jueves, 15 de agosto de 2019

UN VERANO EN IBIZA

Christian Clavier era un reputado cómico francés que se hico célebre gracias principalmente a dos exitosas sagas fílmicas como fueron Los Visitantes  Astérix y Obélix, pero el tiempo no pasa en balde y su físico no especialmente agraciado lo han condenado a repetir una y otra vez el mismo papel, el de hombre amargado, en constante lucha contra el mundo, condenado a terminar cediendo para, como en toda feel  good movie que se precie, abrazar todo aquello que despreciaba.
En Un verano en Ibiza, de la mano del director Arnaud Lemort, quien ya había coincidido con Clavier en su faceta como guionista, la cosa no es muy diferente, de manera que el actor da vida a un hombre enamorado de una mujer más joven y con dos hijos que, por tal de ganarse a su nueva familia, acepta ir con ellos de vacaciones a Ibiza, un lugar en las antípodas de sus gustos donde no lo va a pasar precisamente bien.
Estamos ante una de esas comedietas francesas del montón, con un esquema marca de la casa que impulsa el estigma que convierte a ciertas filmografías en simples tópicos y que apenas logra sorprender argumentalmente (y las pocas veces que lo hace es para mal, como cierta secuencia escatológica que no viene demasiado a cuento). Con la excusa de una subtrama romántica por parte del hijo de lo más ñoña, Lemort propone un recorrido por la Ibiza más arquetípica, abusando de unos conceptos que, más allá de lo fieles que puedan ser o no a la realidad, no son más que un vehículo para un sinfín de chistes de medio pelo a la medida de Clavier.
No quiero decir con esto que la película no pueda llegar a ser divertida. Tiene momentos que funcionan más o menos bien e incluso dentro del catálogo de sexo, drogas y postureo ecologista (entender que los obsesos por todo lo eco son los nuevos hippies es uno de los aciertos del film) hay secuencias visualmente acertadas, pero el montón de clichés y, sobretodo, el desarrollo pobre de unos personajes que no invitan a que el espectador simpatice o no con ellos, sino que simplemente son impuestos como “los buenos” o “los malos” de la historia a capricho del guionista (a veces pasando sin mucho sentido de una cosa a la otra) lastran las posibilidades de la historia de remontar un poco el vuelo, condenándola a ser otro ejemplo más de la mediocridad que abunda en el generalmente sobrevalorado cine francés.
Entretenida y aceptable, pero carente de cualquier interés más allá de la simple evasión.


Valoración: Cinco sobre diez.

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