Alejandro
González Iñárritu es un realizador irregular pero que con Birdman logró ascender a nuevas cuotas de popularidad tras arrasar
en los Oscars y conseguir una de las películas más interesantes del pasado
ejercicio, tanto a nivel visual como narrativo, aunque con la ayuda de la
portentosa interpretación de Michael Keaton. Por ello, resultaba sumamente
esperada su nueva película, apenas un año después de Birdman, y con las mismas aspiraciones de cara a los Oscars.
Sin
embargo, la realidad es que El Renacido
no es, de lejos, tan buena como Birdman.
Este relato de supervivencia, superación personal y, sobre todo, venganza,
podría definirse con sus dos grandes cualidades, la magnífica, poderosa y
magistral interpretación de Leonardo DiCaprio (que este año sí, el Oscar es
suyo) y la fuerza visual que muestra tras las cámaras Iñárritu, con una
dirección que, excepto con los planos celestes para los cambios de encuadre, es
casi la antítesis del falso plano secuencia de su anterior proyecto. Lástima
que el resto de los elementos de la película queden en nada…
La
historia es tan sencilla, tan plana, que podría recordar a la clásica historia
de venganza propia de Liam Neeson de las que tanto se burlaba Schwarzenegger en
El último gran héroe. La película
resulta agotadora, angustiante y por momentos incluso repulsiva, con una
violencia excesiva que, desprovista del humor de Tarantino, resulta mucho más
incómoda que, por ejemplo, la de Los
odiosos ocho. Pero lo peor es que, con ese metraje tan extenso, el
resultado termina aburriendo ligeramente, siendo al final una sucesión de
torturas y desgracias sobre el personaje de Leo que lo pasa peor que Jim
Caviezel en La Pasión de Cristo de
Mel Gibson. Y esa es otra de las grandes trabas del film, que es tan cruel
Iñárritu con su personaje protagonista que resulta casi imposible creer que,
por mucha fuerza que le dé el ansia de venganza y muy obsesionado que esté, el
cuerpo humano tiene ciertos límites. Y una cosa es que nos pongamos una venda
en los ojos y nos dejemos convencer de que Bruce Willis es casi inmortal y
aguanta golpes y carretas sin pestañear porque se trata de películas canallas y
socarronas, pero la pretensiosa seriedad y el dramatismo que Iñárritu pretende
otorgar a su Renacido me impiden
aceptar ciertas cosas como si nada, así como muchas de las decisiones de los protagonistas,
tan ilógicas como superfluas son las escasas subtramas que rodean el periplo del
personaje de Leo.
Además,
como si pretendiese emular al Cuaron de Gravity,
pero sin su sutileza, Iñárritu introduce un cierto misticismo espiritual que no
hace más que ralentizar el ya de por sí duro visionado del film. Lamento haber
hecho unas comparaciones tan prosaicas, pero donde Iñárritu pretendía emular a
Malick yo sólo podía añorar a McTiernan. Quizá si se hubiese inspirado algo en
el Apocalypto de Gibson y menos en su propio ego…
O
quizá se trate en verdad de una gran película y soy yo el que no se dejó
atrapar por ella, pero me aburrí, ¿qué le voy a hacer? Y tengo la sensación de
que se va a llevar un buen chasco en los próximos Oscars. Aunque, insisto, a
Leo no se lo quita nadie.
Valoración: 4 sobre 10.
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