viernes, 20 de septiembre de 2019

LITUS

Tenía la sensación de que con el salto a un cine más internacional y de mayor presupuesto, Dani de la Orden había perdido algo de gancho. Tanto El pregón como El mejor verano de mi vida tenía cosas interesantes y eran buenos divertimentos, pero ninguna se llegaba a acercar a sus dos primeros títulos: Barcelona, nit d’estiu y Barcelona: nit d’hivern, dos comedias hechas de corazón que me lograron emocionar en su momento.
Con Litus, De la Orden regresa a ese cine generacional que tan bien se le da, a medio camino entre la comedia y el drama, una película de personajes, de miradas y silencios, sin necesidad de grandes espacios ni acciones grandilocuentes. Con una base que bien podría servir como obra de teatro (solo seis personajes y un único escenario), De la Orden sabe insuflar a la película el tono y ritmo adecuado para que no resulte para nada teatral, haciendo un inteligente uso de la música y con los movimientos de cámara precisos para, en determinados momentos, dejar al espectador hundido en su asiento, incapaz de decidir si reír o llorar. Y eso se redondea con seis actores a los que sabe exprimir al máximo para que, sin grandes alardes de histrionismo, lo den todo para transmitir su dolor y rabia ante la pérdida de un ser querido.
La historia versa sobre la fiesta que seis amigos realizan como despedida de Litus, muerto seis meses atrás, aparentemente por suicidio.  Durante la reunión, en la que salen a relucir trapos sucios y heridas aún sin cicatrizar, el hermano del fallecido revela que fue el propio Litus quien propuso esa reunión mediante una serie de cartas que había dedicado, como si la protagonista de Por trece razones fuese, a cada uno de ellos. Pero, aunque se pueda llegar a coquetear con la intriga, De la Orden no quiere jugar a eso, y la excusa de seis personas bajo un mismo techo con un misterio en forma de cartas es lo único que puede relacionar a esta película con un misterio de Agatha Christie.
Eno de los personajes, de hecho, deja claras las intenciones del film desde el primer momento, comparando la situación -salvando las distancias- con la que se describía en la excelente Los amigos de Peter, de Kenneth Branagh. Y es que la sombra de ese film sobrevuela en todo momento sobre Litus, enlazando las historias individuales y colectivas de los personajes y planteando unos vínculos que pronto aceptamos como si fuésemos nosotros mismos parte de ese grupo de amigos.
Litus es, en el fondo, una historia de amor. El amor de la amistad, en ocasiones más fuerte que eso que se suele confundir con el sexo, que crea unos vínculos que ni la muerte es capaz de romper.
No creo que Litus sea una película perfecta, pero tiene unas pretensiones de agradar con sencillez y sin esa dosis de adoctrinamiento que suelen tener este tipo de películas que consigue enganchar desde el primer momento y que, aun con ese aroma a anuncio de cerveza veraniego que pueda llegar a desprender, lo cierto es que funciona perfectamente y consigue que, de alguna manera, todos sintamos la muerte de Litus como la del propio amigo del que nunca nos pudimos despedir.
Dani de la Orden me ha vuelto a emocionar. Y me ha reconciliado con ese joven que compuso el maravilloso díptico barcelonés que me temía se había perdido entre los obligados tópicos de la comedia patria al servicio del monologuista de turno. Y lo ha hecho, además, en la misma semana en que se estrenaba otra película sobre los sentimientos a flor de piel como es A dos metros de ti. Pero Litus, a diferencia de aquella, sí me la creí. Y esa es su gran mérito.

Valoración: Ocho sobre diez.

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