martes, 8 de agosto de 2017

ATÓMICA, ellas tienen el poder...

Mientras en las tertulias de bares (que es en lo que se han convertido algunos programas de cultura) se sigue debatiendo sobre la necesaria reivindicación del papel de la mujer en el cine, algo que parece haber inventado Wonder Woman como si antes de ella solo existiese el personaje de la mujer florero y nada más, Charlize Theron, que ya es sabia en estas lindes, presenta su nueva película como protagonista absoluta, done actúa además de productora.
Atómica, traducción a medias de Atomic Blonde, es una muy libre adaptación de la novela gráfica La ciudad más fría, escrita por Antony Johnson y dibujada por Sam Hart.
Las diferencias entre ambos productos son notables. La obra original primaba mucho más la intriga y el misterio por encima de la acción, no contenía nada de sexo y estaba dibujada en un glorioso blanco y negro. La película que dirige David Leich, en cambio, es una oda a la violencia y hace un juego de luces con los neones que iluminaban el Berlín de la época de esos que marcan tendencia. No obstante, en ambos productos se hace una apuesta firme por el thriller político ambientado en la guerra fría, con agentes dobles y triples, engaños y traiciones, y en eso sí sabe ser fiel la película.
Lorraine Broughton, el personaje al que da vida la Theron, empieza la película machacada y magullada. Acude a la central del MI6 y es sometida a un interrogatorio sobre su última misión, la incursión en el Berlín previo a la caída del muro en busca de una lista que rebela todos los agentes dobles que hay en la actualidad. Allí cuenta con la ayuda del agente David Percival (James McAvoy), pero ya se sabe que en estos casos lo de ir en busca de un objeto suele ser un macguffin en espera de algo mayor. Y teniendo por aquí a uno de los directores (no acreditado) de John Wick y de la futura secuela de Deadpool, ese algo mayor son, sin dudas, sus impecables escenas de luchas, coreografías imposibles (me viene a la mente un larguísimo enfrentamiento en un piso, la persecución por las escaleras y la culminación en un coche, todo ello en un falso pero impactante plano secuencia) y mucha espectacularidad.
Casi se podría decir que esta Lorraine es la versión femenina del propio John Wick, aunque aquí la historia prima más que en las dos películas (hasta la fecha) protagonizadas por Keanu Reeves hasta el punto que alguien puede llegar a encontrarla ligeramente confusa.
Tampoco es que quepa esperarse de esto una reflexión política ni algo tan retorcido como en las obras de John LeCarre (eso quizá sí en el comic), pues lo que prima siempre es el entretenimiento puro y duro, pero hay una historia suficientemente interesante y un drama comedido pero siempre presente como para que la película satisfaga a todos los espectadores.
También hay, como decía al principio, una reivindicación de la figura femenina. Theron es la heroína personificada, y aquí lo demuestra entregándose en cuerpo y alma a su director y prescindiendo, siempre que le ha sido posible, a los dobles de acción, lo cual le ha dado más de un disgusto durante el rodaje. Incluso en las escenas de sexo huye de los convencionalismos y da un paso más allá de donde otras no se atrevieron, rechazando la generalmente inevitable historia de amor entre camaradas espías que colaboran juntos.
David Leich es un director contundente, que ama la violencia, pero la filma con elegancia y realismo, desagradable en su dureza visual pero perfecto en su uso de la cámara. Así, Atómica logra ser una combinación extraña pero muy efectiva entre el clásico cine de espionajes y la acción más desmedida, y aunque sus intentos de contar una historia de muchas máscaras le impidan ser puro rock’n’roll como su contrapartida masculina, yo la sitúo sin problemas a la altura de ese John Wick con el que, si no fuese por la diferencia generacional, me encantaría que se terminaran encontrando.

Valoración: Siete sobre diez.

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