Mucho se esperaba de esta película que adaptaba un Manga japonés y que ya tuvo una aplaudida versión cinematográfica con el Anime del mismo título.
El estreno de Ghost in the Shell ha venido precedido, sin embargo, por la polémica sobre la occidentalización de los protagonistas, algo que ya se manifestó en el estreno de La gran muralla, cosa que a mi personalmente me parece una tremenda tontería. Si la película es americana, ¿por qué no va a ser americano el protagonista? Otra cosa es el medio camino que se ha buscado con la digitalización del rostro de Scarlett Johansson para que sus rasgos sean más orientales, que si bien no impiden que esté más guapa de lo habitual si hacen un efecto algo incómodo sobre su mirada.
No
creo que eso sea más que una excusa ante la coincidencia de que ambas películas
sean ya dos de los fracasos más estrepitosos del año, y que el deseo de que
sean cabezas de franquicia haya fallecido antes de tiempo. Ghost in the Shell contiene muchos más problemas que el hecho de
que la protagonista sea occidental o no.
No
conozco el Manga original ni he revisitado el Anime en años, así que no puedo
juzgar la obra como la adaptación que es, pero vista de manera individual está
claro que el guion hace aguas por todas partes. La historia en la que se basa
sí funciona, una especie de thriller futurista donde la protagonista debe
resolver una serie de asesinatos a la vez que descubrir el secreto que se
esconde en su propia identidad. Sin embargo, para ello se han buscado una serie
de excusas argumentales y de situaciones ridículas que no pegan para nada con
el tono oscuro y frío que pretenden dar al film. Por ello, se echa en falta el
carácter adulto de la obra en que se inspira, con mucho más sexo y violencia explícita
que en la película y un trasfondo filosófico que aquí apenas se insinúa.
También
Rupert Sanders tiene buena culpa de ello, más centrado en buscar un tono visual
que no decepcione a los fans (algunas escenas parecen calcadas al Anime) y
sobresaturando la película de planos aéreos de ese Tokio recargado y agotador,
que del ritmo narrativo, haciendo que uno se plantee si Blancanieves y la leyenda del Cazador no es poco bagaje para haber
confiado el proyecto en este director. Tampoco Scarlett Johansson parece la
mejor elección de casting, por más que la muchacha se empeñe en tomarse muy en
serio su papel. Los esfuerzos son loables, pero o no consigue nunca dar con el
tono adecuado o, simplemente, está muy mal dirigida.
También
puede ser que la película llegue demasiado tarde. Cuando se creó el Manga, en
1989, la premisa podría ser original, con esa reflexión sobre el alma que un
ser mecánico podría o no tener, pero hoy en día el asunto está ya muy trillado.
Aparte de las evidentes similitudes con el Blade
Runner de Ridley Scott, la película puede recordar a planteamientos ya
vistos en Yo, robot, Autómata o la reciente serie de la HBO Westworld. Incluso en Terminator 2 James Cameron logra
condensar toda esta hipótesis en una simple (pero magistral) frase final.
¿Qué
nos queda, pues, para poder salvar de la quema a esta película? Pues, una vez
más, el conformismo. Dejando de lado todos los elementos interesantes que se
tiran por la borda y la decepción por lo que pudo ser y no fue, la película
puede llegar a resultar una tontería sumamente entretenida, con tiroteos,
persecuciones y buenos efectos visuales. La ambientación, ya lo he comentado,
está muy lograda, y aunque la Johansson (que con esta película deja de ser infalible
para la taquilla) no termine de convencer en esa dualidad entre ser humano y
máquina (y la escena familiar es un ejemplo del ridículo más clamoroso), al
menos resulta siempre gratificante verla en pantalla pegando mamporros pistola
en mano. Por más que su constante desnudez sea extrañamente artificial.
Ghost in the Shell naufraga en la mediocridad, pero tiene suficientes
elementos para ser la película favorita de unos cuantos. No los suficientes
para hacer la secuela que la última escena promete, eso sí.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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