Se podría decir que Luc Besson está en horas bajas, muy bajas. Con la excepción de Lucy, lleva tiempo sin lograr un buen éxito de taquilla y su película anterior, Valerian y la ciudad de los mil planetas, acarreó unas pérdidas que estuvieron a punto de hundir a su productora. Y no parece que con Annalas cosas le vayan a ir mejor, en vista de la escasa repercusión que está teniendo (ni siquiera ha tenido una campaña publicitaria decente).
Quizá el quid de la cuestión se deba a que el director francés es uno de los muchos que en Hollywood miran con lupa por las supuestas demandas por acoso sexual, que ya se sabe que es muy difícil saber diferenciar entre el autor y su obra y más si encima es un extranjero en tierra de dioses. Sin embargo, este declive en taquilla no está en armonía con sus resultados a nivel de calidad, ya que Valerian era un entretenimiento más que digno merecedora de ser el inicio de una saga que nunca veremos y esta Anna no se le queda atrás, resultando ser un espectáculo emocionante y muy divertido que, a nivel de puro entretenimiento, podría estar entre lo mejorcito del verano.
Besson sabe como tratar a las mujeres (al menos en pantalla) y con Anna se cierra una especie de trilogía sobre mujeres duras que comenzó con Nikita, dura de matar y continuó con Lucy, aunque como representante del empoderamiento femenino n(mucho antes de que el empoderamiento femenino estuviese de moda) hay que recordar que fue el descubridor de Natalie Portman en Leon, el profesional y de Milla Jovovich en El quinto elemento, proponiendo después a su propio Indiana Jones femenino en Adele y el misterio de la momia y otorgando a Clara Delevigne un rol tan destacado como al propio protagonista en la mencionada Valerian.
Puede que el problema de Anna sea que parte de un argumento demasiado trillado últimamente. Una espía femenina que enfrenta a soviéticos y americanos jugando a un doble juego recuerda demasiado a la excelente Atómica o a la más flojita Gorrión Rojo, ambas del año pasado, sirviendo demás como aperitivo de la inminente Viuda Negra. Por eso, el mayor acierto de Besson en Anna es la forma de jugar con los tiempos, jugando además con el espectador, saltado adelante y atrás en la cronología de la historia para componer un puzle muy divertido que, en lugar de confundir al espectador como en las mayoría de películas de espías dobles, que suelen abusar de ser demasiado complicadas, convirtiendo así la película en un pasatiempo disfrutable alrededor de la figura de una modelo rusa (fantástica la debutante como protagonista Sasha Luss, que ya tuvo un papelito irreconocible bajo el CGI en Valerian), a ratos manipulada por todos, en otros momentos manipuladora ella. Víctima, ejecutora, amante, asesina… Un juego de roles y lealtades alternadas para un film de pleno lucimiento de la muchacha, ya sea por su belleza como por sus cualidades físicas, con espectaculares coreografías de peleas que rememoran a la propia John Wick y donde las figuras florero son, por una vez, hombres, con los rostros de Cillian Murphy y Luke Evans, todos ellos marionetas bajo la pérfida vigilancia de la todopoderosa Helen Mirren.
A resumidas cuentas, una película muy divertida, totalmente autoconsciente de lo que es (cruel burla del mundo de la moda, más cuando la propia Luss proviene precisamente de allí) y a lo que aspira, con buenas dosis de acción y la siempre eficiente mano de Besson dirigiendo y con una protagonista que, ya sea por un motivo u otro, te termina por enamorar.
Valoración: Siete sobre diez.
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