A
riesgo de repetirme con los argumentos de mis últimos comentarios, estamos de
nuevo ante una película donde una de las cosas que más destacan es el poderío
interpretativo de la actriz protagonista. Brie Larson, principal favorita para llevarse
el Oscar esta noche, es el alma de La habitación, aunque no hay que olvidar a Jacob Tremblay, que sería el
corazón de la misma.
La habitación cuenta la historia de una joven que siendo niña fue
secuestrada y encerrada en una caseta de jardín. Allí ha sobrevivido los
últimos siete años, siendo violada rutinariamente por su captor y sin más vía
de escape que el de criar al niño que ha tenido fruto de esas relaciones.
La
película, un drama desgarrador que, por más que su argumento invite a pensarlo,
nada tiene que ver con un melodrama televisivo del montón, está marcado por dos
partes bien diferenciadas. La primera, claustrofóbica y angustiante, recuerda ligeramente
al film de Benigni La vida es bella,
ya que Joy, la madre a la que da vida Brie Larson, construye un mundo
imaginario para su hijo en el que no parece existir nada más que el interior de
ese habitáculo de apenas diez metros cuadrados.
En
la segunda, recuperando la alegoría de la caverna de Platón, Joy y, sobretodo,
el pequeño Jack deben enfrentarse al mundo real, a un mundo que para el
chavalín de cinco años es totalmente desconocido y sorprendente.
Sin
querer buscar el drama fácil o truculento, el director Lenny Abrahamson
construye una fábula aterradora donde consigue aunar dos lenguajes
cinematográficos completamente antagónicos según el momento de la película en
el que se encuentre, dotando a la historia de una serie de sutilezas en las que
no necesita insistir para que dejen huella (la negativa del abuelo de mirar a
su nieto a la cara, por ejemplo, ya que no puede evitar pensar en que su padre
es el violador y secuestrador).
Con
una interpretación contenida y perfecta, Brie Larson consigue hacer creíble su
personaje de madre coraje, de mujer que debe crear una realidad nueva para su
hijo y sobrevivir a la locura de su encarcelamiento, mientras que Jacob
Tremblay, pese a su corta edad, está impresionante, realizando en todo momento
una composición creíble y racional.
Tras
la salida de la habitación podría pensarse que la historia va a decaer,
perdiendo una de las cargas dramáticas de la trama, pero Abrahamson consigue,
con su cambio de estilo, mantener la emoción a flor de piel, jugando con las
sensaciones de los dos personajes, madre e hijo, y su adaptación, o no, al
nuevo entorno, con momentos que pueden evocar ligeramente a la magnífica Perdida de Fincher, y que demuestran que
el trabajo de un director puede resultar magnífico sin necesidad de caer en artificios
extravagantes o artificiales como sus colegas Iñárritu o Miller.
Esta
noche, El Renacido y Mad Max se van a dar de tortas por ganar
el Oscar, pero La habitación puede
que sea, por encima de esas dos tonterías muy bien maquilladas, la mejor
película del año.
Valoración:
nueve sobre diez.
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