Ya hace algún tiempo, sobretodo a raíz del éxito de Dani Rovira con Ocho apellidos vascos y su secuela, que los monologuistas televisivos se han convertido en la nueva cantera para el cine español, con mayor o menor fortuna. Leo Harlem, padrino del “cuñaismo” y del humor más castizo y patrio, ha sido de los últimos en apuntarse a la moda, teniendo un papel bastante destacado en la insulsa Villaviciosa de al lado y copando todo el protagonismo en El mejor verano de mi vida.
Casi se podría decir que El mejor verano de mi vida es un vehículo para su exclusivo lucimiento, lo que ya de por sí supone un gran peligro. Soy muy fan del actor en su faceta de cómico de el club de la comedia, pero los antecedentes filmicos no auguraban buenos presagios. Sin embargo, hay otro elemento muy a tener en cuenta en la película y es el que consigue declinar la balanza hacia el sí más rotundo, consiguiendo que lo que a priori parecía una peliculilla más de humor paleto sea una comedia sensible y contagiadora de muy buen rollo. Me estoy refiriendo a Dani de la Orden, quien ya hiciera un buen trabajo en El pregón (aunque quizá algo absorbido por el carisma de sus estrellas protagonistas, de nuevo monologuistas más que actores) pero del que recuerdo con especial entusiasmo sus primeras obras, Barcelona nit d’estiu y, sobretodo, la fascinante Barcelona nit d’hivern.
El mejor verano de mi vida es una película que se cuece a ritmo lento, de manera que sus méritos van claramente de menos a más. El prólogo presentando al protagonista, un típico perdedor, granuja pero de buen corazón, es un arranque muy pobre que no mejora con esa especie de road movie que inicia con su hijo en busca de unas vacaciones a la altura de las circunstancias (es decir, lo mejor que se pueda pagar con cero dinero) y que presagiaba otra comedia rural heredera del cine de Paco Martínez Soria que no iba a aportar nada nuevo al panorama fílmico español. Pero hete aquí que tras el primer giro de guion entran en escena los personajes de Maggie Civantos y Stephanie Gil y entre ambas logran iluminar la pantalla (muy apreciable también la labor de Alejandro Serrano en el papel de hijo), dando un toque de humor absurdo y lujo al film (con que facilidad se cambia del turismo rural más hippie al snobismo de Marbella) que entra así en el buen camino, dejando de lado las cafrerías típicas de los chistes de tractores y paletos y dando paso a un buenrollismo que, aunque poco creíble en su narrativa, logra emocionar con momentos muy tiernos y conmovedores.
Este es el filón que mejor sabe explotar Dani de la Orden, y tras un comienzo titubeante logra imponer su marca, impregnando de frescura y buen humor (hay más sonrisas que carcajadas, eso sí) su película y logrando, con un tono muy blanco, una lección de positividad mucho más efectiva que otra reciente “feel good movie” como era Campeones, algo más manipuladora en cuanto a su sensiblería moral.
Puede que los más reticentes definan El mejor verano de su vida como una tontería sin demasiadas pretensiones, y quizá ese sea su punto de partida, pero el resultado final, con un Leo Harlem francamente encomiable, no puede ser más satisfactorio.
Sin duda, la película (española) del verano. Aunque se rodara en inverno.
Valoración: Siete sobre diez.
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