domingo, 28 de febrero de 2016

BROOKLYN: en busca de la identidad.

Reza una canción de enrique Bunbury: Allá donde voy, me llaman el extranjero; dondequiera que estoy, extranjero me siento. Esta frase podría ser una buena manera de empezar a definir Brooklyn.
Con una inmensa Saorise Ronan merecedora de todos los calificativos positivos posibles, Brooklyn es un cuento triste y desangelado sobre la inmigración, pero no centrado en el drama de las personas que abandonan el hogar con una mano delante y otra detrás a malvivir lejos de casa, sino en la tristeza y la pérdida de identidad de aquel que deja su identidad junto a su tierra para no poderla recuperar nunca más.
La vida no es dura para su protagonista, Eilis, ya que esta chica irlandesa de pueblo viaja a Brooklyn con sus papeles en regla y allí le espera una casa y un trabajo, pero es en su cabeza donde se cuece el drama. La familia a la que deja atrás, el mundo desconocido que la abruma y amenaza con devorarla… Eilis no logra convertirse en una americana para descubrir, cuando regresa a casa, que también ha dejado de ser irlandesa.
Sobre esa falta de identidad versa una película cuyo principal pecado es ser siempre demasiado amable, demasiado suave con las aventuras de Eilis a uno y otro lado del charco en un mundo que parece de carecer de maldad y donde América se revela, una vez más, como la tierra de las oportunidades. Con producción británica, irlandesa y canadiense, Brooklyn es, en el fondo, una carta de amor a la ciudad de Nueva York, símbolo del sueño americano (no es casualidad que el nombre de la muchacha se parezca tanto al de la Isla de Ellis, lugar de paso obligado para los inmigrantes).
Hablaba hace un rato de la poderosa interpretación de Cate Blanchet y Rooney Mara en Carol, pero es evidente que si algo destaca en Brooklyn por encima de todo, es Saorise Ronan, una joven actriz capaz de mejorar con cada papel que hace que rechaza clichés para aceptar propuestas más arriesgadas interpretativamente como esta. Ella es la que mantiene viva la película y la que consigue, con su abanico emocional, provocar los altibajos que no consigue un guion demasiado plano.

Valoración: siete sobre diez.

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