Resulta
gratificante que después de ver como los americanos hacen remakes de películas
francesas, esa cinematografía que en cada película que estrena presume de haber
batido records de taquilla y se caracteriza (o eso creen ellos) por su
originalidad y personalidad, esta vez sean los franceses los que se miran en el
espejo del otro lado del charco, aunque la película a copiar sea, en este caso,
mejicana.
Mañana empieza todo es una versión bastante fidedigna de No se aceptan devoluciones, de Eugenio
Derbez, que el propio director se encargó de protagonizar. Para la versión gala
se ha confiado esta tarea en el cómico Omar Sy, y ese es el primer lastre de la
película, ya que da la sensación de que el actor de Intocable se limita a repetir una y otra vez su mismo rol. De
hecho, casi es necesario echar un vistazo a su trayectoria americana para verle
hacer algo diferente (X-men: Días del futuro pasado, Jurassic World),
impersonal y arquetípico, pero diferente.
Así,
la película arranca con el cansino Sy haciendo sus gracietas habituales como
alocado e irresponsable juerguista hasta que le entregan un bebé que le dicen
es su hija. Todo esto no es más que un prólogo alargado, ya que la película
enseguida da un salto en el tiempo para mostrarnos al personaje de Sy con la
niña ocho años después, afincado en Londres y con su vida perfectamente
organizada. Así, la película no va de como un mujeriego crápula consigue
cambiar obligado por la paternidad y un autoimpuesto sentido de la
responsabilidad, sino que todo es tan feliz y bonito como en un cuento de
hadas, todos se quieren mucho y las cosas van sobre ruedas, hasta que en ese
futuro preadolescente de la chiquilla la madre vuelve a entrar en escena.
Hasta
el momento, la película se muestra simpática, con algún momento de divertimento
más por el trabajo de Gloria Colston, la niña que, como su propio personaje
hace en pantalla, se come a Omar Sy cada vez que tiene oportunidad. Todo es muy
calculado, muy milimetrado para dirigir al espectador por donde debe, ya sea el
llanto o la risa, sin demasiado esfuerzo. Y por eso, aunque a nivel sistemático
la cosa funcione, se echa en menos algo de alma en un producto con aroma a
prefabricado.
Hay,
sin embargo, un momento en la película, próximo ya a su desenlace, en el que
uno de los giros consigue atraparte por sorpresa. No lo ves venir (a menos que
hayas visto ya la película mejicana, claro), y te sacude con una fuerza que te
obliga a reaccionar ante el cómodo sopor que venías acumulando e invita a
reaccionar. La película, al final, levanta la cabeza y el tiovivo de
sensaciones tan dirigido que te acostumbras con facilidad a él, te precipita al
vacío, logrando una grandeza que era fácil de suponer minutos antes.
Todo
en Mañana empieza todo es previsible
y su argumento está tan cargado de Deus ex machina y de absurdos que hacen que
no te plantees siquiera la verosimilitud de nada, así que conviene arrancar
todas esas capas de cebolla superfluas para quedarse con los chistes más
efectivos, la química (algo homofóbica, eso sí) que desprende Antoine Bertrand
y la simpatía de Clémence Poésy. Y ese desgarrador final que nos obliga a
pensar que los muy malditos, al final, lo han conseguido. Por mucho que nos
empeñemos a negarlo, la lagrimilla está ahí, esperando a desbordarse.
Mañana empieza todo va de menos a más en cuanto a emoción, y por más que
no te puedas creer nada, al final el resultado termina siendo satisfactorio.
Incluso con Omar Sy por medio.
Valoración:
Seis sobre diez.
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