Se
dice que el pasado 2013 no fue un año especialmente brillante para el cine
español, más con el batacazo inesperado (pero merecido) del último Almodóvar.
Quizá
sea cierto que no se han estrenado películas magníficas, pero sí algunos
títulos muy interesantes sobre todo en el terreno del suspense y de la comedia.
En este último apartado recuerdo ahora las divertidas La gran familia española, Tres bodas de más, ¿Quién mató a Bambi?...
y en esa línea hemos empezado el 2014 con un estreno que esté reventando las
taquillas y batiendo records, quizá algo exagerados.
Y
es que Ocho apellidos vascos es una apuesta
ciertamente desternillante, con un humor blanco y en ocasiones muy facilón pero
sin duda efectivo que da una vuelta de tuerca a todos los tópicos posibles
entre dos culturas tan opuestas como es el extremismo andaluz y el vasco. Sin
querer entrar en polémicas ni mear fuera de tiesto (no es esta una plataforma
para idealismos políticos ni se pretende hacer crítica social), los guionistas
Borja Cobeaga y Diego San José (vascos, por si alguien se lo preguntaba) se
burlas (u homenajean, que cada uno lo llame como quiera) de todo lo que se les
pasa por delante, desde el beticismo más “loperiano”, la gomina y la “gracieta”
del sur hasta el las manifestaciones independentistas o el desprecio ante todo
lo foráneo a lo vasco.
La
historia, en su comienzo, no tiene nada de original. Chico (sevillano) conoce
chica (vasca). Chica vuelve a la otra punta del país dejando chico loquito por
ella y chico va en busca de chica. Chica pasa del chico pero, un giro de los
acontecimientos la obliga a suplicar su ayuda y fingir que son novios. Como
veis, nada nuevo bajo el sol. Así, el enganche de la película no es su
argumento, gastado y previsible y con un desenlace final que es lo peor de todo
por su ñoñería y simpleza, sino sus gags, algunos visuales otros provenientes
de diálogos brillantes y afilados.
Los
protagonistas, un Dani Rovira sin experiencia en cine pero con un buen camino
recorrido ya en televisión desde que comenzara haciendo monólogos y una
brillante Clara Lago que crece con cada película que hace y es capaz de decirlo
todo con la mirada, tienen una química perfecta, tanto para el humor como para
el amor, y esto es fundamental para que la película funcione. La chispa del sur
y la mala leche del norte. Dos personas antagónicas que, al final, buscan lo
mismo en la vida. Como todos nosotros. Y es que si hay algún mensaje en la
película es el de que despreciar a alguien por su origen o ideas es absurdo,
aunque esto es tan solo un apunte, porque lo que realmente pretenden es provocar
la carcajada fácil y enseñarnos a reírnos de nosotros mismos, seamos como los
andaluces, como los vascos o como ninguno de ellos.
Y
por detrás, dos veteranos que suben un poco más el nivel si cabe, Karra
Elejalde (el padre y extremo más radical del espíritu vasco) y Carmen Machi
(aliada del chico y visión imparcial del duelo por ser extremeña). Y el elemento casi “friki” imprescindible,
Alfonso Sánchez y Alberto López, el Cabeza y el Culebra de El mundo es nuestro.
Exagerada
e increíble por momentos, no hay un momento de tregua en esta historia de amor
fingido que termina, no sólo con el enamoramiento de los protagonistas, sino
enamorando al gran público. Nace sin más pretensiones que hacer pasar un buen
rato y llenar las salas de los cines. Y eso es lo que consigue.
Y como prueba, la luz verde que tiene ya su secuela.
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