No voy a descubrir nada que no sepáis ya si digo que la existencia de una película como Playmobil, the movie, es la consecuencia directa del éxito de La Lego Película y sus derivados. En ambos casos se trata historias que versionan figuras de juguetes, manteniendo su identidad estética, siendo casi en realidad más un anuncio de hora y media que otra cosa.
La diferencia entre ambas es que mientras que el film de Phil Lord y Christopher Miller apostaba por un metacine ingenioso y con una gran historia en su guion, pudiendo describirse incluso de arriesgado, en Playmobil van a lo fácil, proponiendo una aventura mucho más plana y sencilla, donde repiten el juego de entremezclar el mundo fantástico con el real pero esta vez sin ese trasfondo con menaje incluido de la anterior. Esto hace que, en cuanto a lo que a sus valores se refiere, Playmobil debería ser considerada claramente inferior a La Lego Película, sin dejar lugar a dudas.
Sin embargo, las cosas no siempre se rigen por unas normas escritas, y el factor personal puede llegar a influir en este caso más que nunca. La de Lego es superior, de acuerdo, pero también en su ambición se puede tornar caótica y desmedida, provocando que haya cierto tipo de espectador (entre el que yo mismo me incluyo) que no consiga conectar con ella. En el caso de Playmobil, dejando de lado el origen juguetero, estamos ante una clásica aventura infantil, con sus héroes, princesas y villanos y el (parece que) obligado rol de heroína femenina. La parte realista funciona como detonante melodramático (siempre es agradable ver a Anya Taylor-Joy en pantalla) sin que sea demasiado importante una justificación sobre el elemento mágico que da pie al conflicto del film (es como tratar de explicar la lógica científica de películas como Big o El último gran héroe), siendo la parte animada una propuesta efectiva y funcional.
Por ello, Playmobil no propone nada novedoso ni revoluciona el cine de animación, pero sirve como película infantil al uso, tan justita como aceptable, que no aspira a más que a gustar a los niños con una aventurilla simpática, pero del montón.
Y a vender muñequitos, por supuesto.
Valoración: Cinco sobre diez.
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