Aunque
parece que este verano se va a caracterizar por la proliferación de
blockbusters desastrosos y ridículos (a mi entender Transformers se lleva, otra vez, la palma), me veo tentado de nuevo
a defender lo indefendible, tal y como hice, mínimamente, con La Torre Oscura y, con algo más de
ganas, Rey Arturo (y eso por no
remontarme unos meses atrás y recordar La Momia)
El
caso es que se estrena otra película precedida de críticas nefastas y batacazo
en taquilla con la que yo, personalmente, me lo pasé pipa. Excesiva, desmedida,
loca y muy personal (algo parecido a lo que sucedía con la película de Guy
Ritchie, aunque en otra dirección), Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es puro Luc Besson, una prima hermana de
aquella El Quinto Elemento algo más
coherente (que algo ha mejorado Besson como director, no ya como guionista) y
menos estrafalaria.
El
mayor problema de Valerian es que ha
llegado muy tarde. Demasiado desconocido popularmente fuera de Francia, el
comic que la inspira, obra de Jean-Claude Mézières, fue clara referencia para
películas como Star Wars y la gran
cantidad de Spaces Operas que la siguieron, pero vista ahora su adaptación da
la sensación de que es una copia de todo lo que ya existía anteriormente.
El
principal ejemplo es en su prólogo, justo después de la escena (muy
inteligente) de los títulos de créditos.
En él vemos una raza pacífica que
convive en un lugar de ensueño con playas de arenas blancas y aguas cristalinas
que rinden culto a la naturaleza hasta que el cielo se abre y se convierten en
daños colaterales de una guerra que no es la de ellos.
Vamos, como si
cruzáramos a los Na’vi de Avatar con
las Amazonas de Wonder Woman. Con
esto ya sabemos que nada será tremendamente original en Valerian, pero sí muy espectacular y hermoso.
Y
esto es lo que mejor define esta aventura galáctica de trama sencilla pero
coherente (a esos críticos que escriben por ahí que nada tiene sentido les
recomiendo que si se duermen en el cine se abstengan de hacer luego las
críticas): su belleza. El diseño de producción es realmente exquisito,
demostrando porqué es la película europea más cara de la historia (lo cual hace
más comprensible el batacazo que se está dando), con unos escenarios majestuosos
y la creación de infinidad de razas alienígenas, algunas algo ridículas, todo
hay que decirlo.
Besson
dota a la película de sus notas de humor habituales, aunque sin llegar a ser
nunca tan cargantes como sucedía en El
Quinto Elemento con el personaje de Chris Tucker. Además, la química entre
Valerian y Laureline funciona muy bien, demostrando que aún extraño, el casting
es acertado. Dane DeHaan es un héroe extraño pero cumplidor y Cara Delevingne
consigue aunar dulzura, dureza y sensualidad de una manera que se me antojaba
increíble después de verla deambular por Escuadrón Suicida.
Valerian es una película larga, quizá en exceso, pero al menos
se justifica en la libertad total que ha tenido Besson en el rodaje. Así, la
escena de presentación de Valerian y Laureline, a semejanza de los clásicos
prólogos de James Bond, es mucho más larga de lo que cabría esperar y la
aparición de Rihanna con una espectacular actuación supone una rotura del ritmo
en pleno desenlace final. Y, sin embargo, en ambas ocasiones la cosa funciona,
demostrando que los recortes impuestos en la mesa de montaje suelen ser
contraproducentes.
Es
cierto que el guion podría estar más desarrollado, como demuestra lo poco que
le importa a Besson desvelarnos que el personaje de Clive Owen es el villano
desde el primer momento, pero eso solo significa que el espectáculo es siempre
lo que debe primar por encima de todo. Puede buscarse aquí un mensaje
naturalista, o incluso antimilitar, pero Besson no quiere dar lecciones, tan solo
entretener. Al fin y al cabo, esto no es La guerra del Planeta de los Simios. Aquí se juega a otra cosa.
Valerian es una apuesta arriesgada, quizá no demasiado
novedosa (tiene el aroma pop de Los Guardianes de la Galaxia y el propio Valerian recuerda mucho a un joven Han
Solo, aunque algo del capitán Kirk de Chris Pine también tiene), pero muy bien
resuelta, con persecuciones de naves emocionantes, cuentas atrás que se
detienen en el último segundo y monstruos aterradores. Es todo un espectáculo
visual, una orgía de colores muy entretenida, un no parar frenético y que deja
con ganas de más.
Y
sí, de acuerdo, es todo demencial, pero quizá es que yo mismo esté también un
poco loco. Porque a mí me ha funcionado.
Valoración:
Siete sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario