domingo, 30 de marzo de 2014

OCHO APELLIDOS VASCOS (7d10)

Se dice que el pasado 2013 no fue un año especialmente brillante para el cine español, más con el batacazo inesperado (pero merecido) del último Almodóvar.
Quizá sea cierto que no se han estrenado películas magníficas, pero sí algunos títulos muy interesantes sobre todo en el terreno del suspense y de la comedia. En este último apartado recuerdo ahora las divertidas La gran familia española, Tres bodas de más, ¿Quién mató a Bambi?... y en esa línea hemos empezado el 2014 con un estreno que esté reventando las taquillas y batiendo records, quizá algo exagerados.
Y es que Ocho apellidos vascos es una apuesta ciertamente desternillante, con un humor blanco y en ocasiones muy facilón pero sin duda efectivo que da una vuelta de tuerca a todos los tópicos posibles entre dos culturas tan opuestas como es el extremismo andaluz y el vasco. Sin querer entrar en polémicas ni mear fuera de tiesto (no es esta una plataforma para idealismos políticos ni se pretende hacer crítica social), los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José (vascos, por si alguien se lo preguntaba) se burlas (u homenajean, que cada uno lo llame como quiera) de todo lo que se les pasa por delante, desde el beticismo más “loperiano”, la gomina y la “gracieta” del sur hasta el las manifestaciones independentistas o el desprecio ante todo lo foráneo a lo vasco.
La historia, en su comienzo, no tiene nada de original. Chico (sevillano) conoce chica (vasca). Chica vuelve a la otra punta del país dejando chico loquito por ella y chico va en busca de chica. Chica pasa del chico pero, un giro de los acontecimientos la obliga a suplicar su ayuda y fingir que son novios. Como veis, nada nuevo bajo el sol. Así, el enganche de la película no es su argumento, gastado y previsible y con un desenlace final que es lo peor de todo por su ñoñería y simpleza, sino sus gags, algunos visuales otros provenientes de diálogos brillantes y afilados.
Los protagonistas, un Dani Rovira sin experiencia en cine pero con un buen camino recorrido ya en televisión desde que comenzara haciendo monólogos y una brillante Clara Lago que crece con cada película que hace y es capaz de decirlo todo con la mirada, tienen una química perfecta, tanto para el humor como para el amor, y esto es fundamental para que la película funcione. La chispa del sur y la mala leche del norte. Dos personas antagónicas que, al final, buscan lo mismo en la vida. Como todos nosotros. Y es que si hay algún mensaje en la película es el de que despreciar a alguien por su origen o ideas es absurdo, aunque esto es tan solo un apunte, porque lo que realmente pretenden es provocar la carcajada fácil y enseñarnos a reírnos de nosotros mismos, seamos como los andaluces, como los vascos o como ninguno de ellos.
Y por detrás, dos veteranos que suben un poco más el nivel si cabe, Karra Elejalde (el padre y extremo más radical del espíritu vasco) y Carmen Machi (aliada del chico y visión imparcial del duelo por ser extremeña).  Y el elemento casi “friki” imprescindible, Alfonso Sánchez y Alberto López, el Cabeza y el Culebra de El mundo es nuestro.
Exagerada e increíble por momentos, no hay un momento de tregua en esta historia de amor fingido que termina, no sólo con el enamoramiento de los protagonistas, sino enamorando al gran público. Nace sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato y llenar las salas de los cines. Y eso es lo que consigue.
Y como prueba, la luz verde que tiene ya su secuela.

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