Controvertida
la crítica de esta película independientemente de cual sea mi valoración, ya
que es la clásica obra de la que parte del público saldrá de la sala del cine
alucinando pepinillos mientras la otra mitad soltará pestes por su boca y la
odiarán de por vida.
Yo,
como suele ser habitual, prefiero quedarme en un punto intermedio. 300, el origen de un imperio, es una mala
película, eso no puede negarse, pero tampoco cabría esperar gran cosa de la
secuela (llamémosla así, de momento) de una película que se basaba en tres
aciertos que no se pueden repetir: su estética innovadora, su director y el
carisma de su protagonista.
La
estética se repite hasta la extenuación, de manera exagerada y cansina, con
muchas más peleas que el primer 300,
más violenta y con más sangre lanzada contra la cámara (para lo único que sirve
el 3D de esta película). Pero ya no tiene nada de innovador, claro está.
El
director ha cambiado. Zack Snyder empezó con buen pie en esto del cine y con 300 se convirtió en director de culto
(un culto breve y efímero, dicho sea de paso). Y aunque se mantiene como
guionista (poco se lo ha currado) y productor (es decir, que va a llevarse una
pasta solo por poner su nombre), pero no como director (Batman Vs. Superman lo tiene demasiado ocupado, no en vano puede
ser su confirmación en la élite o su descenso definitivo a los infiernos, tras
la polémica e irregular El Hombre de
Acero). Y lo sustituye el israelí (también tiene delito la cosa) Noam
Murro, casi un novato en esto del cine y que no tiene ni el talento ni la
inspiración de Snyder.
Y
el tercer acierto de 300 que no se
repite en 300, el origen de un imperio
es la elección de su protagonista. Cierto es que en ocasiones elegir un casting
puede ser una lotería. No en vano hay en 300
actores muy cotizados hoy en día pero que nadie los conocía en el 2006 como Lena
Headey (antes de ser la Sarah Connor televisiva y, sobre todo, la pérfida
Cersei Lannister de Juego de Tronos),
Michael Fassbender (actor de moda y reciente nominado al Oscar), Dominic West
y, sobre todo, Gerard Butler. Butler, actualmente a caballo entre comedias
flojitas y pelis de acción de medio pelo, es el alma de 300 y aunque no pueda decirse de él que es un actor extraordinario
tiene una presencia y un carisma que ni se le intuye siquiera a Sullivan
Stapleton, que hace lo que puede con un personaje plano y sin inspiración y
cuyos discursos (estuvieron a punto de sangrarme los oídos al oírle arengar a
los atenienses con palabras del Che Guevara) resultan vacíos al lado de los
arrebatos inspiradores de Leónidas.
Hay
que tener en cuenta que 300 era una aproximación
bastante fiel de la novela gráfica de Frank Miller. Si algo no se le puede
negar a Snyder es que es un buen adaptador. Su primera película, El amanecer de los muertos, recoge a la
perfección el espíritu de George Romero, Watchmen
era una plasmación en pantalla perfecta de la obra de Allan Moore y en medio de
ambas fotocopió con soltura las páginas del comic de Miller, sin reprimirse en
los excesos del autor y sus fobias fascistas y ligeramente xenófobas e
inventando una narrativa visual que casaba a la perfección con los dibujos del
artista de Maryland. El problema es que esta secuela, que se publicita
falsamente como una adaptación de la obra Xerxes,
no tiene comic en el que basarse. Miller (cuyo mejor trabajo se publicó hace ya
muchos años) está demasiado dedicado a ganar dinero fácil con el cine (está a
punto de estrenarse la secuela de Sin
City) como para centrarse en el comic y tan solo presento a la editorial
los dos primeros números de una supuesta serie de cinco antes de olvidarla. Por
lo tanto, 300, el origen de un imperio,
vuela libre con un libreto que intenta sin gracia fotocopiar a su predecesora
con una trama inicialmente más elaborada y compleja que la simple batalla de
las Termópilas y supuestamente con un contexto histórico más exacto, ya que recorre
buena parte de las Guerras Médicas, empezando por la batalla de Maratón (diez
años antes de los sucesos narrados en 300),
continúa con algo parecido a la batalla de Artemisio (en paralelo a las
Termópilas) y concluye durante la batalla de Salamina (ya tras la muerte de
Leónidas y sus 300). Esto, lejos de resultar interesante, crea confusión y
engaño, pues si el film de Snyder combinaba con acierto realidad y leyenda aquí
se pasan la historia por el forro y hacen una recreación libre y totalmente
desvinculada de la verdad de la rivalidad entre persas y griegos. Soy
consciente de que esto es una peli de acción, no una recreación histórica, pero
quizá sus realizadores no.
Además,
la película nace ya acomplejada, consciente de que se aprovecha del éxito de 300 pero sin poder recurrir a ellos para
continuar la saga, ya que no hay nada que contar sobre Leónidas y sus bravos guerreros
fuera de esa sangrienta y crucial batalla de las Termópilas, por lo que son
constantes los esfuerzos por hacer referencias a aquellos y aprovechar
personajes metidos casi con calzador a modo de recordatorio (no sólo la reina
tiene un papel determinante, también aparecen Dilios y Ephialtes, aparte de
Jerjes, claro, interpretado de nuevo por Rodrigo Santoro) mientras que Leónidas
aparece tan solo en imágenes rescatadas de la peli anterior (la primera de
ellas en un esperpento de montaje que debería sonrojar al director), como si
temiesen que una historia épica contando la lucha entre atenienses (lo de una
Grecia unida es otro de los inventos del guion) y persas no pudiese servir de
suficiente reclamo si no se nombra a los espartanos cada quince minutos.
¿No
hay ninguna mejora, entonces, en esta precuela/biopic/secuela? Bueno, tampoco
hay que ser tan duros. Artemisia (personaje inventado que no tiene ninguna
relación más que por el nombre con la comandante que dirigió a los persas en
Salamina) es la gran villana de la película, y Eva Green la recrea con notable
eficacia, siendo la única interpretación interesante del film (Lena Headey se
pasa todo su metraje hablando con la mirada perdida en el infinito) y
provocando que simpaticemos con los persas más que con los atenienses, por más
que sus segundos sean unos estrategas ridículos y comparta una tórrida escena
con Temístocles totalmente fuera de lugar. Los gestos, la mirada… todo en Eva
Green desprende maldad y mala baba y sólo por ello vale la pena el visionado
del film. Lástima que para ello hayan descartado profundizar en Jerjes (supongo
que el personaje principal en el comic que nunca fue), que de ser el gran
villano de 300 es aquí una marioneta
en manos de Artemisia y apenas aporta nada a la historia, por más que se revele
su “origen divino” en una secuencia totalmente innecesaria y absurda.
Y
luego está, por supuesto, el apartado técnico, donde se demuestra que un
aumento considerable en el presupuesto a cambio de disminuir la imaginación no
siempre es rentable. Hay momentos muy mal resueltos y confusos, como la primera
batalla marítima, en un océano tristemente irreal, o la combinación de escenas
de la película anterior con otras nuevas. Hay situaciones verdaderamente
ridículas, como el momento de Temístocles cabalgando y saltando de barco en
barco o la reina Gorgo (que en 300 se
la veía como una mujer con carácter pero ni mucho menos una guerrera) empuñando
una espada al frente de su ejército), y el enfrentamiento final entre
Temístocles y Artemisia (tensión sexual no resuelta incluida) no me resulta
suficientemente satisfactorio.
En
resumen, que los que despreciaron 300
no deben ni acercarse a esta. Los que la aceptaron deben verla advertidos y
sólo los más entusiastas del film de Snyder podrán disfrutar de este que, al
fin y al cabo, tampoco aburre y multiplica hasta la saciedad la violencia y
brutalidad de aquella, cuya valoración, una vez comparadas, sube muchos
enteros.
Los
que anhelen sangre, mutilaciones y alguna teta disfrutarán como niños. El
resto, simplemente pasarán el rato con un entretenimiento vacío y, para mí,
decepcionante.
Y,
por supuesto, huid del 3D. Sólo hace evidenciar más los errores
técnicos.
Hola loko con el texto tan intenso deberias ser crítico de Hollywood y dedicarte a esto, me has tirado la película al retrete.
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