lunes, 27 de diciembre de 2021

Visto en Netflix: NO MIRES ARRIBA

Hace ya bastantes años el cine de catástrofes tan de moda en los 70’ sufrió una resurrección gracias, en parte, a títulos como Armageddon, de Michael Bay. En ella se narraba como un meteorito se dirigía imparable hacia la Tierra y la única manera de evitar el más que seguro exterminio de la vida humana era lanzando una misión espacial que fuese capaz de destruirlo. Imagínense ahora por un momento descubrir que había detrás de todo ello. Es decir, una película que en lugar de centrarse en el héroe al que daba vida Bruce Willis se dedicara a narrarnos la preocupación entre la comunidad científica, las decisiones cruciales tomadas en la Casa Blanca, las posturas de los medios de comunicación o las reacciones de los terrestres de a pie.

Y ahora, para más inri, imagínenselo en la sociedad actual, en una sociedad donde hay Presidentes de los Estados Unidos proponiendo a la gente que se inyecten lejía en las venas, donde en plena pandemia mundial otros presidentes proclamaban su rechazo de las mascarillas y abogaban por los abrazos, donde el poder está en manos de tipos como Bill Gates, Elon Musk o Joe Bezos, donde los memes y las fakes news compiten por la popularidad entre los jóvenes  y donde la sociedad está fracturada a causa de los negacionistas, los terraplanistas, los reptilianos y así hasta un largo etcétera.

Pues bien, esa es la base de No mires arriba, la última creación de Adam McKay, el antaño colega de fechorías de tipos como Will Ferrer y que se pasó al bando de los directores de prestigio con las impactantes La gran apuesta y El vicio del poder. En esta tercera película de su nueva etapa, el director y escritor propone una historia basada en hechos reales… que no ha sucedido todavía, según el propio tráiler.

Dos científicos descubre un meteorito de gran tamaño que avanza hacia la Tierra con consecuencias devastadoras, pero todos sus esfuerzos por alertar al mundo en busca de alguna medida desesperada parece caer en saco roto. Se trata de una ácida sátira que no deja pie con cabeza y que emplea el truco del meteorito para poder sentirse más libre a la hora de tornar en comedia la estupidez general y la ceguera ante los problemas (reales) del mundo. Bien podría haber sido esa una película sobre el cambio climático o incluso dedicada al coronavirus, aunque ello la habrían sometido a un trasfondo dramático demasiado real para que la burla funcionara correctamente.

Huelga decir que McKay se ha vuelto a rodear de un reparto sensacional encabezado por unos Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence totalmente entregados a la causa, a los que acompañan otros nombres ilustres como Meryl Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande o Himesh Pattel entre otros.

Nos encontramos, pues, ante una película soberbia, uno de los mejores títulos de Netflix (que los más afortunados quizá aprovecharon para ver en salas de cine hace un par de semanas) y que ya es una de las presencias importantes en la inminente temporada de premios. Una trama sorprendente y refrescante, muy divertida por momentos, pero que deja un incómodo poso al hacernos reflexionar sobre el mundo en que vivimos y cómo podrían derivar las cosas si los que tienen el poder no empiezan a pensar un poco más sus acciones.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Visto en Amazon Prime: CELEBRITY BAKER OFF ESPAÑA

Se me hace raro comentar un reality por aquí, pues no soy precisamente defensor de ese formato concreto. De hecho, la única vez que habréis podido leerme sobre el tema fue a raíz de La isla de las tentaciones en su tercera temporada, que debo reconocer que, vista como si de una ficción televisiva se tratase (y de hecho, de eso más o menos se trata), me consiguió enganchar. Otra cosa es que no vuelva a acercarme a otra edición ni con un palo, haciendo buena la expresión «una y no más, Santo Tomás».

Por otro lado, tampoco soy muy amigo de los programas de cocina, que tan de moda se han puesto últimamente y que, en una u otra variante, proliferan en casi todos los canales en abierto.

No sé bien qué es lo que me incitó a acercarme a Celebrity Baker off España, la versión patria de un formato de la BBC que ya tuvo un pequeño escarceo en Cuatro pero en modo anónimo. Quizá fue la disparidad de sus concursantes, que a diferencia de los bodrios propios de Mediaset, en esta ocasión contaba con famosos de verdad, en una colección de nombres tan variopinta que lograba aunar a cantantes como Chenoa o Soraya, actores como Andrés Velencoso, Pablo Rivero o Adriana Torrebejano e incluso figuras del deporte como el futbolista Joan Capdevila o el árbitro Iturralde González, ambos ya retirados. O puede que sea el hecho de que, perteneciendo los derechos a Amazon Prime Video, no tuviera que avanzar en el concurso al ritmo impuesto por la emisora, sino que con todos los episodios disponibles (diez en total) yo mismo podía marcar mi propio ritmo.

El caso es que me animé a tantear el terreno y quedé francamente sorprendido. Podría decirse que estamos ante un reverso de Master Chef, centrando en el mundo de la pastelería, que cambia la presión y competitividad de aquel (muy en boga últimamente a raíz del trágico desenlace de Verónica Forqué) por un sorprendente y muy divertido buenrollismo que se extiende entre los concursantes y termina por contagiar al espectador.

Presentado por Paula Vázquez y Brays Efe y con los chefs Frédéric Bau y Clara Pérez Villalón como jurado, el concurso nos traslada hasta las preciosas ruinas del convento de Los Claustros de Aylló, en Segovia, donde doce famosos deberán competir para hacer dos postres por semana y evitar su eliminación hasta una final a tres que, contra pronóstico, ha resultado verdaderamente emocionante.

Así, alternando unas recetas deliciosas y los problemas para conseguir llevarlas a cabo (hornos que no funcionan, batidores compartidos, falta de tiempo) con el buen humor de los participantes, que consiguen que haya una química tan especial como aparentemente imposible entre personajes como la estrambótica youtuber y actriz Esty Quesada (alias «soy una pringada») con la expolítica Esperanza Aguirre. O alternar la seriedad y rigor del pianista y escritor James Rhodes con la absurda locura de Yolanda Ramos (la última participación es la de la influencer paula Gonu, la más irrelevante del programa).

En fin, que el invento les ha salido muy bien. La temporada se devora en un suspiro y el humor y la emoción se alternan para convertirlo en algo tan apetecible como los postres que preparan. Totalmente recomendable.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Cine: SPIDER-MAN: NO WAY HOME

Pese a que con el éxito del MCU hasta el más insignificante héroe de cómic de Marvel se ha vuelto muy popular, Spider-man siempre ha liderado ese ranking, pese a que su suerte en cines ha sido algo dispar. Alejado de la casa madre por una cuestión de derechos en sus dos primeras encarnaciones (dejaremos al Spider-man de Nicholas Hammond aparte), existe un eterno debate sobre quien es el mejor Spider-man de los tres conocidos, algo que Spider-man: No way home se encarga de zanjar.

Con un estreno abrumador que ha revitalizado (aunque sea solo a modo de espejismo) una taquilla aún resentida por el Covid y sus restricciones, batiendo records  de todo tipo y cosechando, por lo general, críticas muy positivas, el nuevo film del trepamuros se aprovecha del concepto del multiverso que se introdujo en la serie de Loki (aunque el concepto ya se menciona a modo de fake en Spider-man: Lejos de casa y se desarrolla en todo su esplendor en la extraordinaria Spider-man: Un nuevo universo) para unificar las siete películas anteriores de Sony (más alguna cosilla extra) e integrarlas, más o menos, en el MCU.

He esperado un tiempo para hablar sobre este estreno por mi deseo, de momento insatisfecho, de poder verla una segunda vez, pero no queriendo retrasarlo por más tiempo permitidme dar una pincelada, por supuesto sin spoilers (aunque a estas alturas creo que ya todo el mundo sabe más o menos lo que sucede y quien se deja ver por aquí) para, en unos días, hacer un análisis más amplio con todo lujo de detalles.

Spider-man: No way home continua directamente donde terminó Lejos de casa, sin que en este caso haya interferencias de otro rincones del MCU de por medio. Así, nos encontramos con un Peter Parker con la vida vuelta patas arriba por culpa de la revelación de Misterio no solo de su identidad secreta sino acusándolo directamente de asesinato, aunque con sus vinculaciones con Los Vengadores y, por lo tanto, con la antigua SHIELD no cabe duda que ese segundo problema se puede solventar con relativa facilidad (quizá incluso con demasiada facilidad, a mi parecer). Es por ello que nuestro protagonista deberá adoptar medidas desesperadas y recurrir al Doctor Stranger para solucionar su problema a las bravas, lo cual pronto se demuestra que no es buena idea.

Hablaba al principio del comentario sobre el debate sobre quién es el mejor Spider-man hasta la fecha. El de Sam Raimi y Tobey Maguire contaba con el mérito de ser el primero, logrando un imposible al hacernos creer que un tipo con mallas recorriendo Nueva York saltando de un edificio a otro era real. Además, sus dos primeras películas eran estupendas, dejándonos un amargo recuerdo con una exitosa pero sin duda fallida Spider-man 3. El Spider-man de Marc Webb y Andrew Garfield fue un torpe intento de modernizarlo, pero mientras la secuela era penosa a nivel de guion contaba con algunos momentos muy impactantes y replicaba el mejor uniforme y los mejores movimientos de nuestro héroe, cuya historia quedó inconclusa con la cancelación del final de la trilogía.

Así,el Spider-man de Jon Watts y Tom Holland, ya al amparo de Marvel y, sobretodo, Kevin Feige, lo tenía todo a favor para ser el Spider-man perfecto, pero el regreso a sus años de instituto, su dependencia el MCU y, sobretodo, la tutela de Iron man hizo que no todos terminaran de comulgar con esta nueva encarnación.

Spider-man: No way home supone un camino sin retorno en la trayectoria del superhéroe, rompiendo esa ingenuidad infantil que se le intuía al héroe para obligarle a dar un paso hacia delante y dejarlo, al término de la película, a las puertas de una nueva franquicia que, a todas luces, lo va a acercar más que nunca al personaje del cómic. Para conseguirlo, Watts compone la película más adulta, épica y oscura de todas, haciendo que se entiendan ahora las comparaciones que desde la productora se hacía con Endgame. Al final, lo que se hace es un recurso muy utilizado en el mundo del tebeo: ponerlo todo patas arriba para sentar las bases de un nuevo status quo. En un mundo sin Iron Man ni el Capitán américa, Nueva York necesita un tipo diferente de héroe, y esta película se lo va a dar.

No significa eso que la película no tenga el tono humor propio de las anteriores, al menos en su primera hora de metraje, pero a medida que se producen los acontecimientos la oscuridad se va apoderando de la historia hasta obligar a Peter a madurar a marchas forzadas, obligándole a tomar decisiones tan desoladoras como necesarias.

Así, esta tercera película del Spider-man de Marvel (u octava del Spider-man de Sony, todo depende del punto de vista), es la más emocionante, emotiva y dolorosa de todas, llegando incluso a traspasar límites que ni el comic se ha atrevido a hacer (al menos de manera definitiva).

Poco más se puede decir sin entrar en el spoiler, pero la conclusión es que estamos ante la mejor película del trepamuros hasta la fecha, que puede que no sea per4fecta y a la que se le pueden echar en cara algunas decisiones, pero que sí redirige el rumbo hacia terrenos muy pero que muy prometedores.

El futuro es de Peter Parker, y estoy ansioso por ver a dónde lleva este nuevo camino, ahora ya (si se me permite el juego de palabra con los títulos) sin casa alguna.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

Visto en Disney+: OJO DE HALCÓN

Terminó al fin la última serie de Marvel del año, casi coincidiendo con el estreno de Spiderman: No way home (y compartiendo alguna sorpresa con ella), y llega el momento de valorar el total de sus seis episodios.

Lo primero que cabe destacar es que resulta complicado compararla con las otras tres propuestas de este 2021 (Bruja Escarlata y la Visión, Falcon y el Soldado de Invierno y Loki) por la diferencia de pretensiones. Mientras aquellas exploraban las psiques de sus protagonistas y las consecuencias que todo lo acontecido en las tres primeras fases del MCU tenían sobre ello, componiendo un peldaño más en la escalera que deba continuar la escalada de esta aún indecisa Fase Cuatro, Ojo de Halcón se ve más como un divertimento navideño, una aventura aislada y muy refrescante que, sí, cierra algunas cicatrices y presenta (o confirma) nuevos personajes con mucho futuro, pero sin buscar una grandeza  que, en muchos momentos, no podría alcanzar.

Quizá conscientes de ello, y para evitar la sensación de ligera decepción que están dejando sus antecesoras, en Ojo de Halcón se apuesta por una historia más aislada, una aventurilla en los bajos fondos que casa más con los productos Marvel ofrecidos por Netflix (y aquí se abre el gran debate de la continuidad) que con las ambiciosas películas que tantas alegrías nos han dado a los fans. Quizá la errónea comparativa con esas películas (que en cierto modo es lo que nos habían prometido) es lo que promueva ese regustillo amargo, necesitando quizá de la presencia de algún cameo que reviente internet o algún dato revelador sobre el futuro que nos espera. A juzgar por el tráiler de Dr. Strange en el Multiverso de la Locura, no parece que lo acontecido en Westview vaya a ser realmente relevante (aunque no pierdo la esperanza de ver a una Wanda desatada y enloquecida), y todo el caos del multiverso parece ser más consecuencia de lo acontecido en la última aventura del trepamuros que de la que liaron Loki y Sylvie en la TVA, mientras que pocos son los que están desesperados por ver al nuevo Capitán América en acción. Por ello, ese distanciamiento que supone Ojo de Halcón con respecto a lo que sucede en las grandes ligas le viene muy bien, y las conexiones más fuertes con el resto del Universo Marvel son más emocionales (el dolor por la muerte de Natasha sigue muy presente) que argumentales.

No significa esto que la serie esté desligada del resto de producciones, de hecho ya he comentado que es una magnífica carta de presentación de futuros personajes llamados a ser muy importantes en este universo, pero la realidad es que Clint Burton, pese a ser uno de los Vengadores originales, está ya cansado, más cerca del retiro que ya insinuó en Civil War que de volver a ponerse las mallas, y por eso que una de las motivaciones que lo impulsan durante estos seis episodios, aparte de la de proteger a su nueva pupila/compañera, sea la de llegar a casa a tiempo para celebrar las navidades con su familia.

Sin querer profundizar más por no hacer spoilers a aquellos que la tengáis pendiente, Ojo de Halcón supone un soplo de aire fresco que se sitia, sin muchas complicaciones, por encima de las dos últimas series de la caza, luchando con WandaVision para coronar mi top particular donde no incluyo (por ahora) ¿Qué pasaría sí? por aquello de no estar muy seguro de cómo encaja en el canon Marvel (otra respuesta más que podremos encontrar en la secuela de Dr. Strange).

En resumen, acción comedida, buena química entre sus protagonistas, unas gotitas de nostalgia, alguna aparición sorpresa  y el sobresaliente trabajo de dos de las actrices jóvenes con mayor talento actualmente como son Hailee Steinfeld y Florence Pugh, para una aventura navideña divertida y que se deja ver con mucho agrado, haciendo que sus seis episodios se hagan escasos y deseando saber más de estos personajes en el futuro, en especial de cierta Agente 19 que podría (o no) dar mucho de qué hablar.

Cine: MAMÁ O PAPÁ

El cine español se sigue nutriendo (o abusando) del uso del remake para sus comedias más populares, pero cuando se cuenta con un director tan refinado (ojo, estoy hablando sin conocer la película original) como Dani de la Orden, poco puede salir mal.

Cierto es que no todas las películas de De la Orden me han parecido maravillosas, y suele caérseme cuando apuesta más por la comedia pura y dura (caso de El pregón o El mejor verano de mi vida) que por las emociones, pero en Mamá o papá creo que está sobresaliente, consiguiendo un desarrollo muy divertido y aportando por algo bastante escaso en su filmografía, el humor negro.

Ciertamente, Mamá o papá, lo que se suponía una comedia familiar con claro mensaje moralista, es una sucesión de gags con mucha mala baba, algunos casi crueles, que si bien pueden compartir universo con las familias de niños resabiados a la par que extravagantes que tan bien se le dan a Santiago Segura en films como Padre no hay más que uno o su secuela, sabe ir más allá para no caer en la fórmula de la repetición (no puedo quitarme de la cabeza la horrible Cuidado con lo que deseas).

No ha sido sencillo el periplo de esta película para conseguir ser estrenada, siendo una de las más afectadas por la pandemia y viendo cómo los meses iban pasando sin encontrar un hueco en las carteleras (de hecho, ha tenido tiempo el bueno de Dani de la Orden de hacer una película por en medio, la interesante Loco por ella de Netflix), consiguiendo al fin su estreno en época navideña, como su argumento necesita, pero con la mala suerte de coincidir en salas con ese monstruo que es Spiderman: No way home que está arrasando con todo.

La premisa (triste por lo que tiene de real) se centra en unos padres que, tras un inevitable divorcio aparentemente amistoso, comprueban como ocuparse de sus hijos no encaja con sus nuevas vidas y aspiraciones profesionales, con lo que la lucha por la custodia por la que tantos padres divorciados sufren se torna en la lucha por la no custodia. Unos desternillantes Paco León y Miren Ibarguren componen a este matrimonio condenado a quererse pese a haber perdido la pasión que los mantenía unidos y cuya guerra por conseguir el desprecio de sus hijos se les irá de la mano de una manera tan desquiciante como, por momentos, histriónica.

Al final, tenemos una colección de cafradas, un descenso a los infiernos de una apareja tan irresponsable y egoísta que resulta imposible no comprenderlos y amarlos, logrando el director de Litus o sus dos Barcelonas (la de invierno y la de verano), una comedia agridulce, tan divertida como desoladora, emotiva y malvada, que no pierde en ningún momento de vista su coherencia argumental ni se deja desbordar (cosa casi hasta tentadora) por el exceso desmedido.

Una propuesta muy agradable para disfrutar en familia (o no) durante las fiestas navideñas.

 

Valoración: Siete sobre diez.

Visto en Netflix: DAVID Y LOS ELFOS

Ya he señalado muchas veces por aquí el catálogo casi infinito (y en constante expansión) de películas navideñas (algunas horrendas, todo hay que decirlo) que pueblan las plataformas, siendo posiblemente Netflix quien abandera semejante movimiento. De todas ellas, David y los elfos es posiblemente de las menos publicitadas, pero ni falta que le ha hecho, ya que los paranoicos de twitter ya se han encargado de darle la publicidad negativa necesaria para lograr, precisamente, el efecto contrario.

Provocadora de una polémica absurda y hasta ridícula por las supuestas insinuaciones de realidad que propone y que podría provocar preguntas incómodas por parte de los más pequeños de la casa, casi me siento tentado a analizar el debate antes que la propia película, pero en vista de lo que me ha gustado la propuesta navideña polaca y lo emotiva que me ha parecido, voy a centrarme en ella, resumiendo el debate de los encefalogramas planos en dos simples argumentos. Primero (ojo, spoiler): Podría ser que, efectivamente, Papá Noel, los elfos y todos los componentes mágicos de la Navidad en efecto no existan y sean productos de ficción. Segundo (ojo, spoiler 2): la película se encarga de dejar bien claro, desde el minuto uno, que en el mundo que proponen SÍ es real la familia Noel, su banda de elfos, la magia y todo lo necesario para hacer de la navidad algo entrañable y mágico, más allá del trasfondo religioso que en realidad posee. Así que aquí se zanja el debate.

Y si nos centramos solo en la película, ¿qué nos queda? Una estupenda propuesta familiar para ver con los más pequeños, una historia que quizá suene a mil veces vista pero que está planteada con una ternura maravillosa, consiguiendo divertir y emocionar por igual. Varios son los mensajes que propone, siendo el más evidente el de la importancia de que los niños crean en la magia y en el espíritu navideño, sin que sea necesario que tengan demasiada prisa para crecer, pero hay mucho más trasfondo, como el placer que se encuentra en las cosas pequeñas y en el abrigo de la familia, siendo evidentes las diferencias entre unas navidades en el pueblo, con sus valores familiares y sus tradiciones, o en una gran ciudad. Trata también sobre el complejo de Peter Pan, de un padre al que se le impone que debe madurar y dejarse de fantasías absurdas y que, cuando lo hace, se torna casi en un amargado cuyo estrés por el trabajo marca su vida, distanciándolo tanto de su hijo como de su esposa.

Se trata, pues, de una película perfecta para estas fechas, que pese a las limitaciones que podamos encontrar en una producción alejada de los cánones americanos se ve con mucho agrado y simpatía.

 

Valoración: Siete sobre diez.

martes, 21 de diciembre de 2021

Visto en Disney+: EL ÚLTIMO DUELO

Pese a haberse estrenado en cines con críticas sensacionales, el fracaso de taquilla en Estados Unidos precipitó que su permanencia en las salas fuese efímera, demostrando una vez más que la única esperanza para las arcas de productoras y distribuidoras (para bien y para mal), recae en la actualidad en los grandes blockbusters (y tan poco todos, que por cada Spiderman hay varios Escuadrones Suicidas).

Ahí encontramos claramente la cara y la cruz de esta película y, por extensión, del propio Ridley Scott. Las diferencias entre el rendimiento económico y la calidad del film, algo que, en menor medida, está pasando también con La casa Gucci, con la que Scott debería celebrar su gran año y que, por los motivos comentados, apenas han llegado a coincidir en cartela ambos films.

Con El último duelo ya disponible en Disney+, es momento de recuperar uno de los mejores films del año, que aúna un trabajo visual impecable con unas grandes interpretaciones. La película supone, por un lado, el retorno de la unión como guionistas de Matt Damon y Ben Affleck (apoyados aquí en Nicole Holofcener), tras la gloria alcanzada con El indomable Will Hunting, aunque el protagonismo recae en esta ocasión en el propio Damon y Adam Driver, dejando a Affleck en un rol secundario pero muy divertido.

Inspirada en una historia real, la película narra la frágil amistad entre dos escuderos en la Francia medieval, componiendo una epopeya de ambición y venganza que se complica definitivamente cuando se torna un triángulo amoroso, siendo el personaje de Driver acusado de violar a la esposa del de Damon, una también sensacional Jodie Comer. Para entender bien lo que realmente sucede, la película está narrada desde los tres puntos de vista de los implicados, pecando quizá de falta de sutileza Scott (puede que la única pega del film) al subrayar más de lo necesario cuál de las versiones es la más fiel a la realidad.

En el fondo, no estamos ante tres puntos de vista totalmente contrapuestos, sino de percepciones, pequeñas sutilezas en ocasiones, que ayudan a definir a lo largo de la película la personalidad de los personajes y que presenta, además, la diferente lectura entre los pensamientos de la época y los de la generación de #metoo. De hecho, esta misma película vista hace apenas un par de décadas dejaría un regusto diferente, preguntándonos si hay realmente algún villano real en la historia o si todo de trata de puntos de vista e interpretaciones, algo que hoy en día no cabe en ninguna cabeza. Así, todo gira en torno a subrayar el rotundo mensaje del «no es no» sin que, por ello, resulte una película panfletaria o moralista. De hecho, las escenas de acción son brutales y nada amables y la espectacularidad de las batallas iniciales, así como el duelo al que hacer referencia el título conllevan una carga de violencia y suciedad que retratan muy bien la época a la par que el buen estado de forma de Scott, director que ya ha viajado a esa época con asiduidad.

Rematando la faena con unas interpretaciones de muy alto nivel, tanto en el enfrentamiento constante entre Damon y Driver (sin olvidar nunca a un Affleck que sabe componer un personaje pasado de vueltas sin caer nunca en el exceso interpretativo) como en la fragilidad de Comer, el juego de los puntos de vista no hace sino acentuar esa gran labor interpretativa, ensalzando aún más la película.

En fin, un gran título injustamente maltratado que se puede recuperar en stremming, una gran noticia aunque se vaya a echar mucho en falta la majestuosidad de una pantalla gigante para disfrutar mejor del barro y la sangre que empapaba todo en el medievo.

 

Valoración: Nueve sobre diez.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Visto en Amazon Prime: CUIDADO CON LO QUE DESEAS

Fernando Colomo es uno de esos directores que, pese a no contar con ninguna obra maestra en su haber, tiene una interesante filmografía,  repleta de buenas comedias y un buen puñado de pelis de amor (¿o quieren decir sexo?). Por eso me duele especialmente haber sufrido este despropósito de película que se mire por donde se mire no tiene por donde cogerla, ni aun abusando de la más pura buena voluntad navideña.

Cuidado con lo que deseas es una extraña y confusa adaptación de un cuento de David Marqués, una obra que no sabe muy bien si acercarse a la comedia navideña, al terror infantil o a la fantasía mágica,  pues tiene de todo un poco y pero nada con acierto.

De lo poco que se me puede justificar es de ser suficientemente honesta con sus referencias, pues si hay momentos que recuerdan a Solo en casa y en otros parece que estemos en un spin off de Padre no hay más que uno,  la propia película se encarga de reconocer sus influencias,  nombras directamente al film de Columbus y comparando a un personaje con el propio Santiago Segura.  De hecho,  en lo que más recuerda esto a un film de Segura es en la utilización de amiguetes,  en esta ocasión con nula gracia,  pues por aquí se pasean Fernando Esteso, Guillermo Montesinos, Rappel…

Seguramente, lo que más me divirtió del film fue imaginarme a Dani Rovira o a José Sacristán en sus respectivas casas y la conversación que debieron tener con sus agentes: “Oye, mira, que tengo un guion sobre unos niños que piden un deseo y de repente hay unos muñecos de nieve que cobran vida y hay demás un abuelo con poderes mágicos que sabe hablar con los perros…” y ellos: “¡Ah, pues vale”.

En fin, que como pueden ver he sentido más vergüenza ajena que otra cosa (y algo de penica por Sacristán sobre todo) por una película sin rumbo que parece una fábula navideña pero que a la hora de la verdad el hecho transcurrir en Nochebuena es totalmente irrelevante.  Como casi todo lo que platea el guion.

 

Valoración: Tres sobre diez.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Visto en Netflix: LA CASA DE PAPEL, T5

Al fin ha llegado el que, al parecer, ha sido el gran acontecimiento del año. Algunos dirían que de la década, incluso. Me estoy refiriendo, por supuesto, al estreno de la segunda parte de la quinta y última temporada (o eso nos quieren hacer creer) de La casa de papel.

Es difícil hacer un análisis muy profundo sin caer en el spoiler (quizá en un futuro me lo plantee), así que me limitaré a comentar que el entretenimiento está asegurado y, pese a carecer de un impacto que supuso la muerte de Tokio, supera en calidad a ese arranque de temporada y, sobre todo, a la prescindible (muerte de Nairobi aparte), cuarta tanda de episodios.

Ya comenté en mi crónica respecto a esa cuarta temporada que la verosimilitud de la serie estaba por los suelos, y eso se mantiene en este tramo final, donde cualquier atisbo de realismo se les ha ido totalmente de las manos y solo importa el más difícil todavía.

Esto provoca una cierta sensación de agotamiento, ya que la adrenalina de los episodios (con un ritmo magnifico que, eso sí, recupera lo mejor de las dos primeras temporadas) impide que uno pierda mucho tiempo pensando en lo ridículo que es la mayoría de las cosas que nos están contando. Ya no vale la pena tratar de adivinar los planes ocultos del profesor, pues es todo tan enrevesado que no vale la pena encontrarle mucho sentido.

Por eso, lo mejor es quedarse con el espectáculo pirotécnico que propone. Disfrutar del artificio gracias al generoso presupuesto propiciado por Netflix. Y no darle muchas vueltas al resto. Y contentarse con que algunas de las tramas abiertas sin mucho sentido en episodios anteriores, como la constante aparición en formato flashback de Berlín (aparentemente una mera excusa para seguir contando con el estupendo trabajo de Pedro Alonso) y la presencia de su hijo, sirvan finalmente para algo, aunque sea para un giro final más rocambolesco que nunca.

Eso no significa que el final sea totalmente satisfactorio. Como todas las grandes series (y se mire como se mire, hay que reconocerle al invento de Álex Pina como una de ellas), es casi imposible que un desenlace satisfaga a todos (que se lo digan si no a los seguidores de Lost o Juego de Tronos), pero de lo que sí se les puede acusar es de la total falta de riesgo y la complacencia en la que cae. Es un final que, tras tanto giro y quiebros argumentales, es lo más previsible del mundo. Un final dulce que no está en la línea de lo que nos venían anunciando y por lo que, sin entrar en muchos detalles, tengo serias dudas de que estemos realmente ante el final de la serie. Si arrasa tanto como se supone que tiene que arrasar, será cuestión de tiempo que los señores de Netflix saquen el talonario y juguemos a eso de «donde dije digo, digo Diego».

Personalmente, tengo un problema especial con los ¿simpáticos? atracadores del mono rojo y la máscara de Dalí. Y es que si en las dos primeras temporadas se les disfrazaba de una especie de Robin Hood  modernos, aquí las máscaras caen definitivamente y cualquier atisbo de revolución quede en nada. Para mí (y para cualquiera con dos dedos de frente), ellos son los malos de la historia y el dinero su único fin. Y todo lo demás es pura palabrería. Y como tal, esperaba un final más acorde con ello.

Hay, además, pequeños agujeros de guion, decisiones incomprensibles (estoy pensando, por ejemplo, en Sierra) y errores varios, algo que ya se podía imaginar desde que en esa cuarta temporada en la que todo empezó a ir cuesta abajo, pero está claro que este final no está pensado para el espectador medio, sino para el seguidor más fanático de la serie. Y, para ellos, la ficción funciona como un tiro y la satisfacción está más que asegurada. Y, al fin de cuentas, de eso es de lo que se trata, ¿no?

Cine: CAZAFANTASMAS: MÁS ALLÁ

Pocas veces nos podemos encontrar con un producto con un tufillo tan evidente a prefabricado y artificial. Y pocas veces algo tan prefabricado y artificial funciona tan bien.

Cazafantasmas: más allá, tal y como fue El despertar de la fuerza, Terminator: Destino oscuro, Creed y muchas más, es casi tanto una secuela como un remake encubierto, ya que, jugando con las bazas de la nostalgia, vuelve a contar más o menos la misma historia que la primera película de la saga sin preocuparse por arriesgar lo más mínimo. Prueba de ello es que pese al entretenimiento que supone toda la película, uno no puede evitar estar todo el rato esperando la previsible aparición de los Cazafantasmas clásicos, que terminan por comerse a los verdaderos protagonistas del film (y que hasta el momento estaban funcionando muy bien), ensombreciendo la posibilidad de continuar con la saga sin su participación. Por otro lado, se hace incluso cruel que prescindan de la música original hasta llegar a los créditos finales, algo que estamos esperando desde el primer momento en que aparece el mítico logotipo.

Dicho esto, la película es un entretenimiento de primer nivel que supera, con facilidad, a Cazafantasmas 2 pero que está por debajo de la denostada Cazafantasmas de hace cinco años. Aquella sigue pareciéndome la mejor pieza de la saga, pero su fracaso en taquilla ha provocado que el estudio jugase a lo que ya se hiciera con las precuelas de Alien: si Prometheus no funcionó como debía, para Covenant se giró el rumbo buscando dar a los aficionados más de lo que esperaban. En ese ejemplo la jugada no salió como esperaban, pero parece que esta vez sí han dado con la tecla.

Reduciendo mucho del humor de la versión de Paul Feig (casi toda la comedia recae en las manos de un Paul Rudd desaprovechado), es el factor humano el que se potencia, haciendo que sea una película más familiar que nunca y mezclando la nostalgia y los homenajes al film original y sus colegas de pantalla (muy evidente el guiño a Gremlins, por ejemplo), esta es, en el fondo, una secuela muy marcada por la moda Stranger Things (o It, que es más o menos lo mismo), y aunque copia e incluso potencia todos los fan services que se criticaron en su momento a J.J. Abrams, parece que aquí la cosa a cuajado mejor, en parte porque el exceso nostálgico comienza por la silla del director, ocupada por Jason Reitman, hijo del John Reitman responsable de arrancar la franquicia, y termina con el homenaje a Harold Ramis, único de los Cazafantasmas originales fallecido y auténtica alma de la franquicia junto a Dan Aykroyd, a raíz de lo cual tenemos un hermoso final muy propio del Spielberg de los ochenta.

Dejando metacine de lado, Cazafantasmas: Más allá es una película muy entretenida, con más alma que la mayoría de producciones comerciales actuales y con un ritmo trepidante. Es solo la falta de riesgo, sobre todo en su tramo final, donde uno desearía ver más locura desatada y todo queda en casi nada, mientras que creo que será difícil que conecte del todo con esas generaciones que no crecieron soñando con mochilas con un disparador nuclear de protones y que pensaran que el Ecto-1 molaba tanto o más que el Delorean de Regreso al futuro o el Interceptor de Mad Max.

 

Valoración: Siete sobre diez.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Visto en Netflix: RICOS Y MIMADOS

Si cada poco tiempo nos llega una comedia francesa con la acotación de haber sido número uno en su país de origen y haber batido records de taquilla, era de esperar que más pronto que tarde Netflix quisiera hincarle el diente también a ese target, y ahora que el concepto de «record de taquilla» parece más un eco del pasado que otra cosa, es el momento que la plataforma se haga con la distribución de títulos como Ricos y mimados, película que sin duda habría tenido un buen funcionamiento en salas de cine y que deberá conformarse con escalar los primeros puestos del top de la compañía.

Sobre el papel, Ricos y mimados surge de una idea totalmente simple y sobada: un padre viudo, dueño de una gran fortuna, se desespera al ver como sus tres hijos son unos mimados, totalmente incompetentes e irresponsables, y decide darles una lección fingiendo que la familia se ha arruinado y deben hacer algo imposible: buscar trabajo para sobrevivir.

Si el planteamiento es poco original, el guion como tal menos todavía, pues se trata en realidad de un remake del film mexicano Nosotros los nobles que, además, ya tenía una versión italiana llamada Niños de papá.

Dejando pues, de lado, el factor sorpresa (tampoco es muy difícil adivinar por donde van a ir los tiros y como va a terminar todo), el gran valor de la película es la simpatía con la que se disfruta, quizá no provocando la carcajada más intensa pero consiguiendo divertir en todo momento, siempre sin muchas pretensiones, gracias en parte a un reparto bastante bien conformado y a una más que correcta puesta en escena de la mano de Nicolas Cuche, realizador afincado en los últimos años en la televisión.

Así, Ricos y mimados es una estimable comedia familiar, muy bienintencionada y de simple pero acertado mensaje moral, que funciona muy bien como pasatiempo liviano sin la cargante pretenciosidad de otras propuestas similares de la filmografía vecina.

Ahora, la duda que nos queda es saber cuándo va a realizar Santiago Segura, el «remakeador» oficial de España, su propia versión. Desde luego, pegarle le pega…

 

Valoración: Seis sobre diez.

Cine: LA CASA GUCCI

Alguna de las curiosidades que ha provocado los retrasos en los estrenos de cine de la pandemia es la coincidencia en la cartelera de dos películas del siempre interesante director Ridley Scott. Problemas de tiempo y de horarios me han impedido disfrutar de momento de El último duelo, de la que hablan maravillas pese a su batacazo en taquilla, por lo que no he querido que el segundo título, La casa Gucci, se me escapara.

Basada en el libro de Sara Gay Forden, esta es una de esas películas que será más recordada por las polémicas que ha provocado que por sus valores cinematográficos, lo cual siempre es algo a lamentar. Pero es inevitable que el enfado de la familia Gucci por como son retratados sus antepasados y las airadas respuestas del veterano director (que se nota que ya está a vueltas de todo) deje todo lo demás en segundo plano. Más allá de que el tono caricaturesco de algunos de los personajes (en especial el Paolo Gucci al que interpreta un irreconocible Jared Leto) corresponda con más o menos fidelidad a su versión real, lo que es innegable es que el trasfondo de la historia es totalmente fiel a los hechos acontecidos, por lo que el resto hay que dejarlo a las libertades creativas que diferencian una película de un documental.

De hecho, si algo se le puede reprochar a La casa Gucci es que el bueno de Scott no haya dejado de lado su habitual solemnidad (algo que en cierto modo la emparenta con Todo el dinero del mundo) para hacer una comedia negra a la que le habría ido bien algo más de locura e histrionismo. Viendo lo que estaba sucediendo en pantalla no podía dejar de pensar en lo acertado que habría sido darle ese punto de locura que supo Scorsese dotar a su sensacional El lobo de Wall Street.

Como sea, La casa Gucci es un retrato apasionante de los entramados de una familia que parecía destinada a la grandeza (en cierto momento de la película ellos mismos se comparan con la nobleza) para caer en la miseria, hasta el punto de que en la actualidad no hay ni un solo miembro de la familia que siga perteneciendo a la marca Gucci. Además, la película tiene la inteligencia de no limitarse a ser un relato de ambiciones desmedidas al estilo folletín televisivo (que algo del noto propio a Dallas o Falcon Crest sí tiene) para componer una fábula donde no hay buenos ni malos. Y es que analizados al detalle y despojados de sus miserias, todos los protagonistas tienen un punto de oscuridad que los convierte, en mayor o menor medida, en villanos, demostrando que, se quiera o no, todo lo que gira alrededor del dinero (y estamos hablando de grandes fortunas) se termina por corromper, y eso tan propio de los mafiosos que es «la familia es lo primero» es una gran mentira, por más que pretendas que sea el lema sobre el que se sustenta la marca.

Algo así podría haber ido en detrimento de la película, provocando que el espectador no encuentre ningún personaje con el que poder identificarse y empatizar, pero eso se compensa con una elección de casting espectacular. Ya vuelve a sonar Lady Gaga como candidatas al Oscar, mientras que el resto de apellidos que decoran el cartel (Al Pacino, Jeremy Irons, Salma Hayek…) están a la altura. Incluso quien más difícil lo tenía, un Adam Driver que repite con Scott tras la mencionada El último duelo y que sale airoso a la hora de representar a alguien seductor y poderoso pero a la vez torpe y con pies de barro, muchas veces un juguete en manos de su esposa, una Patrizia Reggiani que va pasando de cenicienta a villana en las sombras para volver al lodo de una manera tan merecida como natural.

Hay muchas diferencias entre La casa Gucci y Todo el dinero del mundo, pero también podrían verse como dos caras de la misma moneda, un brillante díptico del director británico sobre la destructiva relación entre familia y dinero que, pese a sus necesarias dos horas y media de metraje, en ocasiones parece necesitar de más tiempo aún para desarrollar mejor los personajes pero que en otras se luce con el empleo de elìpsis que evitan la sobre explicación y confía en la inteligencia del espectador para conseguir que avance la trama.

En definitiva, otra gran película de Ridley Scott que carece de la personalidad necesaria para definirse como obra maestra (no tiene la magia autoral de, por ejemplo, Última noche en el Soho o Dune, dos de los títulos más interesantes a nivel visual del año), pero tampoco lo necesita para definirse como una obra superior.

 

Valoración: Ocho sobre diez.