Basada
en la novela “El hombre duplicado” del portugués José Samarago, el director
canadiense Denis Villeneuve ha recurrido al español Javier Guillón para que le
confeccione un guion a su medida en la que también metió mano, aparte del
propio director, el protagonista, el californiano Jake Gyllenhaal (como ven,
una ficha técnica muy internacional). Tras el éxito de público y crítica de
Prisioneros, actor y director han decidido repetir colaboración para completar
esta inquietante película que ya pasó por el ya lejano festival de Sitges y que
llegaba precedido de enarboladas críticas.
La
base de la película es tan sencilla como inquietante. Un profesor universitario,
Adam, con una vida anodina y vacía, ve un día una película que le recomienda un
compañero y se sorprende al descubrir entre el elenco de secundarios a un actor
idéntico a él, Anthony. Obsesionado con la existencia de este doble suyo
comenzará a investigar hasta conseguir localizarlo y organizar un encuentro.
La
película arranca con una escena perturbadora y desconcertante, logrando
descolocar al espectador para regresarlo a la realidad con la violencia de una
bofetada enseñándonos la monotonía de Adam (hasta el sexo con su novia es
monótono) y consiguiendo que sintamos tanta curiosidad como el propio
protagonista con la existencia del tal Anthony. Empieza entonces un complicado
rompecabezas con intercambio de papeles entre Adam y Anthony incluido con lo
que ello representará para sus respectivas parejas, Mary (Mélanie Laurent) y
Helen (Sarah Gadon). Pulula también por ahí la madre de Adam (o de ambos, vaya
usted a saber), una desaprovechada Isabella Rossellini).
Todo
en esta película es extraño. Lejos de estar ante un thriller de ritmo
trepidante Villeneuve prefiere ofrecernos un tempo lento, acompasado,
haciéndonos partícipes del desconcierto del protagonista e invitándonos a
proponer nuestras propias teorías ayudados por detalles con cuentagotas que van
surgiendo como miguitas de pan durante el metraje: una especie de club sexual
exclusivo, las respuestas enigmáticas de la madre, la actitud de la esposa
embarazada… Un camino de posibilidades infinitas que pueden variar desde la
clonación, la posibilidad de que sean hermanos o el simple desdoblamiento de
personalidad. Todo cabe en un abanico de especulaciones donde lo importante es
indagar sobre el concepto de la identidad y, sobretodo, confundir al atrapado
espectador en una incomprensible sucesión de hechos que derivarán en…
¡Eh!
¿No pensarían que les voy a revelar el final, verdad? Pues no lo haré. Pero no
por miedo a chafarles la sorpresa y fastidiarles el visionado con spoilers sin
indicar. No, qué va. No lo haré porque no lo tiene.
A
medio camino entre el supuesto trascendentalismo de Terrence Malick y el caos
visual y sin sentido de David Lynch, la mejor manera de definir Enemy es decir que se trata de, y
perdonen ustedes mi vulgaridad, una paja mental del Villeneuve de las narices,
que tras hora y media de escenas anodinas y sosas que uno aguanta con la simple
esperanza de terminar entendiendo algo te arrea un puñetazo en los morros en
forma de créditos finales y se queda tan pancho. No es que sea un final ambiguo
y abierto a la interpretación, como sería el caso de Origen, por ejemplo, es más bien que el colega se ha reído de todos
los que hemos pagado la entrada y nos ha hecho perder noventa minutos de
nuestra vida con una colección de situaciones incomprensibles que al final
resultan no llevar a nada.
No
está del todo mal Gyllenhaal, tan soso como siempre cuando es Adam pero algo
más inspirado en su papel de Anthony, pero su interpretación no justifica el
despropósito y la tomadura de pelo que me pareció esta película, cuyos elogios
me resultan incomprensibles y que, quizá, leyendo antes el libro o con un
segundo visionado, pueda llegar a entender algo, pero que no me voy a molestar
en hacer.
Interesante
mientras se ve, espantosa, tras su conclusión, no soy amigo de la violencia,
pero si alguien se cruza por la calle con el señor Villeneuve, por favor, denle
un buen bofetón de mi parte. Y si pregunta por qué, se le echa la culpa a su
doble y tan anchos…
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