sábado, 7 de julio de 2018

CON AMOR, SIMON

De vez en cuando aparece por el panorama cinematográfico una película que presume con ser pionera en algo, una valiente que se atreve a encabezar un movimiento revolucionario. Pasó, por ejemplo, cuando Los amigos de Peter y Philadelphia (cada una a un a un lado del charco) fueron las primaras ficciones en tratar abiertamente el problema del SIDA y ahora han convertido Con amor, Simon, en la primera película de un gran estudio en hacer una película totalmente centrada en un protagonista homosexual. Personalmente, no entiendo el mérito de esto, más una argucia publicitaria que una realidad, pues ya hace muchos años que se se hacen films del tipo de la magnífica In&Out, donde Kevin Kline se enfrentada a su propio desconcierto al descubrir su homosexualidad. Sea como sea, siempre es de agradecer los intentos de normalizar un colectivo demasiado estigmatizado por la intolerancia y los estereotipos. Y eso es, precisamente, lo que pretende hacer Greg Berlanti en Con amor, Simon.
Berlanti, muy dado al género juvenil debido a su vinculación al universo televisivo de DC (vamos a hacerle el favor de obviar que fue el que guionizó esa denostada película llamada Linterna Verde), ha creado una dramedia romántica para adolescentes con todos los tics propios del género, con la única salvedad de la orientación sexual del protagonista. El Simon del título lleva unos años sabiendo que le gustan los chicos, pero la época del instituto quizá no es el mejor momento para salir del armario, pese a los problemas y las dudas que su secreto le lleva, tanto para sí mismo como para la relación con sus amigos.
Con amor, Simon no aspira a ser rompedora en ningún sentido, más allá del mencionado paso adelante en la reivindicación, y por ello se mira descaradamente en el espejo de una de las series de más éxito de los últimos años: Por trece razones. Tanto es así que incluso toma prestados a dos de sus protagonistas, consiguiendo parecer casi un capítulo doble de la serie con la misma ambientación y estilo pero cambiando las reflexiones sobre el acoso y el suicidio por el de la sexualidad (lo que, por otro lado, también va vinculado al acoso).
Como sea, Berlanti consigue una película muy agradable y simpática, con unos personajes muy bien trabajados para que sea fácil identificarse con ellos más allá de la orientación sexual de cada uno, consiguiendo que se empatice con el protagonista hasta el punto de perdonarle (como sucede con los verdaderos amigos) que se le perdonen las múltiples meteduras de pata que va cometiendo durante la historia.
No estamos ante un tratado social definitivo, ni ver Con amor, Simon va a cambiar la vida de nadie, pero sí puede invitar a la reflexión de una manera más natural y mucho menos pedante que, por ejemplo, en Call me by your name, que en el fondo quería contar la misma historia pero de un estilo totalmente opuesto a este.
Sí, al final el tema del amor queda relativizado (estamos ante una comedia romántica típica, eso no hay que olvidarlo) y la historia romántica final no es más que el toque de caramelo para hacernos salir de la sala con una sonrisa y creyéndonos ingenuamente que el mundo puede ser, a veces, perfecto y justo, pero al menos el camino hasta ese final es muy digno, emocionando y divirtiendo a partes iguales y haciendo la película muy recomendable, un buen colofón, quizá, para cerrar la semana del orgullo, permitiéndose, incluso, un toque de autoparodia muy sano.

Valoración: Siete sobre diez.

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