Mientras
todo el mundo pensaba que lo más llamativo de este año (cinematográficamente
hablando) iba a ser el doble duelo entre Batman y Superman por un lado y el
Capitán américa e Iron Man por otro, hete aquí que ha aparecido casi de la nada
Deadpool y lo ha revolucionado todo.
Estrenada
en los USA en el fin de semana largo de San Valentín (un fin de semana
reservado a películas románticas para ver en pareja), la película ha batido
records de manera alucinante. Algunos ejemplos: Fue el mejor estreno de la 20th
Century Fox con 135 millones sobre un presupuesto de 58, ha batido el record de
recaudación en el mes de febrero que ostentaba Cincuenta sombras de Grey y ha supuesto el mejor estreno de todos
los tiempos de una película de clasificación R (sólo para adultos). En la
actualidad ha superado los quinientos millones en todo el mundo, siendo la
película más exitosa de la franquicia de X-men,
y ya ha confirmado su secuela.
¿Y
de dónde viene todo este éxito? Quizá de la necesidad del público por ver algo
diferente dentro de un género tan en boga como el superheróico. Aunque en Marvel
parecen esforzarse por acariciar diferentes subgéneros en sus producciones
(películas de robos, thrillers políticos, fantasía, comedia…) todo parecía cortado
por el mismo patrón, y Deadpool (pese
a que no acabo de soportar que en España no la hayan llamado Masacre, como en
el comic) ofrece un soplo de aire fresco con ese tono tan gamberro y
políticamente incorrecto que supera los excesos de películas relativamente
similares como Kick-Ass o Kingman.
Sin
embargo, casi tan interesante como la propia película es la historia de cómo
llegó a existir. Quizá muchos no recordéis (lo cual es bueno para vuestra salud
mental) que Masacre Deadpool
ya había debutado en cine. Fue en ese compendio de despropósitos llamado X-men Origenes: Lobezno donde el
Mercenario Bocazas aparecía gran parte de la película ¡¡¡con la boca cosida!!! Ver
para creer. Lo curioso del caso es que ya fue interpretado por Ryan Reynols, y
no sé bien si fue preparándose para el papel o si la cosa venía de antes pero
el caso es que el ex de la Johansson se enamoró del personaje y se empeñó en
hacer su propia película, por más que la Fox parecía negarse en rotundo.
Incluso había posible director, un Tim Miller que incluso rodó una espectacular
escena (utilizada en el metraje definitivo) para convencer al estudio. Pero no
fue hasta que las imágenes se filtraron en internet y los fans se alzaron
pidiendo la película que la Fox no decidió dar luz verde al proyecto. Y al fin
Reynols ha conseguido triunfar como personaje de comic tras el denostado paso
por Lobezno, su olvidada participación
en Blade: Trinity y su desastrosa Green Lantern.
Pero
realmente, ¿tan buena es esta Deadpool?
Pues para ser sinceros, no. Bajo un prisma cinematográfico el guion no es
especialmente inteligente, las interpretaciones no son memorables y a Tim
Miller se le nota la falta de experiencia (es su debut como realizador, aunque
tiene algún corto digital impresionante y ha trabajado en escenas aisladas y de
créditos en varias películas Marvel). Sin embargo, una muy inteligente campaña
publicitaria, la extraña pero perfectamente ajustada unión del humor de
cacaculopedopis con la épica superheróica y el corazón que todos sus
responsables han puesto en la película han conseguido que el producto final
sea, por lo menos, una estupenda gamberrada plagada de chistes y referencias
imposibles de localizar todas en un primer visionado que resulta gratamente
divertida.
Por
una vez, y esta ha sido la clave del éxito, la premisa de la película era ser
completamente fiel al espíritu de comic, en especial a la etapa guionizada por
Joe Kelly, aquella que dio forma a la personalidad de Wade Wilson (el hombre
bajo la máscara de Deadpool), incluyendo la violencia extrema que ha obligado a
la Fox a aceptar eso tan “poco comercial” de otorgar a una película la clasificación
R.
Ryan
Reynols está que se sale (mejorando, por descontado, en su versión original),
hay un villano suficientemente interesante para que, sin ser lo más importante
del film, no rechine, hay cameos mutantes (con un Coloso bastante
impresionante) e incluso una historia de amor que no sólo no molesta sino que provoca
una larga escena tan erótica como divertida que parece burlarse directamente de
títulos blandengues y mojigatos como Cincuenta
sombras de Grey.
Deadpool dispara con bala no solo a sus enemigos, sino a todo
bicho viviente que pase por ahí, no dejando títere con cabeza. Son burlas de
todo tipo, pero las que mejor funcionan son las autoreferenciales, las que se mofan
del propio universo Marvel o las que señalan directamente hacia aquel bodrio
que fue el Green Lantern de DC. Deadpool es salvaje, grosero,
malhablado, irritante, ofensivo, apasionado y macarra y consigue formar parte
del mundo de los X-men sin perder su
identidad como solitario.
Al
concluir, puede que un leve toque de convencionalidad amenace con afectar a la
película (al final hay que entregarse a la lógica y recordar que el rollo de
los superhéroes va de buenos luchando –y venciendo- con los malos), pero
incluso en su momento final Deadpool
logra mantener su esencia y salir airoso de un clímax de destrucción cerrando
la aventura con una escena postcréditos que se atreve a homenajear al
recientemente fallecido John Hughes.
Deadpool no es más que eso, una gamberrada, una película muy
macarra llena de insultos, violencia gratuita, algo de gore e incluso desnudos.
Quien busque la excelencia se equivocará, pero quien pretenda disfrutar de un
buen rato y (nunca mejor dicho) partirse el culo, esta es su película.
Valoración:
siete sobre diez.
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