domingo, 7 de febrero de 2016

CREED, LA LEYENDA DE ROCKY: Retorno a los orígenes.

Cuando en 1976 se estrenó la película Rocky Sylvester Stallone entró en el panteón de la fama con este personaje, que él mismo había creado, y que se convertiría, junto a Rambo, en un icono que a la postre terminaría por marcar su carrera.
La película se convirtió en un enorme éxito, un duro drama deportivo que ganaría tres Oscars (incluyendo mejor director y película) y otorgaría dos nominaciones al por entonces desconocido Stallone, tanto para su trabajo como actor como por la de guionista.
Con varias secuelas cada vez más flojas que el propio Stallone se encargaría de dirigir (con la única excepción de Rocky 5, para la que recurrieron al mismo director de la primera con el estéril deseo de recuperar el espíritu perdido), Rocky Balboa, la sexta entrega de la agónica saga, debía ser el cierre definitivo en la historia del púgil más famoso de la historia del cine (con permiso del Jake LaMotta de Toro Salvaje, como los propios De Niro y Stallone se encargarían de recordar en La gran revancha). Ha sido, sin embargo, un desconocido como Ryan Coogler, quien se sacase de la manga un guion que, tras mucho insistir, logró convencer a Stallone para ponerse de nuevo los guantes (figuradamente hablando) y repetir personaje por séptima vez. Esta vez, sin embargo, no iba a ejercer el papel protagonista, sino dar el relevo a una nueva generación, representada en el rostro de Michael B. Jordan, que con su interpretación demuestra (y van…) lo mal dirigidos que estaban todos los protagonistas de Los Cuatro Fantásticos.
Creed no es, como pueda parecer por el título español, una película de Rocky. Siendo honestos, ya puestos a subtitular, deberían haberla llamado La leyenda de Apollo, ya que es el Creed del título el vástago perdido del legendario boxeador al que inmortalizara Carl Weathers en las cuatro primeras películas de la saga). Coogler, que tras el éxito de público y crítica de esta película ya ha pasado al primer plano de la escena y acaba de firmar por Marvel para dirigir Black Panther, ha sabido recuperar el espíritu de la primera entrega, recuperando la Philadelphia más callejera, el boxeo de gimnasios cutres y las ambiciones personales más profundas que la simple fama y dinero.
No nos volvamos tampoco locos. Creed no inventa nada, y la historia que cuenta es la misma que nos han contado mil veces, ya sea en películas de este género (algo hay que recuerda a Million Dollar Baby) como de cualquier otro (alguien dijo que las películas de boxeo eran los westerns del cine deportivo). Sin embargo, el buen trabajo de Coogler tras las cámaras posibilita que disfrutemos de este resurgir del mito de Balboa, aunque esta vez sea desde fuera del ring. La película en general está muy bien filmada, pero las escenas de lucha, en concreto el combate final, son ciertamente prodigiosas. Puede que el único punto débil del film sea la innecesaria historia romántica, que lastra algo la narración. Posiblemente, la relación paterno filial que se crea entre Rocky y Adonis Creed sea más que suficiente para profundizar en las relaciones personales, pero en fin, eso es sólo mi opinión.
Interpretativamente, Jordan está a la altura de las circunstancias, postulándose como heredero del “potro italiano”. Stallone, por su parte, se siente cómodo en un papel que ha envejecido a su mismo ritmo, cerrando el círculo que se inició en el 76 al volver a ser nominado al Oscar, esta vez como secundario. No creo que merezca ganarlo (y es que Mark  Rylance está soberbio en El puente de los espías), pero sí me parece justa su nominación, reconocimiento para toda una amplia carrera en el cine de acción y para un personaje que se ha convertido en leyenda del celuloide.
Ahora solo queda esperar a ver si son capaces de dejar definitivamente atrás la sombra de Rocky y centrarse en el joven Creed. Si es así, habrá nueva saga para rato.

Valoración: 7 sobre 10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario