martes, 3 de septiembre de 2019

DORA Y LA CIUDAD PERDIDA

Soy plenamente consciente de que existe un tipo de cine orientado a un público infantil que puede provocar un rechazo inmediato al espectador adulto, que puede sentir de antemano que la cosa no va con ellos. El tema se agrava si, como en el caso que nos ocupa, estamos ante la adaptación de un programa televisivo que no es que sea infantil, sino que redunda y se regodea en ello hasta el punto de poder ser insufrible para su público no objetivo.
Por eso, con tales avisos, enfrentarse a una película como Dora y la ciudad perdida, una adaptación en imagen real de la serie de Dora, la exploradora, podía antojarse casi como un suicidio neuronal. Y, sin embargo, mi sorpresa ha sido mayúscula al encontrarme ante una película divertida, refrescante y con un tono juvenil muy acertado, paródico y autoconsciente de sus orígenes, que se puede disfrutar perfectamente en familia. Un sorprendente descubrimiento que podría compararse a lo que me sucedió hace un par de años con la infravalorada Power Rangers.
Dora y la ciudad perdida es, en el fondo, un Indiana Jones (o una Lara Croft, no vaya a ser que se me ofenda alguien) en versión adolescente, una película de aventuras arqueológicas en la selva con un ajustado casting (Eva Longoria y Michael Peña son los nombres importantes del reparto, pero muy secundarios; él apenas tiene un par de momentos de lucimiento muy alejado de sus tronchantes aportaciones en Ant Man y Ant Man y la Avispa), donde solo puede destacar algo el mexicano Eugenio Derbez (visto en El cascanueces y los cuatro reinos o Un mar de enredos, por ejemplo). Sin embargo, como toda película juvenil que se precie debe hacer, el peso recae en un grupo de niños inadaptados que deben aprender a trabajar untos para que al fin (que de esto es en el fondo de lo que va la película) aprender el valor de la amistad. Y es donde la película guarda su mayor acierto, ya que Isabela Moner, que ya se había dejado ver con acierto en Transformers: el último caballeroFamilia al instanteSicario: el día del soldado, demuestra que es capaz de soportar ella sola el peso de la película componiendo un personaje a medio camino entre una ingenuidad casi repelente y una dulzura entrañable, siendo creíble también en sus momentos de acción. Sobre ella se centra el director James Bobin, especializado en películas de los Muppets aunque ya dio el salto a la primera división con la flojita Alicia a través del espejo, para que, con falsas roturas de la cuarta pared y el uso de las canciones, Dora se burle de los tópicos más arraigados de su serie y sepa hacer un divertido guiño a los adultos que sepan pillar las referencias.
Con alguna concesión obligada (me sobra el personaje del zorro por romper la estética de realismo del resto del film), Dora y la ciudad perdida es, en fin, un estupendo pasatiempo familiar muy superior a lo que el propio concepto podría invitar a pensar y que hará disfrutar a los más pequeños sin desmerecer ni despreciar a los adultos que acudan sin complejos y con ganas de pasar, simplemente, un rato entretenido.


Valoración: Seis sobre diez.

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