Casi
podría definirse la última película de Robert Redford como actor de
experimental. No en vano se trata de una película de más de una hora y media
con un solo actor y sin apenas diálogo (sólo un escueto monólogo inicial y un
par de palabras en toda la película).
Quizá
las críticas que recibió Redford por su interpretación en Pacto de silencio (donde se le acusó de estar demasiado mayor para
según que papeles) le motivaron para embarcarse en la aventura de un hombre que
mientras realiza una travesía por alta mar en solitario sufre un pequeño
accidente al chocar su barco contra un contenedor a la deriva que desemboca en
una lucha desesperada por sobrevivir.
Así,
podríamos definir Cuando todo está
perdido como la hermana pequeña de la francesa En solitario o la versión realista y despiadada de Vida de Pi, dos ejemplos relativamente
recientes de la lucha de un hombre (o chico) contra el mar.
El
problema es que J.C.Chandor, director de la interesante Margin Call, quiere abusar demasiado del realismo con la ausencia
total de diálogos, y si bien esto incrementa el dramatismo que le habría
restado, por ejemplo, una posible voz en off reflejando sus pensamientos, o un
diálogo consigo mismo (reconozcámoslo, ¿quién no ha hablado o cantado alguna
vez en voz alta cuando se encuentra solo?) sin llegar a la tragicomedia de Tom
Hanks hablando con su pelota Wiston en Naufrago,
también provoca que la película parezca más larga de lo que en realidad es, de
manera que la extraordinaria interpretación de Redford no es suficiente para que
el invento no aburra y acabemos hasta las narices de verle atar cabos, arriar
velas, reparar cosas, mirar mapas…
Hay
momentos de tensión, claro, como la inevitable tormenta o la aparición de un
grupito de simpáticos tiburones, pero no bastan para interrumpir el tedio que,
a la postre, me obligan –muy a mi pesar- a suspender una película valiente y
arriesgada pero demasiado plana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario