lunes, 8 de julio de 2019

SPIDERMAN: LEJOS DE CASA

Cuando Sony realizó en 2012 el primer reboot de las aventuras de Spiderman tras la trilogía de Raimi, a muchos les sorprendió que el director elegido fuese Marc. Su principal carta de presentación era (500) días juntos, por lo que era de esperar que las intenciones fuesen potenciar el tono de comedia romántica a través de la relación entre Peter y MJ. Sin embargo, pese a los esfuerzos de Andrew Garfield y Emma Stone, la química no terminó de funcionar y tras la fallida secuela la saga volvió a fallecer.
El siguiente reboot, ya de la mano de Marvel Studios y con el bueno de Spidey enfrascado en el MCU, fue dirigido por Jon Watts, y curiosamente, aunque sus películas hasta ahora eran menores y bastante alejadas de la comedia romántica, supo implantar la semilla entre Peter y Liz de manera que la (complicada) vida personal de Spiderman funcionaba con el mismo buen ritmo que su vida superheróica, aceptando ese deus ex machina tan propia del tono culebronesco de los comics que hace que nos podamos creer sin demasiados problemas que el interés romántico del protagonista sea también la hija del villano principal.
Spiderman homecoming sirvió como carta de presentación de todo un nutrido grupo de secundarios que, pese a rechinar inicialmente por sus notables diferencias con los personajes originales, tienen suficiente empaque para funcionar en la secuela como elementos ya bien definidos en el paisaje del protagonista, liberándose ahora toda la química entre Peter y esa MJ que, sin llegar a ser nunca la Mari Jane del papel, consigue consagrarse como la protagonista femenina definitiva, habiendo entre Zendaya y Tom Holland una química tal que permite que Spiderman: Lejos de casa funcione, esta vez sí, como una comedia romántica perfecta.
Que nadie se asuste. Esto sigue siendo una película de superhéroes, pero por mucho que pueda molestar a algunos, lo cierto es que Spiderman siempre ha sido (tal y como se encargan de recordar en el film) el “amigo y vecino”, un héroe más cómodo en su lucha contra gánsteres y atracadores de bancos que luchando junto a dioses en medio del espacio. Estas limitaciones, junto con los equilibrios que debe hacer para compaginar las mallas con su vida privada, son las dos claves de la película, en la que no se esconden las referencias al cine de John Hugles y que, con todas sus escenas de acción -bastante espectaculares algunas-, funciona a la perfección como comedia de instituto.
Spiderman: lejos de casa es una comedia, desde luego, pero tiene también un tono ligeramente amargo, no en vano sirve como epitacio a la tercera fase del MCU y la sombra de Tony Stark sobrevuela todo el rato la trama. Sin embargo, por el contrario de lo que podía parecer en los tráileres, el recuerdo de Iron Man no llega a avasallar (como tampoco lo hacía, pese a los temores de los más alarmistas, en la primera entrega), sirviendo como excusa para que Peter siga creciendo a nivel personal, emocional y como héroe. Pese a su enfrentamiento desesperado a Thanos, seguimos estando ante un Spiderman relativamente novato, con las inseguridades propias de su edad (y que tanto reflejó en los comics el gran Steve Ditko) y en pleno desarrollo hormonal. Esto propicia que, pese a los excesos tecnológicos, los diversos uniformes y los cambios físicos de los compañeros de instituto (de viaje, en este caso), la fidelidad al espíritu del cómic sea total.
Y he aquí otra de las claves del éxito del film. Desde que Marvel se ha hecho cargo de la creación artística del personaje, hasta los tráileres están cuidados al mínimo detalle, sin desvelar más de la cuenta e incluso jugando al engaño con lo poco mostrado. Eso permite que toda la película (hasta en sus dos magníficas escenas postcréditos) sea una completa sorpresa, algo digno de ese Misterio que se alza como el gran coprotagonista del film (y se han atrevido incluso a respetar esa especie de “pecera” de la cabeza) de la mano de un inmenso Jake Gyllenhaal), aunque cierto es que a los seguidores del comic algunos de los giros argumentales no nos venían de nuevas. Ni siquiera la desconfianza que producía el sacar a Spidey de su Nueva York natal han resultado fundadas, pues es capaz de desenvolverse como pez en el agua incluso en los edificios bajos de Venecia, otorgándole un tono muy a los James Bond, aunque ese vuelo final por entre los rascacielos de Manhattan saben a gloria.
En resumen, que este punto y final a la fase tres del MCU es espléndido. No todo es perfecto (hay cierto discurso del villano que rechina un poco), pero a nivel general es un cierre perfecto, la guinda del pastel de una gran saga y donde, con mucha imaginación, se pueden intuir pequeñas pistas de por donde puede ir el futuro.
Espectacular, divertida, emocionante, romántica y repleta de guiños. Todo eso tiene Spiderman: lejos de casa, con la que Holland se confirma, definitivamente, como el mejor Spiderman que se ha visto en la pantalla grande.
Y no puedo dejar de aplaudir, por cierto, esa escena final, todo un regalo para los fans que demuestra que en la Marvel se escucha, y mucho, a sus seguidores.

Valoración: Ocho sobre diez.

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