domingo, 8 de julio de 2018

SICARIO: EL DÍA DEL SOLDADO

Tras el éxito en 2015 de Sicario, que confirmaba (si es que a esas alturas era necesario) el talento de Dennis Villeneuve, el anuncio de su secuela, ya sin el director franco canadiense a los mandos, no parecía exactamente una buena idea.

Es por ello que el gran mérito de Sicario: el día del soldado es el de no desmerecer demasiado con respecto a aquella, logrando mantenerse a la altura e incluso siendo valorada por algunos como ligeramente superior.
No, el italiano Stefano Sollima no consigue superar a Villeneuve, pero a estas alturas de la historia a nadie debería pasar desapercibido que el verdadero corazón de la aparente saga está en la labor de su guionista, Taylor Sheridan, autor también de las magníficas Comanchería y Wind River, que se mantiene como firmante de la historia y consigue dar una coherencia interna a la trama, consiguiendo que la nueva trama (no sería justo considerarla exactamente como secuela) tenga sentido.
Sí consigue Sollirma captar el espíritu de Villeneuve con una fotografía dura y sucia, consiguiendo que la violencia se pueda sentir sin caer en concesiones al espectador, componiendo un relato fronterizo de esos que tanto gustan a Sheridan y sacando lo mejor de Josh Brolin y Benicio del Toro (quien cae de la ecuación es Emily Blunt), aunque con alguna decisión de guion algo cuestionable por lo de inverosímil que resulta, aparte de esa trampa que es arrancar con un atentado islamista que a la postre no es más que un mcguffin sin más relevancia para la trama.
Quizá el punto débil de la película esté en su incapacidad por decidir el tono de denuncia sociopolítica que pretende hacer. Por un lado parece querer denunciar los abusos del gobierno de los Estados Unidos, haciendo y deshaciendo a su antojo y manipulando a capricho a las bandas mexicanas (pobre retrato, por cierto, el que hace del país vecino), erigiéndose una vez más como reyes del mundo por encima del bien y del mal. Sin embargo, por el otro, casi podría justificar la política migratoria de Trump, justificando con lo que se ve en pantalla muros y lo que haga falta para evitar que esos “malvados” invasores ataquen a las pobres víctimas americanas.
Indefinición política que el propio director ha tenido que justificar argumentando que esto es, ante todo,m un entretenimiento y que sirve para definir perfectamente a la película. Dejando de lado mensajes y lecturas ocultas, esto es una estupenda cinta de acción, con mucha sangre, violencia insana y dos personajes con buena química entre ellos y que siguen creciendo a medida que los vamos conociendo mejor.
Y, visto su final, con aspiraciones a seguir junto a ellos al menos en un film más.
Ahora ya es cuestión de cada uno querer conformarse con eso o insistir en pedir algo más que no vamos a encontrar. Al menos no de manera satisfactoria.

Valoración: Siete sobre diez.

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