Lo confieso. Cuando me enteré de que iban a hacer una nueva película de los Power Rangers mi reacción fue gritar a los cuatro vientos: ¿¿Por qué??
No
tengo ni idea de cómo funciona el Universo PR, que según creo se basa en una
multitud de series interconectadas, con mundos paralelos y locuras varias, pero
lo poco que he visto de la serie original siempre me ha dado un poco de
repelús, y desde luego que un producto tan infantiloide y noventero (aunque la
serie que arrancó en 1993 sigue adelante en la actualidad) me parecía una
pérdida de tiempo irreparable…
Craso
error. Lo creáis o no, Power Rangers
es una de las películas más estimulantes que hay actualmente en cartelera, en
lo que a cine palomitero se refiere, muy por encima de la pretenciosidad
desinflada de Ghost in the Shell o
dejando a la altura del betún la construcción de personajes de títulos como La gran muralla o Kong: la Isla Calavera.
No
me malinterpretéis, Power Rangers no
es una obra de arte, pero tampoco pretende serlo. Es un simple divertimento,
una actualización de unos personajes infantiles llevados al límite y
confiriéndoles un tono algo más adulto. Pero el caso es que lo han hecho con
mucho arte y oficio, dedicando casi dos tercios de la película (ya se habla de
una saga de al menos seis títulos) a darnos a conocer a los protagonistas, a
presentarnos a los chicos antes que a los héroes.
Se
podría decir que los nuevos Power Rangers
son una versión millenial de los
superhéroes de Marvel, y de hecho en
la propia película se nombra a alguno, además de que el uso de la banda sonora
recuerda en parte a lo que hiciera Peter Gunn con Guardianes de la Galaxia. Pero es que además se han preocupado de
que esa presentación de personajes tenga sentido, consiguiendo que los cinco
protagonistas tengan una personalidad propia y diferente entre ellos cuando no
llevan armadura. Para ello, se limitan a mirar un poco la realidad de la sociedad,
tocando temas como el bullying o la discriminación sin hacer sangre de ello.
Incluso la incorporación de un personaje homosexual se hace con total
normalidad, como debe ser.
Ninguno
de los cinco actores protagonista son estrellas consagradas, y posiblemente no
tengan tablas para llegar a serlo nunca, pero saben lidiar con sus personajes
con eficacia, dejando el lucimiento en manos de la villana Elizabeth Banks o en
el buen hacer de Bryan Cranston poniendo voz a Zordon.
Con
unos efectos visuales de primera, el director Dean Israelite , en su segundo
trabajo tras Project Almanac, se basa
en el humor para conseguir que la revisión de esta especie de superhéroes
funcionen en la época actual, haciendo que en su arranque casi estemos ante una
comedia gamberra con continuas referencias a clásicos como El club de los cinco. Es en la relación entre ellos que mejor
funciona la película, haciendo creíble la reacción ante lo que les sucede
cuando reciben sus poderes y permitiendo empatizar con todos ellos,
preocuparnos por sus destinos.
Power Rangers no es una película emotiva, que pretenda tocar la
fibra, pero sí un divertimento estupendo, con un ritmo calculado y bien medido
y al que se le puede augurar un interesante futuro por delante. Consigue (y eso
era harto difícil) no traicionar el espíritu original sin caer en el ridículo y
su guion funciona mucho mejor de lo que se puede apreciar en producciones
supuestamente semejantes como la saga Transformers.
Además, los kiaju están de moda y Powers
Rangers sabe explotarlo en un final donde se pone toda la carne en el
asador y se alcanza la espectacularidad esperada sin llegar a agotar ni perder
el sentido del humor.
Si
os soy franco, me he quedado gratamente sorprendido. Y, por una vez, eso es
algo positivo.
Valoración:
Siete sobre diez.
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