Aunque
estemos ante una película de terror más de las muchas que van apareciendo por
la cartelera cada poco tiempo, el hecho de que no esté la productora Blumhouse
tras ella y que haya un nombre más o menos conocido en su reparto (Natalie
Dormer es una habitual en Juego de Tronos
y aparece también en las dos últimas entregas de Los Juegos del Hambre) invitaba a pensar que habría algo más de
calidad en esta película que en los pastiches infumables rodados con cuatro
perras habituales.
Y
sí, en El bosque de los suicidios algo más de calidad hay. Pero muy poco más. Pese a lo increíblemente
estúpida que pueda resultar su premisa inicial (un bosque en Japón donde va la
gente a suicidarse por lo que, cuando alguien se pierde la policía ya ni se
molesta en buscarlo) hay en su guion elementos suficientes para haber creado un
interesante thriller psicológico inquietante y malrrollero. Pero el director, Jason
Zada, no confía absolutamente nada en sí mismo y en su capacidad para
transportar al espectador por el lado oscuro del alma y cede en la tentación de
abandonar el sendero (curiosa ironía, cuando en la película se repite varias
veces que no hay que abandonarlo nunca) buscando un terror de baratillo con
golpes de efecto facilones y personajes abalanzándose constantemente hacia la
cámara que sí, consiguen el efecto deseado de hacerte pegar un bote de la
butaca (todavía me duelen los oídos del grito que soltó el chico que estaba
sentado en la fila de atrás) pero distraen del objetivo principal.
Al
final, como suele suceder en este tipo de producciones con un realizador
mediocre (aunque esta es su primera película, habrá que darle otra
oportunidad), la historia navega entre dos aguas sin terminar de dar miedo
nunca (salvo esos sustos contados) ni conseguir perturbar lo suficiente por el
lado psicológico, al cual se le ve el plumero demasiado pronto.
La
Dormer, por su parte, no lo hace mal, aunque le falta nivel para aguantar ella
sola toda la película.
No
es la basura habitual, pero una vez más resulta una decepción que, con un
poquito de esfuerzo más, habría podido resultar interesante.
Por
cierto, que Gus Van Sant ya hizo una película basada en el mismo bosque que
esta, The sea of trees, pero tampoco
es que sea una buena alternativa.
Valoración:
cuatro sobre diez.
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