de Sion Soto (quien se llevó además una Màquina del Temps), un realizador japonés que tiene otras dos películas en la selección oficial del total de cinco estrenos que tiene previstos antes de que termine el año. 
Tag es una película metafórica, una historia llena de simbolismos algunos más sutiles que otros criticando el puesto que la mujer ocupa en la sociedad japonesa actual. Repleto de imágenes cautivadores y desconcertantes su principal defecto es que arranca con unos diez minutos tan brutalmente impresionantes que le es imposible mantener el nivel el resto del metraje.
Y de cine japonés pasamos a cine español. José Skaf, argentino de nacimiento y madrileño de adopción, debuta en cine con Vulcania, en la que nos presenta una sociedad cerrada, aislada del resto del mundo, regida por sus propias normas y bajo el control algo autoritario de un único líder. 
Con un reparto verdaderamente  estelar (Miquel Fernández, Aura Garrido, José Sacristán o Ginés García Millán, todos ellos presentes en el estreno) la película recuerda demasiado a El Bosque, de M. Night Shyamalan, lo cual la lastra hasta cierto punto, haciendo difícil que la encontremos original y perdiendo fuerza su mensaje dirigido a una sociedad sumisa y adormecida. Antes de la película, por cierto, se hizo la entrega del Gran Premio Honorífico a Oliver Stone.
Y cierro la jornada con Knock Knock, la última paranoia de Eli Roth, un habitual por estos lares, cuyo momento más divertido fue cuando el guionista Nicolás López bromeó sobre los espantosos títulos que se suelen poner a las películas en España al doblarlas y repasó algunas de las traducciones más curiosas de Knock, Knock alrededor del mundo. Y no es que la peli de Keanu Reeves seducido priemro y torturado y atormentado después por Ana de Armas y Lorenza Izzo sea mala pero todo es demasiado soso, demasiado previsible. Toda la fuerza (en ocasiones excesiva) del cine de Roth parece haberse difuminada hasta ofrecernos una simple versión femenina de títulos como Los Sádicos, Funny games, Los Extraños… Y hasta el erotismo del que tanto han presumido tanto Roth como López termina quedando en nada, buscando para colmo una cierta moralina para nada conseguida. Distraída pero flojita.
Y hasta aquí puedo leer, como decían por la tele. Mañana será una jornada tranquila con una sola película prevista, que también toca descansar de vez en cuando. Eso sí, será una se Schwarzenegger, lo que no es poco.
Hasta mañana, niños. Sed buenos y recordad: si aparecen dos hermosas señoritas empapadas en vuestra puerta, no se os ocurra abrir. Bueno, o sí, vosotros mismos…

domingo, 11 de octubre de 2015

SITGES 2015: Jornada Uno

Sin tiempo para pasear por la encantadora (y en estos días encantada) población costera empieza mi experiencia con el Festival de Cine Fantástico de Cataluña de este año de la mejor manera posible.
Summer Camp es el debut como director del hasta ahora guionista Alberto Marini (suyos son, entre muchos otros, los libretos de mientras duermes, Extinción o la actual El desconocido). Ayudado en el texto por Danielle Schleif y con apenas cuatro actores protagonistas, la película es una vuelta de tuerca al machacado género de un grupito de jóvenes (en este caso monitores de un campamento de verano) que están solos en mitad del bosque a merced de que algo les aceche. Sin embargo, Marini y Schleif han sabido jugar muy bien sus cartas, recurriendo a todos los tópicos del género pero dándoles la vuelta, consiguiendo la complicidad del espectador para que se adelante a la acción y volteando la previsibilidad repentinamente, o haciendo actuar a los protagonistas con una lógica pasmosa (aunque finalmente estéril) escasa en este tipo de películas. 
Todo ello, provocando momentos de verdadero terror pero con un sentido del humor muy negro y desmadrado que hacen de Summer Camp una película terriblemente divertida. No cuento detalles sobre el mal que aterroriza a los desdichados protagonistas porque con ello se perdería parte de la magia, aunque me temo que todas las notas de prensa van a hablar más de lo debido.
Por cierto, como productor se encuentra Jaume Balagueró. Y se nota. En más de un detalle.
Pero si de lo que se trata es de divertirse, lo mejor para eso es recurrir a los clásicos. Y más clásicos en el tema del humor que los Monty Python. Al frente del equipo, en tareas de cine, siempre ha estado Terry jones, firmante de clásicos como Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores,  La vida de Brian o El sentido de la vida, aunque desde aquel entonces andaba un poco perdido. Ahora, ha desempolvado un viejo guion llamado Absolutely Anything para volver tras las cámaras y explicarnos la desquiciante historia de una especia de Asociación Intergaláctica Extraterrestre que mantiene un debate sobre si aceptar al planeta Tierra entre ellos o eliminarlo. Para descubrir si merecemos el honor qué mejor sistema que entregar a un humano un poder absoluto y ver que hace con él.
Absurdo argumento que deriva en una comedia romántica muy al estilo de Como Dios donde Simon Pegg está perfecto para el papel mientras que Kate Beckinsale se limita a lucir tan guapa como siempre y poco más. No será la comedia que cambie el mundo ni siente cátedra, pero al menos cuenta con el aliciente de haber reunido a todos los supervivientes de los Monty Python (son las voces de los extraterrestres en la versión original) y de contar además con la colaboración (también como doblador) de Robin Williams en su último trabajo antes de su prematura muerte.
Por cierto, antes de la proyección Ángel Sala ha hecho entrega a Terry Jopnes de la Màquina del Temps por su trayectoria cinematográfica.
Y con estas dos primeras aproximaciones al fantástico de este año termina una jornada tranquila pero con toques de calidad, en la que no faltó incluso un apretón de manos con el mismísimo Jones. Mañana, más.

sábado, 10 de octubre de 2015

CAMINO AL FESTIVAL DE SITGES...

Bueno, queridos lectores. Ya legó el día. Ayer dio comienzo el Festival de cine Fantástico de Cataluña y como no podía ser menos vuestro fiel amigo el Panda estará por allí dando vueltas informando brevemente de lo que se cuece en el bello pueblo del Garraf.
Este año toca tomárselo con algo más de calma que el anterior, que hay excesos que luego se pagan, pero ocho películas repartidas en dos fines de semana más las cinco sorpresas de la maratón final tampoco es moco de pavo, ¿verdad?
Terry Jones, Eli Roth, Schwarzenegger, el debut en la dirección de Alberto Marini… La cosa promete, desde luego.
Por contrapartida, esto implica que los estrenos semanales se verán relegados en el tiempo, no sabiendo ni siquiera cuando voy a poder verlos. Pan, Marte y La cumbre escarlata son las principales damnificadas, pero no os preocupéis. Tarde o temprano caerán, os lo aseguro.
Bueno, pues eso es todo. ya con mi mochila de explorador preparada, el kit de supervivencia a punto y las armas cargadas por si una horda de zombies se interpone en mi camino, me pongo rumbo a Sitges.
Si en unas horas no he vuelto a publicar nada nuevo no os molestéis en llamar a la policía. Simplemente: ¡corred, insensatos, corred!.
Y rezad a Dios por vuestras almas…

SEGUNDO ORIGEN (6d10)

Seguramente sea exagerado decir que Segundo origen sea para Carles Porta el equivalente de I.A. Para Steven Spielberg, pero lo cierto es que si la película americana iba a ser el proyecto más ambicioso de Stanley Kubrick algo parecido sucedía con respecto a la película que nos ocupa y Bigas Luna. Tanto es así que el director de Jamón, Jamón participó en el guion y llegó a filmar alguna escena, o cuanto menos figura como coguionista en los créditos. Hay, durante el metraje (aparte de la obligada dedicatoria final) un bonito homenaje
Segundo origen es la adaptación de una de las novelas más populares de la literatura catalana moderna Mecanoscrit del segon origen, de Manuel de Pedrolo, que con su lógica adecuación a los tiempos que cogen buen podría haberse titulado Videograbació en móvil del segon origen. Cuenta, de forma más elíptica que la obra escrita, como un ataque supuestamente extraterrestre aniquila todo rastro de vida humana en la Tierra, sobreviviendo, al menos en apariencia, sólo la adolescente Alba y un niño pequeño llamado Didac. De ellos dependerá la subsistencia de la raza humana.
Nunca sabremos cómo habría enfocado Luna la película, pero es probable que hubiese puesto más el acento en los momentos eróticos de la novela que Porta suaviza para detallar un retrato de supervivencia demasiado amable, donde todo el drama se basa en la pérdida de seres queridos y la sensación de soledad, como si la necesidad de alimentarse, conseguir agua potable o esquivar las enfermedades graves en un mundo sin médicos ni hospitales (y con medicamentos recuperados con fecha de caducidad) no fuesen un gran inconveniente. No hay aquí, hasta la aparición de otro superviviente (inevitable Sergi López, que no se pierde una), apenas lucha por la supervivencia, al contrario que en la  novela, que se enfrentan cara a cara con un alienígena y con un grupo de chavales que pretenden violar a la muchacha protagonista a la par que narradora.
Tampoco se encontrará en el film el viaje iniciático que esta peculiar pareja (los nuevos Adán y Eva) realizan a lo largo del Mediterráneo, siendo sustituido por un recorrido algo más detallado de una Barcelona postapocalíptica (los amantes del fútbol disfrutarán/llorarán con determinada escena) .
Puede ser incluso lógicos los cambios con respecto a la novela, una obra que por su fama e importancia merecía una adaptación definitiva (solo contaba hasta ahora con una versión televisiva) pero que fue escrita hace ya cuarenta años, con lo cual la fantasía que desbordaba y el mundo desolador que proponía ya no resultan para nada novedosos. Cambien la Barcelona apocalíptica por la Barcelona abandonada de Los últimos días, la amenaza extraterrestre y los humanos supervivientes aún más peligrosos por los zombies y las bandas de saqueadores de Walking dead o piensen en la sensación de soledad y aislamiento de The Road y sabrán a lo que me refiero. Por poner algunos de los miles de ejemplos.
Al final, incapaz de sorprender, sólo queda conformarse con el buen trabajo de Rachel Hurd-Wood (actriz de veinticinco años, cuando su personaje, en el libro, empieza teniendo catorce) y de Andrés Batista y Ibrahim Mané, interpretando a dos versiones de diferente edad de Didac, aparte del ya mencionado López y una breve aparición de Philip Hurd-Wood, padre de Rachel en la película y en la vida real.
Visualmente estimulante, la película tiene elementos para hacerla atractiva, pero le falta garra, pasión. Es todo demasiado tibio, demasiado apacible, con una banda sonora casi omnipresente que refuerza esa sensación de tedio, incapaz de sorprender, recordándonos (como si hiciera falta) que no hay nada nuevo bajo el sol.
Por cierto, la película está rodada inicialmente en catalán como idioma principal. Recomiendo encarecidamente ver su versión doblada. La encantadora Rachel Hurd-Wood hace lo imposible por adaptarse al idioma, pero cada vez que hablaba me sangraban los oídos y estaba deseando que se le escapara alguna expresión en inglés. Algunas veces, la voluntad no lo es todo.

LA PLAYA DE LOS AHOGADOS (6d10)

Una buena definición de esta película sería decir que es una obra artesanal. Con ello me refiero a que la historia de esta investigación policial que Domingo Villar guioniza a partir de su propia novela está narrada con una extensa corrección, Gerardo Herrero, director prolífico pero carente de grandes obras en su haber, filma con mano firme y Carmelo Gómez está muy convincente como inspector encargado del caso. No hay ningún reproche que destacar, nada malo que estropee la ficción, pero tampoco nada que la resalte demasiado. 
Ni la historia es arrebatadora, ni la dirección impresionante ni las interpretaciones emocionan. No es, por poner una comparación odiosa, una Isla Mínima del 2015. 
La playa de los ahogados narra como en un pueblecito pesquero del litoral gallego aparece un cadáver con todo el aspecto de corresponder a un suicida. El forense de la Policía, sin embargo, apuntará más bien a un asesinato torpemente camuflado y el inspector Leo Caldas tendrá que escarbar en las sombras del pasado hasta descubrir una turbia verdad.
Un argumento, como pueden ver, muy cinematográfico, al abrigo de las novelas negras (y sus correspondientes adaptaciones) tan de moda últimamente que provienen de los países escandinavos, y con el que el tono gris, frío y sobrio de la región gallega va que ni pintado.
No hay grandes figuras de la interpretación más allá del mencionado Carmelo Gómez y un caracterizado Antonio Garrido, lo cual por un lado da un punto de rareza al film, con voces a la que uno no está acostumbrado, de marcado acento (o directamente hablando en gallego), pero que, curiosamente, ayuda también a hacer más verosímil la cosa, otorgando un toque de credibilidad y realismo muy acertado.
En definitiva, interesante propuesta, agradable de ver y con un suspense calmado pero efectivo, que no va a aportar nada nuevo al género ni probablemente lo pretenda pero que tampoco molesta en ningún momento.

viernes, 9 de octubre de 2015

REGRESIÓN (7d10)

Decía Alejandro Amenábar que, cuando se estaba inspirando para escribir el guion de esta película, algún de sus referentes era La semilla del diablo. Y precisamente con esa película de Polanski (con su traducción al español, al menos), junto con el hecho de que esté inspirada en hechos reales (cosa que se advierte al principio del film), comparte uno de los principales problemas: el título es ya de por sí un gran spoiler, una pista demasiado evidente para que, quien sepa un poco del tema, se pueda adivinar el desenlace de la historia.
Puede que la clave esté en que, tal y como comentaba sobre El desconocido, Amenábar no busque una trama de giros sorprendentes ni desconcertar demasiado al espectador, sino explicar una historia que bien podría haber sucedido realmente (está inspirada, no textualmente basada, en la realidad) apoyándose más en el drama y en la psicología de los personajes que en la simple sorpresa. Aunque tampoco esto es exacto, ya que el protagonista (un siempre excelente Ethan Hawke) apenas nos es definido a pinceladas, no permitiéndonos conocer nada de su vida que pueda ayudarnos a definirlo mejor. Así, Regresión parece más un falso film documentalista que narrativo.
¿Significa esto que Regresión sea una mala película? Ni mucho menos. La historia es interesante, el suspense está bien construido y la dirección es magnífica. También los actores están de nota, con una sufrida Emma Watson que si bien precisa de pocos registros para su personaje los representa con solvencia.
¿Dónde está, pues, el problema de la película? ¿Por qué la han criticado despiadadamente por donde quiera que haya pasado? La clave hay que buscarla en el nombre del director, ni más ni menos. Si analizamos la película simplemente por sus valores cinematográficos no sería justo tacharla de floja (me parecen alucinantes las comparaciones que han hecho con telefilmes de sobremesa de medio pelo), pues como película funciona perfectamente, incomoda y acongoja cuando lo pretende y deja una incómoda sensación de mal rollo en el cuerpo tras su visionado. Y todo esto está muy bien si la comparamos a películas como Libranos del mal o the Babadock, películas interesantes pero pequeñas en su concepción. Pero es que estamos hablando de Alejandro Amenábar. Se supone que es ya uno de los grandes, un maestro del suspense, que ha triunfado cuando ha cambiado de género (y su Oscar así lo demuestra) y que se ha atrevido a tantear las películas de gran presupuesto (y yo soy la que defiendo la arriesgada y poco convencional Ágora). Y eso le obliga a jugar en ligas mayores, teniendo que compararse con El Exorcista, La profecía o su propia Los otros. Y ahí es cuando se le pueden poner pegas al film.
Las sectas satánicas no son tema recurrente en el cine de misterios (que no de terror, como alguno podría pensar), así que es de agradecer que Amenábar nos muestre esta historia como ejemplo de algo terriblemente habitual a principios de los noventa en los Estados Unidos y que no es demasiado conocido por estos lares. Con tintes casi policíacos, la película nos describe como la joven Angela Gray denuncia ante el cura del pueblo los abusos sexuales a los que la somete su padre, el cual –para sorpresa de todos- se confiesa culpable, y la posterior investigación del detective Bruce Kenner, convencido de que hay mucho oculto tras estos abusos y descubriendo un culto satánico que llegará a poner en peligro su propia vida.
Efectiva y efectista, puede que fuerce un poco la situación, obligando al espectador a dejarse llevar y creer sin muchas preguntas lo que le están contando. Pero ello no impide que la atmosfera envolvente sea magnífica y que, si somos ajenos a los hechos reales, nos dejemos llevar por la trama hasta que las pequeñas mistas en forma de migajas que Amenábar nos ofrece nos desvelen la auténtica verdad.
Regresión es una buena película, que nadie lo dude. Simplemente, no es la mejor de Amenábar. Y tras seis años sin dirigir y con el aliciente de regresar al género en el que mejor se desenvuelve se esperaba más de él. Esto, y no otra cosa, es el gran pecado de la película. Y es injusto condenarla por las expectativas más que por su calidad.
Otro tema, del que ni Amenábar ni nadie perteneciente a la creación artística del film tienen responsabilidad alguna, es la vergonzosa campaña que algunos cines están haciendo de cobrar un euro extra “por todo el morro” para ver esta película. Es algo que se va a extender durante los primeros diez días de exhibición y que sí me invitan, no ya a recomendar no verla en cines, sino a esperar a que pasen esos días (es decir, los dos fines de semana inminentes a su estreno) para hacerlo. No sé si es una decisión tomada por los exhibidores o por la distribuidora (que curioso, es de Warner), pero esta práctica abusiva no va a hacerle ningún bien al film y no hace más que confirmar alguna de mis pataletas en forma de comentario del mes. Con decisiones como esta van a dar la razón a los que siguen diciendo que el cine es caro…