Por
más que uno quiera evitarlo, en ocasiones resulta imposible no acudir a una
sala de cine condicionado ya sea positiva o negativamente. En mi caso, el
factor negativo era que la única crítica que había leído de El pregón, de Dani de la Orden, la ponía
a la altura del betún, y el positivo era que fui a verla justo después de
sufrir Agente Contrainteligente, y
era imposible caer más bajo.
Sea
por una cosa o por la otra, o simplemente por el trabajo de sus guionistas, lo
cierto es que El pregón me permitió
pasar un rato sumamente divertido y limpiar mi cerebro de toda la basura que el
bodrio de Cohen me había aportado.
Aprovechándose
muy bien de la química entre Andreu Buenafuente y Berto Romero, la gran excusa
del film, Dani de la Orden presenta una película basada en los choques: el
choque generacional entre la cultura tecnopop más pastelosa de los noventa y el
mundo actual, el choque entre la vida urbanita y la rural, el choque entre la
fama y vivir atrapado en el recuerdo de lo que fue y, finalmente, el choque
entre dos hermanos enfrentados pero condenados a entenderse.
Todo
ello con las fiestas de un pueblo como telón de fondo y los hermanos Juan y
Richi, dos fracasados dispuestos a todo
(incluso a revivir la gloria del pasado cuando formaban un grupo musical con
reflejos de OBK y un look muy a lo Miami
Vice con un solo éxito) por conseguir algo de dinero, a merced de un
alcalde macarra y desaprensivo (excelente Jorge Sanz) que lo único que pretende
es recuperar a un antiguo amor (la omnipresente Belén Cuesta, que aunque parece
que siempre haga el mismo personaje lo cierto es que lo hace siempre muy bien).
Sería
muy fácil buscarle tres pies al gato y sacar defectos a una película que cuenta
una historia muy simplista de escasa originalidad y cuyo reparto está
encabezado por un Buenafuente que, pese a sus buenas intenciones, sigue siendo
más presentador o monologuista que actor (este es su primer papel aparte de
breves cameos de amiguismo) o un Romero que por primera vez debe enfrentarse a
un personaje protagonista, aunque en sus roles como secundarios solía ser lo
mejor de esas películas. Sin embargo, el resultado final es una película que
consigue siempre lo que pretende: la carcajada continua, entretener durante su
hora y media de metraje y, para los más carrozas, revivir esa cultura musical
tan kitsch y pastelosa.
El
pregón es un simple divertimento, y así es como debe valorarse, más allá de si
la parte emotiva (basada sobre todo en la relación de los hermanos o en los
problemas familiares del personaje de Buenafuente) funcionan mejor o peor.
Secuencias como la disgregación sobre la religiosidad de Berto Romero, el
lanzamiento de la cabra del campanario o la confusión sexual respecto al
alcalde son simples ejemplos de que la película funciona magníficamente a modo
de gags constantes que forman una cohesión muy acertada.
Y
es que algunas veces, conseguir hacer reír y que el espectador lo pase bien,
aunque sea con un tono convencional y poco arriesgado, es suficiente para lograr
el éxito.
Valoración:
siete sobre diez.
¡Es una película divertidísima! El Pregón no me motivaba como título y el tráiler no me gustó mucho... pero fui a verla y no paré de reír durante TODA la película. Buenísima!
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