jueves, 8 de agosto de 2019

PADRE NO HAY MÁS QUE UNO

Después de haber creado, para bien o para mal, un icono de la cultura popular como es Torrente, cuya quinta película parece haber supuesto el final de la saga, Santiago Segura parece sentirse cómodo adaptando historias de otros. Ya lo hizo con su versión de la película chilena Sin filtros, que él bautizó como Sin rodeos, y ahora repite con la película argentina Mamá se fue de viaje para rendir tributo a ese cine familiar de los años sesenta, con la gran familia como principal referente, en su nuevo trabajo como director, Padre no hay más que uno, donde, esta vez sí, se ha reservado el papel protagonista.
Bien cómodo en la comedia blanca cargada de buenas intenciones y con un deje de crítica social hacia el patriarcado, tal y como ya se reflejara en la estimable Sin rodeos, Segura parece acercarse a ese humor patrio tan denostado en los últimos tiempos, ese humor de cuñados que, sin embargo, no llega a abrazar del todo, huyendo del estereotipo fácil y consiguiendo que ese estilo propio propicia momentos muy divertidos y eficaces.
Debo reconocer que, pese a lo mucho que me gustó su anterior película, gracias en parte a una enorme Maribel Verdú, me acerqué a Padre no hay más que uno con ciertas reticencias, esperando encontrar una comedia del montón, plana y sin demasiada inteligencia. Al final, es posible que se le pueda reprochar su falta de riesgo, siendo (y esto es algo que no deja de sorprenderme cuando pensamos en la cafrería de Torrente) una propuesta extremadamente familiar, apta para todos los públicos, y de un buenismo innegable. De acuerdo, es cierto que no estamos ante una obra de Billy Wilder. Ni tampoco se lo propone. Segura, de la mano de Marta González de Vega, coautora del guion, solo quiere contar una historia familiar, tan familiar como que incluso cuela a dos de sus propios hijos entre el reparto, que parte del eterno juego de la guerra de sexos y del cambio de roles entre los miembros de un matrimonio para aleccionar y educar. Pero tampoco creo que debamos tomarnos esto de la crítica social demasiado en serio. Estamos ante una comedia familiar, y a una comedia familiar lo principal que hay que pedirle es que sea divertida, que haga reír a toda la familia. Y en ese sentido, Segura cumple con creces.
Rodeado de un abanico de actores muy efectivos (incluyendo a los cuatro niños del clan) y algún inevitable cameo de “amiguetes”, la película va de menos a más, terminando por seducir con su sencillez y resultando ser un pasatiempo tan estimable como apropiado.
Quizá muchos no acaben de acostumbrarse a este nuevo Santiago Segura, tan dócil y domado. Yo, por mi parte, sigo encantado con él. En un año donde las comedias españolas brillan por su patetismo, esta es, junto a Lo dejo cuando quiera, con la que mejor me lo he pasado.

Valoración: Siete sobre diez.

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