jueves, 8 de agosto de 2019

HOBBS & SHAW

Salvo honrosas excepciones, la taquilla mundial de los últimos años ha estado claramente dominada por la marca Disney, ya sea en su departamento de animación, de adaptación en live actions de sus clásicos, mediante Star Wars o, sobre todo, con las películas de Marvel Studios. La saga de Fast & furious, de la Universal es una de esas honrosas excepciones.
Desde que, a partir de la quinta entrega, la saga se reinventara, abandonando el espíritu poligonero de sus orígenes (recordemos que esto era una especie de remake de Le llaman Bodhi versión tunning) hasta volverse una locura desmadrada sin ningún sentido, pero alucinantemente divertidas, cada nueva película ha ido superando a la anterior en cuanto a recaudación, convirtiéndose en un hito moderno difícil de entender.
Entre sus armas, una de las que mejor ha funcionado ha sido la presencia de Dwayne Johnson en el elenco, cuya química con Jason Statham en las dos últimas entregas ha sido de lo más celebrado. Esto ha llevado a las mentes pensantes a idear una nueva línea (apoyada, posiblemente, por las desavenencias entre Johnson y Vin Diesel) que explorase esta relación lejos de Toreto y su pandilla, y de ahí el nacimiento de este spin off centrado en la figura de estos dos pesos pesados de los puñetazos y los chascarrillos.
Hobbs & Shaw, pues, viene a ser un nuevo reinicio para poder explorar otros caminos que no dejen de ser más de lo mismo, pero con otras caras, enriqueciendo y ampliando así el universo Furious. Y lo ha hecho sin arriesgar demasiado, casi jugando sobre seguro. Y, pese a todo, la cosa no ha terminado de funcionar del todo.
Sobre el papel, nada debía salir mal. Los dos protagonistas, Johnson y Statham, vuelven a sus roles dispuestos a darlo todo, se mantiene al guionista de casi toda la saga madre, Chris Morgan, y se ficha a un director acostumbrado a las grandes producciones y, sobre todo, a la acción más desmedida. David Leitch fue el codirector de John Wick, repitió esquemas con Atómica y demostró tener buena mano para el humor con Deadpool 2.
Y, sin embargo, es inevitable notar que algo falla en la película, algo que también ha parecido repercutir en su taquilla, muy por debajo delo que se esperaba.
Personalmente, se me ocurre una manera un poco simple de explicar el problema. Durante toda la película, con sus postureos, su musiquita molona y sus luces de neón, se aprecia una pretensión algo artificial por querer molar. Ese es el concepto que mejor define a Hobbs & Shaw: quiere molar. Fast & Furious, en cambio, molaba. Y esa sutil diferencia entre conseguirlo sin apenas esforzarse o esforzarse sin terminar de conseguirlo es lo que distingue a este spin off de la serie raíz. Las pullas entre los dos rivales no son tan punzantes y divertidas como en Furious 8, por ejemplo, y el nivel de exageración roza unos límites casi absurdos. No es que las otras películas tuvieran el más leve deje de realismo, pero sí había una especie de verosimilitud que permitía al espectador aceptar lo que estaba viendo, por imposible que fuese. Aquí, quizá por la composición de un villano demasiado fantástico y del abuso del CGI en los efectos (porgo como ejemplo las piruetas que realiza este en su moto), hay una capa de irrealidad que desconecta al espectador con el film, por más que luego busque esos valores tan anclados en la mitología de la saga como es el concepto de familia.
Con todo, no deja de ser un buen entretenimiento. Ellos dos se esfuerzan en dar lo mejor de si mismos y el bueno de Idris Elba es siempre un valor seguro, pero quien se come literalmente la pantalla es el personaje que interpreta Vanessa Kirby (a la que personalmente descubrí en Misión Imposible: Fallout), siendo la tercera pata de la cama y, quizá, el personaje que más luce en pantalla hasta que, en el tercio final, se la hace prácticamente desaparecer para dar más brillo a las dos moles de músculos.
En el lado positivo, se podría decir que hay vida más allá del Toreto de Diesel y su cara de palo. En el negativo, estamos ante un pasatiempo veraniego de fácil consumo pero que se olvida rápido, sin grandes escenas memorables que se queden grabadas en nuestras retinas como sí fuesen capaces de hacer en su momento James Wan o Justin Lin. Y cuando se tiene a los dos mejores personajes de la franquicia (con la excepción obligada del Brian de Paul Walker), eso sabe a poco.

Valoración: Seis sobre diez.

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