Con
la resaca de los Oscars todavía a cuestas y mientras medito mi opinión sobre la
precuela/secuela de 300 (aún no tengo
claro si la adoro o la aborrezco), recupero otro estreno de la semana pasada
que pasó algo desapercibido, con total merecimiento, eso sí.
Como
hago siempre que puedo, acudí a mi cine con tiempo de sobra para asegurarme una
buena butaca y fui a una cafetería cercana para matar el tiempo con ojeando
algún diario al amparo de un café. Junto a la información sobre el
reciente MWC celebrado en Barcelona me llamó la atención un anuncio de una empresa de móviles que no nombraré porque no me pagan por ello que promocionaba con especial ahínco una Tablet cuya principal virtud era que no se estropeaba al sumergirse en agua, al igual que el teléfono móvil al que está emparentado.
Apurado
el café acudí al cine y, ya sumergido en la oscuridad de la sala y tras la
musiquilla de “Movierecord” que
siempre me pone nostálgico apareció en pantalla una jovencita recién levantada
que, en lugar de seleccionar el vestuario del día elige entre un surtido de
pintura para cubrir su cuerpo desnudo con un vestido dibujado y, con tan
gloriosa apariencia, salir a la calle sin nada más que su teléfono móvil, el
cual utilizaba para pagar el autobús, la compra… incluso para abrir la puerta
de su casa. La compañía, claro, tampoco la mencionaré, pero seguro que habéis
visto el anuncio en la tele.
¿A
qué viene todo este rollo?, os preguntaréis. Ahora voy, tranquilos. El caso es
que empieza la película, una tontería como una casa con un actor bastante
limitadito (Liam Hemsworth) al que le queda mucho por aprender si quiere ser
conocido por algo más que por ser el hermano de Thor (incluso hay quien lo define como “el cuñado de la Pataky”) y
dos viejas glorias que vivieron tiempos mejores y cuyos agentes no parecen
ganarse demasiado bien su sueldo, como es el caso de Harrinson Ford y Gary
Oldman, que va sobre un enfrentamiento entre dos magnates tecnológicos que
antaño fueron socios y amigos (toma originalidad) y en cuya guerra se ve metido
un espabilado chaval que promete mucho y que recuerda demasiado al Justin
Timberlake de Runner Runner. Es
engañado para cometer espionaje industrial en un argumento absurdo a la par que
aburrido y cuyo clímax recuerda a mil películas, pero a mí me remite a un
ejemplo exageradamente reciente, el Jack
Ryan de Kenneth Brannagh, con la escena del chaval recorriendo un edificio
supuestamente ultra protegido como si de un espía de brillante currículo se
tratase.
Toda
la película es un despropósito total, que aunque no llega a ser completamente
insoportable y entretiene lo justo durante su visionado (por malos que sean los
papeles ver a Ford y Oldman juntos siempre anima un poco), siendo lo mejor del
film la aportación del veterano Richard Dreyfuss (y la fugaz aparición de Josh
Holloway -¡cómo añoro Perdidos!-),
cuando el asunto roza ya por completo el ridículo es en dos momentos
supuestamente claves de la trama (y no, no me refiero a la típica y tópica
historia de amor metida con calzador por medio, aunque también podría ser): por
un lado, la explicación del nuevo y revolucionario invento de la gente del
personaje interpretado por Ford: un móvil super mega guay que permitirá al usuario salir de casa sin
necesitar llevar nada más encima, ya que con él se podrá hacer la compra, pagar
el autobús, abrir la puerta de la casa... ¿En serio? ¿Ese es el gran objetivo
que todos persiguen y que va a cambiar el mundo de las telecomunicaciones? Solo
habría faltado ver a Harrinson Ford en pelotas pintarrajeado en plan bodypoint
para hacer una demostración de su maravilloso móvil. O mejor, no.
El
otro momento clave al que aludo es cuando el tontaina del protagonista quiere
poner una trampa a los malvados empresarios y gravar una conversación gracias a
un móvil oculto. Es descubierto y, para frustrar sus planes, dejan caer el
móvil en una jarra de agua, inutilizándolo. ¿Estamos locos? ¿Y esta es la gran
conspiración de carácter futurista y tecnología avanzada que nos quieren
vender?
Si
el peso de la película se basa en dos apuestas de futuro que yo había visto
anunciadas ya en España justo antes de entrar al cine, apañados vamos.
En
resumen, que la peli es una tontería vista ya mil veces, no hay por dónde
agarrarla y su credibilidad es mínima. Sinceramente, si les queda por ver alguna
de las nueve películas nominadas al Oscar, no se me ocurre qué hacen perdiendo
el tiempo con esto.
Mejor
vayan a ver Her. Ese sí es el futuro.
Pero un futuro a la vuelta de la esquina.
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