En
2013, Yôji Yamada, director célebre en nuestro país a raíz de El ocaso del Samurái, hizo un remake de Cuentos de Tokio, de su admirado
Yasujiro Ozu, en la brillante Una familia de Tokio, donde homenajeaba a su
fuente con cariño, logrando esquivar la simple repetición.
En
Maravillosa familia de Tokio Yamada
recupera a los mismos personajes de una convencional familia nipona para, a raíz
del deseo de la abuela de divorciarse, deconstruir el arquetipo familiar y
burlarse de los convencionalismos a los que viven atados cada uno de los
miembros. Lo hace, sin embargo, en forma de comedia ligera, casi de sitcom
televisiva, y ahí es donde falla la película.
Maravillosa familia de Tokio presenta a varios protagonistas imperfectos,
moviéndolos entre lo despreciable y lo ridículo, pretendiendo que la moraleja
final sea el hecho de que es precisamente el elemento externo a la familia
quien mejor puede llegar a comprenderla. Cuesta, en ocasiones, identificarse
con esos personajes, paras lo que se debe tener en cuenta la diferencia
cultural entre occidente y el machismo y tradicionalismo de los japoneses,
aunque hay un deje de modernidad en la obra que invita, en muchos momentos, a
olvidarnos de que estamos ante una historia oriental.
Yamada,
que insiste en sus referencias (esta vez demasiado directas) al cine de Ozu,
acierta en la faceta más íntima de la historia, consiguiendo incluso emocionar
a quien ha pasado por alguna de las situaciones reflejadas en pantalla, y
consigue también alguna que otra situación divertida que le funciona. Sin
embargo, en demasiadas ocasiones incide en el chiste visual, torpe y ridículo,
y ello desluce una historia que podría haber enamorado mucho más, aun con ese
final complaciente y poco verosímil.
Valoración:
Seis sobre diez.
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