sábado, 14 de julio de 2018

EL RASCACIELOS

El rascacielos es el último film de acción concebido como vehículo de lucimiento de Dwayne Johnson, un actor con carisma cuyos trabajos casi siempre funcionan pero que no por ello es infalible (y ya se demostró con Los vigilantes de la playa). Normalmente el actor tiene dos vertientes más o menos diferenciadas, la de tipo duro y amenazador y la de sacarrón y algo autoparódico, y en esta ocasión toca la primera versión, en una cinta de pura acción con escasas dosis de humor que sin duda se habrían agradecido un poco, cosa curiosa en vista de los precedentes de su director.
El rascacielos no tiene nada de original, y ya su mismo planteamiento hace pensar en sus dos referentes más claros: El Coloso en llamas y, sobre todo, Jungla de Cristal. Así que muchos calculaban que el éxito o no de la película iba a depender de si Johnson conseguía tener la misma empatía que aquel joven y destrozado Bruce Willis o si iba a perder en las comparaciones. De forma ajustada, Johnson sale airoso del esfuerzo, pero no así el elemento más importante y diferenciador del film. Y es que aparte de machotes hormonados, lo que más distancia El rascacielos con Jungla de cristal tiene un culpable con nombre y apellidos: Rawson Marshall Thurber. Como si esto fuese cine de autor, el director de Somos los Miller y Un espía y medio se responsabiliza del guion y la realización, dejando claro que ni tiene la inspiración literaria de Jeb Stuart y Steven E. de Souza ni le llega a la suela de los zapatos al gran John McTiernan.
Su historia de un ataque organizado contra un imponente rascacielos y un sufrido héroe que debe rescatar a su familia no deja de ser una sucesión de situaciones demasiado agarradas por los pelos, con unos personajes bastante planos (y eso que el Will Sawyer protagonista tiene su drama inicial a lo Máximo riesgo, muy poco aprovechado) y muchos momentos de absurdo gratuitos. Además, las cartas se ponen demasiado pronto sobre la mesa, de manera que desde el minuto uno ya se sabe prácticamente todo lo que va a suceder, desde el rostro de cierto villano traidor hasta la resolución final, anticipada en una conversación entre el matrimonio protagonista nada sutil.
Así, que es inútil buscar algo de emoción en una película tan trillada que solo puede justificarse como que es un homenaje (la forma más sutil de camuflar la copia más descarada) de la mencionada Jungla de Cristal, incluyendo los saltos imposibles del protagonista rascacielos abajo (cambiando cuerda por manguera), el uso de la cinta adhesiva (mucho más ingeniosa en el film de McTiernan) o incluso una versión del antológico puñetazo de la sufrida esposa cambiando simplemente de objetivo. Incluso el momento “recorrido por la cara exterior del edificio” es muy inferior al visto, por ejemplo, en la muy superior Misión Imposible: Protocolo fantasma.
Con todo, hay que reconocer que la imaginación correspondiente al diseño del edificio La Perla es bastante atractivo, aunque luego Marshall Thurber no sepa lucir convenientemente ni el impresionante jardín vertical ni la estancia oculta en el interior de “la Perla”, y que, conforme a los tiempos que corren, la participación femenina es mucho más activa que en su modelo a imitar, con una recuperada Neve Cambell bastante acertada. Lo de la villana secundaria, una vez más, es un tópico demasiado trillado.
¿Qué se puede aprovechar, pues, de El rascacielos? Pues más o menos lo que ya se intuía con el tráiler (demasiado revelador en algunas escenas -un mal del cine actual que no parece tener solución-, inédito en otras): acción espectacular, piruetas argumentales y saltos imposibles. Dwayne Johnson y su Will Sawyer no consiguen ni mucho menos hacer olvidar al viejo John McClane (de hecho el protagonista bien podría ser el mismo personaje de San Andrés o cualquier otra peli de acción del actor de descendencia samoana), pero al menos cumplen con su parte de la función, esforzándose al máximo para dar entidad a un personaje pobremente escrito. La película tiene un ritmo frenético, agotador incluso, y aunque eso nos ea necesariamente positivo al menos consigue no aburrir en ningún momento, aunque a partir de cierto número de inverosimilitudes al espectador poco empieza a importarle el destino de los personajes.
En fin, puro entretenimiento, algo decepcionante en comparación con otros espectáculos circenses de Johnson, que sirve para pasar el rato pero con bastante menos de lo que cabría esperar.

Valoración: Cinco sobre diez.

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