Cuando
en 2014 Marvel dio luz vede a Los Guardianes de la Galaxia todos en la compañía eran conscientes del gran riesgo que
estaban corriendo al apostar por una película tan diferente de lo que hasta ese
momento había ofrecido el MCU y adaptando además unos personajes tan poco
reconocibles no solo para el aficionado de a pie sino incluso para el fandom
más marvelita.
Sin
embargo, pese a contar con un director casi de serie B y un reparto poco
estelar (los dos actores más taquilleros se limitaban a poner voz a sus
personajes), el film fue un gran éxito y logró expandir aún más el universo Marvel en el cine.
Sin
contar con el factor sorpresa a su favor, la esperada secuela de esa ya mítica
película, que repite director y casting, podría tenerlo muy difícil para
contentar a los fans. El hype generado era incontrolable y la proximidad de La guerra del Infinito hacía prever que
esta película iba a ser clave para el futuro de la saga fílmica. Sin embargo, James
Gunn ha demostrado que no se deja amedrantar ante nada y ha apostado por
arriesgar de nuevo concibiendo una historia más alejada si cabe del resto del
Universo Marvel. Si en la primera película había una presencia importante de
Las Gemas del Infinito o de la amenaza latente de Thanos, en Los Guardianes de la Galáxia Vol. 2 no
hay más que unas menciones casuales. Se trata esta vez de ver como los
Guardines se labran su propio camino, alejados (por el momento) del resto de
héroes cuya existencia ni siquiera conocen. Esta es, por tanto, una especie de
película de transición, una excusa para conocer la maduración del grupo, en
espera del gran acontecimiento final. Lo cual no implica, por otro lado, que
sea una grandísima película.
Efectivamente,
Gunn consiguió que Los Guardianes de la
Galaxia fuese una magnífica carta de presentación para este improbable
grupo de compañeros más que amigos para ahora, ya enamorados todos de los
personajes, empezar a indagar en ellos. Así, tal y como suceda en la saga de Fast&Furious, la unión del equipo
debe ser la clave para vencer a las adversidades, convirtiendo esa camaradería
inicial en algo muy parecido a una familia. Pero para ello, tal y como mandan
los cánones, primero deben ser separados, fragmentados para debilitarlos y
poder apreciar así sus puntos flacos y temores.
Con
semejante planteamiento, se puede adivinar que Los Guardianes de la Galaxia, Vol. 2 es una película más intimista
y de corte personal que su predecesora. Y aunque así es, que nadie se lleve a
engaño. No se ha perdido el sentido del humor. Al contrario, este se ha
potenciado más aún, llegando a límites insospechados (magnífica la escena
inicial en la que una gran batalla se ve apenas de pasada mientras la cámara se
centra en un bebé Groot bailando) pero totalmente autoconscientes, que en manos
de un director más torpe podrían haber caído el ridículo pero que aquí lo
esquivan consiguiendo que todo sea una gran fiesta.
La
gran baza de la película, por tanto, es la milimétrica precisión con la que
Gunn sabe conjugar tres elementos de difícil encaje: el cachondeo, la
sensibilidad y la épica.
Los Guardianes de la Galaxia, Vol. 2 es una película delirante tremendamente divertida,
con un uso de la luz y el color casi alucinógeno, pero a la vez contiene
escenas muy emocionantes y acción espectacular y, en algún momento, incluso
invita a la lagrimita.
Aunque
sin duda el bebé Groot será quien arrase en las jugueterías este verano, todo
el reparto vuelve a estar a gran nivel, teniendo más momentos de lucimiento debido a ese tono
introspectivo que comentaba antes, y reforzando las relaciones entre ellos.
Así, Gunn consigue recuperar personajes de la película anterior que de otra
manera podrían haber chirriado y tiene tiempo de incluir incluso a algunos
nuevos, como Mantis o Stakar Ogord.
Como
acostumbra a suceder en las películas Marvel, si en algo flaquea la película es
en la sensación de que se enfrenten a una verdadera amenaza, pero eso es un
peaje que se paga con gusto cuando lo importante aquí es la diversión por
encima de todo.
Por
ello, Gunn plantea dos conflictos que a la postre importan más que el propio
destino del universo (resueltos de manera dispar) como son las relaciones
paternofiliares y fraternales sobre las que se asienta la parte sentimental del
film, aunque haya tiempo también para indagar sobre el amor, la lealtad o la
soledad.
He
oído alguna queja por ahí sobre la falta de “magia” de esta secuela con
respecto a la original, y aun sin compartirla del todo puedo llegar a
entenderla. Tal y como sucediera con Los
Vengadores y Los Vengadores: la era de Ultron, cuando la película original es casi insuperable las
comparaciones resultan siempre odiosas, y ambas franquicias tienen unas
características que impiden que sus secuelas busquen un rumbo nuevo a la vez
que tampoco pueden limitarse a repetir los esquemas. Por eso agradezco que Gunn
haya arriesgado, distanciándose del resto del MCU (qué fácil habría sido meter
por aquí a Iron man, que al fin y al cabo en el comic estuvo un tiempo
compartiendo aventuras con los Guardianes) y buscando una conexión casi literal
con el papel (no imaginé que tendría la osadía de ofrecer una imagen del
auténtico Ego), regalando al fan algún que otro cameo que puede quedar como un
simple chiste o abrir las puertas a lo que nos espera en una futura película.
Lo
que sí que no ha cambiado son las referencias ochenteras (David Hasselford
incluido), la impresionante banda sonora (que en esta ocasión funciona como
perfecto acompañamiento al guion), el derroche de imaginería y las
interpretaciones cargadas de carisma, con la incorporación de un Kurt Russell
que, aparte de demostrar que en eso de la rejuveneción facial Marvel está un peldaño
por encima de sus competidoras (y se está convirtiendo, después del Michael
Douglas de Ant man y el Robert Downey
Jr. de Civil War, en una marca de la
casa), se permite un homenaje a su amigo John Carpenter con un arranque que
recuerda, y mucho, a Starman.
En
definitiva, un gran espectáculo que invita a disfrutar y nada más que
disfrutar. Ya lo dicen en la propia película: “Hay dos tipos de personas: los que
bailan y os que no”. Pero sea del tipo que sea cada uno, esta película le va a
gustar.
Valoración: Ocho sobre diez.
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